Desde el final de
                  
                  
                  la guerra fr�a, algunos intelectuales y hombres 
                  pol�ticos no cesan de proclamar que el ideal revolucionario es 
                  una r�mora del pasado. Sin embargo, los latinoamericanos nos 
                  recuerdan con insistencia que el fin de la historia no est� al 
                  caer
                  
                  
                  [1] y en los �ltimos tiempos estamos asistiendo 
                  a una aut�ntica revalorizaci�n de las izquierdas. En primer 
                  lugar las izquierdas pol�ticas, con la conquista electoral de 
                  varios gobiernos nacionales, entre ellos el de Hugo Ch�vez en 
                  Venezuela, el del presidente �Lula� (Luis Inacio da Silva) en 
                  Brasil y, recientemente, el del l�der del Frente Amplio 
                  uruguayo, Tabar� V�squez. Pero tambi�n, y sobre todo, lo que 
                  inquieta a las elites locales y por extensi�n a Washington es 
                  la nueva radicalidad de las izquierdas sociales.
                  
                  
                  Los grandes levantamientos populares de 
                  Argentina, Ecuador, Bolivia y Panam�, la inestabilidad cr�nica 
                  de los gobiernos, las luchas de todo tipo contra las 
                  privatizaciones, el proceso participativo de la revoluci�n 
                  bolivariana en Venezuela, etc. hacen que la hegemon�a 
                  neoliberal se vea cuestionada por la creciente ola de una 
                  multitud de resistencias. Y todo ello con el tel�n de fondo de 
                  una situaci�n catastr�fica, marcada por el aumento de las 
                  desigualdades, la presencia de m�s de 225 millones de pobres y 
                  una creciente p�rdida de legitimidad de los sistemas pol�ticos 
                  establecidos.
                  
                  Las 
                  izquierdas latinoamericanas y la renovaci�n de los movimientos 
                  sociales
                  
                  
                  No cabe duda de que la �gran patria� de Jos� 
                  Mart� vive una innovadora din�mica contestataria: 
                  �Han surgido nuevas fuerzas sociales 
                  -movimientos vecinales de barrios pobres, movimientos de 
                  mujeres, de campesinos sin tierra, de desempleados, de 
                  ind�genas- que imponen nuevas exigencias al orden del d�a de 
                  las luchas sociales, articulados con una cr�tica actualizada 
                  del capitalismo�
                  
                  
                  [2]. Esta renovaci�n pretende conjugar 
                  democracia social y pol�tica, igualdad y diversidad, y 
                  construir �un mundo donde quepan todos los mundos�, con 
                  el fin de rechazar la uniformidad de la mercantilizaci�n 
                  globalizada, sin olvidar el internacionalismo. Los repertorios 
                  de acci�n colectiva utilizados son tambi�n interesantes, pues 
                  hacen hincapi� en la autogesti�n. Sin embargo, ello no 
                  significa que las ocupaciones de f�bricas argentinas, los 
                  medios colectivos de comunicaci�n venezolanos, el Movimiento 
                  de los Sin Tierra brasile�o o los poblados zapatistas en 
                  M�xico son el arquetipo de un movimiento social ideal y 
                  totalmente nuevo: creerlo es olvidar lo esencial. En primer 
                  lugar porque los diversos procesos se enfrentan a m�ltiples 
                  divisiones y diferencias a causa de sus l�gicas intr�nsecas y 
                  de sus resultados; luego, porque este fen�meno es el producto 
                  de una articulaci�n entre un pasado de movilizaciones 
                  colectivas (particularmente las del movimiento obrero, que 
                  sigue siendo un actor principal) y un presente en el cual el 
                  origen com�n de las resistencias es, tanto hoy como ayer,
                  �el conflicto, directo e indirecto, 
                  con la materialidad de las relaciones de poder y de 
                  dominaci�n�
                  
                  
                  [3] y, en �ltimo lugar, porque el desaf�o al 
                  que hay que enfrentarse -una oposici�n eficaz al 
                  neoliberalismo- est� a�n por resolver. En efecto, los �ltimos 
                  balances son m�s bien pesimistas, ya que la experiencia 
                  brasile�a parece confirmar que la accesi�n de la izquierda al 
                  control del ejecutivo nacional no es sin�nimo de conquista del 
                  poder, sino m�s bien de desviaciones, renuncias, incluso de 
                  corrupci�n y, en consecuencia, de un desapego cada vez mayor 
                  entre los movimientos sociales y los gobiernos de origen 
                  progresista.
                  
