El escritorio de Manuel Talens

El traductor activista

Venezuela: entre los votos y las botas

James Petras, por Ben Heine

James Petras

Traducido por Manuel Talens

 

Introducci�n

Hugo Ch�vez, el presidente democr�ticamente electo de Venezuela, se halla ahora ante la amenaza m�s peligrosa que le ha tocado vivir desde el golpe militar del 11 de abril de 2002.

Las violentas protestas callejeras de privilegiados estudiantes universitarios de clases media y alta se han saldado con peleas callejeras muy importantes en el centro y en los alrededores de Caracas. Pero lo m�s grave es que el general Ra�l Isa�as Baduel, el ex Ministro de Defensa a cuyo cargo renunci� el pasado mes de julio, acaba de hacer llamados expl�citos a un golpe militar durante la conferencia de prensa que convoc� el 5 de noviembre en exclusiva para los medios y partidos pol�ticos de la derecha y la extrema derecha, mientras que adoptaba la posici�n de disidente �individual�.

Los medios privados nacionales e internacionales se han hecho eco de los discursos de Baduel, de las conferencias de prensa y de falsas descripciones de los alborotos provocados por estudiantes de la oposici�n, que han presentado como tranquilas protestas en defensa de los derechos democr�ticos y contra el refer�ndum del gobierno, cuya celebraci�n est� prevista el pr�ximo 2 de diciembre de 2007.

Tanto el New York Times, como el Wall Street Journal, BBC News y el Washington Post han venido preparando durante a�os a sus lectores con falacias del �autoritarismo� del presidente Ch�vez. Confrontados con las reformas constitucionales que refuerzan las perspectivas de una democratizaci�n pol�tica y social de largo alcance, los medios de comunicaci�n estadounidenses, europeos y latinoamericanos se dedican ahora a presentar a ex oficiales militares favorables a un golpe de Estado como si fuesen �disidentes democr�ticos�, antiguos partidarios de Ch�vez desilusionados por la b�squeda de poderes �dictatoriales� de �ste durante el per�odo previo al refer�ndum del 2 de diciembre sobre la reforma constitucional y despu�s de �ste. Ning�n peri�dico importante ha mencionado el car�cter democr�tico de las reformas propuestas, la entrega del control sobre el gasto p�blico y del poder de decisi�n a vecindarios locales y concejos comunitarios. De nuevo, al igual que sucedi� en Chile en 1973, los medios estadounidenses son c�mplices en el intento de destruir una democracia latinoamericana.

Incluso algunos sectores de la prensa y los partidos de centro izquierda en Am�rica Latina han reproducido la propaganda derechista. El 9 de noviembre, el supuestamente izquierdista diario mexicano La Jornada public� el siguiente titular: �Directivos y alumnos de la UCV acusan a Ch�vez de promover la violencia�. El art�culo repet�a las patra�as derechistas sobre encuestas electorales que vaticinaban la derrota de las enmiendas constitucionales.

El gobierno de USA -tanto la Casa Blanca republicana como el Congreso controlado por los dem�cratas- est� apoyando el nuevo intento de derrocar al popular y nacionalista presidente Ch�vez, y ello con el fin de frustrar las abiertamente progresistas enmiendas constitucionales.

El refer�ndum: delimitaci�n y profundizaci�n de las transformaciones sociales

El eje de la confrontaci�n es el pr�ximo refer�ndum sobre las reformas constitucionales iniciadas por el presidente Ch�vez, debatidas, corregidas y sometidas a votaci�n democr�tica en el Congreso venezolano durante los �ltimos seis meses. Ha habido un debate amplio y abierto y cr�ticas de secciones espec�ficas de la Constituci�n. Los medios privados, mayoritaria y visceralmente opuestos a Ch�vez y favorables a la Casa Blanca, condenaron por unanimidad todas y cada una de las enmiendas constitucionales. Un sector de la dirigencia de uno de los componentes de la coalici�n PODEMOS, favorable a Ch�vez, se ha unido a la jerarqu�a de la Iglesia cat�lica, a la asociaci�n de empresarios y ganaderos, banqueros y sectores de la universidad y la elite de estudiantes para atacar las reformas constitucionales propuestas. Haciendo uso a fondo de todas las libertades democr�ticas de Venezuela (de palabra, de asamblea y de prensa), la oposici�n ha denigrado el refer�ndum como �autoritario�, incluso cuando la mayor�a de los sectores de la coalici�n opositora intentaron incitar a los militares para que interviniesen.

