Las
casu�sticas de la paz y la guerra
Perry Anderson
La probabilidad de una segunda guerra
en Irak suscita un gran n�mero de preguntas, tanto anal�ticas como
pol�ticas. �Cu�les son las intenciones ocultas tras la inminente
campa�a? �Cu�les ser�n las consecuencias? �Qu� nos dicen los
preparativos de la guerra sobre la din�mica a largo plazo del poder
estadounidense global? Estas cuestiones permanecer�n sobre la mesa
todav�a durante alg�n tiempo, m�s all� de cualquier ofensiva que tenga
lugar esta primavera. El proscenio est� ocupado en la actualidad por
distintos argumentos, relativos a la legitimidad o a la cordura de la
expedici�n militar que ahora se prepara. Mi objetivo aqu� consistir�
en reflexionar sobre las cr�ticas que recibe en la actualidad la
Administraci�n Bush articuladas dentro de la opini�n general, as� como
sobre las respuestas de la Administraci�n a tales cr�ticas, todo ello
con vistas a discernir la estructura de justificaci�n intelectual de
ambos argumentos, lo que los divide y lo que tienen com�n. Por �ltimo,
terminar� con unos comentarios sobre c�mo se ve este debate desde la
perspectiva de unas premisas distintas.
Si observamos por encima las m�ltiples
objeciones que se le hacen a una segunda guerra en el Golfo, podemos
distinguir seis cr�ticas principales, expresadas de maneras diferentes
y distribuidas a trav�s de un amplio abanico de la opini�n.
1. El ataque proyectado contra Irak es
una cruda demostraci�n de la unilateralidad estadounidense. La
Administraci�n Bush ha declarado abiertamente su intenci�n de atacar
Bagdad, con el aval de las Naciones Unidas o sin �l. Esto representa
no solamente un grave rev�s para la unidad de la alianza occidental,
sino que conducir� a un peligroso debilitamiento sin precedentes de la
autoridad del Consejo de Seguridad, que es la encarnaci�n m�s elevada
del derecho internacional.
2. La intervenci�n masiva a tal escala
en el Oriente Pr�ximo s�lo puede fomentar el terrorismo antioccidental.
M�s que ayudar a la destrucci�n de Al Qaida, probablemente
multiplicar� el n�mero de voluntarios que se alistar�n en esa
organizaci�n. Los Estados Unidos correr�n m�s peligro despu�s de una
guerra contra Irak que el que corr�an antes.
3. La campa�a en preparaci�n es un
ataque preventivo, abiertamente declarado como tal, que socava el
respeto hacia el derecho internacional y expone al mundo a un
torbellino de violencia, conforme otros estados sigan la misma senda y
se tomen la justicia por sus propias manos.
4. La guerra, en cualquier caso,
siempre deber�a ser una �ltima instancia para resolver un conflicto
internacional. En el caso de Irak, un endurecimiento de las sanciones
y la vigilancia bastar�an para desmantelar el r�gimen baath,
ahorrando vidas inocentes y conservando la unidad de la comunidad
internacional.
5. La obsesi�n con Irak es una
distracci�n del peligro m�s agudo que plantea Corea del Norte, pa�s
que tiene un mayor potencial nuclear, un ej�rcito m�s poderoso e
incluso unos dirigentes m�s temibles. Los Estados Unidos deber�an
ocuparse con mayor prioridad de Kim Jong Il, no de Sadam Husein.
6. Incluso si la invasi�n de Irak se
llevase a cabo sin complicaciones, la ocupaci�n del pa�s ser� una
empresa demasiado arriesgada y costosa para que los Estados Unidos
salgan de ella sin problemas. La participaci�n aliada es necesaria
para que tenga cualquier posibilidad de �xito, pero la unilateralidad
de la Administraci�n compromete la posibilidad de dicha participaci�n.
El mundo �rabe probablemente asistir� con resentimiento a un
protectorado extranjero. Incluso con una coalici�n occidental para
controlar el pa�s, Irak es una sociedad profundamente dividida, sin
tradici�n democr�tica, que no podr� ser f�cilmente reconstruido seg�n
el modelo alem�n o japon�s de la posguerra. Los costos potenciales de
la aventura pesan m�s que cualquier posible ventaja que los Estados
Unidos pudieran obtener.
Tal es, m�s o menos, el conjunto de
las cr�ticas que se pueden encontrar en los medios de comunicaci�n
convencionales y en respetables c�rculos pol�ticos, tanto en los
propios Estados Unidos como �incluso m�s� en Europa y en otros
lugares. Se pueden resumir en unos pocos t�tulos: los vicios de la
unilateralidad, los riesgos de alentar el terrorismo, los peligros de
la guerra preventiva, el costo humano de la guerra, la amenaza de
Corea del Norte y las responsabilidades de hacer m�s de lo necesario.
Como tal, se dividen en dos categor�as: las objeciones de principios
�los males de la unilateralidad, de la guerra preventiva� y las
objeciones de prudencia: los peligros del terrorismo, Corea del Norte,
el problema de hacer m�s de lo necesario.
�Qu� respuestas puede dar la
Administraci�n Bush a cada una de ellas?
