El escritorio de Manuel Talens

El traductor activista

�SALVEMOS EL JAZZ!

Gilad Atzmon (fotografía de David Foreman)

Gilad Atzmon *

Traducido para Rebeli�n por Manuel Talens

Cuando naci� el bebop era la voz de la Am�rica negra. Los estadounidenses negros exig�an libertad y el jazz lo expres� mucho mejor que las palabras. Charlie �Bird� Parker tocaba Now�s the Time insistiendo en que hab�a llegado el momento del cambio social. Charles Mingus compuso Fable of Faubus (1959) en respuesta al racismo de gobernador de Arkansas, Orval Faubus. John Coltrane grab� Alabama despu�s de que cuatro muchachas negras muriesen al explotar una bomba en una iglesia de Birmingham. Cuando Martin Luther King inici� su campa�a a favor de los derechos civiles, toda la comunidad del jazz, blancos y negros, lo apoy� sin fisuras.

Pero el jazz no s�lo quer�a libertad; la propia m�sica era un ejercicio de liberaci�n humana en tiempo real, pues los m�sicos se reinventaban a s� mismos noche tras noche. No es de extra�ar que se convirtiesen en los s�mbolos de la campa�a a favor de los derechos civiles de los negros. Coltrane, cuya m�sica estaba profundamente enraizada en la cultura africana, lleg� a ser un h�roe en Estados Unidos y en el mundo entero.

La elite blanca estadounidense no tard� mucho tiempo en comprender que el jazz pon�a en peligro su hegemon�a y que el jazz y EEUU eran ideolog�as enfrentadas. Mientras que tradicionalmente el car�cter distintivo de ese pa�s suele ser presentado como una celebraci�n de la libertad civil, el jazz de finales de los a�os cincuenta sac� a la luz los profundos defectos del sue�o americano. No s�lo expuso la injusticia fundamental dentro del sistema capitalista, sino que tambi�n valor� la belleza por encima del dinero, lo cual era contrario a la manera americana de pensar.

Despu�s de la Segunda Guerra Mundial, el jazz lleg� a ser enormemente popular en la Europa occidental y gigantes como �Bird�, Dizzy Gillespie, Miles Davis y Dexter Gordon fueron tratados aqu� como grandes figuras culturales. En cambio, en su propio pa�s aquellas leyendas ten�an que entrar en los clubs de jazz por la puerta trasera, porque la principal era para los clientes blancos.

Fue as� como el jazz se convirti� en el embajador cultural de la campa�a estadounidense a favor de los derechos civiles, lo cual era sumamente embarazoso para la clase dirigente, que ya se las daba de l�der del mundo �libre� y �democr�tico�. Dado que en aquel tiempo la principal motivaci�n de Estados Unidos era convencer al mundo de que Coca-Cola era el �nico camino, el jazz se volvi� un obst�culo. Era antiamericano, pues revelaba la cara implacable y abusiva del capitalismo.

Para la burgues�a blanca, el jazz era un problema que necesitaba soluci�n. Hab�a que aplastar su mensaje pol�tico y filos�fico. La mejor manera de vencer a un rival resentido es integrarlo en el sistema y, as�, el jazz pas� a ser la �voz de Am�rica�, los estadounidenses negros se convirtieron en ciudadanos ordinarios y el jazz dej� de ser subversivo. Poco tiempo despu�s, los negros eran ya lo bastante admisibles como para morir en masa en Vietnam.

Tras su presunta �liberaci�n�, los negros de Estados Unidos perdieron el inter�s por su propia m�sica revolucionaria. El jazz ya no era el grito de los negros en busca de libertad, sino una aventura de blancos de clase media. De ser un arte v�vido, aut�ntico y socialmente motivado se transform� en un ejercicio acad�mico. En los a�os setenta, muchas universidades instauraron cursos de jazz, como si �ste fuese una forma de conocimiento, no un estado de �nimo.