La coalici�n opositora de ricos y privilegiados teme las reformas constitucionales porque con �stas deber� otorgar un porcentaje mayor de sus beneficios a la clase obrera, perder� su monopolio de las transacciones del mercado -que pasar�n a manos de compa��as p�blicas- y el poder pol�tico del que ahora goza se desplazar� hacia concejos comunitarios locales y hacia el poder ejecutivo. Mientras que los medios derechistas y liberales de Venezuela, Europa y USA han inventado acusaciones chocantes contra las reformas �autoritarias�, lo cierto es que las enmiendas proponen una democracia social m�s amplia y profunda.

Un breve repaso de las principales enmiendas constitucionales, ampliamente debatidas y aprobadas por una mayor�a de los miembros libremente elegidos del Congreso venezolano, permite refutar las acusaciones de �autoritarismo� que lanzan sus cr�ticos. Las enmiendas pueden agruparse de acuerdo con los cambios pol�ticos, econ�micos y sociales que proponen.

El cambio pol�tico m�s importante es la creaci�n de nuevas formas democr�ticas locales de representaci�n pol�tica, en las que las instituciones comunitarias y comunales elegidas dispondr�n de financiaci�n estatal en sustituci�n de los gobiernos municipales y estatales, plagados de corrupci�n y de tr�fico de influencias. Este cambio hacia la descentralizaci�n impulsar� una mayor pr�ctica de la democracia directa, en contraste con las arraigadas tendencias olig�rquicas del centralizado sistema representativo actual.

En segundo lugar, contrariamente a los infundios propagados por el ex general Baduel, las enmiendas no �destruyen la constituci�n existente�, ya que �nicamente modifican en mayor o menor grado el 20% de los art�culos de la constituci�n (69 de un total de 350).

Las enmiendas que establecen la posibilidad de que cualquier candidato se presente a un n�mero ilimitado de elecciones son acordes con la pr�ctica habitual de muchos sistemas parlamentarios, como lo demuestran, entre otros casos, las cinco reelecciones del primer ministro australiano Howard, el medio siglo de poder ejecutivo del Partido Liberal Democr�tico en Jap�n, las cuatro legislaturas del presidente Franklin Roosevelt en USA o las m�ltiples reelecciones de Margaret Thatcher y Tony Blair en el Reino Unido. Nadie en ning�n momento ha puesto nunca en entredicho las credenciales democr�ticas de estos pol�ticos por haber detentado el poder tras m�ltiples elecciones consecutivas y es inaceptable que se etiquete selectivamente a Ch�vez de �autoritario� por hacer lo mismo.

El cambio pol�tico que alargar� el mandato presidencial de 6 a 7 a�os no aumentar� ni reducir� los poderes presidenciales, como dice la oposici�n, puesto que la separaci�n de los poderes legislativo, judicial y ejecutivo permanecer� intacta y las elecciones libres someter�n al presidente a un control peri�dico por parte de la ciudadan�a.

El punto clave de las elecciones indefinidas es que son elecciones libres, sujetas a la preferencia de los votantes, en las que -en el caso de Venezuela- la mayor parte de los medios, la jerarqu�a cat�lica, las ONG financiadas por USA y las asociaciones de grandes empresas seguir�n aportando enormes recursos econ�micos para costear la actividad de la oposici�n, lo cual es un contexto dif�cilmente calificable de �autoritario�.

La enmienda que permite que el ejecutivo declare un estado de excepci�n e intervenga en los medios en caso de actividad violenta que busque suspender la constituci�n es esencial para la salvaguarda de las instituciones democr�ticas. Si se tienen en consideraci�n las intentonas violentas y autoritarias por parte de la oposici�n actual para hacerse con el poder en fechas recientes, la enmienda permite disentir pero tambi�n permite que la democracia se defienda contra los enemigos de la libertad. En el contexto que condujo al golpe militar del 11 de abril de 2002, apoyado por USA, y al cierre patronal de la industria del petr�leo por parte de sus altos ejecutivos, que devast� la econom�a (con una ca�da del 30% en el PIB en 2002/2003), si el gobierno hubiera ostentado y utilizado poderes de excepci�n, tanto el Congreso como la judicatura, el proceso electoral y las condiciones de vida del pueblo venezolano habr�an estado mejor protegidos. Lo m�s probable es que el gobierno habr�a podido intervenir contra los medios que cooperaron en el derrocamiento violento del proceso democr�tico, de la misma manera que suele hacer cualquier otro gobierno democr�tico. Debe quedar claro que la enmienda que permite �poderes de excepci�n� se basa en un contexto espec�fico y refleja experiencias concretas: los actuales partidos de la oposici�n, las federaciones de empresarios y las jerarqu�as de la iglesia cuentan con un historial violento y antidemocr�tico. La campa�a de desestabilizaci�n en contra del pr�ximo refer�ndum y los llamamientos a una intervenci�n militar, tan expl�citamente formulados por el general retirado Baduel (defendido por su notorio consejero y apologista, el universitario aventurero Heinz Dieterich) constituyen una se�al cristalina de que los poderes de excepci�n son absolutamente necesarios para que no quede la menor duda de que la violencia reaccionaria se topar� con todo el peso de la ley.