1. La unilateralidad.
Hist�ricamente, los Estados Unidos siempre se han reservado el derecho
de actuar solos si era necesario, si bien buscando aliados dentro de
lo posible. En a�os recientes actuaron solos en Grenada, en Panam�, en
Nicaragua... �Cu�les son sus aliados que se quejan ahora de los
acomodos que tuvieron lugar en cualquiera de esos pa�ses? En cuanto a
las Naciones Unidas, la OTAN no las consult� cuando lanz� su ataque
contra Yugoslavia en 1999, en el que participaron todos los aliados
europeos que ahora hablan de la necesidad de una autorizaci�n del
Consejo de Seguridad y que fue apoyado calurosamente por el 90 por
ciento de la opini�n que ahora se queja de nuestros planes para Irak.
Si fue correcto derrocar por la fuerza a Milosevic, que no ten�a armas
de destrucci�n masiva y que incluso toler� una oposici�n que lleg� a
ganar unas elecciones, �por qu� no lo ha de ser derrocar por la fuerza
a Sadam, un tirano m�s peligroso, cuyo historial de violaciones de
derechos humanos es peor, que ha invadido a un vecino, que utiliz�
armas qu�micas y que no soporta oposici�n de ninguna clase? En
cualquier caso, las Naciones Unidas ya han aprobado la resoluci�n
1441, que deja la v�a libre a los miembros del Consejo de Seguridad
para aplicar la fuerza contra Irak, con lo que la legalidad de un
ataque no est� en entredicho.
2. El terrorismo. Al Qaida es
una red que se gu�a por el fanatismo religioso de una fe que apela a
la guerra santa del mundo musulm�n contra los Estados Unidos. La
creencia de que Al� asegura la victoria a los jihadi es uno de
sus principios b�sicos. Por ello, no hay mejor manera de desmoralizar
y terminar con dicha creencia que demostrando la falsedad de la ayuda
celestial y la imposibilidad absoluta de resistir a la muy superior
fuerza militar estadounidense. Los fanatismos nazi y japon�s se
apagaron con el simple hecho de una derrota aplastante, y si Al Qaida
est� muy lejos de aquel poder�o, �por qu� ahora ser�a distinto?
3. La guerra preventiva. Lejos
de ser una nueva doctrina, es un derecho tradicional de los estados.
Al fin y al cabo, �qu� fue la m�s admirada victoria militar de la
posguerra, sino un ataque preventivo? La Guerra de los Seis D�as de
Israel, en 1967, lejos de ser condenable, dio lugar a la moderna
doctrina de las Guerras justas e injustas, tal como la
defini� el distinguido fil�sofo de la izquierda estadounidense Michael
Walter en un trabajo vivamente elogiado por el todav�a m�s ilustre
fil�sofo liberal John Rawls en su The Law of Peoples [El
derecho de los pueblos. M�s a�n, al atacar Irak, lo �nico que haremos
es completar el vital ataque preventivo de 1981contra el reactor
Osirak. �Qui�n se queja ahora de aquello?
4. El costo humano de la guerra.
En verdad es algo tr�gico y haremos todo lo que podamos �que
t�cnicamente es mucho� para reducir al m�nimo las v�ctimas civiles.
Pero la realidad es que una guerra r�pida ahorrar� vidas y no al
contrario. Seg�n la UNICEF, desde 1991 las sanciones contra Irak
�apoyadas por la mayor parte de quienes ahora se oponen a la guerra�
han causado 500.000 muertes por desnutrici�n y enfermedad. Incluso si
aceptamos una cifra inferior, es decir, 300.000, es muy improbable que
la guerra r�pida y quir�rgica que somos capaces de llevar a cabo se
acerque a esta destrucci�n provocada en tiempo de paz. Al contrario,
una vez Sadam derrocado, el petr�leo fluir� libremente de nuevo y los
ni�os iraqu�es tendr�n bastante para comer. La poblaci�n aumentar� de
nuevo con celeridad.
5. Corea del Norte. Se trata de
un estado comunista arruinado que seguramente plantea un gran peligro
para el nordeste asi�tico. Tal como se�alamos mucho antes de las
actuales protestas, es la otra extremidad del Eje de Mal. Pero es de
sentido com�n que concentremos nuestras fuerzas primero en el eslab�n
m�s d�bil del Eje, no en el m�s fuerte. Si hemos de proceder con mayor
cautela al derrocamiento del r�gimen no es porque Pyongyang tenga o no
tenga unas rudimentarias armas nucleares, que podemos f�cilmente
destruir, sino porque podr�a abalanzarse sobre Se�l en un ataque
convencional. �Acaso alguien duda de que tenemos la intenci�n de
ocuparnos tambi�n del r�gimen norcoreano cuando llegue el momento?
6. El problema de hacer m�s de lo
necesario. La ocupaci�n de Irak realmente plantea un desaf�o, que
no subestimamos. Pero es una apuesta razonable. La hostilidad �rabe
est� sobreestimada. Al fin y al cabo, durante los dos a�os que ha
necesitado Israel para aniquilar la segunda intifada ante las
c�maras de la televisi�n, no ha habido ni una sola manifestaci�n de
importancia en el Oriente Pr�ximo, y eso que la simpat�a popular por
los palestinos es mucho mayor que por Sadam. Tambi�n suele olvidarse
que ya tenemos un protectorado muy ventajoso en el tercio norte de
Irak, donde hemos abatido cabezas kurdas con bastante eficacia.
