El
significado de las palabras evoluciona en paralelo con la
realidad. Eso ya lo intuy� el argentino Borges, cuyo personaje
Pierre Menard escribi� el Quijote en el siglo XX con las
mismas palabras de Cervantes y, sin embargo, fue un libro
distinto, porque en trescientos a�os el mundo hab�a cambiado.
Algo parecido sucede con el lenguaje que el neoliberalismo le ha
impuesto a la pol�tica y a los medios de comunicaci�n: sus
t�rminos tienen una graf�a id�ntica a los de mi ni�ez, pero
ahora significan otra cosa, para enojo de puristas y
despistados. He aqu� tres ejemplos:
Izquierda.- La semana pasada le� en estas p�ginas que la
izquierda valenciana es hoy incapaz de �hacer frente a la
derecha instalada en la Generalitat�. Eso, que considero cierto,
no voy a discutirlo, pues lo que me interesa es m�s bien
resaltar el deslizamiento ideol�gico de la izquierda oficial,
que en Espa�a, a partir de la transici�n, abandon� el papel
corrosivo que hab�a representado desde su origen para
convertirse en una tibia fuerza burguesa con enormes tragaderas.
Prueba de ello es la pragm�tica bajada de pantalones con que el
PSOE nos meti� en la OTAN o el benepl�cito con que acaba de
acoger una constituci�n europea, nacida de la aristocr�tica
pluma giscardiana, que consagra el dogma del mercado. Por eso,
le ruego al lector que, para evitar confusiones sem�nticas,
a�ada el apellido �extraparlamentaria� cada vez que aluda a una
izquierda combativa e irredenta, clarificaci�n que evita ardores
de est�mago.
Promesa.- El otro d�a, comentando el �ltimo brindis al sol
del presidente Camps sobre la ense�anza p�blica, el historiador
Justo Serna se mofaba de la capacidad de mentir que han
adquirido nuestros �por as� decirlo� representantes, capaces de
venderle cualquier espejismo al aturdido elector bajo forma de
promesa que nunca se cumple. En los tiempos que corren promesa
ya no es, como anta�o, la �formalidad que sustituye al
juramento�, sino cualquier trola que da r�ditos en el presente
por medio de una ilusi�n de porvenir. Se me ocurre que, para
evitar tomaduras de pelo, se le podr�a cortar la cabeza a cada
pol�tico que prometa una falsedad, como sucede en un cuento
maravilloso de Italo Calvino. Lo malo es que el verdugo
trabajar�a a destajo, sin parar. Con lo cual acabo de entrar en
el territorio de lo macabro, pues el sarcasmo de cortar cabezas
de embusteros me lleva, por alusi�n, a la cotidianeidad de Irak.
Terrorista.- Dice el DRAE que lo es quien �practica actos de
terrorismo�. En eso estoy de acuerdo, la decapitaci�n de un
coreano fue una salvajada de la resistencia iraqu�. El t�rmino
terrorista, hoy, conserva su significado, pero s�lo se aplica
desde nuestra bander�a y con control estricto del discurso. El
resultado es una estafa medi�tica, pues entre el terror
palestino o iraqu� y la sofisticada maquinaria de Sharon o Bush
hay un infinito desequilibrio narrativo: los atentados
sanguinarios o la cimitarra del deg�ello son sucios, estridentes,
de pobres. En cambio, el imperio mata m�s limpio, con eficacia
invisible, el�ptica, de ricos, y s�lo en contadas ocasiones
vemos su lado oscuro, cuando lo divulgan los enemigos de la
democracia. (Se me acab� la columna, en otra ocasi�n me ocupar�
de la palabra democracia).