Aviso del autor para lectores indecisos
La mayor�a de los textos que presento aqu� provienen de mis colaboraciones durante
varios a�os en
revistas y en la prensa. Unos pocos s�lo vieron la luz en
conferencias o mesas redondas y otros, por fin, eran in�ditos. Sus p�ginas fueron surgiendo al azar de los d�as, sin otro
af�n que el desahogo frente a alg�n acontecimiento que me hizo mella o la meditaci�n
sobre el tiempo que se escapa. Probablemente a causa de una formaci�n libresca a la que
no puedo ni quiero renunciar, razono con m�s soltura por escrito que de palabra, y ese
defecto estructural que padezco s�lo pod�a conducirme a descifrar las dudas que me
asaltan tratando de explicarlas en papel. Aunque soy de los que piensan que la literatura
es una y los g�neros clasificatorios algo artificial que s�lo busca justificar el pasado
desde el presente, siempre me consider� m�s fabulador que otra cosa. El periodismo vino
a m� por azar, sin que en principio me lo hubiera propuesto como actividad. Estos
art�culos no son, pues, materia de periodista, sino de narrador, y a veces contaminan de
manera innegable la realidad con la ficci�n. Es el caso, por ejemplo, de �Desde las
alturas� o �Actor ante el espejo�. Otros -pienso en �Elogio de Alventosa�, en
�Peripecias de un libro�, en �El hombre de mi vida�, en �Minuto
de gloria� o en �Historia de verano�- se independizaron de universos
imaginarios para simular una existencia que a todas luces no pose�an. Y otros, en fin,
fueron el punto de partida real de episodios novelescos, como es el caso del titulado
�Libertad para Agust�n�, que se col� de manera imparable en mi novela
Hijas de Eva. El
trasvase en ambas direcciones es algo natural, pues las diferentes facetas del oficio de
escribir no funcionan en compartimentos estancos. Por �ltimo, tampoco me es ajeno el
debate dial�ctico, aqu� mayoritario, que busca desenmascarar sin medias tintas las
supercher�as ret�ricas del �mbito pol�tico.
Refiri�ndose a sus propios art�culos
period�sticos, son muchos los escritores que tienen la impresi�n de haber opinado m�s
de la cuenta. Lo entiendo perfectamente, porque a m� me pasa lo mismo. La prensa diaria
es cruel con los textos que produce y no suele saber de eternidades, de manera que las
palabras nacen y mueren con la misma rapidez. Lo que hoy nos parece trascendental ma�ana
deja de serlo al perder el referente. Eso hace que los libros que recopilan art�culos de
prensa de autores que gozan de alg�n tir�n entre el p�blico lector
suelan ser tan
pat�ticos, ya que se asemejan m�s a una operaci�n de mercado que a un proyecto
intelectual. Por ello, lector, esta secci�n que ahora ves en pantalla no pretende tener
otra val�a que la del ba�l donde guardamos los papeles que vamos acumulando, papeles
quiz� sin valor, pero que forman parte de nuestra vida.
La Enciclopedia ilustrada del cine
de la Editorial Salvat define el contracampo cinematogr�fico como el
�Encuadre de unos personajes desde un punto
de vista sim�tricamente opuesto a aquel al que antes han sido
encuadrados, guardando siempre las respectivas posiciones de cada
actor en la imagen�. En
cierto modo, estos art�culos son eso aplicado a la escritura, la voz de mi pensamiento
que asimismo interrumpe -de forma �sim�tricamente
opuesta�- a la voz del narrador de mis novelas y relatos. Aqu� soy yo quien habla,
all� mi alter ego intratextual. La suma de dicho coloquio es lo que suele llamarse
ideolog�a o mundo interior.
S� que todo escritor es, por definici�n, un exhibicionista verbal, pues hace falta
cierta petulancia para endilgar historias que, aunque a uno se las pidan, podr�an
perfectamente no existir sin que se hundiera el cielo, pero conozco bien los l�mites del
recato y espero no cometer nunca la obscenidad de contar mi vida privada. Lo �nico
�ntimo de verdad que los lectores indecisos hallar�n aqu� es un abanico de mis
opiniones pol�ticas, �ticas y est�ticas.
Manuel Talens
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