�Alguna vez se ha quejado alguien? El centro sunni del pa�s
seguramente ser� m�s dif�cil de controlar, pero la idea de que en
Oriente Pr�ximo es imposible mantener reg�menes estables creados o
dirigidos por poderes extranjeros es absurda. Basta con recordar la
prolongada estabilidad de la monarqu�a que establecieron los
brit�nicos en Jordania o el satisfactorio peque�o estado que crearon
en Kuwait. Mejor a�n, pensemos en nuestro leal amigo Mubarak, de
Egipto, que tiene una poblaci�n urbana mucho m�s numerosa que Irak.
Todo el mundo dec�a que Afganist�n era un cementerio para los
extranjeros �brit�nicos, rusos, etc.�, pero lo liberamos con bastante
rapidez y ahora las Naciones Unidas hacen un trabajo excelente que lo
est� haciendo revivir. �Por qu� no Irak? Si todo va bien, podr�amos
obtener grandes ventajas: una plataforma estrat�gica, un modelo
institucional y considerables provisiones de petr�leo.
Ahora, si uno considera
desapasionadamente ambos modelos de argumentos, quedan pocas dudas de
que, en cuestiones de principios, la posici�n de la Administraci�n
Bush contra sus cr�ticos es inatacable, y est� muy claro por qu�.
Ambos lados comparten una serie de asunciones comunes, cuya l�gica
hace que el ataque contra Irak sea una proposici�n sumamente
defendible. �Cu�les son tales asunciones? Se pueden resumir como
sigue:
1. El Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas representa la expresi�n legal suprema de la �comunidad
internacional�; excepto en los casos en que no se especifica, sus
resoluciones tienen una fuerza obligatoria jur�dica y moral.
2. Sin embargo, las intervenciones
humanitarias u otras por parte de Occidente, cuando son necesarias, no
requieren el permiso de las Naciones Unidas, aunque siempre sea
preferible obtenerlo.
3. Irak cometi� una ofensa contra el
derecho internacional cuando trat� de anexar Kuwait y fue castigado
por aquel crimen, contra el cual las Naciones Unidas se han venido
alzando desde entonces como una sola voz.
4. Irak tambi�n ha procurado adquirir
armas nucleares, cuya proliferaci�n es, en cualquier caso, un peligro
urgente para la comunidad internacional, por no hablar de las armas
qu�micas o biol�gicas.
5. Irak es una dictadura como no hay
otra, o quiz� s�lo unas pocas m�s, incluida Corea del Norte, que viola
los derechos humanos.
6. En consecuencia, Irak no puede
gozar de los derechos de un estado soberano, sino que debe someterse a
bloqueos, bombardeos y p�rdidas de integridad territorial, hasta que
la comunidad internacional decida lo contrario.
Equipados con estas premisas, no es
dif�cil demostrar que a Irak no se le puede permitir que posea armas
nucleares o de cualquier otro tipo; que ha desafiado resoluciones
sucesivas de las Naciones Unidas; que el Consejo de Seguridad aprob�
t�citamente un segundo ataque contra su territorio (cosa que no hizo
en el ataque contra Yugoslavia) y que Sadam Husein hace tiempo que se
merece la destituci�n.
No obstante, estas mismas premisas
pueden ser utilizadas por los cr�ticos de la Administraci�n Bush,
aunque no bas�ndose en principios, sino simplemente en razones de
prudencia: puede que la invasi�n de Irak sea moralmente aceptable e
incluso deseable, pero �es pol�ticamente acertada? El c�lculo de las
consecuencias es siempre m�s imponderable que la deducci�n a partir de
principios, de manera que deja mucho espacio libre para desacuerdos
considerables. Es poco probable que cualquiera que est� convencido de
que Al Qaeda es un bacilo mort�fero a la espera de convertirse en una
epidemia, que Kim Jong Il es un d�spota todav�a m�s demente que Sadam
Husein o aquel Irak podr�a convertirse en otro Vietnam, se deje
influenciar si se le recuerda la resoluci�n 1441 de las Naciones
Unidas o la alta misi�n de la OTAN en la protecci�n de derechos
humanos en los Balcanes.
Las estructuras de justificaci�n
intelectual son una cosa. El sentimiento popular, aunque no sea inmune
a ellas, es otra. Las multitudinarias manifestaciones del 15 de
febrero en la Europa occidental, en los Estados Unidos y en Australia,
opuestas a un ataque contra Irak, plantean un tipo diferente de
pregunta. Es as� de simple. �C�mo explicar esta enorme y apasionada
rebeli�n contra la perspectiva de una guerra cuyos principios se
diferencian poco de precedentes intervenciones militares, las cuales
fueron aceptadas o incluso bienvenidas por tantos de quienes ahora se
alzan contra �sta? �Por qu� la guerra en Oriente Pr�ximo hoy despierta
sentimientos que la guerra de los Balcanes no despert�, si l�gicamente
son tan similares? Es poco probable que la desproporci�n de las
reacciones tenga algo que ver con distinciones entre Belgrado y Bagdad
y, en cualquier caso, esta �ltima ha dado m�s motivos para la
intervenci�n. Est� claro que la explicaci�n se encuentra en otra
parte. Tres factores parecen haber sido decisivos.