La reducci�n de la edad de voto desde los 18 a los 16 a�os ampliar� el electorado, incrementar� el n�mero de participantes en el proceso electoral y dar� m�s voz a los j�venes en la pol�tica nacional a trav�s de las instituciones. Dado que muchos trabajadores se integran muy j�venes en el mercado laboral y en algunos casos crean familias m�s precozmente, esta enmienda permite que los trabajadores j�venes puedan presentar sus demandas espec�ficas sobre convenios colectivos y contingentes de empleo.

La oposici�n, liderada por FEDEC�MARAS (Federaci�n de C�maras y Asociaciones de Comercio y Producci�n de Venezuela), rechaza con vehemencia la enmienda que reduce la jornada laboral a 6 horas, enmienda que los sindicatos y los trabajadores de todos los sectores apoyan de forma abrumadora. Permitir� que se destine m�s tiempo a la familia, los deportes, la educaci�n, la formaci�n profesional, la educaci�n pol�tica y la participaci�n social, as� como a la participaci�n en los reci�n constituidos concejos comunitarios. La legislaci�n relacionada con el trabajo y los cambios en los derechos de propiedad, que prestan una mayor trascendencia a la propiedad colectiva, reforzar�n el poder de negociaci�n del mundo del trabajo frente al capital, extendiendo la democracia hasta el lugar de trabajo.

Por �ltimo, la enmienda que eliminar� la denominada �autonom�a del Banco Central� prev� que funcionarios electos y responsables ante el electorado reemplacen a los banqueros centrales (quienes frecuentemente son receptivos a los banqueros privados, a inversionistas extranjeros y a funcionarios financieros internacionales) en las decisiones sobre el gasto p�blico y la pol�tica monetaria. Una de las principales consecuencias ser� la reducci�n del exceso de reservas en fondos denominados en d�lares devaluados y un aumento en la financiaci�n de la actividad social y productiva, la diversificaci�n de las divisas, la reducci�n de los pr�stamos extranjeros irracionales y el endeudamiento. La realidad es que el actual Banco Central no es �aut�nomo�, sino que depende de las exigencias de los mercados financieros sin que lo afecten las prioridades de los funcionarios electos, quienes s� han de responder a las necesidades populares.

Cuando el gobierno de Ch�vez avanza hacia el socialismo democr�tico los centristas desertan y buscan soluciones militares

Conforme Venezuela cambia desde la transformaci�n pol�tica a la social, desde un estado del bienestar capitalista hacia el socialismo democr�tico, las deserciones y las incorporaciones predecibles van teniendo lugar. Tal como ya sucedi� en la mayor�a de las dem�s experiencias hist�ricas de transformaci�n social, algunos sectores de la coalici�n original del gobierno implicada en cambios pol�ticos institucionales formales desertan cuando el proceso pol�tico avanza hacia un mayor igualitarismo en la propiedad y hacia una transmisi�n del poder al pueblo. Los ide�logos del �centro� lamentan la �violaci�n� del consenso establecido entre oligarcas y pueblo y etiquetan los nuevos alineamientos sociales de �autoritarios�, incluso cuando el �centro� se vincula con la extrema derecha antidemocr�tica y apela a la intervenci�n militar.

Conforme el refer�ndum salta a primera plana con sus claros matices de clase, un proceso similar de deserciones de elite y un mayor apoyo de las masas est�n teniendo lugar en Venezuela. El �centro�, carente de confianza en su habilidad para frustrar las enmiendas constitucionales a trav�s del voto, temeroso de la mayor�a democr�tica, resentido del inmenso atractivo popular del democr�ticamente electo presidente Ch�vez, se ha unido con la derecha en un postrero esfuerzo por unificar las fuerzas extraparlamentarias y derrotar la voluntad del electorado.