                  
                  Pero para comprender esta evoluci�n hay que 
                  regresar a la historia [4]. Cuando a finales de los a�os 
                  cincuenta la revoluci�n cubana le estall� en plenas barbas al 
                  Imperio, el objetivo estrat�gico que entonces compart�an los 
                  movimientos revolucionarios era el socialismo. Los 
                  instrumentos utilizados eran la lucha armada, la inserci�n en 
                  el movimiento de masas, la participaci�n electoral o incluso 
                  la tentativa de combinar las tres opciones. Fue el per�odo de 
                  las guerrillas, de la teolog�a de la liberaci�n, pero tambi�n 
                  del fracaso de un intento de transformaci�n pac�fica en Chile 
                  (1970-1973). Una sucesi�n de golpes de Estado puso fin a 
                  aquellas veleidades. A pesar del retroceso de los a�os 
                  ochenta, las oposiciones a las dictaduras permit�an augurar 
                  tiempos mejores. Desde 1979, la revoluci�n sandinista en 
                  Nicaragua hizo renacer la esperanza. El advenimiento de 
                  reg�menes parlamentarios y el triunfo de Estados Unidos en la 
                  guerra fr�a coincidieron con una nueva etapa hist�rica. En 
                  1990, tras haber analizado las relaciones de fuerzas 
                  mundiales, el Frente Sandinista de Liberaci�n Nacional (FSLN) 
                  proclam� el fin del ciclo de las revoluciones 
                  antiimperialistas y de la lucha armada. De forma simult�nea, 
                  el FSLN reafirm� esta orientaci�n al aceptar su derrota 
                  electoral, que catapult� a las fuerzas conservadoras hasta el 
                  ejecutivo del pa�s. Tras esta opci�n, los guerrilleros del 
                  Frente Farabundo Mart� de Liberaci�n Nacional (FMLN) se 
                  retiraron del conflicto en El Salvador. En dicha coyuntura, 
                  diversos grupos armados (el M-19 en Colombia o los Tupamaros 
                  en Uruguay) intentaron un dif�cil regreso a la vida civil. 
                  Paralelamente, en numerosos pa�ses pudimos asistir a 
                  �transiciones democr�ticas� parciales, negociadas con las 
                  fuerzas militares.
                  