En primer lugar, la hostilidad al
r�gimen republicano de la Casa Blanca. La aversi�n cultural por la
presidencia de Bush est� muy extendida en la Europa occidental, donde
sus �speras afirmaciones sobre la supremac�a estadounidense y su
tendencia poco diplom�tica de aunar las palabras con los hechos han
logrado que la opini�n p�blica, acostumbrada a que se suela correr un
velo decoroso sobre la realidad del poder, no lo aprecie en absoluto.
Para comprender hasta qu� punto tiene peso este ingrediente en el
sentimiento pacifista europeo, basta con recordar la sumisi�n con que
se tomaron los sucesivos bombardeos de Clinton sobre Irak. Si una
Administraci�n Gore o Lieberman estuviese preparando una segunda
guerra del Golfo, la resistencia ser�a la mitad de la que hay ahora.
La aversi�n actual hacia Bush de los medios de comunicaci�n y de la
opini�n p�blica de la Europa occidental no tiene ninguna relaci�n con
las diferencias reales entre los dos partidos en los Estados Unidos.
Basta con se�alar que Kenneth Pollack y Philip Bobbitt, que son
respectivamente el principal exponente pr�ctico y el principal te�rico
intelectual de la guerra contra Irak, son antiguos ornamentos del
r�gimen de Clinton. Pero como los sistemas pol�ticos occidentales
tienden a difuminar los contrastes sustanciales de la pol�tica, las
diferencias simb�licas de estilo y la imagen pueden adquirir, en
compensaci�n, una rigidez hist�rica. El Kulturkampf entre
dem�cratas y republicanos dentro de los Estados Unidos ahora se est�
reproduciendo entre los Estados Unidos y la Uni�n Europea. Es t�pico
que en tales discusiones la violencia de las pasiones partidistas sea
inversamente proporcional a la profundidad de los aut�nticos
desacuerdos. Pero al igual que en los conflictos entre las facciones
azules y verdes del hip�dromo bizantino, preferencias afectivas
m�nimas pueden tener consecuencias pol�ticas importantes. La Europa
que echa de menos a Clinton �v�ase cualquier editorial en The
Guardian, Le Monde, La Repubblica o El Pa�s-
puede unirse para rechazar a Bush.
En segundo lugar est� el espect�culo.
La opini�n p�blica estaba bien preparada para la Guerra de los
Balcanes debido a la masiva cobertura de la prensa y de la televisi�n
con respecto a las salvajadas �tnicas que se estaban cometiendo en la
regi�n, que eran reales y �tras Rambouillet, en un grado considerable�
m�ticas. Las incomparablemente mayores matanzas de Ruanda, donde los
Estados Unidos, por temor a que los medios de comunicaci�n dejasen de
informar sobre Bosnia, bloquearon la intervenci�n durante el mismo
per�odo, fueron totalmente ignoradas. El sitio de Sarajevo,
retransmitido con todo detalle, horroriz� a millones de personas. La
destrucci�n de Grozny, que sucedi� fuera de campo, apenas provoc� un
encogimiento de hombros. Clinton la llam� liberaci�n y Blair se
apresur� a felicitar a Putin por las elecciones que gan� por tal
motivo. En Irak, la grave situaci�n de los kurdos fue ampliamente
televisada despu�s de la guerra del Golfo, lo cual moviliz� a la
opini�n p�blica a favor de la creaci�n de un protectorado
angloestadounidense, sin necesidad de una autorizaci�n de las Naciones
Unidas. Pero hoy, por mucho que Washington o Londres declamen las
atrocidades de Sadam Husein, por no hablar de sus armas de destrucci�n
masiva, son invisibles a todos los efectos pr�cticos para el
espectador europeo. Las sesiones de diapositivas de Powell en el
Consejo de Seguridad no tienen parang�n con las im�genes de Bernard-Henri
L�vy o de Michael Ignatieff vibrando ante el micr�fono. A falta de
im�genes, la liberaci�n de Bagdad deja fr�a la imaginaci�n de los
europeos.
En tercer lugar, quiz�s la raz�n m�s
importante sea el miedo. Los bombardeos a�reos pudieron llevarse a
cabo sobre Yugoslavia en 1996 y de manera continua sobre Irak a partir
de 1991 sin ning�n riesgo de represalias. �Qu� pod�an hacer Milosevic
o Sadam? Eran blancos f�ciles. El atentado del 11 de septiembre alter�
este sentimiento de seguridad. Fue de verdad un espect�culo
inolvidable, dise�ado para hipnotizar a Occidente. El objetivo de los
ataques eran los Estados Unidos, no Europa. Si bien los estados
europeos, con Gran Breta�a y Francia a la cabeza, participaron en la
respuesta contra Afganist�n, para sus poblaciones la guerra se
desarroll� en un escenario remoto, y el tel�n se baj� con rapidez. La
perspectiva de una invasi�n y de una ocupaci�n de Irak, mucho m�s
grande y m�s cercana, en el coraz�n de Oriente Pr�ximo, donde la
opini�n p�blica europea observa con inquietud �pero sin hacer nada al
respecto� que algo va mal en la tierra de Israel, es otra cosa. El
espectro de la venganza por parte de grupos como Al Qaeda o similares
en una nueva versi�n de la Guerra de los Balcanes ha enfriado a muchos
ardientes partidarios del nuevo 'humanismo militar� de finales de los
a�os noventa. Los serbios eran una bagatela: menos de ocho millones.
