El escritorio de Manuel Talens

El traductor activista

Entrevista a Gilad Atzmon

Chris Searle

Traducido por Manuel Talens

―Si lees los t�tulos de los temas de mi nuevo �lbum en el orden que los he situado te dar�s cuenta de que juntos forman un poema ―me dice el saxofonista israel� autoexiliado Gilad Atzmon mientras paseamos calle arriba por Ecclesall Road, en Sheffield, poco antes de un concierto.

As� lo hice y aqu� est�n en orden los temas de Refuge, su �ltimo trabajo musical:

Autumn in Baghdad

Oto�o en Bagdad

Spring in New York

Primavera en Nueva York

In the Small Hours

En la madrugada

The Burning Bush

El arbusto en llamas *

Her Smile

Su sonrisa

Her Tears

Sus l�grimas

My Refuge

Mi refugio

Just Another Prayer for Peace.

S�lo otra oraci�n por la paz.

* Burning Bush, expl�cito juego de palabras con el apellido del presidente, que pierde su fuerza al traducirlo.

―De eso trata el disco. Me traen sin cuidado las divisiones o las categor�as de estilos musicales, ya se trate de jazz, de world music, de soul o de lo que sea. Si hay algo que los artistas podemos producir es belleza. Y como los pol�ticos de Gran Breta�a o de USA s�lo producen fealdad, en particular para los palestinos e iraqu�es, nosotros los artistas debemos producir belleza.

Estas palabras eran el incisivo prefacio de un concierto en un club de jazz de South Yorkshire, en el que la mayor parte de los temas fueron de Refuge.

Antes de escucharlas de nuevo en directo le� lo que Atzmon hab�a escrito en las notas del CD. En ellas recuerda que en 2000, cuando fund� el grupo The Orient House Ensemble, pensaba que la m�sica pod�a ser un �mensaje de la paz�, pero que ahora, �ocho a�os despu�s, debo admitir que podr�a haberme equivocado�.

―�ste es nuestro quinto �lbum. Hemos dado cientos de conciertos alrededor del mundo y es preciso constatar que la paz est� muy lejos. Cada d�a que pasa surge un nuevo conflicto. Una vez por semana, un nuevo terror toma la forma de un plan siniestro envuelto en una imagen de bondad occidental. En lo que respecta a mi pa�s de origen, la paz no ha estado nunca tan lejos.

Atzmon naci� en Israel, al igual que tres miembros de su banda, el Orient House Ensemble.

―En el fondo de m� mismo s� que la identidad hebraica es la versi�n m�s radical del concepto de supremac�a jud�a, que es una maldici�n para Palestina, para los jud�os y para el mundo. Es una fuerza destructora muy importante ―dice―. Para que un israel� llegue a humanizarse debe abandonar el sionismo. De este modo, el odio a s� mismo puede convertirse en un poder muy productivo. Se trata del mismo sentido del autoodio que tambi�n se encuentra en los jud�os que han dado lo mejor a la humanidad, como Cristo, Spinoza o Marx. Se enfrentaron valientemente a su bestia negra y, al hacerlo, crearon un sentido para muchos millones de seres.

Atzmon dice ahora que la m�sica no es el mensajero, sino que se ha convertido en el mensaje y en un refugio. Y le ha infundido una nueva esperanza.

Me cuenta una historia muy personal.

―La ma�ana siguiente al concierto que di para Medical Aid for Palestine fui a una reuni�n en la escuela de mi hijo, al norte de Londres. Esa escuela tiene la fortuna de contar con un profesor de m�sica estupendo, un hombre que adora el jazz y a quien los ni�os adoran. Es tambi�n un buen m�sico y logra que los ni�os toquen cosas hermosas. Aquella ma�ana logr� que 700 ni�os acompa�aran a la voz de Louis Armstrong cantando What a Wonderful World. Y, cuando el disco termin�, todos ellos siguieron cantando solos, sin Armstrong. Bueno, mi hijo es muy peque�o, lo mismo que sus compa�eros de escuela. Ninguno de ellos sabe nada de Bush y Blair y eso me hizo pensar que quiz� el mundo pueda ser maravilloso, como dice Armstrong, si logramos derrotar y superar los planes siniestros de los pol�ticos. Me sent� optimista escuchando a Louis Armstrong y a todos aquellos ni�os. Sent� el futuro, me afect� mucho y ahora toco siempre What a Wonderful World al final de mis conciertos.

Basta con escuchar Autumn in Baghdad al inicio del �lbum para darse cuenta de hasta qu� punto ha cambiado en una d�cada el sonido del saxo de Atzmon. Ahora es mucho m�s compacto, m�s envolvente y, mientras suena, uno casi puede escuchar sus palabras de lo vocalizado que surge su timbre.

A veces cre� estar escuchando el saxo tenor de Rahesan Roland Kirk o, en particular, el corno del fallecido indio americano Jim Pepper.

La melod�a tiene una belleza y una sencillez ellingtonianas, una melod�a pura que comienza con un sonido rayano en quiescencia extinguida, en el que el solo de piano de Frank Harrison precede al lloroso saxo alto de Atzmon; el sonido busca, investiga, se pregunta, llora y crece hasta un crescendo de empat�a.