                  
                  Aquella nueva v�a encontr� su adaptaci�n l�gica 
                  en el �Foro de S�o Paulo�, que reagrup� a los partidos de 
                  izquierda de acuerdo con dicha t�ctica [5]. Lo que algunos 
                  interpretaron como un entrar en raz�n con visos 
                  socialdem�cratas termin� por convertirse para diversas 
                  organizaciones en un claro proceso de social liberalizaci�n. 
                  Al defender la idea de la �tercera v�a�, sus dirigentes en 
                  realidad cayeron en la trampa del sistema neoliberal. Uno de 
                  los paradigmas de este fen�meno -visible a escala planetaria- 
                  es el gobierno de concertaci�n en Chile, cuya gesti�n suele 
                  ser plebiscitada por el Fondo Monetario Internacional. As�, 
                  mientras que una minor�a de militantes escogieron proseguir la 
                  lucha armada (como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de 
                  Colombia (FARC) o el Movimiento Tupac Amaru peruano), otros se 
                  dejaron absorber por lo que Atilio Bor�n ha denominado �la 
                  maldici�n del posibilismo conservador� [6]. Numerosos 
                  actores sociales han contemplado con desconsuelo c�mo esta 
                  involuci�n tambi�n gangrenaba uno de los partidos obreros m�s 
                  importantes del planeta: el Partido de los Trabajadores 
                  brasile�o (PT). Dos a�os despu�s de su llegada al gobierno, el 
                  presidente Lula es el ni�o mimado de los medios financieros y 
                  del agrobusiness [7]. Y en los �ltimos meses, a imagen 
                  y semejanza de los ejecutivos anteriores (que Lula tanto 
                  criticaba cuando todav�a su militancia todav�a era 
                  consecuente), el gobierno brasile�o se encuentra inmerso en 
                  una vasta red de corrupci�n. No cabe duda de que esta deriva 
                  es el producto de una lenta transformaci�n del PT desde hace 
                  m�s de veinte a�os. Y si en ese pa�s-continente la izquierda 
                  se muestra incapaz de implementar alternativas, c�mo 
                  asombrarse al ver que el mismo gui�n se repite en pa�ses 
                  peque�os� Sucedi� en el Ecuador de Guti�rrez, que aliment� las 
                  ilusiones del movimiento ind�gena para luego caer derribado 
                  por una rebeli�n de las empobrecidas clases medias. Kirchner, 
                  a menudo calificado de �centro izquierda�, promueve en 
                  Argentina una gesti�n conservadora disfrazada de progresista 
                  tras haber conseguido desmovilizar a los que se hab�an 
                  implicado en la insurrecci�n de 2001. En Uruguay, las 
                  declaraciones del Frente Amplio muestran una creciente 
                  lulificaci�n de la gesti�n gubernamental, mientras que 
                  Tabar� V�squez abandona poco a poco en manos de las grandes 
                  multinacionales cuestiones pol�ticas tan esenciales como la 
                  reconquista del agua potable como bien p�blico. Por �ltimo, en 
                  Bolivia, el poderoso Movimiento hacia el Socialismo (MAS) del 
                  l�der campesino Evo Morales conoce un proceso de 
                  institucionalizaci�n, que lo llev� a apoyar al presidente 
                  Carlos Mesa (destituido) y luego a abandonar precipitadamente 
                  la reivindicaci�n de una Asamblea Constituyente (que sin 
                  embargo se reclamaba en las calles del pa�s andino) al cabo de 
                  m�s de veinte meses de luchas populares por la recuperaci�n de 
                  los recursos naturales. Evo Morales sigue siendo muy popular y 
                  es posible que se convierta en el pr�ximo presidente del pa�s 
                  andino, pero si no quiere decepcionar y desactivar de nuevo la 
                  rebeli�n deber� escuchar la voz del pueblo y comprometerse a 
                  poner en marcha un programa de ruptura real con el 
                  neoliberalismo. Tales constataciones hicieron que un 
                  periodista del Wall Street Journal escribiera hace unos 
                  meses que si bien la izquierda est� otra vez en ascensi�n en 
                  Am�rica Latina, por el momento lo hace vestida con �nuevos 
                  ropajes conservadores� que la mantienen a distancia de las 
                  gestas heroicas del Che Guevara o de Camilo Torres [8].
                  
                  Desaf�os 
                  actuales para la construcci�n de alternativas
                  
                  
                  De esta manera, la discrepancia no se sit�a 
                  entre las �izquierdas gubernamentales�, supuestamente 
                  responsables o pragm�ticas (de hecho, administradoras de los 
                  intereses del capital) y las �izquierdas irredentas�, es 
                  decir, condenadas a est�riles protestas sin
                  
                  
                  futuro [9]. Para Schafik
                  
                  
                  Handal, ex guerrillero y candidato derrotado en 
                  las elecciones a la presidencia de El Salvador del pasado 
                  marzo, el debate actual tampoco es el de la oposici�n entre 
                  lucha armada y v�a pac�fica, sino m�s bien el de saber si los 
                  procesos electorales pueden realmente �constituir una v�a 
                  para la accesi�n de las fuerzas revolucionarias al gobierno� 
                  y, con ello, para una verdadera transformaci�n social del 
                  capitalismo neoliberal
                  
