Las 
          casu�sticas de la paz y la guerra
          
          
          
          Perry Anderson
          
           
          
           
          
           
          
           
          
           
          
          La probabilidad de una segunda guerra 
          en Irak suscita un gran n�mero de preguntas, tanto anal�ticas como 
          pol�ticas. �Cu�les son las intenciones ocultas tras la inminente 
          campa�a? �Cu�les ser�n las consecuencias? �Qu� nos dicen los 
          preparativos de la guerra sobre la din�mica a largo plazo del poder 
          estadounidense global? Estas cuestiones permanecer�n sobre la mesa 
          todav�a durante alg�n tiempo, m�s all� de cualquier ofensiva que tenga 
          lugar esta primavera. El proscenio est� ocupado en la actualidad por 
          distintos argumentos, relativos a la legitimidad o a la cordura de la 
          expedici�n militar que ahora se prepara. Mi objetivo aqu� consistir� 
          en reflexionar sobre las cr�ticas que recibe en la actualidad la 
          Administraci�n Bush articuladas dentro de la opini�n general, as� como 
          sobre las respuestas de la Administraci�n a tales cr�ticas, todo ello 
          con vistas a discernir la estructura de justificaci�n intelectual de 
          ambos argumentos, lo que los divide y lo que tienen com�n. Por �ltimo, 
          terminar� con unos comentarios sobre c�mo se ve este debate desde la 
          perspectiva de unas premisas distintas.
          
          Si observamos por encima las m�ltiples 
          objeciones que se le hacen a una segunda guerra en el Golfo, podemos 
          distinguir seis cr�ticas principales, expresadas de maneras diferentes 
          y distribuidas a trav�s de un amplio abanico de la opini�n.
          
           
          
          1. El ataque proyectado contra Irak es 
          una cruda demostraci�n de la unilateralidad estadounidense. La 
          Administraci�n Bush ha declarado abiertamente su intenci�n de atacar 
          Bagdad, con el aval de las Naciones Unidas o sin �l. Esto representa 
          no solamente un grave rev�s para la unidad de la alianza occidental, 
          sino que conducir� a un peligroso debilitamiento sin precedentes de la 
          autoridad del Consejo de Seguridad, que es la encarnaci�n m�s elevada 
          del derecho internacional.
          
          2. La intervenci�n masiva a tal escala 
          en el Oriente Pr�ximo s�lo puede fomentar el terrorismo antioccidental. 
          M�s que ayudar a la destrucci�n de Al Qaida, probablemente 
          multiplicar� el n�mero de voluntarios que se alistar�n en esa 
          organizaci�n. Los Estados Unidos correr�n m�s peligro despu�s de una 
          guerra contra Irak que el que corr�an antes.
          
          3. La campa�a en preparaci�n es un 
          ataque preventivo, abiertamente declarado como tal, que socava el 
          respeto hacia el derecho internacional y expone al mundo a un 
          torbellino de violencia, conforme otros estados sigan la misma senda y 
          se tomen la justicia por sus propias manos.
          
          4. La guerra, en cualquier caso, 
          siempre deber�a ser una �ltima instancia para resolver un conflicto 
          internacional. En el caso de Irak, un endurecimiento de las sanciones 
          y la vigilancia bastar�an para desmantelar el r�gimen baath, 
          ahorrando vidas inocentes y conservando la unidad de la comunidad 
          internacional.
          
          5. La obsesi�n con Irak es una 
          distracci�n del peligro m�s agudo que plantea Corea del Norte, pa�s 
          que tiene un mayor potencial nuclear, un ej�rcito m�s poderoso e 
          incluso unos dirigentes m�s temibles. Los Estados Unidos deber�an 
          ocuparse con mayor prioridad de Kim Jong Il, no de Sadam Husein.
          
          6. Incluso si la invasi�n de Irak se 
          llevase a cabo sin complicaciones, la ocupaci�n del pa�s ser� una 
          empresa demasiado arriesgada y costosa para que los Estados Unidos 
          salgan de ella sin problemas. La participaci�n aliada es necesaria 
          para que tenga cualquier posibilidad de �xito, pero la unilateralidad 
          de la Administraci�n compromete la posibilidad de dicha participaci�n. 
          El mundo �rabe probablemente asistir� con resentimiento a un 
          protectorado extranjero. Incluso con una coalici�n occidental para 
          controlar el pa�s, Irak es una sociedad profundamente dividida, sin 
          tradici�n democr�tica, que no podr� ser f�cilmente reconstruido seg�n 
          el modelo alem�n o japon�s de la posguerra. Los costos potenciales de 
          la aventura pesan m�s que cualquier posible ventaja que los Estados 
          Unidos pudieran obtener.
          
