―Si lees los t�tulos de los
temas de mi nuevo �lbum en el orden que los he situado te
dar�s cuenta de que juntos forman un poema ―me dice el
saxofonista israel� autoexiliado Gilad Atzmon mientras
paseamos calle arriba por Ecclesall Road, en Sheffield, poco
antes de un concierto.
As� lo hice y aqu� est�n en orden
los temas de Refuge, su �ltimo trabajo musical:
Autumn in Baghdad |
Oto�o en Bagdad |
Spring in New York |
Primavera en Nueva York |
In the Small Hours |
En la madrugada |
The Burning Bush |
El arbusto en llamas * |
Her Smile |
Su sonrisa |
Her Tears |
Sus l�grimas |
My Refuge |
Mi refugio |
Just Another
Prayer for Peace. |
S�lo otra oraci�n por la paz. |
* Burning Bush, expl�cito
juego de palabras con el apellido del presidente, que pierde su
fuerza al traducirlo.
―De eso trata el disco. Me traen
sin cuidado las divisiones o las categor�as de estilos
musicales, ya se trate de jazz, de world music, de soul o de lo
que sea. Si hay algo que los artistas podemos producir es
belleza. Y como los pol�ticos de Gran Breta�a o de USA s�lo
producen fealdad, en particular para los palestinos e iraqu�es,
nosotros los artistas debemos producir belleza.
Estas palabras eran el incisivo
prefacio de un concierto en un club de jazz de South Yorkshire,
en el que la mayor parte de los temas fueron de Refuge.
Antes de escucharlas de nuevo en
directo le� lo que Atzmon hab�a escrito en las notas del CD. En
ellas recuerda que en 2000, cuando fund� el grupo The Orient
House Ensemble, pensaba que la m�sica pod�a ser un �mensaje de
la paz�, pero que ahora, �ocho a�os despu�s, debo admitir que
podr�a haberme equivocado�.
―�ste es nuestro quinto �lbum.
Hemos dado cientos de conciertos alrededor del mundo y es
preciso constatar que la paz est� muy lejos. Cada d�a que pasa
surge un nuevo conflicto. Una vez por semana, un nuevo terror
toma la forma de un plan siniestro envuelto en una imagen de
bondad occidental. En lo que respecta a mi pa�s de origen, la
paz no ha estado nunca tan lejos.
Atzmon naci� en Israel, al igual
que tres miembros de su banda, el Orient House Ensemble.
―En el fondo de m� mismo s� que
la identidad hebraica es la versi�n m�s radical del concepto de
supremac�a jud�a, que es una maldici�n para Palestina, para los
jud�os y para el mundo. Es una fuerza destructora muy importante
―dice―. Para que un israel� llegue a humanizarse debe abandonar
el sionismo. De este modo, el odio a s� mismo puede convertirse
en un poder muy productivo. Se trata del mismo sentido del
autoodio que tambi�n se encuentra en los jud�os que han dado lo
mejor a la humanidad, como Cristo, Spinoza o Marx. Se
enfrentaron valientemente a su bestia negra y, al hacerlo,
crearon un sentido para muchos millones de seres.
Atzmon dice ahora que la m�sica
no es el mensajero, sino que se ha convertido en el mensaje y en
un refugio. Y le ha infundido una nueva esperanza.
Me cuenta una historia muy
personal.
―La ma�ana siguiente al concierto
que di para Medical Aid for Palestine fui a una reuni�n en la
escuela de mi hijo, al norte de Londres. Esa escuela tiene la
fortuna de contar con un profesor de m�sica estupendo, un hombre
que adora el jazz y a quien los ni�os adoran. Es tambi�n un buen
m�sico y logra que los ni�os toquen cosas hermosas. Aquella
ma�ana logr� que 700 ni�os acompa�aran a la voz de Louis
Armstrong cantando What a Wonderful World. Y, cuando el
disco termin�, todos ellos siguieron cantando solos, sin
Armstrong. Bueno, mi hijo es muy peque�o, lo mismo que sus
compa�eros de escuela. Ninguno de ellos sabe nada de Bush y
Blair y eso me hizo pensar que quiz� el mundo pueda ser
maravilloso, como dice Armstrong, si logramos derrotar y superar
los planes siniestros de los pol�ticos. Me sent� optimista
escuchando a Louis Armstrong y a todos aquellos ni�os. Sent� el
futuro, me afect� mucho y ahora toco siempre What a Wonderful
World al final de mis conciertos.
Basta con escuchar Autumn in
Baghdad al inicio del �lbum para darse cuenta de hasta qu�
punto ha cambiado en una d�cada el sonido del saxo de Atzmon.
Ahora es mucho m�s compacto, m�s envolvente y, mientras suena,
uno casi puede escuchar sus palabras de lo vocalizado que surge
su timbre.
A veces cre� estar escuchando el
saxo tenor de Rahesan Roland Kirk o, en particular, el corno del
fallecido indio americano Jim Pepper.
La melod�a tiene una belleza y
una sencillez ellingtonianas, una melod�a pura que comienza con
un sonido rayano en quiescencia extinguida, en el que el solo de
piano de Frank Harrison precede al lloroso saxo alto de Atzmon;
el sonido busca, investiga, se pregunta, llora y crece hasta un
crescendo de empat�a.
