Tras el resultado de las elecciones del 25
de mayo, que no me sorprendi� en absoluto, pues ya lo intu� en
mis columnas anteriores, he seguido con inter�s el fuego cruzado
de opiniones que a lo largo de diez d�as se fue sucediendo aqu�
entre el historiador Justo Serna, profesor de la Universidad de
Valencia, y Rafael Blasco, ide�logo y cerebro pensante del
Partido Popular de la Comunidad Valenciana.
Serna, un acad�mico habituado a analizar
la historia por encima de las apariencias, se tom� como una
desfachatez que Blasco utilizara este peri�dico para publicar un
art�culo cuyo �nico argumento era felicitar a sus socios por el
�xito electoral, y redact� una columna en la que puso en solfa
las pol�ticas fara�nicas y econ�micamente ruinosas del Partido
Popular. Adem�s, meti� el dedo en la llaga de la escandalosa
fabricaci�n de realidad a que se ha dedicado este gobierno desde
el primer momento. Blasco no tard� en disparar. No olvidemos que
su larga andadura pol�tica �que se inici� en la extrema
izquierda del tardofranquismo con su paso por el FRAP (Frente
Revolucionario Antifascista y Patri�tico, de inspiraci�n
marxista-leninista), continu� luego en la izquierda apolillada
del PSPV-PSOE y ha desembocado en el neoliberalismo�, lo ha
prove�do de unas armas dial�cticas formidables, que lo
convierten en un temible polemista.
En su respuesta, de un afectado tono
paternal, Blasco se atuvo al conocido argumento fukuyamiano del
final de la historia tras la ca�da del muro de Berl�n, con la
exaltaci�n del individualismo frente a las masas y de la
democracia como expresi�n perfecta de la soberan�a popular.
Adem�s, de manera subliminal, intent� la argucia de atraer a su
terreno al profesor, relacion�ndolo con la fracasada izquierda
electoralista. Serna, a continuaci�n, defendi� su independencia
y su derecho a disentir, lo que dio lugar, a su vez, a la
r�plica inmediata de Blasco, ya francamente despreciativa
�Sayonara, baby
fue el t�tulo de su estocada�, en la que
aprovech� para explayarse en la tradicional cantinela discursiva
que tan buen resultado le est� dando a este partido en las
urnas.
No voy a negar mi simpat�a por Serna, pero
evitar� ser el tercero en discordia, pues lo que me ha hecho
reflexionar es otra cosa: la constataci�n del abismo insalvable
que hoy existe entre el ansia de realidad que defienden algunos
individuos cr�ticos como este profesor de historia y el h�bil,
ret�rico, florido y publicitariamente tramposo discurso de
algunos pol�ticos profesionales. El di�logo entre ambos es
imposible y, por ende, me pregunto si el lugar de Serna
�ciudadano ajeno a cualquier sigla� no hubiera debido ocuparlo
en este rifirrafe alg�n miembro de los exang�es perdedores
electorales, pues al fin y al cabo son ellos quienes comparten
ese artificioso �mbito discursivo en que se ha convertido la
res p�blica
oficial, quienes luchan por el poder
parlamentario y quienes, al aceptar las reglas del juego, han
vaciado de contenido palabras antes venerables como
democracia,
izquierda o progreso,
para adaptarlas a un teatro de cart�n piedra.
Ajenos a esa escena, en paralelo, queda un
reducto de insobornables que se empe�an en llamar pan al pan y
vino al vino y que siguen creyendo que otro mundo es posible.