           
          
          Tal es, m�s o menos, el conjunto de 
          las cr�ticas que se pueden encontrar en los medios de comunicaci�n 
          convencionales y en respetables c�rculos pol�ticos, tanto en los 
          propios Estados Unidos como �incluso m�s� en Europa y en otros 
          lugares. Se pueden resumir en unos pocos t�tulos: los vicios de la 
          unilateralidad, los riesgos de alentar el terrorismo, los peligros de 
          la guerra preventiva, el costo humano de la guerra, la amenaza de 
          Corea del Norte y las responsabilidades de hacer m�s de lo necesario. 
          Como tal, se dividen en dos categor�as: las objeciones de principios 
          �los males de la unilateralidad, de la guerra preventiva� y las 
          objeciones de prudencia: los peligros del terrorismo, Corea del Norte, 
          el problema de hacer m�s de lo necesario.
          
          �Qu� respuestas puede dar la 
          Administraci�n Bush a cada una de ellas?
          
           
          
          1. La unilateralidad. 
          Hist�ricamente, los Estados Unidos siempre se han reservado el derecho 
          de actuar solos si era necesario, si bien buscando aliados dentro de 
          lo posible. En a�os recientes actuaron solos en Grenada, en Panam�, en 
          Nicaragua... �Cu�les son sus aliados que se quejan ahora de los 
          acomodos que tuvieron lugar en cualquiera de esos pa�ses? En cuanto a 
          las Naciones Unidas, la OTAN no las consult� cuando lanz� su ataque 
          contra Yugoslavia en 1999, en el que participaron todos los aliados 
          europeos que ahora hablan de la necesidad de una autorizaci�n del 
          Consejo de Seguridad y que fue apoyado calurosamente por el 90 por 
          ciento de la opini�n que ahora se queja de nuestros planes para Irak. 
          Si fue correcto derrocar por la fuerza a Milosevic, que no ten�a armas 
          de destrucci�n masiva y que incluso toler� una oposici�n que lleg� a 
          ganar unas elecciones, �por qu� no lo ha de ser derrocar por la fuerza 
          a Sadam, un tirano m�s peligroso, cuyo historial de violaciones de 
          derechos humanos es peor, que ha invadido a un vecino, que utiliz� 
          armas qu�micas y que no soporta oposici�n de ninguna clase? En 
          cualquier caso, las Naciones Unidas ya han aprobado la resoluci�n 
          1441, que deja la v�a libre a los miembros del Consejo de Seguridad 
          para aplicar la fuerza contra Irak, con lo que la legalidad de un 
          ataque no est� en entredicho.
          
           
          
          2. El terrorismo. Al Qaida es 
          una red que se gu�a por el fanatismo religioso de una fe que apela a 
          la guerra santa del mundo musulm�n contra los Estados Unidos. La 
          creencia de que Al� asegura la victoria a los jihadi es uno de 
          sus principios b�sicos. Por ello, no hay mejor manera de desmoralizar 
          y terminar con dicha creencia que demostrando la falsedad de la ayuda 
          celestial y la imposibilidad absoluta de resistir a la muy superior 
          fuerza militar estadounidense. Los fanatismos nazi y japon�s se 
          apagaron con el simple hecho de una derrota aplastante, y si Al Qaida 
          est� muy lejos de aquel poder�o, �por qu� ahora ser�a distinto?
          
           
          
          3. La guerra preventiva. Lejos 
          de ser una nueva doctrina, es un derecho tradicional de los estados. 
          Al fin y al cabo, �qu� fue la m�s admirada victoria militar de la 
          posguerra, sino un ataque preventivo? La Guerra de los Seis D�as de 
          Israel, en 1967, lejos de ser condenable, dio lugar a la moderna
          doctrina de las Guerras justas e injustas, tal como la 
          defini� el distinguido fil�sofo de la izquierda estadounidense Michael 
          Walter en un trabajo vivamente elogiado por el todav�a m�s ilustre 
          fil�sofo liberal John Rawls en su The Law of Peoples [El 
          derecho de los pueblos. M�s a�n, al atacar Irak, lo �nico que haremos 
          es completar el vital ataque preventivo de 1981contra el reactor 
          Osirak. �Qui�n se queja ahora de aquello?
          