Los �rabes son doscientos ochenta millones y est�n m�s cerca de Europa
que de los Estados Unidos, e incluso muchos de ellos en su interior.
Ante la expedici�n a Bagdad, incluso los militantes leales del New
Labour se preguntan ahora: �est�is seguros de que esta vez nos vamos a
librar?
Los grandes movimientos de masas no se
deben juzgar con r�gidas normas l�gicas. Sean cuales sean sus motivos,
las multitudes que han protestado contra una guerra en Irak son un
latigazo contra los gobiernos que la promueven. En cualquier caso,
hab�a all� elementos demasiado j�venes como para haberse comprometido
a causa de los precedentes. Pero si el movimiento desea permanecer
deber� desarrollarse m�s all� de las limitaciones del club de fans, de
la pol�tica del espect�culo, de la �tica del miedo. Porque la guerra,
si tiene lugar, no se parecer� a Vietnam. Ser� corta y aguda y no hay
ninguna garant�a de que la justicia po�tica llegar� despu�s. Una
simple oposici�n prudencial a la guerra no sobrevivir� al triunfo, y
tampoco lo har� lo que se escriba a mano sobre su legalidad en una
hoja de parra de las Naciones Unidas. Los diversos jueces y abogados
que ahora ponen reparos a la campa�a que se avecina har�n las paces
con sus comandantes bastante pronto, una vez que los ej�rcitos aliados
se instalen en el Tigris y Kofi Annan pronuncie uno o dos discursos
para hacer las paces, redactados por los �negros� del Financial
Times, sobre la distensi�n de la posguerra. La resistencia, si
desea perdurar, deber� encontrar otros principios en qu� basarse. Y
puesto que los debates actuales invocan interminablemente a la
�comunidad internacional� y a las Naciones Unidas, como si fuesen un
b�lsamo contra la Administraci�n Bush, deber�n asimismo comenzar por
ah�. He aqu� algunas proposiciones telegr�ficas que podr�an servir de
alternativas:
1. No existe ninguna comunidad
internacional. El t�rmino es un eufemismo de la hegemon�a
estadounidense. Se debe a la Administraci�n el que algunos de sus
funcionarios lo hayan abandonado.
2. Las Naciones Unidas no son un lugar
de autoridad imparcial. Su estructura, dado el poder abrumador de las
cinco naciones vencedoras de una guerra que tuvo lugar hace cincuenta
a�os, es pol�ticamente indefendible: comparable hist�ricamente a la
Santa Alianza de principios del siglo XIX, que tambi�n proclam� su
misi�n de preservar la �paz internacional �en beneficio de la
humanidad'. Mientras que estos poderes estuvieron divididos por la
guerra fr�a, se neutralizaron unos a otros en el Consejo de Seguridad
y la organizaci�n fue inofensiva. Pero ahora que la guerra fr�a se ha
terminado, las Naciones Unidas se han convertido esencialmente en una
pantalla para la voluntad estadounidense. Supuestamente dedicada a la
causa de la paz internacional, la organizaci�n ha emprendido dos
guerras importantes desde 1945 y no ha impedido ninguna. Sus
resoluciones son sobre todo ejercicios de manipulaci�n ideol�gica.
Algunos de sus afiliados secundarios �la UNESCO, la Unctad y otros
similares� hacen un buen trabajo y la Asamblea general es poco da�ina.
Pero no hay ninguna posibilidad de reformar el Consejo de Seguridad.
El mundo estar�a mucho mejor �ser�a un conjunto m�s honorable de
estados iguales� sin su presencia.
3. El oligopolio nuclear de los cinco
poderes vencedores de 1945 es igualmente indefendible. El Tratado de
no proliferaci�n nuclear es una burla de cualquier principio de
igualdad o de justicia, pues quienes poseen las armas de destrucci�n
masiva insisten en que todos, excepto ellos, se deshagan de ellas en
beneficio de la humanidad. En el caso de que algunos estados
reclamaran tales armas, ser�an los peque�os, no los grandes, ya que
�stas compensar�an el poder y la arrogancia de estos �ltimos. En la
pr�ctica, como era de esperar, estas armas est�n muy difundidas, y
puesto que los grandes poderes se niegan a desechar las suyas, no hay
ninguna raz�n para oponerse a que otros las posean. Kenneth Waltz,
decano estadounidense de la teor�a de las relaciones internacionales y
una fuente impecablemente respetable, public� hace mucho tiempo un
tranquilo y detallado ensayo, que nunca ha sido refutado y que se
titulaba �The Spread of Nuclear Weapons: More May Be Better� [La
proliferaci�n de las armas nucleares: m�s puede ser mejor]. Es una
lectura recomendable. La idea de que no se debe permitir que Irak o
Corea del Norte posean tales armas, mientras que se puede perdonar que
Israel o la Sud�frica blanca s� las tengan, no tiene base l�gica
alguna.
