El escritorio de Manuel Talens

El traductor activista

 

De c�mo la interpretaci�n personal de una periodista se convierte en verdad mediante la magia de los medios globales

Noam Chomsky contradice a su entrevistadora

Noam Chomsky

 

 

Rebeli�n, 4 de noviembre de 2005

 

Es posible que los lectores de Rebeli�n se sintiesen sorprendidos ayer al comprobar que la noticia principal de esta p�gina desaparec�a a media ma�ana. En realidad lo que sucedi� fue muy simple: nos dimos cuenta de que est�bamos aireando un texto truncado, procedente del Clar�n (v�ase Chomsky: �Vistos desde hoy, los pogroms no eran tan malos�), aparecido el 1 de noviembre de 2005 en el diario bonaerense y que, en s� mismo, no era m�s que una traducci�n al castellano de una entrevista del d�a anterior, 31 de octubre, que le hab�an hecho al ling�ista de Boston en el londinense The Guardian (v�ase The Greatest intellectual?).

�Qu� hab�a sucedido para que tom�semos tan dr�stica decisi�n? Pues sencillamente que el Clar�n amput� dos terceras partes del texto original ingl�s y ni siquiera se sinti� en la obligaci�n de avisar a sus lectores. Pero lo que de verdad nos alert� fue otra cosa: el sitio web oficial de Chomsky hab�a publicado entretanto una seca r�plica en protesta por la interpretaci�n que Emma Brockes, la autora de la entrevista, hab�a hecho de sus palabras (v�ase www.chomsky.info/interviews/20051031.htm), r�plica que apareci� ayer en The Guardian (v�ase Falling out over Srebrenica). Naturalmente, en Rebeli�n nos pareci� necesario publicar la pol�mica completa y, ante el temor de que la noticia abreviada del Clar�n confundiese a nuestros lectores por falta de referentes, preferimos retirarla de nuestras p�ginas, traducirla en su totalidad, sin dejar una sola coma, y publicarla hoy.

Los medios globales de comunicaci�n, esas corporaciones que se deben a sus accionistas y anunciantes, no al p�blico lector, tan maravillosamente descritas por dos colegas de Chomsky (Los medios globales, de Edward S. Herman y Robert W. McChesney, C�tedra, Madrid 1999, traducci�n de Manuel Talens), nos tienen acostumbrados a su fabricaci�n de la realidad. Pocas veces una noticia ha desenmascarado dicho artificio de manera tan clara como �sta. Por un lado la periodista de The Guardian, que es quiz� el menos turbio de los medios globales en lengua inglesa, se ha visto desacreditada p�blicamente por uno de los intelectuales de m�s limpia trayectoria en la izquierda mundial y, por el otro, hemos sorprendido in fraganti al Clar�n alterando un texto ajeno sin dar explicaciones y convirti�ndolo en algo irreconocible. La violencia verbal que rezuma la entrevista original se convierte por medio de las tijeras m�gicas del peri�dico argentino en algo inocuo y sin sustancia: la correcci�n pol�tica en estado puro. Invitamos al lector a darse un paseo por la p�gina del Clar�n tras haber le�do nuestra traducci�n.

Lo que aqu� presentamos a continuaci�n es lo que ha acontecido entre Chomsky y The Guardian, ni m�s ni menos: en primer lugar, la entrevista de Emma Brockes y, a rengl�n seguido, la r�plica de Chomsky.

Consejo editorial de Rebeli�n

 

�El intelectual m�s importante?

 

Emma Brockes

The Guardian

                Traducido para Rebeli�n por Manuel Talens

 

Pregunta: �Lamenta usted apoyar a quienes dicen que la matanza de Srebrenica fue exagerada?
Respuesta: Mi �nico pesar es que no los apoy� bastante.

 

Aunque piensa que la mayor�a de los periodistas son partidarios inconscientes del imperialismo occidental, Noam Chomsky, el m�s radical de los radicales, me ha recibido en su despacho de Boston. Es aqu� profesor de ling��stica, labor que lleva a cabo como una especie de alter ego de Clark Kent con respecto a su Superman activista. Est� vestido con un viejo pul�ver, grandes zapatillas blancas y una chaqueta de abuelo con bolsillos dise�ados para que les quepa un termo. Hay un paquete a medio terminar de panecillos de higo sobre el escritorio. Es tal el efecto de una hora empleada junto a Chomsky que, al escribir esto, me pregunto: �Ser� un error que mencione los panecillos de higo cu�ndo en El Salvador la gente sigue sufriendo sin que nadie lo sepa?