           
          
          4. El costo humano de la guerra. 
          En verdad es algo tr�gico y haremos todo lo que podamos �que 
          t�cnicamente es mucho� para reducir al m�nimo las v�ctimas civiles. 
          Pero la realidad es que una guerra r�pida ahorrar� vidas y no al 
          contrario. Seg�n la UNICEF, desde 1991 las sanciones contra Irak 
          �apoyadas por la mayor parte de quienes ahora se oponen a la guerra� 
          han causado 500.000 muertes por desnutrici�n y enfermedad. Incluso si 
          aceptamos una cifra inferior, es decir, 300.000, es muy improbable que 
          la guerra r�pida y quir�rgica que somos capaces de llevar a cabo se 
          acerque a esta destrucci�n provocada en tiempo de paz. Al contrario, 
          una vez Sadam derrocado, el petr�leo fluir� libremente de nuevo y los 
          ni�os iraqu�es tendr�n bastante para comer. La poblaci�n aumentar� de 
          nuevo con celeridad.
          
           
          
          5. Corea del Norte. Se trata de 
          un estado comunista arruinado que seguramente plantea un gran peligro 
          para el nordeste asi�tico. Tal como se�alamos mucho antes de las 
          actuales protestas, es la otra extremidad del Eje de Mal. Pero es de 
          sentido com�n que concentremos nuestras fuerzas primero en el eslab�n 
          m�s d�bil del Eje, no en el m�s fuerte. Si hemos de proceder con mayor 
          cautela al derrocamiento del r�gimen no es porque Pyongyang tenga o no 
          tenga unas rudimentarias armas nucleares, que podemos f�cilmente 
          destruir, sino porque podr�a abalanzarse sobre Se�l en un ataque 
          convencional. �Acaso alguien duda de que tenemos la intenci�n de 
          ocuparnos tambi�n del r�gimen norcoreano cuando llegue el momento?
          
           
          
          6. El problema de hacer m�s de lo 
          necesario. La ocupaci�n de Irak realmente plantea un desaf�o, que 
          no subestimamos. Pero es una apuesta razonable. La hostilidad �rabe 
          est� sobreestimada. Al fin y al cabo, durante los dos a�os que ha 
          necesitado Israel para aniquilar la segunda intifada ante las 
          c�maras de la televisi�n, no ha habido ni una sola manifestaci�n de 
          importancia en el Oriente Pr�ximo, y eso que la simpat�a popular por 
          los palestinos es mucho mayor que por Sadam. Tambi�n suele olvidarse 
          que ya tenemos un protectorado muy ventajoso en el tercio norte de 
          Irak, donde hemos abatido cabezas kurdas con bastante eficacia. 
          �Alguna vez se ha quejado alguien? El centro sunni del pa�s 
          seguramente ser� m�s dif�cil de controlar, pero la idea de que en 
          Oriente Pr�ximo es imposible mantener reg�menes estables creados o 
          dirigidos por poderes extranjeros es absurda. Basta con recordar la 
          prolongada estabilidad de la monarqu�a que establecieron los 
          brit�nicos en Jordania o el satisfactorio peque�o estado que crearon 
          en Kuwait. Mejor a�n, pensemos en nuestro leal amigo Mubarak, de 
          Egipto, que tiene una poblaci�n urbana mucho m�s numerosa que Irak. 
          Todo el mundo dec�a que Afganist�n era un cementerio para los 
          extranjeros �brit�nicos, rusos, etc.�, pero lo liberamos con bastante 
          rapidez y ahora las Naciones Unidas hacen un trabajo excelente que lo 
          est� haciendo revivir. �Por qu� no Irak? Si todo va bien, podr�amos 
          obtener grandes ventajas: una plataforma estrat�gica, un modelo 
          institucional y considerables provisiones de petr�leo.
          
           
          
          Ahora, si uno considera 
          desapasionadamente ambos modelos de argumentos, quedan pocas dudas de 
          que, en cuestiones de principios, la posici�n de la Administraci�n 
          Bush contra sus cr�ticos es inatacable, y est� muy claro por qu�. 
          Ambos lados comparten una serie de asunciones comunes, cuya l�gica 
          hace que el ataque contra Irak sea una proposici�n sumamente 
          defendible. �Cu�les son tales asunciones? Se pueden resumir como 
          sigue:
          
           
          
          1. El Consejo de Seguridad de las 
          Naciones Unidas representa la expresi�n legal suprema de la �comunidad 
          internacional�; excepto en los casos en que no se especifica, sus 
          resoluciones tienen una fuerza obligatoria jur�dica y moral.
          
           
          
          2. Sin embargo, las intervenciones 
          humanitarias u otras por parte de Occidente, cuando son necesarias, no 
          requieren el permiso de las Naciones Unidas, aunque siempre sea 
          preferible obtenerlo.
          
           
          
          3. Irak cometi� una ofensa contra el 
          derecho internacional cuando trat� de anexar Kuwait y fue castigado 
          por aquel crimen, contra el cual las Naciones Unidas se han venido 
          alzando desde entonces como una sola voz.
          
