Introducci�n
Hugo Ch�vez, el
presidente democr�ticamente electo de Venezuela, se halla ahora
ante la amenaza m�s peligrosa que le ha tocado vivir desde el
golpe militar del 11 de abril de 2002.
Las violentas
protestas callejeras de privilegiados estudiantes universitarios
de clases media y alta se han saldado con peleas callejeras muy
importantes en el centro y en los alrededores de Caracas. Pero
lo m�s grave es que el general Ra�l Isa�as Baduel, el ex
Ministro de Defensa a cuyo cargo renunci� el pasado mes de
julio, acaba de hacer llamados expl�citos a un golpe militar
durante la conferencia de prensa que convoc� el 5 de noviembre
en exclusiva para los medios y partidos pol�ticos de la derecha
y la extrema derecha, mientras que adoptaba la posici�n de
disidente �individual�.
Los medios privados
nacionales e internacionales se han hecho eco de los discursos
de Baduel, de las conferencias de prensa y de falsas
descripciones de los alborotos provocados por estudiantes de la
oposici�n, que han presentado como tranquilas protestas en
defensa de los derechos democr�ticos y contra el refer�ndum del
gobierno, cuya celebraci�n est� prevista el pr�ximo 2 de
diciembre de 2007.
Tanto el New York
Times, como el Wall Street Journal, BBC News y
el Washington Post han venido preparando durante a�os a
sus lectores con falacias del �autoritarismo� del presidente
Ch�vez. Confrontados con las reformas constitucionales que
refuerzan las perspectivas de una democratizaci�n pol�tica y
social de largo alcance, los medios de comunicaci�n
estadounidenses, europeos y latinoamericanos se dedican ahora a
presentar a ex oficiales militares favorables a un golpe de
Estado como si fuesen �disidentes democr�ticos�, antiguos
partidarios de Ch�vez desilusionados por la b�squeda de poderes
�dictatoriales� de �ste durante el per�odo previo al refer�ndum
del 2 de diciembre sobre la reforma constitucional y despu�s de
�ste. Ning�n peri�dico importante ha mencionado el car�cter
democr�tico de las reformas propuestas, la entrega del control
sobre el gasto p�blico y del poder de decisi�n a vecindarios
locales y concejos comunitarios. De nuevo, al igual que sucedi�
en Chile en 1973, los medios estadounidenses son c�mplices en el
intento de destruir una democracia latinoamericana.
Incluso algunos
sectores de la prensa y los partidos de centro izquierda en
Am�rica Latina han reproducido la propaganda derechista. El 9 de
noviembre, el supuestamente izquierdista diario mexicano La
Jornada public� el siguiente titular: �Directivos y alumnos
de la UCV acusan a Ch�vez de promover la violencia�. El art�culo
repet�a las patra�as derechistas sobre encuestas electorales que
vaticinaban la derrota de las enmiendas constitucionales.
El gobierno de USA
-tanto la Casa Blanca republicana como el Congreso controlado
por los dem�cratas- est� apoyando el nuevo intento de derrocar
al popular y nacionalista presidente Ch�vez, y ello con el fin
de frustrar las abiertamente progresistas enmiendas
constitucionales.
El
refer�ndum: delimitaci�n y profundizaci�n de las
transformaciones sociales
El eje de la
confrontaci�n es el pr�ximo refer�ndum sobre las reformas
constitucionales iniciadas por el presidente Ch�vez, debatidas,
corregidas y sometidas a votaci�n democr�tica en el Congreso
venezolano durante los �ltimos seis meses. Ha habido un debate
amplio y abierto y cr�ticas de secciones espec�ficas de la
Constituci�n. Los medios privados, mayoritaria y visceralmente
opuestos a Ch�vez y favorables a la Casa Blanca, condenaron por
unanimidad todas y cada una de las enmiendas constitucionales.