Una figura emblem�tica de la nueva derecha y de las deserciones �centristas� es Ra�l Baduel, el ex ministro de Defensa, cuyo virulento ataque contra el presidente, el Congreso, los procedimientos electorales y el refer�ndum lo se�alan como aspirante a liderar una toma del poder por parte de la extrema derecha apoyada por USA.

Tras el golpe militar de abril de 2002, los medios liberales y de derecha y los inescrupulosos propagandistas �centristas� retrataron falsamente a Ra�l Baduel como el �salvador� de Ch�vez. La verdad es que Baduel intervino solamente despu�s de que cientos de miles de venezolanos pobres bajaran en tropel desde los �ranchitos�, rodearan el palacio presidencial y provocaran la divisi�n en las fuerzas armadas. Baduel rechaz� a la minor�a de oficiales derechistas que estaban dispuestos a un ba�o de sangre y se aline� con otros que se opusieron a medidas extremistas contra el pueblo y a la destrucci�n del orden pol�tico establecido. Este �ltimo grupo inclu�a a oficiales que respaldaron las pol�ticas nacionalistas y populistas de Ch�vez y a otros, como Baduel, que se opusieron a los golpistas porque el putsch polarizaba la sociedad y podr�a terminar en una guerra civil de clases sociales con incierto resultado. Baduel era favorable a la restauraci�n de un Ch�vez �escarmentado� que mantendr�a el statu quo econ�mico existente.

Dentro del gobierno de Ch�vez, Baduel represent� a la tendencia anticomunista que presionaba al presidente para que se �reconciliara� con la derecha �democr�tica moderada� y el mundo de los negocios. En la pol�tica interior Baduel se opuso a la ampliaci�n de las nacionalizaciones y en la exterior favoreci� la colaboraci�n con el ultraderechista Ministerio de Defensa colombiano.

La etapa de Baduel como Ministro de Defensa reflej� sus predisposiciones conservadoras y su falta de competencia en asuntos de seguridad, sobre todo en la seguridad interna. No protegi� las fronteras de Venezuela de las incursiones del ej�rcito colombiano. Peor a�n, no se opuso a la infracci�n flagrante de las normas internacionales por parte de Colombia con respecto a los exiliados pol�ticos. Mientras que Baduel fue Ministro de Defensa, grupos armados paramilitares de propietarios venezolanos asesinaron a m�s de 150 campesinos activistas en pro de la reforma agraria, mientras que la Guardia Nacional miraba para otra parte. Bajo la vigilancia de Baduel m�s de 120 paramilitares colombianos se infiltraron en el pa�s. El ej�rcito de Colombia cruz� con frecuencia la frontera venezolana para atacar a refugiados colombianos. Con Baduel oficiales venezolanos colaboraron en el rapto de Rodrigo Granda (un emisario de asuntos exteriores de las FARC) en pleno d�a en el centro de Caracas. Baduel no hizo esfuerzo alguno por investigar o protestar ante esta enorme infracci�n de la soberan�a venezolana, hasta que el presidente Ch�vez fue informado e intervino. Durante toda su etapa como Ministro de Defensa, Baduel desarroll� fuertes v�nculos con el servicio de inteligencia militar de Colombia (estrechamente supervisado por la Agencia de Inteligencia de la Defensa de USA y la CIA) y extradit� a varios guerrilleros del ELN y de las FARC, que cayeron en manos de sanguinarios torturadores colombianos.

Llegada la hora de su retiro como Ministro de Defensa, Baduel pronunci� un discurso de despedida en julio de 2007 cuyas flechas iban claramente dirigidas contra las corrientes izquierdistas y marxistas del sindicato UNT y el PSUV (Partido Socialista Unificado de Venezuela), entonces reci�n anunciado por Ch�vez. Su discurso, en nombre del �socialismo cristiano�, fue en realidad una malhumorada diatriba anticomunista, que result� del agrado del papa Benedicto (Ratzinger).