El nuevo reto en el jazz fue tocar tan r�pido como uno pudiese. A finales de los setenta ya se hab�a logrado: el jazz era una forma de ruido blanco sin significado alguno. La sensaci�n mel�dica hab�a desaparecido. El swing se convirti� en infinitos ejercicios polirr�tmicos. El jazz estadounidense estaba a punto de ser declarado muerto. No quedaban muchos con la suficiente paciencia como para escuchar un ejercicio algor�tmico musical infinito.

El jazz era ya una m�sica marginal a punto de desaparecer, pero entonces sucedi� un milagro. Los funcionarios con poder de decisi�n en la creciente industria del disco se inventaron un nuevo reto para el jazz: en vez de tocar tan r�pido como uno pudiese sugirieron que deber�a vender lo m�ximo posible.

Estamos ahora en la cresta de esa fase comercial y, de vez en cuando, o�mos que un nuevo artista ha firmado un contrato multimillonario. Mientras que el jazz est� en manos del gran capital nunca producir� cr�tica social. La industria de la m�sica, como cualquier otra industria, s�lo busca acumular dinero y la mejor manera de lograrlo consiste en mantener el actual orden mundial.

Es triste, pero el jazz ya no es una forma subversiva de arte. Ni siquiera es gimn�sticamente atractiva. Ha pasado a ser un mero g�nero marginal asociado con la m�sica ambiental de f�cil audiencia, al estilo de Kenny G y Norah Jones. Unos pocos veteranos de la primera y de la segunda generaci�n todav�a est�n entre nosotros y tocan tan bien como siempre, y prometedores j�venes talentos hacen cola a la espera de entrar en una escena cada vez m�s restringida. Pero ni los unos ni los otros son activistas sociales.

El jazz todav�a est� lo bastante asentado como para ocupar la parte de atr�s del segundo piso de cualquier tienda de discos, lo cual es algo que encaja a la perfecci�n en la filosof�a globalizadora del mercado. Nos ofrece una imagen de diversidad de un mercado musical rico en sonidos y colores. En la tienda se nos dice: �Pida lo que quiera, lo tenemos�. Y tienen raz�n, uno puede ahora comprar el �lbum revolucionario A Love Supreme de Coltrane s�lo por 10 euros en cualquier tienda de m�sica. �Qu� ganga, menudo regalo de Navidad! Nuestro fiel Big Brother casi ha vencido. El mensaje espiritual y pol�tico del jazz casi est� derrotado.

Aqu� es donde yo trato de interferir. Como m�sico bop, me niego a considerar el jazz como una aventura t�cnica. El jazz no trata de la velocidad con que muevo mis dedos o de la complejidad de mis figuras r�tmicas. Insisto en que el jazz no es una forma de conocimiento, sino un estado de �nimo. El jazz es una visi�n del mundo, una forma innovadora de resistencia. Para m�, tocar jazz es luchar contra el orden mundial de Bush, Blair y Sharon, buscar la liberaci�n incluso a sabiendas de que nunca la obtendr�, atacar el nuevo colonialismo estadounidense, proclamar aquello en lo que creo, hacer campa�a a favor de la liberaci�n de mis hermanos palestinos e iraqu�es. Tocar jazz es sugerir una realidad alternativa, reinventarme, estar listo para hacerlo hasta el amargo final.

 

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* Jazzman, escritor y activista de izquierda, el polifac�tico Gilad Atzmon es una estrella ascendente de la escena cultural brit�nica. Nacido en Israel y criado dentro del juda�smo, se exil� a Londres en los a�os noventa. Apoya sin matices la liberaci�n del pueblo palestino, se opone de manera rotunda al principio racial del Estado de Israel y milita a favor de la creaci�n de un �nico estado democr�tico, que acoger�a en su seno tanto a palestinos como a israel�es. Su �ltimo CD, grabado con el multicultural The Orient House Ensemble, se titula Exile. Gilad Atzmon ha publicado una novela, Guide to the Perplexed, que con el t�tulo de Gu�a de perplejos apareci� en castellano bajo el sello de Ediciones del Bronce (Grupo Editorial Planeta, Barcelona 2003). El lector puede visitar su sitio web en el siguiente URL: www.gilad.co.uk

 

 Exile  Guía de perplejos

 


 

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