Un sector de la dirigencia de uno de los componentes de la
coalici�n PODEMOS, favorable a Ch�vez, se ha unido a la
jerarqu�a de la Iglesia cat�lica, a la asociaci�n de empresarios
y ganaderos, banqueros y sectores de la universidad y la elite
de estudiantes para atacar las reformas constitucionales
propuestas. Haciendo uso a fondo de todas las libertades
democr�ticas de Venezuela (de palabra, de asamblea y de prensa),
la oposici�n ha denigrado el refer�ndum como �autoritario�,
incluso cuando la mayor�a de los sectores de la coalici�n
opositora intentaron incitar a los militares para que
interviniesen.
La coalici�n
opositora de ricos y privilegiados teme las reformas
constitucionales porque con �stas deber� otorgar un porcentaje
mayor de sus beneficios a la clase obrera, perder� su monopolio
de las transacciones del mercado -que pasar�n a manos de
compa��as p�blicas- y el poder pol�tico del que ahora goza se
desplazar� hacia concejos comunitarios locales y hacia el poder
ejecutivo. Mientras que los medios derechistas y liberales de
Venezuela, Europa y USA han inventado acusaciones chocantes
contra las reformas �autoritarias�, lo cierto es que las
enmiendas proponen una democracia social m�s amplia y profunda.
Un breve repaso de
las principales enmiendas constitucionales, ampliamente
debatidas y aprobadas por una mayor�a de los miembros libremente
elegidos del Congreso venezolano, permite refutar las
acusaciones de �autoritarismo� que lanzan sus cr�ticos. Las
enmiendas pueden agruparse de acuerdo con los cambios pol�ticos,
econ�micos y sociales que proponen.
El cambio pol�tico
m�s importante es la creaci�n de nuevas formas democr�ticas
locales de representaci�n pol�tica, en las que las instituciones
comunitarias y comunales elegidas dispondr�n de financiaci�n
estatal en sustituci�n de los gobiernos municipales y estatales,
plagados de corrupci�n y de tr�fico de influencias. Este cambio
hacia la descentralizaci�n impulsar� una mayor pr�ctica de la
democracia directa, en contraste con las arraigadas tendencias
olig�rquicas del centralizado sistema representativo actual.
En segundo lugar,
contrariamente a los infundios propagados por el ex general
Baduel, las enmiendas no �destruyen la constituci�n existente�,
ya que �nicamente modifican en mayor o menor grado el 20% de los
art�culos de la constituci�n (69 de un total de 350).
Las enmiendas que
establecen la posibilidad de que cualquier candidato se presente
a un n�mero ilimitado de elecciones son acordes con la pr�ctica
habitual de muchos sistemas parlamentarios, como lo demuestran,
entre otros casos, las cinco reelecciones del primer ministro
australiano Howard, el medio siglo de poder ejecutivo del
Partido Liberal Democr�tico en Jap�n, las cuatro legislaturas
del presidente Franklin Roosevelt en USA o las m�ltiples
reelecciones de Margaret Thatcher y Tony Blair en el Reino
Unido. Nadie en ning�n momento ha puesto nunca en entredicho las
credenciales democr�ticas de estos pol�ticos por haber detentado
el poder tras m�ltiples elecciones consecutivas y es inaceptable
que se etiquete selectivamente a Ch�vez de �autoritario� por
hacer lo mismo.
El cambio pol�tico
que alargar� el mandato presidencial de 6 a 7 a�os no aumentar�
ni reducir� los poderes presidenciales, como dice la oposici�n,
puesto que la separaci�n de los poderes legislativo, judicial y
ejecutivo permanecer� intacta y las elecciones libres someter�n
al presidente a un control peri�dico por parte de la ciudadan�a.
El punto clave de las
elecciones indefinidas es que son elecciones libres,
sujetas a la preferencia de los votantes, en las que -en el caso
de Venezuela- la mayor parte de los medios, la jerarqu�a
cat�lica, las ONG financiadas por USA y las asociaciones de
grandes empresas seguir�n aportando enormes recursos econ�micos
para costear la actividad de la oposici�n, lo cual es un
contexto dif�cilmente calificable de �autoritario�.
