Si he rastreado la red a la b�squeda de Guy 
				Deutscher fue sin duda a causa de la fascinaci�n que ha 
				provocado en m� la lectura de su libro The Unfolding of 
				Language [1], que bien podr�a traducirse como el despliegue 
				o el desarrollo del lenguaje, en el que con un estilo siempre 
				ameno y did�ctico desvela (del lat�n dis-vigilare, 
				levantar el velo) las claves estructurales y fon�ticas que 
				unifican a las lenguas terrenales, por muy distantes, ajenas y 
				en apariencia dis�miles que sean las culturas. No s�lo este 
				libro es de una riqueza tal que dar�a cualquier cosa por poder 
				traducirlo al castellano, sino que estoy dispuesto a afirmar que 
				constituye una prueba irrebatible contra el racismo, pues �c�mo 
				pretender que unas razas humanas son superiores a otras si en 
				los cuatro puntos cardinales todas ellas, sin excepci�n, han 
				creado de la misma manera y con id�nticos mecanismos 
				laringocerebrales su utensilio m�s sublime, el que los 
				diferencia de los dem�s seres vivos, el lenguaje?
				Fue as�, por pura complicidad con la pasi�n 
				ling��stica del autor, como di con este art�culo, �Where there�s 
				a will there�s a want�, que Guy Deutscher public� en The 
				Times en 2005, y decid� traducirlo. No es actual, desde 
				luego, pero qu� importa, pues lo que en �l se dice est� fuera 
				del tiempo, de tal manera que igual habr�a cumplido su misi�n 
				hace sesenta a�os que dentro de un siglo. Se habla aqu� del 
				car�cter vivo del lenguaje, de c�mo es absurdo e imposible 
				pretender inmovilizar a las palabras en una camisa de fuerza, 
				pues siempre lograr�n soltarse, evolucionar y, con frecuencia, 
				cambiar de significado. Justo aqu� arriba acabo de afirmar que 
				el art�culo de Deutscher igual habr�a cumplido su misi�n hace 
				sesenta a�os y no lo he escrito por casualidad, pues en 1944, 
				seis d�cadas atr�s, Jorge Luis Borges public� Ficciones, 
				libro de relatos que incluye el asombroso �Pierre Menard, autor 
				del Quijote� [2], en donde el argentino puso en pr�ctica el 
				sentido sem�ntico del verba volant, scripta manent, esto 
				es, que lo escrito hoy suele ser la trascripci�n exacta de lo 
				que hoy se dice, pero como las palabras vuelan, se las lleva el 
				viento y �ste nos las devuelve con un distinto significado, el 
				desajuste entre lo que hoy expresan y lo que expresaban
				siglos atr�s puede llegar a ser inconmensurable. Pierre 
				Menard, el personaje borgiano de ficci�n, escribe en el siglo XX 
				�los cap�tulos noveno y trig�simo octavo de la primera parte del 
				Quijote�, m�s �un fragmento del cap�tulo veintid�s�. Pero Menard, 
				nos aclara la voz narrativa, �no quer�a componer otro Quijote 
				�lo cual es f�cil� sino el Quijote. In�til agregar que no 
				encar� nunca una trascripci�n mec�nica del original; no se 
				propon�a copiarlo. [�] Componer el Quijote a principios del 
				siglo diecisiete era una empresa razonable, necesaria, acaso 
				fatal; a principios del veinte, es casi imposible. No en vano 
				han transcurrido trescientos a�os, cargados de complej�simos 
				hechos. Entre ellos, para mencionar uno solo: el mismo Quijote.�
				Lector, en la frase �no en vano han 
				transcurrido trescientos a�os� est� la clave que empareja el 
				relato borgiano con el texto que te propones leer. En �l, 
				Deutscher se hace eco de un asunto tan banal como el de la boda 
				del heredero del trono de Inglaterra para analizar la 
				incongruencia actual �en el contexto espec�fico del rito 
				matrimonial anglicano� de una palabra monosil�bica de la lengua 
				inglesa que dicho rito sigue utilizando a la manera del siglo 
				XVI. Los profesionales del cristianismo, ya se sabe, son como 
				son y sus signos semi�ticos no han evolucionado: el mismo 
				ceremonial, los mismos fastos y la misma indumentaria del 
				medioevo, la eterna insistencia por vivir en el ayer, como si el 
				tiempo fuera inm�vil y ni Darwin ni la ciencia hubieran dejado 
				atr�s el oscurantismo y la magia. Pero, adem�s, por si no 
				bastase, tampoco est�n versados en ling��stica. Qu� le vamos a 
				hacer. Pasa y lee.- Manuel Talens
				
				
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				Para bien o para mal, la instituci�n 
				matrimonial ha sido el centro de las noticias este mes. Tras la 
				reciente boda en el mundo de la realeza, que ha abierto la veda 
				de los matrimonios, las palabras I will resonar�n el 
				verano entrante en las iglesias del pa�s [3].
				Sin embargo, esta solemne promesa de 
				matrimonio seg�n el rito anglicano suena harto rara, incluso 
				totalmente improbable. A la pregunta ��Aceptas a esta mujer por 
				esposa, la amar�s, confortar�s, honrar�s y permanecer�s junto a 
				ella en la enfermedad y la salud y, renunciando a todas las 
				dem�s, le ser�s fiel mientras vivas?�, el novio (y la 
				novia a su vez) no responden con un �lo intentar� o un �lo 
				prometo� (todos sabemos que las promesas se pueden romper), sino 
				con un sorprendentemente confiado y casi presuntuoso I will 
				[le ser� (fiel)].
