EL EJEMPLO DE IRAK
Georges Labica
Traducido del franc�s
para
Rebeli�n por Manuel Talens
La
situaci�n creada por la agresi�n
imperialista contra Irak es una fuente de ense�anzas: las unas
previsibles, pero de una importancia que los pron�sticos m�s l�cidos
no siempre hab�an calculado, y las otras menos esperadas, que han
surgido como consecuencia de las primeras. Tal como afirmaba Jos�
Mart�, �en lo pol�tico, lo real es lo que no se ve�.
La guerra propiamente
dicha
La imagen tradicional y
cuidadosamente idealizada de la guerra no resisti� la prueba de los
hechos. Los estrategas del Pent�gono, m�s confortables en sus oficinas
climatizadas que en los hornos del desierto, hab�an anunciado un
trabajo limpio, r�pido y casi terap�utico y no tem�an hablar de
�ataques quir�rgicos� o de una opci�n de �cero muertos�. Por supuesto,
en esto �ltimo se refer�an a sus esbirros, pues el adversario no
entraba en sus cuentas. Ahora bien, al cuadro cl�sico y banalizado de
las destrucciones de ciudades [1] y de las matanzas de
civiles vino a a�adirse el de las torturas infligidas a los presos,
que fueron sistem�ticas y decididas por las instancias m�s altas. Tras
Guant�namo, que cre� de manera artificial el concepto de �combatientes
irregulares� y que neg� a centenares de hombres la calidad de sujetos
de derecho, surgi� Abu Ghraib, que a�ad�a las humillaciones
�num�ricas� a los sufrimientos f�sicos. Los heraldos de la campa�a del
Bien contra el Mal y del respeto de los derechos humanos muestran lo
que significa el �choque� de civilizaciones dando rienda suelta a la
barbarie: el texano analfabeto saquea una civilizaci�n tomando como
modelo la �seguridad� de los pozos de petr�leo mientras se abandona al
pillaje el museo m�s antiguo del mundo. La soldadesca implanta sus
campamentos en el coraz�n de la antigua Babilonia ante la
desesperaci�n de los arque�logos [2]. En cuanto al
liberalismo, realiza la proeza de mercantilizar y privatizar la
guerra. Estados mayores y personalidades, a salvo en su �zona verde�,
conf�an su seguridad a 20.000 mercenarios. Es verdad que la ventaja de
estos �militares privados� no es poca. Sobre la base de los contratos
firmados directamente por sus empresarios �sociedades estadounidenses
o sudafricanas, asimismo privadas� con el ej�rcito de Estados Unidos,
pueden llevar a cabo operaciones tanto de seguridad como ofensivas,
sin preocuparse de rendir cuentas a nadie, es decir, de forma ajena al
derecho y en el m�s absoluto secreto. Es cierto que est�n bien
pagados, pero su costo es muy inferior al del soldado m�s modesto, que
depende, ya se sabe, de una infraestructura material y humana mucho
m�s compleja que la de Vietnam. Sus muertos, por a�adidura, no se
contabilizan. Pero el cuadro est� incompleto si no se le a�ade la
desigualdad entre ambos adversarios. El �primer ej�rcito del mundo� se
jacta de ir a aplastar a unos cuantos miles de hombres, de mujeres y
de ni�os ya ampliamente disminuidos por la anterior agresi�n, un
bloqueo de 12 a�os y �esto se conoce menos� ferozmente empobrecidos
[3]. La vieja m�xima de �quien vence sin peligro triunfa
sin gloria� encuentra aqu� una hermosa ilustraci�n.