           
          
          4. Irak tambi�n ha procurado adquirir 
          armas nucleares, cuya proliferaci�n es, en cualquier caso, un peligro 
          urgente para la comunidad internacional, por no hablar de las armas 
          qu�micas o biol�gicas.
          
           
          
          5. Irak es una dictadura como no hay 
          otra, o quiz� s�lo unas pocas m�s, incluida Corea del Norte, que viola 
          los derechos humanos.
          
           
          
          6. En consecuencia, Irak no puede 
          gozar de los derechos de un estado soberano, sino que debe someterse a 
          bloqueos, bombardeos y p�rdidas de integridad territorial, hasta que 
          la comunidad internacional decida lo contrario.
          
           
          
          Equipados con estas premisas, no es 
          dif�cil demostrar que a Irak no se le puede permitir que posea armas 
          nucleares o de cualquier otro tipo; que ha desafiado resoluciones 
          sucesivas de las Naciones Unidas; que el Consejo de Seguridad aprob� 
          t�citamente un segundo ataque contra su territorio (cosa que no hizo 
          en el ataque contra Yugoslavia) y que Sadam Husein hace tiempo que se 
          merece la destituci�n.
          
          No obstante, estas mismas premisas 
          pueden ser utilizadas por los cr�ticos de la Administraci�n Bush, 
          aunque no bas�ndose en principios, sino simplemente en razones de 
          prudencia: puede que la invasi�n de Irak sea moralmente aceptable e 
          incluso deseable, pero �es pol�ticamente acertada? El c�lculo de las 
          consecuencias es siempre m�s imponderable que la deducci�n a partir de 
          principios, de manera que deja mucho espacio libre para desacuerdos 
          considerables. Es poco probable que cualquiera que est� convencido de 
          que Al Qaeda es un bacilo mort�fero a la espera de convertirse en una 
          epidemia, que Kim Jong Il es un d�spota todav�a m�s demente que Sadam 
          Husein o aquel Irak podr�a convertirse en otro Vietnam, se deje 
          influenciar si se le recuerda la resoluci�n 1441 de las Naciones 
          Unidas o la alta misi�n de la OTAN en la protecci�n de derechos 
          humanos en los Balcanes.
          
          Las estructuras de justificaci�n 
          intelectual son una cosa. El sentimiento popular, aunque no sea inmune 
          a ellas, es otra. Las multitudinarias manifestaciones del 15 de 
          febrero en la Europa occidental, en los Estados Unidos y en Australia, 
          opuestas a un ataque contra Irak, plantean un tipo diferente de 
          pregunta. Es as� de simple. �C�mo explicar esta enorme y apasionada 
          rebeli�n contra la perspectiva de una guerra cuyos principios se 
          diferencian poco de precedentes intervenciones militares, las cuales 
          fueron aceptadas o incluso bienvenidas por tantos de quienes ahora se 
          alzan contra �sta? �Por qu� la guerra en Oriente Pr�ximo hoy despierta 
          sentimientos que la guerra de los Balcanes no despert�, si l�gicamente 
          son tan similares? Es poco probable que la desproporci�n de las 
          reacciones tenga algo que ver con distinciones entre Belgrado y Bagdad 
          y, en cualquier caso, esta �ltima ha dado m�s motivos para la 
          intervenci�n. Est� claro que la explicaci�n se encuentra en otra 
          parte. Tres factores parecen haber sido decisivos.
          