Si estoy aqu� es porque la revista Prospect acaba de elegir a Chomsky, de 76 a�os, como el intelectual p�blico m�s importante del mundo, pero eso a �l no le interesa. Cree que se malinterpreta lo que significa ser inteligente. No se trata de ingenio, como es el caso con el n�mero 5 de la lista (Christopher Hitchens) o de carrera po�tica como con el n�mero 4 (Vaclav Havel) o de la elocuencia con que aparece en televisi�n el n�mero 37, Michael Ignatieff, el favorito de las muchachas que piensan, a quien Chomsky llama apologista del establishment y distribuidor de �basura�. Muy al contrario de este �ltimo, Chomsky habla con una voz apenas audible y ha escrito con desd�n de sus propias apariciones en la televisi�n, casi todas desastrosas: �La belleza de la concisi�n consiste en que uno s�lo puede repetir pensamientos convencionales�. Ser inteligente, cree, consiste en andar con paso lento, sin alharacas, analizando los hechos y �utilizando la inteligencia para decidir lo que est� bien�.

Eso es, desde luego, lo que Chomsky ha estado haciendo durante los �ltimos treinta y cinco a�os y sus conclusiones siguen siendo pol�micas: que pr�cticamente todos los presidentes estadounidenses desde la Segunda Guerra Mundial han sido culpables de cr�menes de guerra; que en el contexto general de la historia camboyana, los khmer rojos no fueron tan malos como se piensa; que durante la guerra de Bosnia la �masacre� en Srebrenica probablemente se exager�. (Chomsky utiliza entrecomillados para debilitar las cosas con las que discrepa y, al menos en un texto impreso, m�s parece un adolescente mordaz que un acad�mico; un ejemplo: para �l, Srebrenica no fue una masacre.)

Mientras que sus cr�ticos lo consideran un revisionista casi obsesivo, Chomsky se halla ahora, conforme crece la oposici�n al gobierno de Bush, m�s que nunca dentro de lo aceptable; el libro que public� tras los ataques a las torres gemelas, titulado 9-11, vendi� 300 000 ejemplares. Si se considera que hasta hace poco trabajaba a tiempo completo en el Massachusetts Institute of Technology, persisten las dudas sobre c�mo ha logrado convertirse, al parecer, en un experto en todos los conflictos que se han ido sucediendo tras la Segunda Guerra Mundial; sus cr�ticos asumen que tapa los huecos de lo que desconoce con ideolog�a.

Chomsky replica que eso es pura pereza mental por parte de �stos y que, adem�s, �los mejores cient�ficos no son quienes m�s datos conocen, sino quienes saben lo que est�n buscando�.

En cualquier caso, de todos los intelectuales de la lista de Prospect, es a Chomsky a quien m�s a menudo se lo acusa de enfangar un debate con spam intelectual, eso que el escritor Paul Berman denomina su �habitual torbellino de fuentes obscuras�. Le pregunto si tiene una memoria fotogr�fica y Chomsky se r�e. �Al contrario. No me acuerdo de los nombres ni de las caras. No tengo ning�n talento particular que los dem�s no tengan.�

Lee a diario la prensa nacional, con ocasionales incursiones en diarios especializados. Me imagino que es un fan�tico de internet, dada la negativa opini�n que tiene de los medios convencionales (resumiendo: tiene un �prejuicio tendencioso contra causas econ�micas estructurales m�s que contra conspiraciones de personas�. Yo dir�a que la influencia individual anula eso, pero si una tratara de discutirlo con Chomsky la hora que le asign� se le agotar�a sin conseguir nada). Por eso me sorprende cuando dice que s�lo se conecta si �tiene que buscar documentos o datos hist�ricos. Es una p�rdida absoluta de tiempo. Una de las cosas buenas sobre internet es que uno puede encontrar algo que le gusta, pero tambi�n cualquier clase de estupideces. Si las agencias de inteligencia supieran lo que hacen, propagar�an teor�as de conspiraci�n con el �nico fin de alejar a la gente de la vida pol�tica, para impedirles que se planteen preguntas m�s serias... Hay una especie de asunci�n de que si algo est� escrito en internet, es verdad.�

�La hay? De improviso, est� claro que la opini�n de Chomsky puede ser tan inconsistente como la de cualquiera; pero �l la expresa con m�s convicci�n. Le digo que la mayor�a de las personas que conozco no se creen nada de lo que leen en internet y �l me responde, sin inmutarse: �Sabe, eso tambi�n es peligroso�. Sus respuestas a la cr�tica var�an desde este tipo de aceptaci�n sin queja hasta el h�bito infantil de insultar a sus oponentes, algo que hizo durante nuestra tensa discusi�n sobre Bosnia, trat�ndolos de �hist�ricos�, �fan�ticos� y �enrabietados�. Sospecho que el hecho de recibir correos �medio chiflados�, como �l los llama (cada d�a le llegan al menos cuatro mensajes electr�nicos que lo acusan de ser a un agente del Mossad, un agente de la CIA o un miembro de Al-Qaida) hace que est� permanentemente a la defensiva. Chomsky suspira y dice que nunca ha pretendido tener el monopolio de la verdad, luego sonr�e un momento y a�ade que la �nica persona que lo tiene es su mujer, Carol. �Mis nietos la llaman Veracidad. Cuando les tomo el pelo y no est�n seguros de si digo la verdad, van y le preguntan: Veracidad �eso es verdad?�

El activismo de Chomsky hunde sus ra�ces en su ni�ez. Creci� durante la Depresi�n de los a�os treinta, hijo de William Chomsky y Elsie Simonofsky, inmigrantes rusos en Filadelfia. Describe a su familia como �jud�os de clase obrera�, la mayor parte de los cuales estaban desempleados, si bien sus padres, ambos maestros, eran lo bastante afortunados como para tener trabajo. Los Estados Unidos no fueron para ellos la tierra prometida: �No le dieron muchas oportunidades a mi familia�, dice, incluso si les fue mejor que en los pogromos de Rusia, que sin embargo Chomsky no puede evitar de calificar como �no tan malos, de acuerdo con las normas contempor�neas. En la peor de las masacres, creo que asesinaron a cuarenta y nueve personas.�

La casa de Filadelfia estaba atestada de t�as y primas, muchas de ellas modistas que capeaban la Depresi�n gracias a la ayuda del sindicato internacional de costureras. Chomsky ten�a cuatro a�os cuando vio desde un tranv�a c�mo la polic�a apaleaba a unos huelguistas en la puerta de una f�brica textil. A los diez a�os escribi� su primer panfleto pol�tico, contra la ascensi�n del fascismo en Espa�a. �Todo aquello formaba parte del ambiente�, dice.

Los Chomsky eran una de las pocas familias jud�as en un vecindario irland�s y alem�n y Noam y su hermano se peleaban a menudo en la calle; recuerda que hubo celebraciones cuando los alemanes tomaron Par�s. Sus padres miraban para otro lado y hasta el d�a de su muerte, dice, �no supieron nunca lo que estaba pasando fuera�.

Chomsky pudo elegir entre dos modelos. Uno era la familia de su padre en Baltimore, �ortodoxa hasta el paroxismo�. �Se volvieron incluso m�s religiosos de lo que hab�an sido antes de vivir en la aldea rusa de donde partieron, lo cual no es nada raro entre las comunidades de inmigrantes; se trata de una tendencia a encerrarse en s� mismos y a regresar a una forma exagerada de lo que uno fue�. Sonr�e. �Vivimos en un mundo hostil�.

La segunda opci�n eran los familiares de su madre en Nueva York, que viv�an amontonados en un gran apartamento del gobierno y se las arreglaban �nicamente con lo que ganaba un t�o minusv�lido, a qui�n el estado le concedi� por su incapacidad un peque�o quiosco de peri�dicos. Chomsky escogi� esta �ltima opci�n y su radicalismo fue creciendo conforme iba y ven�a los fines de semana a Nueva York, desde los 12 a�os, para ayudar en el quiosco.

-Aquello se convirti� en una especie de sal�n -dice-. Mi t�o no ten�a ninguna formaci�n intelectual, pero era un hombre muy inteligente, hab�a pasado por todos los grupos izquierdistas, desde los comunistas a los trotskistas a los antileninistas; le interesaba mucho el psicoan�lisis. En aquella �poca hab�a muchos inmigrantes alemanes en Nueva York y por la tarde iban al quiosco para conversar. Mi t�o termin� siendo un psicoanalista lego bastante rico en Riverside Drive. -Se echa a re�r.