4. Las anexiones de territorios
�denominadas conquistas en un lenguaje m�s tradicional�, cuyo castigo
es la justificaci�n nominal del bloqueo impuesto por las Naciones
Unidas a Irak, nunca atrajeron las iras de las Naciones Unidas cuando
los conquistadores eran aliados de los Estados Unidos, sino �nicamente
cuando eran sus adversarios. Las fronteras de Israel, a pesar de las
resoluciones de las Naciones Unidas de 1947, por no hablar de 1967,
son el producto de conquistas. Turqu�a se apoder� de dos quintas
partes de Chipre, Indonesia de Timor oriental y Marruecos del Sahara
Occidental, sin que nadie temblara en el Consejo de Seguridad. Los
detalles legales importan s�lo cuando los intereses de los enemigos
est�n en juego. En lo que respecta a Irak, las agresiones
excepcionales del r�gimen baath son un mito, tal como John
Mearsheimer y Stephen Walt �a quienes dif�cilmente se los puede tachar
de radicales incendiarios� han demostrado recientemente con detalle en
su reciente ensayo publicado en Foreign Policy.
5. El terrorismo, tal como lo practica
Al Qaeda, no es una amenaza seria para el statu quo en ninguna parte.
El �xito espectacular del ataque del 11 de septiembre se bas� en la
sorpresa �incluso la del cuarto avi�n� y es imposible de repetir. Si
Al Qaeda hubiera sido una organizaci�n fuerte, habr�a descargado sus
golpes en los estados clientes de Estados Unidos en Oriente Pr�ximo,
donde el derrocamiento de un r�gimen significar�a una diferencia
pol�tica, m�s que en los Estados Unidos, donde s�lo hizo el efecto de
un pinchazo. Tal como han se�alado Olivier Roy y Gilles Keppel, las
dos mejores autoridades en el campo de islamismo contempor�neo, Al
Qaeda es el remanente aislado de un movimiento de masas del
fundamentalismo musulm�n, cuya utilizaci�n del terror es el s�ntoma de
su debilidad y de su derrota, el equivalente isl�mico de la Facci�n
del Ej�rcito Rojo o de las Brigadas Rojas que surgieron en Alemania y
Italia una vez que los grandes levantamientos de estudiante de finales
de los a�os sesenta se hubieran desvanecido, y que fueron f�cilmente
reprimidos por el estado. La total incapacidad de Al Qaeda para
organizar un solo atentado mientras que sus bases estaban siendo
destruidas y sus mandos aniquilados en Afganist�n, habla mucho sobre
su debilidad. De formas diferentes, la evocaci�n del espectro de una
conspiraci�n enorme y mortal, capaz de golpear en cualquier momento,
le hace el juego tanto a la Administraci�n como a la oposici�n del
Partido Dem�crata, pero es un invento que tiene poco que ver de una u
otra manera con Irak, que ni tiene hoy conexiones con Al Qaeda ni
probablemente podr� hacer que la organizaci�n reviva si cae ma�ana.
6. Las tiran�as o el abuso de los
derechos humanos, que ahora se utilizan para justificar intervenciones
militares �pasando por encima de la soberan�a nacional en nombre de
valores humanitarios� son otra cosa que las Naciones Unidas tambi�n
utilizan con criterios no menos selectivos. El r�gimen iraqu� es una
dictadura brutal, pero hasta que atac� a uno de los peones
estadounidenses en el Golfo hab�a sido armado y financiado por
Occidente. Su historial es menos sangriento que el del r�gimen
indonesio, que durante tres d�cadas fue el pilar principal de
Occidente en el sudeste asi�tico. La tortura era legal en Israel hasta
ayer, abiertamente aceptada por el Tribunal Supremo. A diferencia de
Irak, Turqu�a, reciente candidata a la entrada en la Uni�n Europea, ni
siquiera tolera la lengua de sus kurdos y, en calidad de buen miembro
de la OTAN, tortura y encarcela sin obst�culo alguno. En cuanto a la
�justicia internacional�, la farsa del Tribunal de la Haya sobre
Yugoslavia, puesto que la OTAN es juez y parte, se amplificar� con el
Tribunal Penal Internacional, en el que el Consejo de Seguridad puede
prohibir o suspender cualquier acci�n que no le guste (es decir, que
irrite a sus miembros permanentes).Adem�s, se invita a compa��as
privadas o millonarias �Walmart o Dow Chemicals, Hinduja o Fayed,
pongamos por caso� a financiar investigaciones (Art�culos 16 y 116).
Sadam, en caso de que lo capturen, seguramente ser� juzgado por este
augusto tribunal. �Alguien se imagina que Sharon o Putin o Mubarak
alguna vez lo ser�n?
�Cu�les son las conclusiones?
Simplemente �stas: maullar sobre la locura de Blair o la crudeza de
Bush s�lo sirve para salvar los muebles. Los argumentos contra la
guerra inminente ser�an m�s cre�bles si se centrasen en la estructura
anterior al tratamiento especial que las Naciones Unidas le otorgaban
a Irak, en vez de ocuparse de la cuesti�n secundaria de si hay que
seguir estrangulando despacio el pa�s o bien sacarlo r�pidamente de su
miseria.
�Qu� es lo que motiva a Perry?