          En primer lugar, la hostilidad al 
          r�gimen republicano de la Casa Blanca. La aversi�n cultural por la 
          presidencia de Bush est� muy extendida en la Europa occidental, donde 
          sus �speras afirmaciones sobre la supremac�a estadounidense y su 
          tendencia poco diplom�tica de aunar las palabras con los hechos han 
          logrado que la opini�n p�blica, acostumbrada a que se suela correr un 
          velo decoroso sobre la realidad del poder, no lo aprecie en absoluto. 
          Para comprender hasta qu� punto tiene peso este ingrediente en el 
          sentimiento pacifista europeo, basta con recordar la sumisi�n con que 
          se tomaron los sucesivos bombardeos de Clinton sobre Irak. Si una 
          Administraci�n Gore o Lieberman estuviese preparando una segunda 
          guerra del Golfo, la resistencia ser�a la mitad de la que hay ahora. 
          La aversi�n actual hacia Bush de los medios de comunicaci�n y de la 
          opini�n p�blica de la Europa occidental no tiene ninguna relaci�n con 
          las diferencias reales entre los dos partidos en los Estados Unidos. 
          Basta con se�alar que Kenneth Pollack y Philip Bobbitt, que son 
          respectivamente el principal exponente pr�ctico y el principal te�rico 
          intelectual de la guerra contra Irak, son antiguos ornamentos del 
          r�gimen de Clinton. Pero como los sistemas pol�ticos occidentales 
          tienden a difuminar los contrastes sustanciales de la pol�tica, las 
          diferencias simb�licas de estilo y la imagen pueden adquirir, en 
          compensaci�n, una rigidez hist�rica. El Kulturkampf entre 
          dem�cratas y republicanos dentro de los Estados Unidos ahora se est� 
          reproduciendo entre los Estados Unidos y la Uni�n Europea. Es t�pico 
          que en tales discusiones la violencia de las pasiones partidistas sea 
          inversamente proporcional a la profundidad de los aut�nticos 
          desacuerdos. Pero al igual que en los conflictos entre las facciones 
          azules y verdes del hip�dromo bizantino, preferencias afectivas 
          m�nimas pueden tener consecuencias pol�ticas importantes. La Europa 
          que echa de menos a Clinton �v�ase cualquier editorial en The 
          Guardian, Le Monde, La Repubblica o El Pa�s- 
          puede unirse para rechazar a Bush.
          
          En segundo lugar est� el espect�culo. 
          La opini�n p�blica estaba bien preparada para la Guerra de los 
          Balcanes debido a la masiva cobertura de la prensa y de la televisi�n 
          con respecto a las salvajadas �tnicas que se estaban cometiendo en la 
          regi�n, que eran reales y �tras Rambouillet, en un grado considerable� 
          m�ticas. Las incomparablemente mayores matanzas de Ruanda, donde los 
          Estados Unidos, por temor a que los medios de comunicaci�n dejasen de 
          informar sobre Bosnia, bloquearon la intervenci�n durante el mismo 
          per�odo, fueron totalmente ignoradas. El sitio de Sarajevo, 
          retransmitido con todo detalle, horroriz� a millones de personas. La 
          destrucci�n de Grozny, que sucedi� fuera de campo, apenas provoc� un 
          encogimiento de hombros. Clinton la llam� liberaci�n y Blair se 
          apresur� a felicitar a Putin por las elecciones que gan� por tal 
          motivo. En Irak, la grave situaci�n de los kurdos fue ampliamente 
          televisada despu�s de la guerra del Golfo, lo cual moviliz� a la 
          opini�n p�blica a favor de la creaci�n de un protectorado 
          angloestadounidense, sin necesidad de una autorizaci�n de las Naciones 
          Unidas. Pero hoy, por mucho que Washington o Londres declamen las 
          atrocidades de Sadam Husein, por no hablar de sus armas de destrucci�n 
          masiva, son invisibles a todos los efectos pr�cticos para el 
          espectador europeo. Las sesiones de diapositivas de Powell en el 
          Consejo de Seguridad no tienen parang�n con las im�genes de Bernard-Henri 
          L�vy o de Michael Ignatieff vibrando ante el micr�fono. A falta de 
          im�genes, la liberaci�n de Bagdad deja fr�a la imaginaci�n de los 
          europeos.
          
          En tercer lugar, quiz�s la raz�n m�s 
          importante sea el miedo. Los bombardeos a�reos pudieron llevarse a 
          cabo sobre Yugoslavia en 1996 y de manera continua sobre Irak a partir 
          de 1991 sin ning�n riesgo de represalias. �Qu� pod�an hacer Milosevic 
          o Sadam? Eran blancos f�ciles. El atentado del 11 de septiembre alter� 
          este sentimiento de seguridad. Fue de verdad un espect�culo 
          inolvidable, dise�ado para hipnotizar a Occidente. El objetivo de los 
          ataques eran los Estados Unidos, no Europa. Si bien los estados 
          europeos, con Gran Breta�a y Francia a la cabeza, participaron en la 
          respuesta contra Afganist�n, para sus poblaciones la guerra se 
          desarroll� en un escenario remoto, y el tel�n se baj� con rapidez. La 
          perspectiva de una invasi�n y de una ocupaci�n de Irak, mucho m�s 
          grande y m�s cercana, en el coraz�n de Oriente Pr�ximo, donde la 
          opini�n p�blica europea observa con inquietud �pero sin hacer nada al 
          respecto� que algo va mal en la tierra de Israel, es otra cosa. El 
          espectro de la venganza por parte de grupos como Al Qaeda o similares 
          en una nueva versi�n de la Guerra de los Balcanes ha enfriado a muchos 
          ardientes partidarios del nuevo 'humanismo militar� de finales de los 
          a�os noventa. Los serbios eran una bagatela: menos de ocho millones. 
          Los �rabes son doscientos ochenta millones y est�n m�s cerca de Europa 
          que de los Estados Unidos, e incluso muchos de ellos en su interior. 
          Ante la expedici�n a Bagdad, incluso los militantes leales del New 
          Labour se preguntan ahora: �est�is seguros de que esta vez nos vamos a 
          librar?
          