Hubo un tiempo, dice, en que nadie sab�a lo que iba a pasar. Se hablaba de la posibilidad de una revoluci�n socialista, o de que el pa�s se colapsar�a por completo. Todo parec�a posible. En comparaci�n con aquellas discusiones, yo encontraba que el instituto, y m�s tarde la universidad, eran una �estupidez�. Estaba pensando en abandonar la Universidad de Pensylvania cuando se encontr� con su segundo mentor, Zellig Harri, un profesor de ling��stica que lo anim� a proseguir sus propios intereses acad�micos. Chomsky hab�a crecido en un hogar donde el lenguaje era importante; sus padres hablaban y�dish y su padre obtuvo un doctorado en hebreo del siglo XIV, que el joven Chomsky ley� con inter�s. De manera que empez� a estudiar ling��stica y muchos a�os despu�s formul� una teor�a innovadora, la de la �gram�tica universal�, la idea de que la facilidad cerebral para el lenguaje es algo innato en vez de una funci�n del conductismo. Esa historia me suena como la un joven arrogante que estaba convencido, con cierta justificaci�n, de que sab�a m�s que sus profesores. A Chomsky le molesta la palabra arrogante y dice: �No. Asum� que me equivoqu� y di por sentado que la orientaci�n est�ndar [de la ling��stica] era lo correcto�.

Incluso si continu� estudiando en Harvard, en una rara concesi�n al mito de la marginalidad, se describe a s� mismo como �autodidacta�.

S�lo hubo un par de a�os, a mediados de los cincuenta, cuando dej� el activismo por completo. Hab�a conocido y se hab�a casado con Carol Schatz, una colega ling�ista, y ten�an tres hijos peque�os. Chomsky tuvo que decidir si se dedicaba al activismo o lo dejaba estar. Las protestas contra la guerra del Vietnam estaban empezando y, si eleg�a el primer camino, corr�a un aut�ntico peligro de terminar en la c�rcel, hasta tal punto que Carol regres� a la universidad por si acaso se quedaba como �nica cabeza de familia. Pero �l no era, dice, el tipo de persona capaz de participar en manifestaciones ocasionales y luego quedarse a la espera de que el mundo se arreglara.

-S�, mi mujer trat� de que lo dejase, y lo sigue haciendo. Pero sabe que soy obstinado y que continuar� en esto mientras pueda andar.

En la actualidad, Carol acompa�a a su marido a la mayor�a de sus apariciones p�blicas. Le piden que preste su nombre a todo tipo de causas extravagantes y ella trata de mantener su programa bajo control. Tal como algunos lo ven, una de sus imprudencias fue aceptar la acusaci�n que hizo la revista Living Marxism de que durante la guerra de Bosnia los tiros utilizados por Independent Televisi�n News (ITN) en un reportaje realizado en un campo de detenci�n que controlaban los serbios eran falsos. La revista dio en quiebra cuando ITN la llev� a los tribunales, pero la controversia resurgi� en 2003, cuando una periodista, Diane Johnstone, hizo alegaciones similares en una revista sueca, Ordfront, aludiendo al n�mero oficial de las v�ctimas de la masacre de Srebrenica. (Afirm� que se hab�an exagerado.) En medio de las protestas que siguieron, Chomsky prest� su nombre a una carta que elogiaba el �trabajo excepcional� de Johnstone. �Lo lamenta?

-No -dice con indignaci�n-. Es excepcional. Mi �nico pesar es que no los apoy� bastante. Ella puede equivocarse, pero hizo un trabajo muy cuidadoso y excepcional.

�C�mo puede el periodismo equivocarse y seguir siendo excepcional?, me pregunto.

-Mire -dice Chomsky-, hab�a un fanatismo hist�rico sobre Bosnia en la cultura occidental que se parec�a mucho a una convicci�n religiosa apasionada. Era como el estalinismo m�s anticuado: si uno se separaba un par de mil�metros de la l�nea del partido, se convert�a en un traidor, lo destru�an. Eso es algo totalmente irracional. Y Diane Johnstone, le guste o no, ha hecho un trabajo serio, honrado. Y, en el caso de Living Marxism, es una verg�enza que una gran corporaci�n lleve a la quiebra a un peque�o peri�dico porque pensaban que una de sus informaciones era falsa.

No es que �pensaban� que era falsa; un tribunal de justicia prob� que lo era.

Pero Chomsky insiste que �Living Marxism estaba probablemente en lo cierto� y que, en cualquier caso, eso no es pertinente. �No tuvo nada que ver con que Living Marxism o Diane Johnstone tuvieran raz�n o no�. Es un asunto, dice, de libertad de expresi�n. �Y si se equivocaron, vale, pero no ten�an que salir diciendo que si usted dice que est� a favor de eso es que est� a favor de gasear a los jud�os�.

�C�mo? No todos los que discrepan con �l son �fan�ticos�, le digo. Son gente seria, de confianza.

-�Como qui�n?