Perry Anderson ha escrito una pol�mica
cr�tica de los argumentos de los sectores liberales del movimiento
pacifista. Su cr�tica del apoyo a las Naciones Unidas y en particular
al Consejo de Seguridad y al Tratado de no proliferaci�n nuclear est�
bien argumentada, si bien peca de unilateral. Aparte de sus
perspicaces reproches al campo pacifista liberal, el resto de su
pol�mica adolece de profundos y penetrantes fallos te�ricos, de
conceptualizaci�n y de realidad. En primer lugar, Anderson hace caso
omiso de la compleja y plural coalici�n que vincula a
antiimperialistas radicales con pacifistas y con liberales religiosos
y seglares.
La discusi�n que hace Anderson de los
preparativos estadounidenses para la guerra carece de cualquier
alusi�n a un marco te�rico digno de este nombre. Su vaga y escueta
menci�n de la �hegemon�a' estadounidense no funciona. Su reticencia a
la hora de discutir (o incluso de mencionar) el imperialismo
estadounidense y las especificidades de su elite gobernante excluye
cualquier comprensi�n del contexto, de la radicalizaci�n y del
crecimiento del movimiento pacifista y, en particular, de su poderosa
vertiente antiimperialista. Anderson se limita al debate entre
conservadores y liberales, que son tanto prob�licos como pacifistas y,
a continuaci�n, inserta el movimiento pacifista de masas dentro de
estos estrechos l�mites.
La idea que tiene Anderson del
movimiento pacifista est� distorsionada por la lectura del London
Times o del Los Angeles Times o por los chismorreos de
Beverly Hills. El movimiento pacifista es una superaci�n de los
sectores radicales del movimiento antiglobalizador, para ser m�s
precisos de su ala anticapitalista. En segundo lugar, un sector
mayoritario del movimiento pacifista (sobre todo fuera de la �rbita
angloestadounidense) se opone a la guerra con independencia de
cualquier decisi�n de las Naciones Unidas, lo cual demuestra su
posici�n cr�tica con respecto al comportamiento pasado y presente de
las Naciones Unidas. En tercer lugar, en muchos pa�ses, incluidos
Inglaterra, Turqu�a, Italia y Francia, los trabajadores han iniciado
acciones directas �huelgas� o han amenazado con otras acciones para
oponerse a la naturaleza imperialista de la guerra. En el norte de
Italia los sindicalistas y los activistas pacifistas han bloqueado
v�as f�rreas que se utilizan para transportar convoyes cargados de
armas. El 14 de marzo, millones de trabajadores espa�oles organizaron
una huelga general contra los preparativos de la guerra.
La fl�ccida discusi�n de Anderson
sobre los motivos que mueven al creciente movimiento pacifista es una
caricatura del movimiento, m�s cercana a Paul Wolfowitz que a las
explicaciones dadas por los propios participantes. Seg�n Anderson, la
oposici�n se basa en la hostilidad cultural hacia los republicanos, en
los defectos de la campa�a de propaganda (�espect�culo�) de los medios
de comunicaci�n adictos a Bush y en el �miedo'. Las principales
consignas que se gritan en las manifestaciones de todo el mundo son
�No cambiemos sangre por petr�leo�, �Petr�leo = Guerra� y otras muchas
variantes del mismo tema, que reflejan la oposici�n a la guerra que
promueve Washington para quedarse con el petr�leo de Irak. Estos
esl�ganes reflejan un razonamiento coherente, l�gico y exacto, que
vincula una guerra imperial con la b�squeda del control de una materia
prima estrat�gica. Anderson subestima la repugnancia popular hacia el
asesinato en masa, as� como la convicci�n que tienen los movimientos
pacifistas de que millones de iraqu�es ser�n asesinados, heridos o
desplazados. La opini�n popular de las masas ha sido capaz de ver a
trav�s de la campa�a de propaganda sin precedentes, masiva y homog�nea
de Bush, Blair, Aznar, Berlusconi y otros. En vez de reconocer una
nueva conciencia cr�tica p�blica, Anderson le reprocha a Bush el que
no haya emprendido una campa�a de propaganda mas agresiva y eficaz. Al
parecer, Anderson olvida que s�lo pueden proyectar sus im�genes de
propaganda durante 24 horas por d�a.
La cuesti�n del miedo a la venganza es
un factor que influye en el auge del movimiento pacifista, pero esta
inquietud psicol�gica est� ligada tanto a los sentimientos pacifistas
como a los favorables a la guerra. Las razones que encaminan la
condici�n psicol�gica hacia una direcci�n particular �a oponerse a los
Estados Unidos como agresor� son factores pol�ticos, sociales y
econ�micos, el reconocimiento de que Washington ha falsificado los
datos que justifican la guerra, de que no hay ninguna prueba de que
existan amenazas cre�bles provenientes de Irak y la sensaci�n de que
los Estados Unidos son la aut�ntica amenaza terrorista. �sta es la
cuesti�n en la mayor parte de los pa�ses, en particular fuera del
mundo anglosaj�n. En Corea del Sur, seg�n encuestas recientes, la
mayor parte de la poblaci�n, tres de cada cuatro coreanos, considera
que los Estados Unidos son una amenaza mayor que Corea del Norte.