Sin embargo, el discurso de Baduel del 5 de noviembre constituye su adhesi�n p�blica a la oposici�n de l�nea dura, a su ret�rica, a sus maquinaciones y a sus posiciones de una revocaci�n autoritaria del programa de socialismo democr�tico de Ch�vez. En primer lugar, en la estela de la Casa Blanca y de la �derecha dura� venezolana, denunci� como �un golpe de Estado� la totalidad del debate en el Congreso sobre las enmiendas constitucionales y la campa�a electoral que ha de llevar al refer�ndum. Todos los expertos y los observadores exteriores disintieron, incluso aquellos que est�n en contra del refer�ndum. Sin embargo, el prop�sito de Baduel fue cuestionar la legitimidad del procedimiento pol�tico al completo con vistas a justificar su llamamiento a la intervenci�n militar. Su ret�rica, que tacha de �fraude� y de �procedimientos fraudulentos� el debate del Congreso y el voto, pone de manifiesto el esfuerzo de Baduel por denigrar las instituciones representativas existentes para justificar un golpe militar, que las desmantelar�a.

Resulta rid�culo que Baduel niegue cualquier pretensi�n pol�tica personal, puesto que s�lo invit� a medios de la oposici�n y a pol�ticos a su �conferencia de prensa� y apareci� acompa�ado de algunos oficiales. Baduel se parece al dictador que acusa a la v�ctima de los cr�menes que est� a punto de cometer. Al tachar de �golpe de Estado� el refer�ndum sobre la reforma constitucional incita al ej�rcito a dar un golpe de Estado. En un llamamiento abierto para la acci�n militar ordena a los militares que �reflexionen sobre el contexto de la reforma constitucional�. Pide una y otra vez a los oficiales que �eval�en cuidadosamente� los cambios que el gobierno electo propone �de manera apresurada y mediante procedimientos fraudulentos�. Al mismo tiempo que denigra las instituciones democr�ticamente electas, Baduel recurre a halagos vulgares y a falsa modestia para inducir la rebeli�n militar. Mientras que niega presuntuosamente estar actuando como portavoz del ej�rcito, advirti� a los reporteros derechistas presentes y a la potencial cohorte militar que �no se puede menospreciar la capacidad de an�lisis y de razonamiento de la Fuerza Armada�.

Las declaraciones de Baduel est�n llenas de doblez, hipocres�a y falsa pose de desinter�s. Sus pretensiones de que es un cr�tico �apol�tico� se contradicen por su intenci�n de iniciar una gira de discursos en el �mbito nacional para atacar las reformas constitucionales, en reuniones organizadas por la oposici�n de derecha. No existe la menor duda de que no se dirigir� �nicamente a un p�blico civil, sino que har� los esfuerzos necesarios para reunirse con oficiales del ej�rcito en activo, a quienes podr�a convencer para que �reflexionen�... y tramen el derrocamiento del gobierno con el fin de invertir los resultados del refer�ndum. El presidente Ch�vez tiene toda la raz�n del mundo cuando dice que Baduel es un traidor, si bien dada la hostilidad de larga data de �ste a la transformaci�n social igualitaria puede que sea m�s pertinente decir que ahora est� revelando su verdadera cara.

El peligro para la democracia venezolana no est� en Baduel como individuo, pues ya no forma parte del gobierno ni es un militar en activo. El verdadero peligro es el esfuerzo que est� haciendo por arengar a los oficiales con tropa bajo su mando para que respondan a su llamado a la acci�n o cuando pide ingeniosamente �que los militares reflexionen sobre el contexto de las reformas constitucionales�. Los an�lisis y el programa de acci�n de Baduel sit�an al ej�rcito en el centro de la pol�tica, por encima de 16 millones de votantes.

Su defensa vehemente de la �propiedad privada�, acorde con su llamado a la acci�n militar, es una t�ctica ingeniosa para unir a generales, banqueros y clase media en la estela infame de Augusto Pinochet, el criminal tirano chileno.