                  
                  [10]. Seg�n el polit�logo Steve Ellner, existen 
                  tres grandes estrategias en el seno de la izquierda 
                  latinoamericana [11]. La primera es la social-liberal de la 
                  �tercera v�a�, cuyo horizonte ya no sobrepasa el modelo 
                  econ�mico actual. Esta opci�n ha tenido el efecto de un canto 
                  de sirena sobre la mayor�a de los partidos de izquierda tras 
                  su accesi�n al poder durante los �ltimos a�os. La segunda 
                  estrategia defiende la constituci�n de frentes 
                  antineoliberales y una t�ctica de acumulaci�n de fuerza, en 
                  particular por medio de gobiernos locales (municipales y 
                  regionales) y diversas estrategias electorales. Es la idea 
                  defendida por varios partidos comunistas latinoamericanos (y 
                  por la soci�loga chilena Martha Harnecker), as� como en su 
                  momento por el PT brasile�o, cuando estaba en la oposici�n. Su 
                  objetivo es constituir un bloque social amplio que incluya, 
                  adem�s de los sectores populares, a la peque�a y media
                  
                  
                  burgues�a [12]. En Chile, el Partido Comunista 
                  adopt� esta perspectiva con cierto �xito en las �ltimas 
                  elecciones municipales, pero sin que la coalici�n de izquierda 
                  llegase a sobrepasar el estadio de un simple acuerdo electoral 
                  para encarnar una alternativa fuerte, basada en un movimiento 
                  social que est� a�n por reconstruir (desde la base). Como 
                  �ltimo enfoque, otros reivindican todav�a el objetivo del 
                  socialismo y una t�ctica pol�tica rupturista, anticapitalista 
                  y antiimperialista, que antecede a las
                  
                  
                  luchas sociales [13]. En Brasil, el joven 
                  Partido Socialismo y Libertad (PSOL), dirigido por militantes 
                  excluidos del PT y por una multitud de militantes sociales, 
                  comparte dicha inquietud. 
                  
                  
                  Sea como sea, la actual crisis pol�tica 
                  mexicana confirma que el objetivo �ltimo de las izquierdas no 
                  puede ser una t�ctica simplemente electoralista y que las 
                  oligarqu�as locales est�n preparadas para utilizar cualquier 
                  artificio con tal de oponerse al necesario respeto de las 
                  urnas, incluso frente a fuerzas abiertamente reformistas que 
                  han dado numerosas pruebas de �buena conducta� [14]. De ah� la 
                  importancia de los debates actuales en torno a la problem�tica 
                  del poder. Algunos miembros de la izquierda social, inspirados 
                  por el neozapatismo del subcomandante Marcos y por una parte 
                  del movimiento antiglobalizaci�n, creen que hace falta 
                  �cambiar el mundo sin tomar el poder�. Eso es tambi�n lo 
                  que proclama el intelectual ingl�s John Holloway [15]. Esta 
                  teor�a, que privilegia los contrapoderes nacidos de la 
                  sociedad civil y rechaza cualquier forma de delegaci�n, de 
                  filiaci�n partidista o de participaci�n institucional, provoca 
                  la pol�mica. Es cierto, se trata de una reacci�n comprensible 
                  contra las actitudes a menudo verticalistas o autoritarias de 
                  los partidos tradicionales. Pero la cuesti�n fundamental sigue 
                  siendo: �C�mo cambiar el mundo si no se toma el poder, sin 
                  organizarse pol�ticamente contra las clases dominantes y 
                  eliminando con un rev�s de la mano la cuesti�n crucial del 
                  Estado? Si de verdad existe una distancia entre el terreno de 
                  la pol�tica y el espacio de los movimientos sociales �no ser� 
                  precisamente la articulaci�n entre ambos lo que estimular� las 
                  luchas contra el capitalismo neoliberal? De hecho, esta 
                  conciencia est� desarroll�ndose en el seno de las propias 
                  filas zapatistas. Tras veinte a�os de construcci�n de una 
                  autonom�a ind�gena excepcional, pero tambi�n frente al 
                  debilitamiento de su proyecto y a la represi�n del poder 
                  central, la sexta declaraci�n del Ej�rcito Zapatista de 
                  Liberaci�n Nacional acaba de dar un nuevo paso adelante. Tras 
                  reconocer la necesidad de uni�n de los ind�genas �con los 
                  trabajadores de las ciudades y de los campos�, apelan a la 
                  elaboraci�n �de un programa nacional de lucha, claramente 
                  de izquierda, verdaderamente anticapitalista y verdaderamente 
                  antiliberal�. Al incorporarse a la discusi�n pol�tica 
                  nacional mexicana, proponen tambi�n poner las bases de una 
                  nueva Constituci�n, invitando a que se les unan no s�lo los 
                  actores de la sociedad civil, sino tambi�n las organizaciones 
                  pol�ticas de la izquierda extraparlamentaria. El futuro dir� 
                  cu�l es el alcance de tal declaraci�n.
                  
