Hace pocos
d�as, uno de los lectores de El PA�S se burlaba en una escueta
carta al director, publicada en esta p�gina, del servilismo de
la fauna pol�tica que nos gobierna. La carta dec�a as�: �No hay
que perder tiempo. Se nos pueden adelantar otras regiones,
naciones o pa�ses. Hay que construir un edificio emblem�tico, su
uso ya se buscar�, y darle el nombre de Do�a Leonor.�
Leonor,
claro est�, es la hija primog�nita del pr�ncipe y la pastorcita
posmoderna, esa reci�n nacida que alg�n d�a, si los republicanos
no lo impiden, est� destinada a ser reina de Espa�a. Abandono
aqu� mismo a la ni�ita para que nadie me acuse ni de
antimon�rquico ni de sucumbir a la epidemia de cursiler�a que
sufren peri�dicos, radios y televisiones desde el feliz
alumbramiento. A partir de esta l�nea divagar� �nicamente sobre
lo que el sonido Leonor significa para m�.
Se trata,
alguien lo ha dicho, de un nombre rotundo, que me trae a la
memoria perfumes lusitanos de cuando viv� entre portugueses,
quienes lo utilizan mucho. En nuestra lengua es bastante menos
com�n y tiene algo de burgues�a antigua venida a menos, de casa
con olor a gato, muebles oscuros, �leos de antepasados y
cortinas de terciopelo. Nunca he conocido a una Leonor espa�ola
cuyo padre sea electricista o vendedor de seguros, pues el
nombre se usa en clases sociales m�s exclusivas, al menos desde
notario para arriba. Si Aznar le hubiese puesto as� a una hija
suya nadie se habr�a extra�ado. Bien es cierto que la madre de
Jorge Luis Borges tambi�n se llamaba as�, nada menos que Leonor
de Acevedo, aunque todo hay que decirlo: la familia del creador
de Pierre Menard no pertenec�a al proletariado porte�o, sino
todo lo contrario. Cada cual hereda los nombres de su casta.
Leonor de
Acevedo, as�, con la part�cula noble entre nombre y apellido, me
conduce por fin a donde yo buscaba, a mi infancia granadina, que
se inici� literariamente con personajes novelescos como Sandok�n,
Tarz�n, Guillermo y El Coyote. Este �ltimo, el aventurero
enmascarado que hac�a justicia en tierras californianas, naci�
de la pluma de Jos� Mallorqu� all� por los a�os cuarenta. Fue un
�xito de p�blico en la Espa�a triste de la posguerra y la verdad
es que se lo merec�a. Creo que nunca he sido tan feliz como
cuando cabalgu� por las p�ginas de aquellas novelitas. El falso
cobarde Don C�sar de Echag�e, que as� se llamaba el valeroso
Coyote cuando aparec�a sin antifaz, estuvo casado en primeras
nupcias con otra Leonor de Acevedo, que muri� de parto. Todo
personaje de ficci�n imprime una huella en el recuerdo del
lector, y basta luego con escuchar su nombre para que se
desencadene una cascada de asociaciones mentales. En mi caso,
hoy, me ha inspirado esta columna.
Las
dos Leonores, la novelesca y la real (real de realidad y
realeza), me devuelven ahora al principio, a la gracios�sima
carta del lector. Como �l, yo tambi�n ardo en deseos de asistir
a la construcci�n del pr�ximo edificio emblem�tico para
bautizarlo con el nombre de Do�a Leonor de Borb�n. Dado que el
presidente Camps ganar� sin duda las pr�ximas elecciones
auton�micas, a�n le dar� tiempo de cortar la cinta rosa,
descubrir una placa conmemorativa, pronunciar otro discurso
imperecedero y pasar a la historia como el Gran Inaugurador.