La enmienda que
permite que el ejecutivo declare un estado de excepci�n e
intervenga en los medios en caso de actividad violenta que
busque suspender la constituci�n es esencial para la salvaguarda
de las instituciones democr�ticas. Si se tienen en consideraci�n
las intentonas violentas y autoritarias por parte de la
oposici�n actual para hacerse con el poder en fechas recientes,
la enmienda permite disentir pero tambi�n permite que la
democracia se defienda contra los enemigos de la libertad. En el
contexto que condujo al golpe militar del 11 de abril de 2002,
apoyado por USA, y al cierre patronal de la industria del
petr�leo por parte de sus altos ejecutivos, que devast� la
econom�a (con una ca�da del 30% en el PIB en 2002/2003), si el
gobierno hubiera ostentado y utilizado poderes de excepci�n,
tanto el Congreso como la judicatura, el proceso electoral y las
condiciones de vida del pueblo venezolano habr�an estado mejor
protegidos. Lo m�s probable es que el gobierno habr�a podido
intervenir contra los medios que cooperaron en el derrocamiento
violento del proceso democr�tico, de la misma manera que suele
hacer cualquier otro gobierno democr�tico. Debe quedar claro que
la enmienda que permite �poderes de excepci�n� se basa en un
contexto espec�fico y refleja experiencias concretas: los
actuales partidos de la oposici�n, las federaciones de
empresarios y las jerarqu�as de la iglesia cuentan con un
historial violento y antidemocr�tico. La campa�a de
desestabilizaci�n en contra del pr�ximo refer�ndum y los
llamamientos a una intervenci�n militar, tan expl�citamente
formulados por el general retirado Baduel (defendido por su
notorio consejero y apologista, el universitario aventurero
Heinz Dieterich) constituyen una se�al cristalina de que los
poderes de excepci�n son absolutamente necesarios para que no
quede la menor duda de que la violencia reaccionaria se topar�
con todo el peso de la ley.
La reducci�n de la
edad de voto desde los 18 a los 16 a�os ampliar� el electorado,
incrementar� el n�mero de participantes en el proceso electoral
y dar� m�s voz a los j�venes en la pol�tica nacional a trav�s de
las instituciones. Dado que muchos trabajadores se integran muy
j�venes en el mercado laboral y en algunos casos crean familias
m�s precozmente, esta enmienda permite que los trabajadores
j�venes puedan presentar sus demandas espec�ficas sobre
convenios colectivos y contingentes de empleo.
La oposici�n,
liderada por FEDEC�MARAS (Federaci�n de C�maras y Asociaciones
de Comercio y Producci�n de Venezuela), rechaza con vehemencia
la enmienda que reduce la jornada laboral a 6 horas, enmienda
que los sindicatos y los trabajadores de todos los sectores
apoyan de forma abrumadora. Permitir� que se destine m�s tiempo
a la familia, los deportes, la educaci�n, la formaci�n
profesional, la educaci�n pol�tica y la participaci�n social,
as� como a la participaci�n en los reci�n constituidos concejos
comunitarios. La legislaci�n relacionada con el trabajo y los
cambios en los derechos de propiedad, que prestan una mayor
trascendencia a la propiedad colectiva, reforzar�n el poder de
negociaci�n del mundo del trabajo frente al capital, extendiendo
la democracia hasta el lugar de trabajo.
Por �ltimo, la
enmienda que eliminar� la denominada �autonom�a del Banco
Central� prev� que funcionarios electos y responsables ante el
electorado reemplacen a los banqueros centrales (quienes
frecuentemente son receptivos a los banqueros privados, a
inversionistas extranjeros y a funcionarios financieros
internacionales) en las decisiones sobre el gasto p�blico y la
pol�tica monetaria. Una de las principales consecuencias ser� la
reducci�n del exceso de reservas en fondos denominados en
d�lares devaluados y un aumento en la financiaci�n de la
actividad social y productiva, la diversificaci�n de las
divisas, la reducci�n de los pr�stamos extranjeros irracionales
y el endeudamiento. La realidad es que el actual Banco Central
no es �aut�nomo�, sino que depende de las exigencias de los
mercados financieros sin que lo afecten las prioridades de los
funcionarios electos, quienes s� han de responder a las
necesidades populares.