La guerra como pol�tica
Invirtiendo la famosa f�rmula de
Clausewitz, George W. Bush ya hab�a promovido la guerra al grado de
una pol�tica cuyo �xito deb�a estar asegurado por la supremac�a de la
potencia militar. Se conocen sus fines: prohibir cualquier desarrollo
nacional que intente escapar del control estadounidense, establecer el
control de los recursos energ�ticos m�s importantes del planeta (eso
que Carlos Fuentes llama el �petropoder�) y, en el caso de Oriente
Pr�ximo, mantener el escudo nuclear israel�. De manera todav�a m�s
radical, se trata de poner en marcha una fuerza militar sin
precedentes que asegure la conservaci�n de la hegemon�a del d�lar,
amenazada por una deuda, tambi�n sin equivalentes, y por la expansi�n
del euro. El m�todo escogido consiste en desmembrar los Estados
previamente diabolizados (�estados bandidos�). Tras la partici�n de
Yugoslavia en entidades sumisas (Croacia, Eslovenia) o duraderamente
conflictivas (Bosnia, Kosovo), la escisi�n de Irak en tres partes �la
chi�ta, la sunita y la kurda� era el objetivo considerado, mientras
que se sigue incitando a la desagregaci�n de la antigua URSS en
estados meridionales tales como Azerbaiy�n o Georgia y actualmente
Ucrania, cuya revoluci�n �naranja� ha sido cocinada a fuego lento en
el Pent�gono. �Acaso la orquestaci�n de la campa�a internacional que
denunci� el �genocidio� en Darfour no busca castigar a Sud�n, culpable
de vender su petr�leo a China que, tal como lo hab�a anunciado
Brzezinski [4], es la obsesi�n estrat�gica a largo plazo?
�Acaso no est� programada la implosi�n de Ir�n, siempre en nombre de
la democracia? [5] �Y qui�n es el que no ve que el proyecto
denominado del �Gran Oriente Medio� expone c�nicamente la voluntad de
recomponer un mapa de pa�ses musulmanes �rabes conforme a los
intereses imperialistas menos disimulados? El desprecio de la ONU, su
debilitaci�n y el servilismo de su Consejo de Seguridad �por otro
lado, obsoleto� s�lo sirven a la ambici�n hegem�nica. Lo cierto es que
la matanza de los indios, Hiroshima o a la cascada de golpes bajos
contra las naciones de Am�rica Latina confirman que la guerra es la
manera de existir para Estados Unidos. Un observador privilegiado, el
jefe indio Alfred Red Cloud (�Nube Roja�), hom�nimo de su c�lebre
antepasado, acaba de repetirlo sin tapujos: �La historia se repite:
Estados Unidos se comporta en Irak de la misma manera que se comport�
en otro tiempo con mi pueblo. Invaden la tierra, destruyen los
lugares, masacran a los habitantes y se apoderan de las riquezas�
[6]. En 1945, Harry Truman ya defini� a la perfecci�n la
asociaci�n de la guerra �preventiva� con la exportaci�n de la
�democracia� al proclamar su doctrina: �Hacer de Am�rica [sic]
el arsenal de la democracia�.
El discurso del
terrorismo
Las ventajas a favor de la
lucha contra el terrorismo y del discurso que le presta una base
ideol�gica son considerables. No s�lo consisten en hacer que las
industrias de la defensa marchen a todo gas, sino que se traducen en
enormes inversiones en investigaci�n (el bioterrorismo da ya trabajo a
2000 cient�ficos), desarrollo tecnol�gico (nuclear, misiles, programas
de simulaci�n, etc.) y en la provisi�n de equipos de alerta (siete mil
millones s�lo para Afganist�n). De paso, los montajes alarmistas, que
alimentan la ultraseguridad, son de una gran ayuda electoral. Tal como
se ha podido comprobar, las reiteradas mentiras de Bush y Blair a
prop�sito de las armas de destrucci�n masiva que supuestamente pose�a
Sadam Husein o de la complicidad de �ste con Bin Laden forman parte de
la puesta en escena. La obsesi�n constantemente alimentada de ataques
de todo tipo tiene como consecuencia en todas partes, m�s all� de
Estados Unidos, la inflaci�n de los presupuestos del ej�rcito, de la
polic�a y de los servicios de inteligencia, el fortalecimiento de las
medidas autoritarias y la arbitrariedad de la represi�n, el sacrificio
de las experiencias sociales y las regresiones de la democracia, cuyo
peor enemigo es el imperialismo, tal como sabemos desde los tiempos de
Lenin. Ninguno de nuestros pa�ses desarrollados, europeos y libres,
escapa a este esquema, tan favorable que refuerza los poderes
dominantes �de la derecha o de la socialdemocracia� y provoca la
anestesia de las tensiones de clase, que al mismo tiempo no deja de
atizar. Benjamin Barber, el antiguo consejero de Clinton, lo ha dicho
con toda claridad: �El terrorismo puede incitar a que un pa�s tenga
tanto miedo que se vea sumido en una especie de par�lisis� [7].