―Cuando vine a Londres ―me dice
Atzmon―, conoc� a algunos iraqu�es. Ten�an cosas estupendas que
decir sobre Bagdad. Ahora all� no hay m�s que escombros. �Qu�
hemos hecho? Fuimos nosotros quienes votamos a los dirigentes
que han destruido Bagdad.
El hecho de que Spring in New
York est� yuxtapuesta con el �ltimo a�o en la destrozada
capital de Iraq es una iron�a hecha de sonido. Pero el obstinado
riff del saxo soprano, la electr�nica, la discordia y la
presunta seguridad revelan un sonido de lo inseguro, lo aparente
y vulnerable, as� como la vaciedad de los poderosos.
S�lo en In the Small Hours
hay tiempo y espacio suficientes para reflexionar y meditar. Los
inquietos sonidos del saxo contralto de Atzmon y el coro pulsado
del piano el�ctrico de Harrison, que preceden a la interrogante
bater�a de Asaf Sirkis, permiten calcular la enormidad y el
precio de la tristeza.
Le pregunto a Atzmon si
Burning Bush es una imagen del presidente yanqui.
―Lo es ―dice―. Bush representa
una fuerza destructora muy importante en todo el mundo, en la
historia existen muy pocos personajes como �l. Y, por encima de
toda la destrucci�n y de las vidas desperdiciadas, Bush y Blair
han cometido todo esto en nuestro nombre. Son l�deres votados.
Nos han convertido, tambi�n, en criminales.
Las notas cargadas de gemidos y
desasosiego atraviesan los cielos palestinos e iraqu�es con
voces distantes, moduladas, y una gradual aceleraci�n de notas
cuando las v�ctimas de la violencia imperial se las arreglan con
su dolor y su rabia en un mundo que, en palabras de Atzmon,
�cada vez es m�s hostil�.
Los tambores de Sirkis al final
del tema son como picos de monta�as, espectadores de los actos
humanos que aumentan en crescendo antes de apagarse en una
continuidad dolorida.
Despu�s de tales sonidos
catacl�smicos, Her Smile, que empieza con un d�o de
Harrison y Atzmon, irradia una repentina armon�a, con el corno
soprano adentr�ndose en senderos de belleza ecum�nica por encima
del contrabajo que Yaron Stavi acaricia con el arco.
Viene luego Her Tears, con
el arco de Stavi todav�a acariciando las cuerdas con
lamentaciones. Como escribe Atzmon, �sumido en l�grimas, uno
llega a comprenderse, la m�sica se impone� y Her Tears se
transforma en un blues del Levante, en una canci�n profunda de
la vida real, del dolor y de la supervivencia perdurable.
A la mitad de My Refuge
hay una cadencia de corno, una inmensa ca�da de octavas, antes
de que la m�sica ascienda hasta una alborozada convicci�n
carnavalesca, casi latinoamericana, con la intrusi�n de la
trompeta cantarina de Paul Jayasinya.
Just Another Prayer for Peace
es el tema final del �lbum. Se inicia con los tambores marciales
y subliminales de Sirkis y hace pensar en los soldados de USA en
Bagdad, en los marines brit�nicos en Basora, en las tropas
israel�es y en los colonos armados en Cisjordania, mientras que
el corno de Atzmon zumba como una voz de la resistencia humana
sumida en la invasi�n y el dolor de la ocupaci�n extranjera.
La desnuda lucidez de su sonido y
las notas cristalinas y reconocibles de Harrison se convierten
en una canci�n unificada de unos seres a otros que buscan
impulsar la bendici�n de la paz y la libertad en territorios
ocupados, destruidos y hambrientos, en Palestina, en Iraq, en
cualquier tiempo y en cualquier lugar.
Le pregunto a Atzmon por sus
esperanzas de una Palestina liberada y de qu� manera la visi�n
ecum�nica de su propia m�sica, que utiliza tradiciones hebreas,
�rabes y turcas en un armaz�n de jazz, podr�a encontrar all� su
verdadero hogar. Y cu�l ser�a el primer tema que tocar�a en una
Jerusal�n libre.
―Habr� una Palestina libre
―afirma convencido. Y luego se r�e.― Va a ocurrir, con toda
seguridad, y mi ambici�n es llegar a ser el primer ministro
palestino del jazz. Palestina ser� liberada y el imperio
israel�, el imperio de Bush, el imperio de los neocons,
tendr� que abandonar el escenario. Y yo tocar� Al Quds en
la nueva Jerusal�n. Ese tema est� incluido en nuestro �lbum
Exile. Es una canci�n hebrea, �pero nosotros la hemos
palestinizado! Porque no s�lo se trata de liberar a los
palestinos, sino tambi�n de liberar a los israel�es de s�
mismos, de liberar el mundo.
Animo al lector a procurarse
Refuge y a escucharlo con los amigos, la familia y los
compa�eros de trabajo. El poder absoluto de su sonido vale m�s
que cualquier palabra.
Fuente:
http://www.morningstaronline.co.uk/index2.php/free/culture/music/interview__2
Esta
traducci�n apareci� originalmente en
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=59051
Gilad Atzmon es m�sico, escritor y activista por la liberaci�n
del pueblo palestino. Su novela m�s reciente se titula
My One and Only Love
y su �ltimo �lbum
Refuge.
El escritor y traductor espa�ol Manuel
Talens es miembro de
Cubadebate,
Rebeli�n
y
Tlaxcala.
Su novela m�s reciente es
La cinta de Moebius
(Alcal� Grupo Editorial).