La polarizaci�n de las clases en el per�odo previo al refer�ndum ha alcanzado su punto �lgido: los restos de la coalici�n multiclasista que inclu�a a una minor�a de la clase media y a la gran mayor�a de la fuerza de trabajo se est�n desintegrando. Millones de trabajadores j�venes antes ap�ticos o apol�ticos, pobres desempleados y mujeres de bajo salario (trabajadoras dom�sticas, lavanderas, madres solteras) se est�n uniendo a las inmensas manifestaciones populares que desbordan las calles principales y las plazas a favor de las enmiendas constitucionales. Al mismo tiempo, las deserciones pol�ticas han aumentado entre la minor�a centrista-liberal de la coalici�n de Ch�vez. Catorce diputados de la asamblea nacional, menos del 10%, la mayor�a de PODEMOS, se han pasado a la oposici�n. Fuentes fiables en el interior de Venezuela (v�ase http://axisoflogic.com/artman/publish/article_25479.shtml) informan de que el fiscal general Isa�as Rodr�guez, un defensor de la ley particularmente inepto, y el contralor general Clodosbaldo Russian van a dimitir para pasarse a la oposici�n. Estos mismos informes se�alan algo todav�a m�s grave: que la IV Divisi�n de Maracay es leal al �golpista� Ra�l Baduel. Hay quien sospecha que Baduel est� utilizando sus lazos personales de larga data con Gustavo Rangel Brice�o, el actual Ministro de Defensa, para convencerlo de que deserte y participe en los preparativos del golpe de Estado. Grandes sumas de dinero yanqui est�n entrando a raudales para financiar en efectivo a funcionarios estatales y locales con promesas de compartir el bot�n petrolero si Ch�vez es destituido. El soborno pol�tico m�s reciente de USA ha sido el de Luis Felipe Acosta Carles, gobernador del estado de Carabobo. Los medios han publicitado repetidamente, de hora en hora en sus �informes period�sticos�, a estos nuevos desertores hacia las filas de la derecha, destacando su ruptura con el �golpe de Estado� de Ch�vez.

El refer�ndum se est� convirtiendo en un caso inusitadamente violento de �guerra de clases contra clases�, en la que el futuro de toda la izquierda latinoamericana est� tan en juego como el control de Washington sobre su principal proveedor de petr�leo.

Conclusi�n

La democracia venezolana, la presidencia de Hugo Ch�vez y la mayor�a de las clases populares del pa�s se enfrentan a una amenaza mortal. USA asiste impaciente a repetidas derrotas electorales, pero es incapaz de iniciar una intervenci�n externa a gran escala debido a la excesiva implicaci�n de sus unidades militares en Oriente Pr�ximo; de nuevo busca el derrocamiento violento de Ch�vez. Por medio de las reformas constitucionales, Venezuela ampliar� y har� m�s profundo el control democr�tico popular sobre la pol�tica socioecon�mica. Nuevos sectores econ�micos ser�n nacionalizados. Programas sociales e inversiones p�blicas de mayor envergadura ser�n implementados. Venezuela se est� dirigiendo inexorablemente hacia una diversificaci�n de sus mercados petroleros, de sus reservas de divisas y de sus alianzas pol�ticas. El tiempo se le acaba a la Casa Blanca: las palancas de influencia pol�tica de Washington se est�n debilitando. Baduel est� considerado como la mejor esperanza para provocar un ataque militar que devuelva a los oligarcas al poder y diezme los movimientos populares de masas.

El presidente Ch�vez est� �valorando correctamente al alto mando� y dice que �tiene plena confianza en las fuerzas armadas nacionales y en su miembros�. Pero la mejor garant�a es atacar con dureza y celeridad, precisamente contra los seguidores y asociados de Baduel. Hacer una redada a unas cuantas docenas o a varios centenares de conspiradores militares es un precio muy barato si con ello se salvan las vidas de miles de trabajadores y activistas que ser�an masacrados en caso de un asalto sangriento al poder.

La historia ha ense�ado repetidamente que cuando un l�der pone la democracia social, el igualitarismo y el poder popular en la cima del programa pol�tico, tal como ha hecho Ch�vez, y cuando la mayor�a del pueblo responde con entusiasmo, la derecha, los militares reaccionarios, los desertores y los ide�logos del �centro� pol�tico, la Casa Blanca, las clases medias hist�ricas y los cardenales de la Iglesia sacrifican todas y cada una de las libertades democr�ticas para defender su propiedad, sus privilegios y el poder con cualquier medio y al coste que sea necesario. En la actual confrontaci�n, que todo lo invade, entre las clases populares de Venezuela y sus enemigos oligarcas y militares, �nicamente si se arma al pueblo moral, pol�tica y organizativamente podr� garantizarse la continuidad del proceso democr�tico de transformaci�n social.

Habr� cambio, pero la cuesti�n es saber si ser� por medio de los votos o de las botas.

 


Esta traducci�n puede asimismo consultarse en http://www.tlaxcala.es/pp.asp?reference=4121&lg=es

Los �ltimos libros del profesor James Petras incluyen The Power of Israel in the United States (Clarity Press 2006) y Rulers and Rules (Clarity Press 2007).

El escritor y traductor espa�ol Manuel Talens es miembro de Cubadebate, Rebeli�n y Tlaxcala. Su novela m�s reciente es La cinta de Moebius (Alcal� Grupo Editorial).

 

James Petras en espa�ol (13 de noviembre de 2007)

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