Cuando el
gobierno de Ch�vez avanza hacia el socialismo democr�tico los
centristas desertan y buscan soluciones militares
Conforme Venezuela
cambia desde la transformaci�n pol�tica a la social, desde un
estado del bienestar capitalista hacia el socialismo
democr�tico, las deserciones y las incorporaciones predecibles
van teniendo lugar. Tal como ya sucedi� en la mayor�a de las
dem�s experiencias hist�ricas de transformaci�n social, algunos
sectores de la coalici�n original del gobierno implicada en
cambios pol�ticos institucionales formales desertan cuando el
proceso pol�tico avanza hacia un mayor igualitarismo en la
propiedad y hacia una transmisi�n del poder al pueblo. Los
ide�logos del �centro� lamentan la �violaci�n� del consenso
establecido entre oligarcas y pueblo y etiquetan los nuevos
alineamientos sociales de �autoritarios�, incluso cuando el
�centro� se vincula con la extrema derecha antidemocr�tica y
apela a la intervenci�n militar.
Conforme el
refer�ndum salta a primera plana con sus claros matices de
clase, un proceso similar de deserciones de elite y un
mayor apoyo de las masas est�n teniendo lugar en Venezuela. El
�centro�, carente de confianza en su habilidad para frustrar las
enmiendas constitucionales a trav�s del voto, temeroso de la
mayor�a democr�tica, resentido del inmenso atractivo popular del
democr�ticamente electo presidente Ch�vez, se ha unido con la
derecha en un postrero esfuerzo por unificar las fuerzas
extraparlamentarias y derrotar la voluntad del electorado.
Una figura
emblem�tica de la nueva derecha y de las deserciones
�centristas� es Ra�l Baduel, el ex ministro de Defensa, cuyo
virulento ataque contra el presidente, el Congreso, los
procedimientos electorales y el refer�ndum lo se�alan como
aspirante a liderar una toma del poder por parte de la extrema
derecha apoyada por USA.
Tras el golpe militar
de abril de 2002, los medios liberales y de derecha y los
inescrupulosos propagandistas �centristas� retrataron falsamente
a Ra�l Baduel como el �salvador� de Ch�vez. La verdad es que
Baduel intervino solamente despu�s de que cientos de miles de
venezolanos pobres bajaran en tropel desde los �ranchitos�,
rodearan el palacio presidencial y provocaran la divisi�n en las
fuerzas armadas. Baduel rechaz� a la minor�a de oficiales
derechistas que estaban dispuestos a un ba�o de sangre y se
aline� con otros que se opusieron a medidas extremistas contra
el pueblo y a la destrucci�n del orden pol�tico establecido.
Este �ltimo grupo inclu�a a oficiales que respaldaron las
pol�ticas nacionalistas y populistas de Ch�vez y a otros, como
Baduel, que se opusieron a los golpistas porque el putsch
polarizaba la sociedad y podr�a terminar en una guerra civil de
clases sociales con incierto resultado. Baduel era favorable a
la restauraci�n de un Ch�vez �escarmentado� que mantendr�a el
statu quo econ�mico existente.
Dentro del gobierno
de Ch�vez, Baduel represent� a la tendencia anticomunista que
presionaba al presidente para que se �reconciliara� con la
derecha �democr�tica moderada� y el mundo de los negocios. En la
pol�tica interior Baduel se opuso a la ampliaci�n de las
nacionalizaciones y en la exterior favoreci� la colaboraci�n con
el ultraderechista Ministerio de Defensa colombiano.