                  
                  En esta discusi�n crucial, la revoluci�n cubana 
                  -tras d�cadas de embargo estadounidense- sigue siendo un 
                  s�mbolo indiscutible para numerosos latinoamericanos. Pero a 
                  partir de ahora hay otra estrella ascendente: la revoluci�n 
                  venezolana. El proceso bolivariano ha acumulado 
                  originalidades. A falta de un poderoso movimiento obrero 
                  organizado, el presidente de Venezuela supo apoyarse en 
                  algunos sectores de las fuerzas armadas y en una fracci�n de 
                  las clases pobres. Por otra parte, Hugo Ch�vez defiende una 
                  din�mica que al�a participaci�n popular, elecciones 
                  democr�ticas y ruptura con las antiguas instituciones (gracias 
                  a la promulgaci�n de la Constituci�n de 1999). Desde entonces, 
                  a pesar de las tentativas de golpe de Estado y de las 
                  maniobras de Washington, la fiesta democr�tica contin�a en ese 
                  pa�s, el gobierno acumula �xitos electorales y un programa de 
                  urgencia social est� dando sus frutos [16]. Pero Venezuela 
                  sufre de los mismos males que el resto del continente y, a 
                  pesar de la bendici�n del petr�leo, las reformas sociales 
                  previstas necesitar�n, a corto plazo, transformaciones 
                  estructurales y una puesta en entredicho de los privilegios de 
                  los grandes grupos industriales y de la aristocracia 
                  territorial, as� como de los que sigue gozando una plet�rica 
                  burocracia civil y militar. La vitalidad de la 
                  autoorganizaci�n de las clases populares muestra que se trata 
                  de un proceso profundamente enraizado, pero que necesita 
                  todav�a una fuerte estructuraci�n pol�tica para poder avanzar. 
                  Empujado por esta energ�a tel�rica y colectiva que le llega 
                  desde abajo, Ch�vez ha experimentado una evoluci�n pol�tica 
                  inversa a la de otras izquierdas gubernamentales: a partir de 
                  la idea de una �tercera v�a� posible y deseable, ha 
                  radicalizado progresivamente sus posiciones. Sus declaraciones 
                  en el �ltimo Foro Social Mundial dejan esperar una 
                  materializaci�n de esa �revoluci�n en la revoluci�n� 
                  tan esperada... y tan anunciada. As�, el 30 de enero de 2005, 
                  ante de una muchedumbre entusiasta, el presidente venezolano 
                  reivindic� la figura del Che Guevara al afirmar que la �nica 
                  salida realista era �el socialismo� y la negaci�n, 
                  clara y precisa, de toda forma de capitalismo. De lo que no 
                  cabe duda es de que por encima de los discursos de gran l�der 
                  latinoamericano, esta perspectiva s�lo podr� realizarse si se 
                  apoya cada vez m�s en el movimiento social organizado, en el 
                  poder popular, y procede a un cuestionamiento radical de las 
                  prerrogativas, todav�a inmensas y poco mermadas, del 
                  empresariado venezolano y de sus aliados extranjeros.
                  
