El escritorio de Manuel Talens

El traductor activista

De c�mo los medios estadounidenses cambiaron de un d�a para otro el discurso sobre el hurac�n Katrina

De v�ctimas a bandidos: los medios de comunicaci�n y Nueva Orleans

 James Petras

James Petras

Traducido para Rebeli�n por Manuel Talens

 

Introducci�n

Durante breves horas, pero de forma espectacular, los fracasos pol�ticos que convirtieron a Nueva Orleans y a otras muchas ciudades y pueblos del Golfo de M�xico en una cat�strofe humana hicieron a�icos los lazos de amistad que exist�an entre los medios de comunicaci�n y el gobierno del pa�s. Periodistas cr�ticos describieron el fiasco del sistema de seguridad nacional para evacuar a ciudadanos pobres y la ausencia de alimentos b�sicos y agua para las v�ctimas. Los medios compararon al presidente Bush (de fiesta con sus amigos republicanos en California), al vicepresidente Chaney (jugando al golf), a la secretaria de estado Rice (de compras en Manhattan) y al jefe de la seguridad nacional Chertoff (asegurando que la ayuda gubernamental funcionaba a la perfecci�n) con los gritos de desesperaci�n y la penuria de decenas de miles de necesitados y hambrientos afroestadounidenses y blancos pobres, que apenas sobreviv�an en un oscuro y nauseabundo centro de convenciones y en un estadio deportivo.

Pero cuatro d�as despu�s del desastre, los apasionados testimonios cr�ticos se vieron sustituidos por las voces moderadas de la compasi�n oficial. Empezaron a abundar las ocasiones para fotografiar a Bush; la Guardia Nacional llegaba al lugar y el gobierno respond�a. Las �noticias� se ocuparon entonces de heroicos trabajadores con fotog�nicos agentes blancos y enfermeras que ten�an en sus brazos a ni�os negros mientras aportaban alivio a los �refugiados� y acababan con la creciente anarqu�a, la violencia y el �saqueo� entre los supervivientes. Las entrevistas con altos funcionarios militares se centraron en la amenaza que individuos violentos entre los �refugiados� hac�an pesar sobre los soldados. Las im�genes de veh�culos que transportaban tropas, de fuerzas especiales armadas hasta los dientes contra un tel�n de fondo de muchedumbres encolerizadas, resonaron junto con la propaganda de la guerra de Irak. Lo que hab�a empezado siendo un ejercicio de ayuda humanitaria se convirti� en una operaci�n de contrainsurgencia. Al final del sexto d�a, los medios convirtieron los fracasos pol�ticos del gobierno federal para proteger a los ciudadanos en una exitosa ocupaci�n militar.

La militarizaci�n de Nueva Orleans

Nada muestra mejor la �l�nea revisionista� de los medios que el lugar prominente que otorgaron a la orden gubernamental de �disparar a matar contra los saqueadores�. No hubo ni una queja, ni una voz cr�tica: los medios convirtieron la ciudad desolada en una zona de guerra: Nueva Orleans pas� a ser Faluya. Los medios se ocuparon de desenterrar cada rumor, cada habladur�a, cada informe infundado de tercera mano sobre violaciones infantiles y asesinatos para proporcionar un contexto a la �nueva realidad�: la militarizaci�n de una ciudad devastada. Los medios est�n bien preparados para dicho gui�n: periodistas incrustados entre las tropas destacaron a soldados repartiendo raciones militares concentradas (completamente in�tiles para ni�os peque�os y ancianos deshidratados), mientras que omit�an las palizas que les propinaban a los negros sorprendidos con comestibles (los negros roban comida, los blancos la encuentran). M�s de cien mil personas sin hogar, trabajo, dinero, agua, alimentos y condiciones sanitarias eran, ante todo, v�ctimas de la ocupaci�n militar� para proteger de los �saqueadores� a los bancos, las peque�as boutiques de moda y las joyer�as. Diecis�is mil soldados y fuerzas especiales, con la ayuda de veh�culos armados y helic�pteros, tomaron la ciudad.  