          Los grandes movimientos de masas no se 
          deben juzgar con r�gidas normas l�gicas. Sean cuales sean sus motivos, 
          las multitudes que han protestado contra una guerra en Irak son un 
          latigazo contra los gobiernos que la promueven. En cualquier caso, 
          hab�a all� elementos demasiado j�venes como para haberse comprometido 
          a causa de los precedentes. Pero si el movimiento desea permanecer 
          deber� desarrollarse m�s all� de las limitaciones del club de fans, de 
          la pol�tica del espect�culo, de la �tica del miedo. Porque la guerra, 
          si tiene lugar, no se parecer� a Vietnam. Ser� corta y aguda y no hay 
          ninguna garant�a de que la justicia po�tica llegar� despu�s. Una 
          simple oposici�n prudencial a la guerra no sobrevivir� al triunfo, y 
          tampoco lo har� lo que se escriba a mano sobre su legalidad en una 
          hoja de parra de las Naciones Unidas. Los diversos jueces y abogados 
          que ahora ponen reparos a la campa�a que se avecina har�n las paces 
          con sus comandantes bastante pronto, una vez que los ej�rcitos aliados 
          se instalen en el Tigris y Kofi Annan pronuncie uno o dos discursos 
          para hacer las paces, redactados por los �negros� del Financial 
          Times, sobre la distensi�n de la posguerra. La resistencia, si 
          desea perdurar, deber� encontrar otros principios en qu� basarse. Y 
          puesto que los debates actuales invocan interminablemente a la 
          �comunidad internacional� y a las Naciones Unidas, como si fuesen un 
          b�lsamo contra la Administraci�n Bush, deber�n asimismo comenzar por 
          ah�. He aqu� algunas proposiciones telegr�ficas que podr�an servir de 
          alternativas:
          
           
          
          1. No existe ninguna comunidad 
          internacional. El t�rmino es un eufemismo de la hegemon�a 
          estadounidense. Se debe a la Administraci�n el que algunos de sus 
          funcionarios lo hayan abandonado.
          
           
          
          2. Las Naciones Unidas no son un lugar 
          de autoridad imparcial. Su estructura, dado el poder abrumador de las 
          cinco naciones vencedoras de una guerra que tuvo lugar hace cincuenta 
          a�os, es pol�ticamente indefendible: comparable hist�ricamente a la 
          Santa Alianza de principios del siglo XIX, que tambi�n proclam� su 
          misi�n de preservar la �paz internacional �en beneficio de la 
          humanidad'. Mientras que estos poderes estuvieron divididos por la 
          guerra fr�a, se neutralizaron unos a otros en el Consejo de Seguridad 
          y la organizaci�n fue inofensiva. Pero ahora que la guerra fr�a se ha 
          terminado, las Naciones Unidas se han convertido esencialmente en una 
          pantalla para la voluntad estadounidense. Supuestamente dedicada a la 
          causa de la paz internacional, la organizaci�n ha emprendido dos 
          guerras importantes desde 1945 y no ha impedido ninguna. Sus 
          resoluciones son sobre todo ejercicios de manipulaci�n ideol�gica. 
          Algunos de sus afiliados secundarios �la UNESCO, la Unctad y otros 
          similares� hacen un buen trabajo y la Asamblea general es poco da�ina. 
          Pero no hay ninguna posibilidad de reformar el Consejo de Seguridad. 
          El mundo estar�a mucho mejor �ser�a un conjunto m�s honorable de 
          estados iguales� sin su presencia.
          
           
          
          3. El oligopolio nuclear de los cinco 
          poderes vencedores de 1945 es igualmente indefendible. El Tratado de 
          no proliferaci�n nuclear es una burla de cualquier principio de 
          igualdad o de justicia, pues quienes poseen las armas de destrucci�n 
          masiva insisten en que todos, excepto ellos, se deshagan de ellas en 
          beneficio de la humanidad. En el caso de que algunos estados 
          reclamaran tales armas, ser�an los peque�os, no los grandes, ya que 
          �stas compensar�an el poder y la arrogancia de estos �ltimos. En la 
          pr�ctica, como era de esperar, estas armas est�n muy difundidas, y 
          puesto que los grandes poderes se niegan a desechar las suyas, no hay 
          ninguna raz�n para oponerse a que otros las posean. Kenneth Waltz, 
          decano estadounidense de la teor�a de las relaciones internacionales y 
          una fuente impecablemente respetable, public� hace mucho tiempo un 
          tranquilo y detallado ensayo, que nunca ha sido refutado y que se 
          titulaba �The Spread of Nuclear Weapons: More May Be Better� [La 
          proliferaci�n de las armas nucleares: m�s puede ser mejor]. Es una 
          lectura recomendable. La idea de que no se debe permitir que Irak o 
          Corea del Norte posean tales armas, mientras que se puede perdonar que 
          Israel o la Sud�frica blanca s� las tengan, no tiene base l�gica 
          alguna.
          