                  
                  El resultado de esta nueva ordenaci�n 
                  sociopol�tica es tambi�n el nacimiento de un nuevo y din�mico 
                  eje geoestrat�gico entre Caracas y La Habana, al mismo tiempo 
                  que se acent�an las l�neas de fractura pol�tica en toda la 
                  Am�rica Latina [17]. En diciembre de 2004, Fidel Castro y Hugo 
                  Ch�vez firmaron un acuerdo que impulsa un importante 
                  intercambio de recursos entre ambos pa�ses: mientras que Cuba 
                  ha enviado a Venezuela decenas de miles de m�dicos y 
                  educadores, �sta env�a a la isla caribe�a m�s de 90 000 
                  barriles de crudo al d�a, a precios preferenciales [18]. Este 
                  acuerdo solidario tiene lugar en el marco de la �Alternativa 
                  Bolivariana para las Am�ricas� (ALBA), destinada a extenderse 
                  a otros pa�ses y a contrarrestar el �rea de Libre Comercio de 
                  las Am�ricas (ALCA) que promueve George W. Bush. Venezuela, 
                  con la fuerza que le presta su creciente liderazgo y una 
                  petrodiplomacia que ha adoptado la ofensiva, piensa as� tomar 
                  distancias de los Estados Unidos, establecer v�nculos de Sur a 
                  Sur (particularmente con Brasil y Argentina) y favorecer el 
                  gran sue�o bolivariano de una integraci�n latinoamericana 
                  [19]. Esta pol�tica internacional no solamente le da un 
                  respiro al pueblo cubano, sino que al oponerse a los c�lculos 
                  del capital multinacional, crea un contexto favorable en la 
                  regi�n para otras pol�ticas antiimperialistas.
                  
                  
                  
                  �Lograr� la 
                revoluci�n bolivariana sobreponerse a sus contradicciones 
                internas y, sobre todo, contrarrestar la pol�tica de injerencia 
                de Washington, que busca por todos los medios aplastar esta rica 
                experiencia? �Se prolongar� el ejemplo venezolano con otros 
                procesos de transformaci�n social sui g�neris en Am�rica 
                Latina? Es dif�cil de predecir. Sin embargo, el panorama actual 
                muestra un abanico de acciones colectivas, plet�ricas de 
                posibilidades libertadoras. Pero la construcci�n de alternativas 
                s�lidas frente al capitalismo neoliberal necesitar� favorecer 
                -ahora y siempre- la unidad, la participaci�n y, sobre todo, la 
                independencia de las clases populares. Al mismo tiempo, la 
                din�mica actual de los movimientos sociales deber� preservar una 
                discusi�n pol�tica abierta y liberada de las pusilanimidades del 
                sectarismo y tambi�n rechazar en�rgicamente las opciones 
                social-liberales de izquierda, que pretenden devolverle un 
                rostro humano y ang�lico a un sistema decadente y opresor. Seg�n 
                el te�logo brasile�o Frei Betto, a corto plazo la perspectiva de 
                renovaci�n de las luchas latinoamericanas deber� avanzar 
                simult�neamente en dos planos: la (re)construcci�n te�rica de un 
                �socialismo sin estalinismo, sin dogmatismo, sin sacralizaci�n 
                de los l�deres y estructuras pol�ticas� y la implicaci�n 
                activa en una praxis radical, destinada �a retomar el trabajo 
                de base, a reinventar la estructura sindical, a reactivar el 
                movimiento estudiantil y a incluir en su orden del d�a las 
                cuestiones ind�genas, raciales, feministas y ecol�gicas� 
                [20].
                
                
                Franck Gaudichaud es 
                historiador, miembro del colectivo del peri�dico cibern�tico
                
                
                
                
                www.rebelion.org 
                y redactor de la revista Dissidences (Francia). Autor de
                Poder popular y cordones industriales. Testimonios sobre la 
                din�mica del movimiento popular urbano 1970-1973, LOM, 
                Santiago de Chile, 2004, y de Operaci�n C�ndor. Notas sobre 
                el terrorismo de estado en el Cono sur, SEPHA, Madrid, 2005
                
                
                Notas
                
                
                [1]. 
                
                J. Castaneda, Utopia Unarmed, Vintage 
                Books, 1994 y P. Monterde, Quand l'utopie ne d�sarme pas, 
                Montr�al, Ecosoci�t�, 2002.
                