Al Qaeda puede mantener indefinidamente la pol�tica de la guerra. La
invenci�n de este enemigo, tan inalcanzable que ni siquiera dispone de
una base geogr�fica nacional y que, por eso mismo, puede atacar en
cualquier sitio, sirve para propagar el terrorismo con un vigor
an�logo al del discurso que lo denuncia en nuestra propia
casa, en Italia, en Francia, en Alemania, en Espa�a o en Gran
Breta�a, incluso si en otros sitios las cosas son peores. Por ejemplo,
en un pa�s miserable como Uzbekist�n un r�gimen dictatorial, que
autoriz� el establecimiento de la mayor base militar estadounidense
del Asia Central, �encarcela a destajo en nombre de la guerra contra
el terrorismo� y, seg�n Le Monde (18 de junio de 2004),
�arroja en brazos del islamismo a una parte de la poblaci�n�. China
invoca tambi�n la �lucha contra el terrorismo� para reprimir el
nacionalismo de los uiguros de Xinjiang, calificados de islamistas. En
Palestina, donde a partir del 11 de septiembre el presidente y premio
Nobel Arafat fue comparado con Bin Laden y luego con Sadam Husein, el
ej�rcito de ocupaci�n se dio carta blanca para proseguir la empresa
del �Gran Israel�: la edificaci�n del muro del apartheid que preparaba
la estrategia de la �transferencia�. Adem�s, con fanfarronadas muy
similares, los gobiernos que hab�an manifestado una amable hostilidad
hacia la agresi�n contra Irak empezaron poco a poco a pedir perd�n y a
entrar en el redil, preparando el recurso a la ONU y a la intervenci�n
de la OTAN o bien, como en el caso de Francia, votando a favor de la
resoluci�n estadounidense en el Consejo de Seguridad y restableciendo
sus relaciones diplom�ticas con los payasos instalados en el poder en
Bagdad. Adem�s, todo el mundo ha de someterse al control policial
impuesto en los aeropuertos por la administraci�n de Estados Unidos.
Aqu� y all�, las peroratas oficiales contra el antisemitismo,
ideol�gicamente asociado con el antiamericanismo �evidentemente
�primario�� dispensan a la Uni�n Europea de toda medida que sancione a
Israel. Con la superpotencia en la c�pula, se acab� el tiempo de los
enfrentamientos intraimperialistas abiertos. El �tr�o� [8]
hace frente com�n.
Se trata de una pol�tica deliberada y
concebida desde hace tiempo, antes de los atentados del 11 de
septiembre, que s�lo proporcion� la coartada ideal. Estaba claro que,
una vez en el saco el asunto afgano, el siguiente objetivo de la
empresa petrolera era Irak. Incluso si nos burlamos �con toda la
raz�n� de la supuesta �misi�n� civilizadora de Estados Unidos y
todav�a m�s del mito de la exportaci�n de la democracia, estamos ante
una empresa de largo aliento, necesaria para la conservaci�n de la
superpotencia. No iba a ser el valiente soldado John Kerry quien
dijera lo contrario, pues durante su pobre campa�a electoral no ces�
de afirmar (el 10 de agosto pasado) su total acuerdo con la cruzada de
su adversario y que �volver�a a votar a favor de la guerra�.