-Como mi colega, Ed Vulliamy.

Los reportajes de Vulliamy para The Guardian desde la guerra de Bosnia hicieron que se le concediese el premio al reportero internacional del a�o en 1993 y 1994. �l estaba presente cuando se film� la escena de ITN en el campo de concentraci�n serbio y apoy� la acusaci�n contra la revista Living Marxism.

-Ed Vulliamy es un periodista muy bueno, pero se vio envuelto en una historia que probablemente no es verdad.

Pero la propia lugarteniente de Karadic [Biljana Plavsic] se declar� culpable de cr�menes contra la humanidad.

-Vale, seguramente lo hizo. Pero si quiere usted algunas cr�ticas sobre la l�nea del partido, le dir� que el general Lewis MacKenzie, que era el general canadiense responsable, ha escrito que la mayor parte de las historias eran aut�nticas tonter�as.

Y la cosa contin�a con Chomsky vibrando de c�lera contra las �rabietas� de Vulliamy y compa��a sobre su cuestionamiento de su versi�n de la guerra. Le sugiero que si les dan rabietas es porque est�n en contacto con los supervivientes de Srebrenica y han visto el impacto que tiene sobre ellos que se minimicen sus experiencias. Termina por estallar: ��sa es la t�pica posici�n de la Europa occidental. Estamos acostumbrados a pisarle el cuello a la gente con la bota y no vemos las v�ctimas que causamos nosotros. Yo s� las he visto: vaya a Laos, vaya a Hait�, vaya a El Salvador. Ver� lo que es gente que sufre de la manera m�s brutal. Eso no nos da el derecho a mentir sobre tal sufrimiento.� Que es, me imagino, la raz�n por la que ITN acudi� a los tribunales en primer lugar.

Uno podr�a rebuscar cualquier cantidad de otros conflictos para pelearse con Chomsky. Ante el cariz que ha tomado la entrevista, calculo que podemos continuar y le pregunto si encuentra ir�nico que, considerando sus opiniones sobre el sistema capitalista, �l sea uno de sus beneficiarios. �Vale, �qu� sistema capitalista? �Usa usted un ordenador? �Usa usted internet? �Toma usted un avi�n? Todo eso procede del sector estatal de la econom�a. Seguramente soy un beneficiario de ese sistema estatal, que es casi un sistema de mercado; �significa eso que yo no deber�a intentar mejorar la sociedad?�

�De acuerdo!, veamos el sistema no gubernamental. �Tiene acciones? Me mira enfadado. �Tendr�a que pregunt�rselo a mi mujer. Seguro que ella tiene. No veo ninguna raz�n por qu� no deber�a tenerlas. �Le ayudar�a yo a la gente si me fuera a Montana y viviera en una monta�a? Ese tipo de ideas s�lo pueden tenerlas los occidentales ricos y privilegiados, bien educados y, por lo tanto, profundamente irracionales. Cuando visito a campesinos al sur de Colombia no me hacen esas preguntas.�

Le sugiero que a la gente no le gusta que aquellos a quienes consideran hip�critas les hagan reproches sobre sus vidas. �No hay ning�n elemento de hipocres�a�. De repente, me sonr�e, de nuevo apacible, y terminamos en este punto.

 

 

La pelea sobre Srebrenica

 

Noam Chomsky

The Guardian

           Traducido para Rebeli�n por Manuel Talens

 

El reportaje de Emma Brockes sobre su entrevista conmigo se inicia con el siguiente exergo:

Pregunta: �Lamenta usted apoyar a quienes dicen que la matanza de Srebrenica fue exagerada?
Respuesta: Mi �nico pesar es que no los apoy� bastante.

Es verdad que le expres� mi pesar: es decir, el pesar por no haber apoyado lo suficiente el derecho a publicar que ten�a Diana Johnstone cuando el editor secuestr� su libro tras los desvergonzados ataques de la prensa, un libro del cual hice una rese�a en una carta abierta que cualquier reportero podr�a haber descubierto con facilidad. El resto del reportaje de Brockes contin�a en la misma vena. Incluso si las palabras que se me atribuyen tienen alg�n parecido con la realidad, no me responsabilizo de ellas, a causa los contextos inventados en que aparecen.

En cuanto a las opiniones personales, interpretaciones y distorsiones de Brockes, creo que es libre de publicarlas, y yo, por supuesto, apoyo su derecho a que lo haga, porque deja bastante claro que no entiende nada.

 

 


        Rebelión

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Noam Chomsky en espa�ol

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Manuel Talens 2005