En lo que seguramente ser� considerado
como el argumento logicodeductivo m�s absurdo sobre el movimiento
pacifista, Anderson aduce que �en cuestiones de principios, la
posici�n de la Administraci�n Bush contra sus cr�ticos es inatacable�.
Conforme uno lee con detenimiento el resumen que hace Anderson de las
asunciones en que se basan tales �principios� , advierte que no logra
explicar en detalle el principio bushiano de la guerra permanente
sobre la base de una conspiraci�n planetaria internacional mundial hoy
vigente en 60 pa�ses, la doctrina de las guerras preventivas, las
m�ltiples guerras en Oriente Pr�ximo y la il�gica posici�n de apoyar
los principios de las Naciones Unidas y de anularlos en la pr�ctica.
Si no fuera por lo mucho que est� en juego, resultar�a divertido leer
la en�rgica presentaci�n que hace Anderson de la guerra �de
principios� de la Administraci�n Bush y su disparatado resumen de la
il�gica e incoherente discusi�n de la posici�n pacifista liberal. En
sus esfuerzos por desacreditar los argumentos liberales pacifistas,
sin querer �o bien deliberadamente� intenta abrir una brecha entre la
coalici�n plural que se opone la guerra. Para lograrlo, su principal
arma consiste en un ataque general contra las Naciones Unidas, el
Consejo de Seguridad y la �comunidad internacional� como simples
instrumentos de la �hegemon�a� estadounidense. Las generalidades de
Anderson contienen verdades a medias, carecen de cualquier sentido
t�ctico pol�tico y de estrategia y est�n desprovistas de cualquier
idea sobre c�mo sobrepasar el movimiento pacifista m�s all� de algunas
declaraciones poco pertinentes.
El punto de partida es la incapacidad
de Anderson para entender el comportamiento pol�tico de las Naciones
Unidas durante el medio siglo que acaba de transcurrir. Mientras que
los Estados Unidos dominaron las Naciones Unidas durante los a�os
cincuenta y sesenta, en los setenta se cambiaron las tornas y los
Estados Unidos quedaron en minor�a frente a las exigencias de un Nuevo
Orden Internacional. Los Estados Unidos tuvieron que recurrir a su
veto para bloquear resoluciones que afectaban al socio especial de
Washington, Israel. Durante los a�os noventa, la influencia de los
Estados Unidos en las Naciones Unidas alcanz� su punto m�ximo, que ha
declinado conforme se acercaba la segunda Guerra del Golfo. No cabe
duda de que los Estados Unidos son un poderoso pa�s imperialista con
vocaci�n para la conquista (no para la hegemon�a), pero Anderson hace
caso omiso de que, hoy, Washington encuentra oposici�n en su camino y
amenaza con actuar con independencia de las Naciones Unidas. �Cu�l es
la fuente de este conflicto, rivalidades interimperialistas, elites
gobernantes diferentes? Nunca llegamos a averiguarlo, porque Anderson,
con su l�gica sublime, ignora totalmente estas cuestiones y, lo que es
peor, no llega a ver que los conflictos interelititistas son una
condici�n importante para el avance antiimperialista en ciertas
circunstancias. Los treinta millones de activistas pacifistas incluyen
a gente que todav�a cree en las Naciones Unidas, que conf�an en Chirac
y en una resoluci�n de las Naciones Unidas. �Acaso deber�a la
izquierda romper con ellos y debilitar el movimiento o bien deber�a
trabajar junto a ellos, presentar sus propios argumentos
antiimperialistas y profundizar el conocimiento popular de las causas
sist�micas de la guerra? Est� claro que los revolucionarios y los
antiimperialistas reformistas han escogido correctamente el segundo
camino, y con mucho �xito, tanto desde el punto de vista cualitativo
como cuantitativo. El movimiento pacifista se est� radicalizando,
crece por millones conforme se acerca la guerra y ha llevado a los
aliados burgueses e imperiales hacia una oposici�n temporal. Incluso
si las Naciones Unidas estuviesen totalmente dominadas, tal como
afirma Anderson, han servido de foro para plantear cuestiones
fundamentales y para obligar a los Estados Unidos a exhibir su lado
m�s oscuro: el chantaje pol�tico, las amenazas violentas, la
corrupci�n econ�mica y el crudo espionaje de representantes de las
Naciones Unidas, lo cual no s�lo ha afectado desfavorablemente la
imagen de los Estados Unidos, sino que tambi�n ha sacado a la luz los
l�mites de las Naciones Unidas y del Consejo de Seguridad. Las
apelaciones a las Naciones Unidas son demandas de transici�n, que unen
la actual conciencia moderada antibelicista con una perspectiva
antiimperialista m�s radical, siempre que la izquierda no renuncie a
su posici�n de principios. La alternativa de Anderson al movimiento
pacifista antiimperialista consiste en abolir el Consejo de Seguridad
y en estudiar las pasadas relaciones de las Naciones Unidas con Irak,
lo cual es algo que carece de importancia frente a un movimiento
pacifista de masas correctamente centrado en el papel del r�gimen
imperial de Washington y en sus actuales proyecciones militares en
Oriente Pr�ximo, un movimiento que pretende profundizar y explotar las
�il�gicas� y �contradictorias� posiciones adoptadas por las clases
rivales dominantes y sembrar la conciencia antiimperialista entre los
mil millones de oponentes a la guerra.