           
          
          4. Las anexiones de territorios 
          �denominadas conquistas en un lenguaje m�s tradicional�, cuyo castigo 
          es la justificaci�n nominal del bloqueo impuesto por las Naciones 
          Unidas a Irak, nunca atrajeron las iras de las Naciones Unidas cuando 
          los conquistadores eran aliados de los Estados Unidos, sino �nicamente 
          cuando eran sus adversarios. Las fronteras de Israel, a pesar de las 
          resoluciones de las Naciones Unidas de 1947, por no hablar de 1967, 
          son el producto de conquistas. Turqu�a se apoder� de dos quintas 
          partes de Chipre, Indonesia de Timor oriental y Marruecos del Sahara 
          Occidental, sin que nadie temblara en el Consejo de Seguridad. Los 
          detalles legales importan s�lo cuando los intereses de los enemigos 
          est�n en juego. En lo que respecta a Irak, las agresiones 
          excepcionales del r�gimen baath son un mito, tal como John 
          Mearsheimer y Stephen Walt �a quienes dif�cilmente se los puede tachar 
          de radicales incendiarios� han demostrado recientemente con detalle en 
          su reciente ensayo publicado en Foreign Policy.
          
           
          
          5. El terrorismo, tal como lo practica 
          Al Qaeda, no es una amenaza seria para el statu quo en ninguna parte. 
          El �xito espectacular del ataque del 11 de septiembre se bas� en la 
          sorpresa �incluso la del cuarto avi�n� y es imposible de repetir. Si 
          Al Qaeda hubiera sido una organizaci�n fuerte, habr�a descargado sus 
          golpes en los estados clientes de Estados Unidos en Oriente Pr�ximo, 
          donde el derrocamiento de un r�gimen significar�a una diferencia 
          pol�tica, m�s que en los Estados Unidos, donde s�lo hizo el efecto de 
          un pinchazo. Tal como han se�alado Olivier Roy y Gilles Keppel, las 
          dos mejores autoridades en el campo de islamismo contempor�neo, Al 
          Qaeda es el remanente aislado de un movimiento de masas del 
          fundamentalismo musulm�n, cuya utilizaci�n del terror es el s�ntoma de 
          su debilidad y de su derrota, el equivalente isl�mico de la Facci�n 
          del Ej�rcito Rojo o de las Brigadas Rojas que surgieron en Alemania y 
          Italia una vez que los grandes levantamientos de estudiante de finales 
          de los a�os sesenta se hubieran desvanecido, y que fueron f�cilmente 
          reprimidos por el estado. La total incapacidad de Al Qaeda para 
          organizar un solo atentado mientras que sus bases estaban siendo 
          destruidas y sus mandos aniquilados en Afganist�n, habla mucho sobre 
          su debilidad. De formas diferentes, la evocaci�n del espectro de una 
          conspiraci�n enorme y mortal, capaz de golpear en cualquier momento, 
          le hace el juego tanto a la Administraci�n como a la oposici�n del 
          Partido Dem�crata, pero es un invento que tiene poco que ver de una u 
          otra manera con Irak, que ni tiene hoy conexiones con Al Qaeda ni 
          probablemente podr� hacer que la organizaci�n reviva si cae ma�ana.
          
           
          