La etapa de Baduel
como Ministro de Defensa reflej� sus predisposiciones
conservadoras y su falta de competencia en asuntos de seguridad,
sobre todo en la seguridad interna. No protegi� las fronteras de
Venezuela de las incursiones del ej�rcito colombiano. Peor a�n,
no se opuso a la infracci�n flagrante de las normas
internacionales por parte de Colombia con respecto a los
exiliados pol�ticos. Mientras que Baduel fue Ministro de
Defensa, grupos armados paramilitares de propietarios
venezolanos asesinaron a m�s de 150 campesinos activistas en pro
de la reforma agraria, mientras que la Guardia Nacional miraba
para otra parte. Bajo la vigilancia de Baduel m�s de 120
paramilitares colombianos se infiltraron en el pa�s. El ej�rcito
de Colombia cruz� con frecuencia la frontera venezolana para
atacar a refugiados colombianos. Con Baduel oficiales
venezolanos colaboraron en el rapto de Rodrigo Granda (un
emisario de asuntos exteriores de las FARC) en pleno d�a en el
centro de Caracas. Baduel no hizo esfuerzo alguno por investigar
o protestar ante esta enorme infracci�n de la soberan�a
venezolana, hasta que el presidente Ch�vez fue informado e
intervino. Durante toda su etapa como Ministro de Defensa,
Baduel desarroll� fuertes v�nculos con el servicio de
inteligencia militar de Colombia (estrechamente supervisado por
la Agencia de Inteligencia de la Defensa de USA y la CIA) y
extradit� a varios guerrilleros del ELN y de las FARC, que
cayeron en manos de sanguinarios torturadores colombianos.
Llegada la hora de su
retiro como Ministro de Defensa, Baduel pronunci� un discurso de
despedida en julio de 2007 cuyas flechas iban claramente
dirigidas contra las corrientes izquierdistas y marxistas del
sindicato UNT y el PSUV (Partido Socialista Unificado de
Venezuela), entonces reci�n anunciado por Ch�vez. Su discurso,
en nombre del �socialismo cristiano�, fue en realidad una
malhumorada diatriba anticomunista, que result� del agrado del
papa Benedicto (Ratzinger).
Sin embargo, el
discurso de Baduel del 5 de noviembre constituye su adhesi�n
p�blica a la oposici�n de l�nea dura, a su ret�rica, a sus
maquinaciones y a sus posiciones de una revocaci�n autoritaria
del programa de socialismo democr�tico de Ch�vez. En primer
lugar, en la estela de la Casa Blanca y de la �derecha dura�
venezolana, denunci� como �un golpe de Estado� la totalidad del
debate en el Congreso sobre las enmiendas constitucionales y la
campa�a electoral que ha de llevar al refer�ndum. Todos los
expertos y los observadores exteriores disintieron, incluso
aquellos que est�n en contra del refer�ndum. Sin embargo, el
prop�sito de Baduel fue cuestionar la legitimidad del
procedimiento pol�tico al completo con vistas a justificar su
llamamiento a la intervenci�n militar. Su ret�rica, que tacha de
�fraude� y de �procedimientos fraudulentos� el debate del
Congreso y el voto, pone de manifiesto el esfuerzo de Baduel por
denigrar las instituciones representativas existentes para
justificar un golpe militar, que las desmantelar�a.
Resulta rid�culo que
Baduel niegue cualquier pretensi�n pol�tica personal, puesto que
s�lo invit� a medios de la oposici�n y a pol�ticos a su
�conferencia de prensa� y apareci� acompa�ado de algunos
oficiales. Baduel se parece al dictador que acusa a la v�ctima
de los cr�menes que est� a punto de cometer. Al tachar de �golpe
de Estado� el refer�ndum sobre la reforma constitucional incita
al ej�rcito a dar un golpe de Estado. En un llamamiento abierto
para la acci�n militar ordena a los militares que �reflexionen
sobre el contexto de la reforma constitucional�. Pide una y otra
vez a los oficiales que �eval�en cuidadosamente� los cambios que
el gobierno electo propone �de manera apresurada y mediante
procedimientos fraudulentos�. Al mismo tiempo que denigra las
instituciones democr�ticamente electas, Baduel recurre a halagos
vulgares y a falsa modestia para inducir la rebeli�n militar.