La resistencia
No obstante, la situaci�n
iraqu� nos ofrece otra lecci�n de enorme importancia: la certeza de
que la agresi�n ha fracasado. Ha fracasado por dos veces. Sobre el
terreno, el ej�rcito m�s poderoso del mundo, dotado de la tecnolog�a
m�s avanzada y de medios inigualados de destrucci�n, carente por
a�adidura de cualquier escr�pulo moral o �humanitario�, no logra
controlar un pa�s que ya hab�an asolado ni a una poblaci�n que
supon�an de rodillas. La �victoria de la coalici�n�, celebrada con
tanto �nfasis, no tuvo lugar. �No hay m�s que recordar que para
Berlusconi se trataba s�lo de �unos cuantos beduinos�! Incluso si
olvidamos por un momento el error estrat�gico �que ya cometieron en
Vietnam y que puede sucederle a cualquier estado mayor� de imaginar
que nada se le resiste a quien posee el hierro y el fuego y si
olvidamos asimismo esa miseria cultural y cong�nita que �nicamente ve
en el adversario, sobre todo si es �rabe, lo infrahumano, lo cierto es
que es imposible olvidar que, por mucho que la humildad no sea una
virtud de los yanquis, su arrogancia bate cualquier r�cord cuando se
considera la nulidad de los pron�sticos que hicieron. No, la poblaci�n
no tendi� sus brazos a sus libertadores y, si lo hizo, fue para
estrangularlos. No, el ej�rcito iraqu� no se hundi�, �nicamente cambi�
de t�ctica. No, el tejido social no se desgarr�, y ello a pesar de los
golpes recibidos durante una d�cada: sunitas y chi�tas no se mataron
entre s�. Al contrario, los �vencedores� cuentan sus muertos y sus
heridos por millares y se esfuerzan por disimularlos ante su opini�n
p�blica. A pesar de que no se publican, las negativas de servir en el
ej�rcito e incluso las deserciones existen. El Congreso incrementa sin
cesar los cr�ditos de guerra y el Pent�gono el n�mero de sus tropas,
as� como la duraci�n del reclutamiento. La resistencia, cuyo nombre
niegan de manera tan pat�tica los medios de comunicaci�n serviles �que
s�lo hablan de �terroristas� o �rebeldes��, no s�lo se organiz�, sino
que todo indica que est� formada por el conjunto de las fuerzas
pol�ticas sin distinci�n, confesionales o no, y que a pesar de algunos
grupos manipulados o mafiosos, goza de un apoyo popular muy amplio, lo
cual le permite intervenir de forma simult�nea en todas las regiones
del pa�s. �Acaso es necesario precisar que nuestra solidaridad de
occidentales no nos permite dar consejo alguno a la resistencia
iraqu�, cualesquiera que sean las reservas que podamos tener ante a
tal o cual exceso, pues ni siquiera sabemos si se trata de puro
bandolerismo en ese caos monumental que las fuerzas de invasi�n han
creado en el pa�s? No tenemos derecho alguno a juzgar las formas que
adopte. Tal como ha dicho en fechas recientes Walden Bello, Presidente
de Focus on Global South, �esto ha de ser una lecci�n
para la izquierda� los movimientos progresistas occidentales deben
aceptar la insurrecci�n y la resistencia iraqu�es tales como son y no
dictar lo que deber�an ser�. �Nos habr�amos acaso negado en el siglo
XVI a apoyar a los campesinos alemanes que se levantaron contra sus
se�ores, s�lo porque el sacerdote Thom�s M�nzer se encontraba a su
cabeza? La supuesta recuperaci�n de la soberan�a y los anuncios del
calendario, bajo la batuta de Iyad Alaui, un jefe de Gobierno que es
al mismo tiempo agente de contraespionaje, y de J. D. Negroponte, un
proc�nsul que fue supervisor de escuadrones de la muerte en Honduras y
en otros lugares, no han hecho sino agravar la situaci�n y multiplicar
las acciones contra el ocupante. La farsa electoral, anunciada con
gran refuerzo de propaganda, ha sido tan convincente, popular y
democr�tica como lo fue el r�gimen de Laval en la Francia nazificada o
el del emperador Bao-Dai en la Indochina colonial, m�s cercanos de
nosotros, franceses, que el de Karzai en el Afganist�n liberado. �Ser�
preciso a�adir que la rapacidad financiera, tan claramente expuesta
por Michael Moore en su Fahrenheit 11.09, todav�a no ha
alcanzado sus objetivos y que Halliburton sigue sin recuperar sus
inversiones? El precio del oro negro sube y los contribuyentes se
angustian de la factura.
El segundo fracaso se sit�a en el plano de la
conciencia, pero no s�lo en la de la naci�n iraqu�, sino en esa que
sin exageraciones podemos denominar universal. Recordemos el
extraordinario movimiento de opini�n �sin precedentes hist�ricos� que
en todos los pa�ses se expres� contra la agresi�n. En realidad, se
trataba menos de opini�n p�blica que de pueblos y los m�s decididos
fueron precisamente los pueblos de los gobiernos de la �coalici�n�, lo
cual dej� clara, dicho sea de paso, la aut�ntica naturaleza de las
democracias burguesas. En contradicci�n con las cobard�as o las
complicidades de los dirigentes, este movimiento no se debilit�.