No se anunciaron proyectos de reconstrucci�n civil, empleos para los desempleados y planes para realojar a las decenas de miles de familias que se han quedado sin hogar. En cambio, los medios hicieron uso repetido de la paranoia blanca: violadores negros aterrorizando vecindarios o refugios, en todas partes hab�a un rumor� Sorprende que no incluyesen el canibalismo en la lista de �ultrajes� cometidos por los �africanizados� indigentes. Apenas se mencion� a los �saqueadores� que desafiaban las aguas arremolinadas y a los francotiradores militares para llevar agua embotellada a los ancianos, cereales a los ni�os y latas de sardinas a los hambrientos. El noventa y nueve por cien de los negros eran pobres de solemnidad, pero los medios se centraron en el 1% de criminales. Kathleen Blanco, la gobernadora de Luisiana, orden� una �tolerancia cero� para estimular al Presidente y dar prioridad a los rifles autom�ticos de las fuerzas especiales. El alcalde negro de Nueva Orleans, atrapado entre la mayor�a de los negros confinados en la inmundicia, entre los muertos en descomposici�n y las aguas residuales de los que a�n viv�an y la militarizaci�n de la ciudad, apel� al mundo exterior.

Los medios han perdonado la violaci�n cotidiana de una ciudad, de toda una poblaci�n vulnerable, pues mientras que mostraban a un testigo de la rumoreada violaci�n de una adolescente de 14 a�os varios d�as antes, no se ocuparon de los informes de muertes masivas, aguas fecales contaminadas y beb�s desfallecientes, deshidratados. La m�quina de la propaganda estatal se centr� en el Presidente firmando un decreto de ayuda y prometiendo ley y orden.

La criminalizaci�n de las v�ctimas

Si se considera el total abandono en que el gobierno dej� a las decenas de miles de pobres, de negros sin comida y sin hogar, era obvio que muchas personas se lanzar�an a la b�squeda de alimentos y de agua. Al identificar de forma deliberada a los supervivientes como �saqueadores� y �violadores�, la Administraci�n sent� las bases de la posterior militarizaci�n y, de facto, de la ley marcial, f�rtil terreno para los asesinatos. Los primeros informes censurados de periodistas no incrustados daban testimonio de soldados de la Guardia Nacional apaleando a los supervivientes que buscaban ayuda. Los informes militares se hicieron eco la muerte de varios �francotiradores�.

Sin duda la primera preocupaci�n del gobierno ha consistido en saturar la ciudad de militares para impedir que los supervivientes se organicen buscando justicia y para canalizar todas las comunicaciones sobre el estado de la ciudad a trav�s de fuentes aprobadas de forma oficial. Todav�a m�s significativo es el hecho de que los militares hayan definido la naturaleza de la situaci�n como un problema de criminalidad, cuya soluci�n es represiva por medio del m�ximo control y la m�nima ayuda.

Los poderes m�gicos de los medios de comunicaci�n

Al s�ptimo d�a despu�s de la cat�strofe humana, los medios se vieron inundados con las caras, las voces y la ret�rica compasiva de todos los voceros principales y secundarios de la Administraci�n de Bush. Cada cadena importante de televisi�n, cada programa destacado present� a Bush, Rumsfeld, Rice, Chertoff y a varios generales hablando con admiraci�n de los esfuerzos herc�leos, de los valientes y generosos soldados de la Guardia Nacional, que ayudaban a la poblaci�n.

Los comentaristas y entrevistadores de los medios cooperaron sin reservas en la despenalizaci�n del Estado. Los funcionarios culpables de cr�menes contra la humanidad de ciudadanos pobres e indigentes se transformaron en salvadores humanitarios. No hubo ni una palabra de autocr�tica por parte de los funcionarios y ninguno de los medios habl� de ello. Las pocas voces cr�ticas disidentes de los primeros d�as recibieron su castigo y desaparecieron de las pantallas de la televisi�n. Los medios de Estados Unidos fueron el �nico lugar de todo el mundo en donde se exoner� a los culpables.

La propaganda estatal de los medios tuvo su impacto: los sondeos de opini�n indicaron que el 70% de los ciudadanos eran m�s hostiles a la pol�tica presidencial de precios elevados del petr�leo y del gas que a la enorme negligencia que caus� la muerte de miles de sus compatriotas, sobre todo negros (el 66% del total).