				�Por qu� entre las instituciones religiosas 
				del mundo la Iglesia anglicana es la �nica en exigir a los 
				novios una predicci�n tan incre�blemente categ�rica del futuro? 
				�Por qu� convierte en falsos profetas �al menos en 
				retrospectiva� a quienes llegan al altar?
				La raz�n es s�lo un simple malentendido 
				hist�rico. �Habr� algo m�s evidente y menos ambiguo que I 
				will, esas dos s�labas rotundas, inalteradas como voto 
				matrimonial desde el Book of Common Prayer [Libro de 
				oraciones], publicado en 1549 durante el reinado de Edward VI, 
				con las cuales a la pregunta del sacerdote el novio deb�a 
				responder I will?
				En aquel entonces eran el paradigma de la 
				estabilidad y la continuidad inglesas. Pero las apariencias 
				enga�an, porque mientras que la tradici�n se las ha arreglado 
				para mantener y proteger de cualquier cambio la sintaxis de la 
				ceremonia del matrimonio, hay un voluble participante en este 
				juego que se ha negado a someterse a la autoridad eclesi�stica o 
				del Estado: la lengua inglesa.
				Para desentra�ar esta promiscuidad 
				ling��stica, veamos el origen del Book of Common Prayer. 
				El oficio religioso del matrimonio en 1549 era una traducci�n 
				casi directa del oficio religioso cat�lico en lat�n, que se 
				utiliz� en la Inglaterra meridional hasta la Reforma y que se 
				conoc�a como el Sarum (nombre de la antigua ciudad que 
				hoy es Salisbury).
				En el ritual del Sarum, el sacerdote 
				preguntaba al novio en lat�n, Vis habere hanc mulierem...? 
				[�Aceptas a esta mujer por esposa�?], a lo cual se le exig�a que 
				respondiese con la palabra volo, es decir, acepto. A la 
				novia se le preguntaba luego, Vis habere hunc virus�? 
				[�Aceptas a este var�n por esposo�?], y ella tambi�n respond�a,
				volo.
				De manera que la idea original de tal 
				respuesta no consist�a en exigir que la pareja hiciese una 
				predicci�n prof�tica, sino �nicamente que afirmase ante Dios y 
				la feligres�a que su entrada en el matrimonio era voluntaria.
				Este rito hunde sus ra�ces en la Edad Media, 
				cuando la Iglesia cat�lica se apropi� gradualmente de la 
				instituci�n del matrimonio, que hasta entonces hab�a sido un 
				asunto esencialmente contractual o incluso comercial, mediante 
				el que el padre le entregaba la novia al futuro marido como 
				quien cede un objeto. En el intento cat�lico de transformar el 
				matrimonio en un rito espiritual era primordial hacer 
				p�blicamente hincapi� en que ambas partes tomaban estado de 
				forma voluntaria.
				Existen paralelismos en algunos pa�ses 
				contempor�neos. Por ejemplo, en las bodas civiles turcas la ley 
				exige que quien la oficia pregunte dos veces a la novia si se 
				est� casando sin coacci�n.
				Entonces �por qu� en 1549 el arzobispo 
				Cranmer tradujo volo �acepto� por I will? No fue 
				por falta de conocimiento del lat�n, sino simplemente porque, en 
				el ingl�s de su tiempo, el verbo will significaba todav�a 
				desear o tener intenci�n de hacer algo. Existen vestigios de 
				este significado en el ingl�s moderno en frases como as you 
				will [como desees], free will [por propia voluntad] o
				willing [deseando].
				Pero la lengua inglesa ha sufrido cambios 
				considerables desde Cranmer, no s�lo en la pronunciaci�n, sino 
				tambi�n en el significado de muchas palabras, incluso las m�s 
				comunes. Y will es un ejemplo de verbo que ha diluido 
				gradualmente su determinaci�n para acabar como simple verbo 
				auxiliar que expresa el futuro del verbo principal al que 
				acompa�a.
				Esta desviaci�n en el significado puede 
				parecer sorprendente, pero su explicaci�n es sencilla: a menudo, 
				cuando uno pretende hacer algo, insin�a que lo har� gustoso. Y 
				cuando los hablantes empezaron a utilizar will cada vez 
				m�s para expresar su firme intenci�n de hacer algo (I
				will behave better next time: me portar� mejor 
				la pr�xima vez), el sentido original de conformidad que 
				ostentaba hasta entonces will se fue desvaneciendo.
				Y si a�n hay quien cree que esta p�rdida de 
				intencionalidad es cosa extra�a, vale la pena mencionar que 
				incontables lenguas, del griego y el rumano al suajili y el 
				chino, han pasado exactamente por el mismo cambio. En rumano, 
				por ejemplo, el volo latino original pas� a ser voi 
				[quiero] y lo mismo le sucedi� al verbo suajili taka.
				As� que no hay nada anormal o peculiarmente 
				ingl�s en la inconstancia del will, salvo por el triunfo 
				de la forma sobre el contenido en el rito anglicano, pues 
				mantiene erre que erre la antigua palabra, incluso si su 
				significado cambi�, y al hacerlo oscurece por completo el 
				sentido primigenio del voto matrimonial.
 
				Notas del traductor