Incluso obtuvo algunos nuevos �xitos con la retirada de las tropas que
impusieron las manifestaciones (Espa�a, Filipinas). �La opini�n
favorable que ten�an los propios sujetos del Imperio de la aventura
iraqu� ha disminuido desde un porcentaje superior al 80% a menos del
50%! Estamos en presencia de una conciencia de masas que no se deja
enga�ar por las proclamaciones grandilocuentes sobre el Derecho, la
Democracia o los Valores; ni por las mentiras en busca de legitimaci�n
guerrera �preventiva�; ni por las manipulaciones que utilizan el
chantaje del miedo ni tampoco por las campa�as de desinformaci�n. El
discurso del terrorismo produce sus propios anticuerpos, cuyas redes y
cuya eficacia, si bien no han ganado la partida, son tan dominantes
que han abierto una perspectiva de lucha.
Esta lucha antiimperialista no
es de ninguna manera un concepto te�rico o una abstracci�n. No
quebrantar� de la noche a la ma�ana el yugo del orden hegem�nico, pero
de ahora en adelante dispone de medios para enfrentarse con ella.
Tiene por vocaci�n el reunir a las fuerzas todav�a dispersas que a
veces se buscan entre s�, y ello a trav�s de los foros sociales, los
movimientos antiglobales o las organizaciones progresistas m�s
cl�sicas, con vistas a constituir un frente internacional de
resistencia democr�tica, que no puede excluir el recurso a la
violencia revolucionaria. Su primera tarea, cuyo ejemplo m�s in�dito y
decisivo lo constituye la resistencia de Irak, es inseparable de las
manifestaciones militantes de solidaridad hacia quienes se encuentran
en los puestos avanzados: el pueblo iraqu� y, junto a �l, el pueblo
palestino y todos parias de la tierra, tanto del Norte como del Sur,
de cuya esperanza son el estandarte.
*
* *
El pensador marxista
franc�s Georges Labica es profesor en la
Universidad Paris X-Nanterre.
Una versi�n
ligeramente m�s breve de este texto apareci� en
L�Ernesto (Roma, agosto de 2004) y Utopie critique
(Par�s, septiembre de 2004).
Notas
[1] Faluya ha
engordado la lista de ciudades m�rtires, junto con Guernica, Dresde,
Coventry, Oradour, Hiroshima o Nagasaki. Una reproducci�n del lienzo
de Picasso sobre Guernica, editada por el Ministerio venezolano de la
Cultura, lleva en sobreimpresi�n la palabra �Faluya�.
[2] Los especialistas hablan incluso de
�genocidio cultural�. El doctor Curtis, director de las antig�edades
del Oriente Pr�ximo en el British Museum ha entregado un informe sobre
las destrucciones de sitios arqueol�gicos cuyas informaciones han sido
calificadas de �terror�ficas� por Lord Redescale, Presidente de la
Comisi�n Parlamentaria brit�nica de arqueolog�a (v�ase Jo�lle Penochet,
Combat-Nature, n� 143, noviembre de 2003).
[3] El Irak conquistado ha tenido que pagar
enormes �da�os de guerra� a sus vencedores; por ejemplo, 16.000
millones de d�lares a Kuwait, 2.000 millones a la �Comisi�n de
indemnizaci�n� de la ONU, que entreg� 70 millones a Estados Unidos y a
Gran Breta�a. Las multinacionales se llevan la parte del le�n de esta
mina: 18 millones a Halliburton, 7 a Beschtel, 2,3 a Mobil, 1,6 a
Shell, 2,6 a Nestl�, 3,8 a Pepsi, 1,3 a Philip Morris y 321 a Kentucky
Fried Chicken; en 1999, Texaco hab�a recibido 505 millones de d�lares.
[4] V�ase Le grand �chiquier.
[5] V�ase la �ltima producci�n del propio
Brzezinski, Le vrai choix.
[6] V�ase la entrevista aparecida en
Le Monde des religions, enero-febrero de 2005.
[7] V�ase L�Empire
de la peur.
[8] El tr�o lo forman los tres polos
imperialistas dominantes: Estados Unidos, Comunidad Europea y Jap�n.