Mientras que niega presuntuosamente estar actuando como portavoz
del ej�rcito, advirti� a los reporteros derechistas presentes y
a la potencial cohorte militar que �no se puede menospreciar la
capacidad de an�lisis y de razonamiento de la Fuerza Armada�.
Las declaraciones de
Baduel est�n llenas de doblez, hipocres�a y falsa pose de
desinter�s. Sus pretensiones de que es un cr�tico �apol�tico� se
contradicen por su intenci�n de iniciar una gira de discursos en
el �mbito nacional para atacar las reformas constitucionales, en
reuniones organizadas por la oposici�n de derecha. No existe la
menor duda de que no se dirigir� �nicamente a un p�blico civil,
sino que har� los esfuerzos necesarios para reunirse con
oficiales del ej�rcito en activo, a quienes podr�a convencer
para que �reflexionen�... y tramen el derrocamiento del gobierno
con el fin de invertir los resultados del refer�ndum. El
presidente Ch�vez tiene toda la raz�n del mundo cuando dice que
Baduel es un traidor, si bien dada la hostilidad de larga data
de �ste a la transformaci�n social igualitaria puede que sea m�s
pertinente decir que ahora est� revelando su verdadera cara.
El peligro para la
democracia venezolana no est� en Baduel como individuo, pues ya
no forma parte del gobierno ni es un militar en activo. El
verdadero peligro es el esfuerzo que est� haciendo por arengar a
los oficiales con tropa bajo su mando para que respondan a su
llamado a la acci�n o cuando pide ingeniosamente �que los
militares reflexionen sobre el contexto de las reformas
constitucionales�. Los an�lisis y el programa de acci�n de
Baduel sit�an al ej�rcito en el centro de la pol�tica,
por encima de 16 millones de votantes.
Su defensa vehemente
de la �propiedad privada�, acorde con su llamado a la acci�n
militar, es una t�ctica ingeniosa para unir a generales,
banqueros y clase media en la estela infame de Augusto Pinochet,
el criminal tirano chileno.
La polarizaci�n de
las clases en el per�odo previo al refer�ndum ha alcanzado su
punto �lgido: los restos de la coalici�n multiclasista que
inclu�a a una minor�a de la clase media y a la gran mayor�a de
la fuerza de trabajo se est�n desintegrando. Millones de
trabajadores j�venes antes ap�ticos o apol�ticos, pobres
desempleados y mujeres de bajo salario (trabajadoras dom�sticas,
lavanderas, madres solteras) se est�n uniendo a las inmensas
manifestaciones populares que desbordan las calles principales y
las plazas a favor de las enmiendas constitucionales. Al mismo
tiempo, las deserciones pol�ticas han aumentado entre la minor�a
centrista-liberal de la coalici�n de Ch�vez. Catorce diputados
de la asamblea nacional, menos del 10%, la mayor�a de PODEMOS,
se han pasado a la oposici�n. Fuentes fiables en el interior de
Venezuela (v�ase
http://axisoflogic.com/artman/publish/article_25479.shtml)
informan de que el fiscal general Isa�as Rodr�guez, un defensor
de la ley particularmente inepto, y el contralor general
Clodosbaldo Russian van a dimitir para pasarse a la oposici�n.