―Cuando vine a Londres ―me dice Atzmon―, conoc� a algunos iraqu�es. Ten�an cosas estupendas que decir sobre Bagdad. Ahora all� no hay m�s que escombros. �Qu� hemos hecho? Fuimos nosotros quienes votamos a los dirigentes que han destruido Bagdad.

El hecho de que Spring in New York est� yuxtapuesta con el �ltimo a�o en la destrozada capital de Iraq es una iron�a hecha de sonido. Pero el obstinado riff del saxo soprano, la electr�nica, la discordia y la presunta seguridad revelan un sonido de lo inseguro, lo aparente y vulnerable, as� como la vaciedad de los poderosos.

S�lo en In the Small Hours hay tiempo y espacio suficientes para reflexionar y meditar. Los inquietos sonidos del saxo contralto de Atzmon y el coro pulsado del piano el�ctrico de Harrison, que preceden a la interrogante bater�a de Asaf Sirkis, permiten calcular la enormidad y el precio de la tristeza.

Le pregunto a Atzmon si Burning Bush es una imagen del presidente yanqui.

―Lo es ―dice―. Bush representa una fuerza destructora muy importante en todo el mundo, en la historia existen muy pocos personajes como �l. Y, por encima de toda la destrucci�n y de las vidas desperdiciadas, Bush y Blair han cometido todo esto en nuestro nombre. Son l�deres votados. Nos han convertido, tambi�n, en criminales.

Las notas cargadas de gemidos y desasosiego atraviesan los cielos palestinos e iraqu�es con voces distantes, moduladas, y una gradual aceleraci�n de notas cuando las v�ctimas de la violencia imperial se las arreglan con su dolor y su rabia en un mundo que, en palabras de Atzmon, �cada vez es m�s hostil�.

Los tambores de Sirkis al final del tema son como picos de monta�as, espectadores de los actos humanos que aumentan en crescendo antes de apagarse en una continuidad dolorida.

Despu�s de tales sonidos catacl�smicos, Her Smile, que empieza con un d�o de Harrison y Atzmon, irradia una repentina armon�a, con el corno soprano adentr�ndose en senderos de belleza ecum�nica por encima del contrabajo que Yaron Stavi acaricia con el arco.

Viene luego Her Tears, con el arco de Stavi todav�a acariciando las cuerdas con lamentaciones. Como escribe Atzmon, �sumido en l�grimas, uno llega a comprenderse, la m�sica se impone� y Her Tears se transforma en un blues del Levante, en una canci�n profunda de la vida real, del dolor y de la supervivencia perdurable.

A la mitad de My Refuge hay una cadencia de corno, una inmensa ca�da de octavas, antes de que la m�sica ascienda hasta una alborozada convicci�n carnavalesca, casi latinoamericana, con la intrusi�n de la trompeta cantarina de Paul Jayasinya.

Just Another Prayer for Peace es el tema final del �lbum. Se inicia con los tambores marciales y subliminales de Sirkis y hace pensar en los soldados de USA en Bagdad, en los marines brit�nicos en Basora, en las tropas israel�es y en los colonos armados en Cisjordania, mientras que el corno de Atzmon zumba como una voz de la resistencia humana sumida en la invasi�n y el dolor de la ocupaci�n extranjera. 

La desnuda lucidez de su sonido y las notas cristalinas y reconocibles de Harrison se convierten en una canci�n unificada de unos seres a otros que buscan impulsar la bendici�n de la paz y la libertad en territorios ocupados, destruidos y hambrientos, en Palestina, en Iraq, en cualquier tiempo y en cualquier lugar.

Le pregunto a Atzmon por sus esperanzas de una Palestina liberada y de qu� manera la visi�n ecum�nica de su propia m�sica, que utiliza tradiciones hebreas, �rabes y turcas en un armaz�n de jazz, podr�a encontrar all� su verdadero hogar. Y cu�l ser�a el primer tema que tocar�a en una Jerusal�n libre.

―Habr� una Palestina libre ―afirma convencido. Y luego se r�e.― Va a ocurrir, con toda seguridad, y mi ambici�n es llegar a ser el primer ministro palestino del jazz. Palestina ser� liberada y el imperio israel�, el imperio de Bush, el imperio de los neocons, tendr� que abandonar el escenario. Y yo tocar� Al Quds en la nueva Jerusal�n. Ese tema est� incluido en nuestro �lbum Exile. Es una canci�n hebrea, �pero nosotros la hemos palestinizado! Porque no s�lo se trata de liberar a los palestinos, sino tambi�n de liberar a los israel�es de s� mismos, de liberar el mundo.

Animo al lector a procurarse Refuge y a escucharlo con los amigos, la familia y los compa�eros de trabajo. El poder absoluto de su sonido vale m�s que cualquier palabra. 


Fuente: http://www.morningstaronline.co.uk/index2.php/free/culture/music/interview__2

Esta traducci�n apareci� originalmente en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=59051

Gilad Atzmon es m�sico, escritor y activista por la liberaci�n del pueblo palestino. Su novela m�s reciente se titula My One and Only Love y su �ltimo �lbum Refuge.

El escritor y traductor espa�ol Manuel Talens es miembro de Cubadebate, Rebeli�n y Tlaxcala. Su novela m�s reciente es La cinta de Moebius (Alcal� Grupo Editorial).

 

Gilad Atzmon en espa�ol (15 de noviembre de 2007)

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