                
                [2].
                V�ase el editorial de Bernard Duterme y el 
                art�culo del soci�logo Hern�n Ouvi�a en Mouvements et 
                pouvoirs de gauche en Am�rique latine, Ed. Syllepse-CETRI, 
                Coll. Alternatives Sud, 2005.
                
                
                [3]. 
                Hern�n Ouvi�a en Mouvements et pouvoirs de gauche en Am�rique 
                latine, op. cit.
                
                
                [4].
                V�ase S. Ellner, B. Carry, The Latin American 
                left: from the fall of Allende to Perestroika, Westview 
                Press, 1993 y J. Petras, �La izquierda devuelve el golpe�, abril 
                de 1997 (en 
                
                
                
                www.rebelion.org/petras/petrasindice.htm).
                
                
                [5].
                Entre otros, la adoptaron los sandinistas, el 
                FMLN, el PT brasile�o, el Frente Amplio de Uruguay, la Causa R 
                de Venezuela y el Partido Revolucionario Democr�tico mexicano.
                
                
                [6].
                A. Bor�n, �La izquierda latinoamericana a 
                comienzos del siglo XXI�, OSAL, N� 13, agosto de 2004.
                
                
                [7].
                E. Sader, �Rendez-vous manqu� avec le mouvement 
                social br�silien�, Le Monde diplomatique, enero de 2005.
                
                
                [8].
                D. Luhnow, �Latin 
                America�s left takes pragmatic tack�,
                Wall Street Journal, 3 de febrero de 2005.
                
                
                [9].
                Como parece sugerir la prestigiosa revista 
                francesa Probl�mes d�Am�rique latine, N� 55, 2005.
                
                
                [10]. 
                S. Jorge Handal, �El debate de la izquierda en Am�rica latina�,
                Diario Co Latino, 29 de julio de 2004.
                
                
                [11].
                S. Ellner,
                �Leftist goals 
                and the debate over anti-neoliberal strategy in Latin America�,
                Science and Society, Vol. 68, N� 1, 2004.
                
                
                [12].
                M. Harnecker, �Sobre la estrategia de la izquierda 
                en Am�rica latina�, octubre de 2004 (en 
                
                
                
                www.rebelion.org/docs/5771.pdf) 
                y La izquierda despu�s de Seattle, Madrid, Siglo XXI, 
                2001.
                
                
                [13].
                Tal es asimismo el caso de 
                intelectuales como James Petras o Claudio Katz. Este �ltimo es 
                el autor de un libro titulado El porvenir del socialismo 
                (Buenos Aires, Ediciones Herramienta / Imago Mundi, 
                2004).
                
                
                [14].
                Un pretexto jur�dico falaz estuvo a punto de 
                impedir que el alcalde de M�xico, Andr�s Manuel L�pez Obrador, 
                del PRD (centro izquierda), se presente a la pr�ximas elecciones 
                presidenciales. La noticia provoc� manifestaciones callejeras 
                con cientos de miles de personas en abril de 2005.
                
                
                [15].
                J. Holloway, Change the World without taking 
                power, Londres, Pluto Press, 2002.
                
                
                
                [1] 
                V�ase, por ejemplo, P. E. Dupret, �F�te d�mocratique au 
                Venezuela�, Le Monde diplomatique, septiembre de 2004.
                
                
                [16].
                M. Lemoine, �Des lignes de fracture en Am�rique 
                latine�, Le Monde diplomatique, junio de 2005.
                
                
                [17].
                
                
                
                
                www.LatinReporters.com
                
                
                [18].
                
                
                
                
                www.alternativabolivariana.org
                
                
                [19].
                La 
                creaci�n de la empresa petrolera Petrosur, en 
                comandita entre Venezuela, Argentina y brasil, constituye en 
                este aspecto un avance significativo.
                
                
                [20].
                F. Betto, 
                �Desaf�os a la nueva izquierda�, Punto Final, N� 586, 
                marzo de 2005.
                 
                
          
          
          Rebeli�n, 23 de septiembre de 2005
           
          
                
          
        
        
        
        
        
                
          
                
        
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