Son
las siete de la ma�ana de un martes cualquiera. X despierta con
la cabeza embotada por los efectos del valium. La radio del
despertador le ofrece las primeras noticias del d�a. La
Conferencia Episcopal espa�ola ha vuelto a decir no s� qu� de
las parejas homosexuales. Un kamikaze destroz� ayer en Tel Aviv
a una docena de civiles que esperaban el autob�s y el gobierno
israel� mand� luego unos cuantos bombazos a un campo de
refugiados y mat� al ciento y la madre. Eso no hay dios que lo
arregle, piensa X. Luego, bosteza. Menos mal que la locutora
pasa enseguida a otro tipo de noticias. El Real Madrid acaba de
comprar otro gal�ctico, qu� goles mete. Ya en el cuarto de ba�o,
X tararea una canci�n de Enrique Iglesias mientras se enjabona
las mejillas frente al espejo.
La
radio sigue dando noticias sueltas en la cocina, mientras X
desayuna. El ministro Trillo dijo hace poco una impertinencia y
la voz que sale del aparato comenta que Trillo es especialista
en meter la pata. X asiente un poco ensimismado, el cerebro le
pesa todav�a. Se toma otra pastilla, esta vez una aspirina
efervescente, para ver si la cosa mejora.
Antes de salir del piso mira el correo electr�nico en el
ordenador. Siete mensajes marcados con la palabra spam.
En uno de ellos le ofrecen alargarle el pito, en otro un
gilipollas le cuenta en ingl�s que es hijo de un antiguo
presidente de Nigeria, que necesita dinero para un negocio y que
le pagar� una buena comisi�n. Entretanto, van entrando en la
pantalla anuncios de t�as en pelota, usted es el visitante
1.000.000, acaba de ganar esto y aquello. Qu� pesados, murmura
X, y se fija en un mensaje de Piluca, en donde aparece la foto
de Zaplana cuando era presidente de la Generalidad, en recepci�n
oficial con el jefazo de las FARC, y a�ade Piluca que por qu�
Zaplana critica ahora a Carod por lo de ETA, si �l tambi�n habla
con terroristas. X tira los mensajes a la papelera del Outlook
Express, apaga el ordenata y vuelve a tararear a Enrique
Iglesias.
Ya
en la calle, compra el peri�dico en el quiosco. Sube al coche y
pone la radio para distraerse mientras avanza por German�as.
Cada vez hay m�s tr�fico, joder. Zapatero dice que si gana las
elecciones la televisi�n dejar� de contar mentiras. A ver qui�n
se lo cree, piensa X. A continuaci�n, Rajoy le responde
cualquier cosa a Zapatero, qu� m�s da. El dolor de cabeza no
cede. En la oficina, antes de ponerse a la faena, ojea el
peri�dico. Muertos aqu�, muertos all�, Beckham, Berlusconi, Bush,
Irak, el sida, Aznar, vaya rollo.
La
jornada ha sido como siempre, papeles y m�s papeles. Pepe le ha
dicho a X que se divorcia, ya est� harto de tener que hacer una
instancia con tres p�lizas para echar un polvo, qu� se habr�
cre�do la parienta. Tienes raz�n, le ha respondido X desde la
otra mesa, mientras revisa unos informes. La secretaria del
director ha dejado una estela de perfume barato al pasar.
La
velada de X es ordinaria, cena precocinada, noticias en la tele,
zapping, T�mbola, la boda del pr�ncipe, uno que dice que
ha visto a la Virgen, otra que se acost� con Jesul�n, lo de
todas las noches.
X se toma el valium que le recetaron para
dormir y a los diez minutos est� roncando en la cama. Ma�ana
ser� otro d�a.