Si yo
fuese extraterrestre y hace diez d�as hubiera observado Malasia
desde el cielo, me habr�a muerto del susto al ver una jaur�a de
m�quinas que volaban a trescientos kil�metros por hora bajo un
sol criminal, tragando centenares de litros de gasolina y
pedorreando decibelios por el tubo de escape. Las conduc�an
extra�os hom�nidos embutidos en trajes espaciales y con reclamos
publicitarios hasta en la planta de los pies. Luego, cuando al
fin pararon, el locutor de televisi�n lleg� al orgasmo verbal,
porque �nuestro Alonso� hab�a ganado la carrera. �ste, agotado
de tanto deporte posmoderno, sufri� una lipotimia. Mens
insana in corpore insano in auto potens. O, como dijera
Juvenal, panem et circenses.
Entretanto, en el otro lado del planeta, los pescadores
valencianos amarraron sus barcos a los puertos en protesta por
el elevado precio del gas�leo �0,37 euros el litro�, que les
impide obtener beneficios de su trabajo. Los cofrades �unas
3.500 familias, es decir, entre diez y quince mil personas� han
echado la cuenta de la cantidad de millas marinas que ahora han
de navegar mar adentro para traer a tierra los mismos boquerones
de anta�o y dicen que s�lo pueden pagar hasta 0,2 euros el
litro. El gas�leo es, pues, una bomba de relojer�a social que
puede estallar en cualquier momento y que sin duda lo har�,
porque los agricultores espa�oles tambi�n desean una rebaja.
Seg�n parece (qui�n lo hubiera pensado), los nabos necesitan
gas�leo para crecer y en este pa�s o comemos boquerones o
comemos nabos. Pero es que, encima, los transportistas se quejan
de que a ese costo no pueden hacernos llegar ni los nabos ni el
boquer�n. Y todos ellos, claro, le piden subvenciones a pap�
Estado. �Le piden? No, le exigen. Y pap� Estado no puede
proveer, porque no es nadie en este mundo global, ya que quien
fija el precio es la implacable ley de una oferta que ya ha
empezado a disminuir �el cenit del petr�leo, �lo recuerdas,
lector?� y una demanda que no cesa de aumentar. �No quer�amos
crecimiento ilimitado, mercado libre, energ�a? Aqu� est�n,
con las mismas colas que el comunismo, aunque de pago.
Por su
parte, el ministro de la calderilla, Pedro Solbes, desviste a un
santo para vestir otro, pues de donde nada hay, nada se puede
sacar y �l no tiene margen de maniobra. Pero, desde luego, no
criticar� a san Alonso (el joven h�roe capaz de quemar m�s
combustible en unas horas dando vueltas como un trompo a un
circuito cerrado que toda la flota de Valencia en una semana), y
eso ni para vestir a los santos pescadores, ni a los santos
agricultores ni a los santos transportistas, porque la
muchedumbre sigue pidiendo pan y circo y Alonso es uno de los
gladiadores m�s famosos.
Lo
esquizofr�nico de este asunto es que mientras los machacas
ordinarios, esos que no son noticia pero sostienen la econom�a,
andan jodidos sin poder llenar el dep�sito, Alonso contin�e
malgastando petr�leo con su juguetito y los medios de
comunicaci�n le r�an la gracia. En el panem et circenses
cada vez hay menos panem y m�s circenses. A este
paso, a falta de nabos y boquerones, la pel�cula podr�a terminar
con el p�blico saltando a la arena para comerse a los
saltimbanquis con neum�ticos, bielas, caja de cambios y alerones
incluidos. Perra miseria.