Estos mismos informes se�alan algo todav�a m�s grave: que la IV
Divisi�n de Maracay es leal al �golpista� Ra�l Baduel. Hay quien
sospecha que Baduel est� utilizando sus lazos personales de
larga data con Gustavo Rangel Brice�o, el actual Ministro de
Defensa, para convencerlo de que deserte y participe en los
preparativos del golpe de Estado. Grandes sumas de dinero yanqui
est�n entrando a raudales para financiar en efectivo a
funcionarios estatales y locales con promesas de compartir el
bot�n petrolero si Ch�vez es destituido. El soborno pol�tico m�s
reciente de USA ha sido el de Luis Felipe Acosta Carles,
gobernador del estado de Carabobo. Los medios han publicitado
repetidamente, de hora en hora en sus �informes period�sticos�,
a estos nuevos desertores hacia las filas de la derecha,
destacando su ruptura con el �golpe de Estado� de Ch�vez.
El refer�ndum se est�
convirtiendo en un caso inusitadamente violento de �guerra de
clases contra clases�, en la que el futuro de toda la izquierda
latinoamericana est� tan en juego como el control de Washington
sobre su principal proveedor de petr�leo.
Conclusi�n
La democracia
venezolana, la presidencia de Hugo Ch�vez y la mayor�a de las
clases populares del pa�s se enfrentan a una amenaza mortal. USA
asiste impaciente a repetidas derrotas electorales, pero es
incapaz de iniciar una intervenci�n externa a gran escala debido
a la excesiva implicaci�n de sus unidades militares en Oriente
Pr�ximo; de nuevo busca el derrocamiento violento de Ch�vez. Por
medio de las reformas constitucionales, Venezuela ampliar� y
har� m�s profundo el control democr�tico popular sobre la
pol�tica socioecon�mica. Nuevos sectores econ�micos ser�n
nacionalizados. Programas sociales e inversiones p�blicas de
mayor envergadura ser�n implementados. Venezuela se est�
dirigiendo inexorablemente hacia una diversificaci�n de sus
mercados petroleros, de sus reservas de divisas y de sus
alianzas pol�ticas. El tiempo se le acaba a la Casa Blanca: las
palancas de influencia pol�tica de Washington se est�n
debilitando. Baduel est� considerado como la mejor esperanza
para provocar un ataque militar que devuelva a los oligarcas al
poder y diezme los movimientos populares de masas.
El presidente Ch�vez
est� �valorando correctamente al alto mando� y dice que �tiene
plena confianza en las fuerzas armadas nacionales y en su
miembros�. Pero la mejor garant�a es atacar con dureza y
celeridad, precisamente contra los seguidores y asociados de
Baduel. Hacer una redada a unas cuantas docenas o a varios
centenares de conspiradores militares es un precio muy barato si
con ello se salvan las vidas de miles de trabajadores y
activistas que ser�an masacrados en caso de un asalto sangriento
al poder.
La historia ha
ense�ado repetidamente que cuando un l�der pone la democracia
social, el igualitarismo y el poder popular en la cima del
programa pol�tico, tal como ha hecho Ch�vez, y cuando la mayor�a
del pueblo responde con entusiasmo, la derecha, los militares
reaccionarios, los desertores y los ide�logos del �centro�
pol�tico, la Casa Blanca, las clases medias hist�ricas y los
cardenales de la Iglesia sacrifican todas y cada una de las
libertades democr�ticas para defender su propiedad, sus
privilegios y el poder con cualquier medio y al coste que sea
necesario. En la actual confrontaci�n, que todo lo invade, entre
las clases populares de Venezuela y sus enemigos oligarcas y
militares, �nicamente si se arma al pueblo moral, pol�tica y
organizativamente podr� garantizarse la continuidad del proceso
democr�tico de transformaci�n social.
Habr� cambio, pero la
cuesti�n es saber si ser� por medio de los votos o de las botas.
Esta
traducci�n puede asimismo consultarse en
http://www.tlaxcala.es/pp.asp?reference=4121&lg=es
Los �ltimos
libros del profesor James Petras incluyen The Power of Israel
in the United States (Clarity Press 2006) y Rulers and
Rules (Clarity Press 2007).
El escritor y traductor
espa�ol Manuel Talens es miembro de
Cubadebate,
Rebeli�n y
Tlaxcala.
Su novela m�s reciente es La cinta de Moebius (Alcal�
Grupo Editorial).