Al publicitar la tard�a e inadecuada ayuda presidencial y amplificar el grado de criminalidad entre los pobres, los medios han polarizado racialmente la cat�strofe entre blancos generosos, compasivos y humanitarios e ingratos y hostiles �refugiados� negros, un t�rmino que despoja a las v�ctimas de su ciudadan�a y sus derechos.

La orden de �disparar a matar� se aplic� a quienes robaban botellas de agua y a los verdaderos o imaginarios francotiradores. La negativa caracterizaci�n de las v�ctimas por parte de los medios ha aumentado la desconfianza p�blica hacia los testimonios de ni�os deshidratados y fr�giles abuelitas. Criminalizar, demonizar y militarizar es lo que mejor sabe hacer Washington. Repetir la propaganda oficial y censurar entrevistas disidentes es lo que mejor saben hacer los medios de Estados Unidos. Ni uno solo de ellos, ni una de las principales cadenas de televisi�n se hicieron eco de los informes sumamente cr�ticos de los medios m�s prestigiosos de ultramar. Los informes de Le Monde, The Guardian, El Pa�s, Der Spiegel o La Jornada nunca se mencionaron.

La propaganda de fotos y titulares a gran tama�o es muy eficaz en nuestra estupidocracia y es lo que nuestros medios hacen mejor. Las fotograf�as de Bush abrazando a un �superviviente� limpio y fotog�nico excluyeron a los cuerpos flotando sobre los detritos. Por todas partes hab�a fotos de Bush al firmar el decreto de ayuda� siete d�as despu�s de los hechos, pero no las que lo mostraban en una recaudaci�n republicana de fondos el primer d�a del hurac�n. No hubo fotos del vicepresidente Chaney jugando al golf al tercer d�a, mientras que los cad�veres flotaban corriente abajo por la Main Street de Biloxi (Misisipi). No hubo fotos de la directora de la Cruz Roja depositando su salario de m�s de 640,000 d�lares, mientras que 40.000 personas carec�an de agua limpia en �zonas de refugiados�. No hubo fotos de la Secretaria de Estado Rice en una comedia de Broadway al cuarto d�a, mientras que los cuerpos de viejas damas negras se descompon�an cerca de sus ultrajados e infelices familiares y vecinos.

Conclusi�n

Los medios de comunicaci�n dieron un abrupto giro, adaptando y dando forma a las im�genes de la cat�strofe vehiculadas por la Administraci�n. En siete d�as, la magia de los medios transform� al equipo de Bush, que de l�deres incompetentes e ignorantes pasaron a ser funcionarios decisivos y humanitarios. Al mismo tiempo, los desesperados, los agonizantes y los furibundos fueron convertidos en una muchedumbre rebelde, criminal, ingrata y ca�tica. El mensaje pol�tico estaba claro: la represi�n y la militarizaci�n eran las condiciones prioritarias para la supervivencia y la ayuda humanitaria. La ciudad tuvo que estar bajo una ley marcial de facto antes de que la pudiesen salvar. Vietnam y Faluya vienen a la mente. Al fin y al cabo, la contrarresistencia es lo que mejor hacemos en este pa�s.      

Seg�n el Presidente, los miembros de su gabinete y los medios de comunicaci�n, �Estados Unidos sabe estar a la altura de las circunstancias�: no olvidaremos a los m�s de diez mil muertos y heridos, incluso pondremos la bandera a media asta durante unos d�as, siempre que el Comit� de los congresistas negros lo solicite. Como dir�a Bush, �adelante, tenemos una guerra que ganar en Irak�.

En la otra America, las v�ctimas, sus amigos, sus hermanos y hermanas no se dejar�n enga�ar. Seguramente los europeos, africanos, asi�ticos y latinos tienen im�genes grabadas en su memoria colectiva: de pobres furiosos y desesperados de Nueva Orleans que dirigen sus ojos con ira hacia un gobierno indiferente.

�Recordar� la America blanca qui�nes son los criminales y qui�nes las v�ctimas?

 

 

Rebeli�n, 8 de septiembre de 2005

 


Rebelión

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