          6. Las tiran�as o el abuso de los 
          derechos humanos, que ahora se utilizan para justificar intervenciones 
          militares �pasando por encima de la soberan�a nacional en nombre de 
          valores humanitarios� son otra cosa que las Naciones Unidas tambi�n 
          utilizan con criterios no menos selectivos. El r�gimen iraqu� es una 
          dictadura brutal, pero hasta que atac� a uno de los peones 
          estadounidenses en el Golfo hab�a sido armado y financiado por 
          Occidente. Su historial es menos sangriento que el del r�gimen 
          indonesio, que durante tres d�cadas fue el pilar principal de 
          Occidente en el sudeste asi�tico. La tortura era legal en Israel hasta 
          ayer, abiertamente aceptada por el Tribunal Supremo. A diferencia de 
          Irak, Turqu�a, reciente candidata a la entrada en la Uni�n Europea, ni 
          siquiera tolera la lengua de sus kurdos y, en calidad de buen miembro 
          de la OTAN, tortura y encarcela sin obst�culo alguno. En cuanto a la 
          �justicia internacional�, la farsa del Tribunal de la Haya sobre 
          Yugoslavia, puesto que la OTAN es juez y parte, se amplificar� con el 
          Tribunal Penal Internacional, en el que el Consejo de Seguridad puede 
          prohibir o suspender cualquier acci�n que no le guste (es decir, que 
          irrite a sus miembros permanentes).Adem�s, se invita a compa��as 
          privadas o millonarias �Walmart o Dow Chemicals, Hinduja o Fayed, 
          pongamos por caso� a financiar investigaciones (Art�culos 16 y 116). 
          Sadam, en caso de que lo capturen, seguramente ser� juzgado por este 
          augusto tribunal. �Alguien se imagina que Sharon o Putin o Mubarak 
          alguna vez lo ser�n?
          
          �Cu�les son las conclusiones? 
          Simplemente �stas: maullar sobre la locura de Blair o la crudeza de 
          Bush s�lo sirve para salvar los muebles. Los argumentos contra la 
          guerra inminente ser�an m�s cre�bles si se centrasen en la estructura 
          anterior al tratamiento especial que las Naciones Unidas le otorgaban 
          a Irak, en vez de ocuparse de la cuesti�n secundaria de si hay que 
          seguir estrangulando despacio el pa�s o bien sacarlo r�pidamente de su 
          miseria.
          
           
          
           
          
           
          
          �Qu� es lo que motiva a Perry?
          
          
          
          
           
          
          Perry Anderson ha escrito una pol�mica 
          cr�tica de los argumentos de los sectores liberales del movimiento 
          pacifista. Su cr�tica del apoyo a las Naciones Unidas y en particular 
          al Consejo de Seguridad y al Tratado de no proliferaci�n nuclear est� 
          bien argumentada, si bien peca de unilateral. Aparte de sus 
          perspicaces reproches al campo pacifista liberal, el resto de su 
          pol�mica adolece de profundos y penetrantes fallos te�ricos, de 
          conceptualizaci�n y de realidad. En primer lugar, Anderson hace caso 
          omiso de la compleja y plural coalici�n que vincula a 
          antiimperialistas radicales con pacifistas y con liberales religiosos 
          y seglares.
          
          La discusi�n que hace Anderson de los 
          preparativos estadounidenses para la guerra carece de cualquier 
          alusi�n a un marco te�rico digno de este nombre. Su vaga y escueta 
          menci�n de la �hegemon�a' estadounidense no funciona. Su reticencia a 
          la hora de discutir (o incluso de mencionar) el imperialismo 
          estadounidense y las especificidades de su elite gobernante excluye 
          cualquier comprensi�n del contexto, de la radicalizaci�n y del 
          crecimiento del movimiento pacifista y, en particular, de su poderosa 
          vertiente antiimperialista. Anderson se limita al debate entre 
          conservadores y liberales, que son tanto prob�licos como pacifistas y, 
          a continuaci�n, inserta el movimiento pacifista de masas dentro de 
          estos estrechos l�mites.
          
          La idea que tiene Anderson del 
          movimiento pacifista est� distorsionada por la lectura del London 
          Times o del Los Angeles Times o por los chismorreos de 
          Beverly Hills. El movimiento pacifista es una superaci�n de los 
          sectores radicales del movimiento antiglobalizador, para ser m�s 
          precisos de su ala anticapitalista. En segundo lugar, un sector 
          mayoritario del movimiento pacifista (sobre todo fuera de la �rbita 
          angloestadounidense) se opone a la guerra con independencia de 
          cualquier decisi�n de las Naciones Unidas, lo cual demuestra su 
          posici�n cr�tica con respecto al comportamiento pasado y presente de 
          las Naciones Unidas. En tercer lugar, en muchos pa�ses, incluidos 
          Inglaterra, Turqu�a, Italia y Francia, los trabajadores han iniciado 
          acciones directas �huelgas� o han amenazado con otras acciones para 
          oponerse a la naturaleza imperialista de la guerra. En el norte de 
          Italia los sindicalistas y los activistas pacifistas han bloqueado 
          v�as f�rreas que se utilizan para transportar convoyes cargados de 
          armas. El 14 de marzo, millones de trabajadores espa�oles organizaron 
          una huelga general contra los preparativos de la guerra.
          
          La fl�ccida discusi�n de Anderson 
          sobre los motivos que mueven al creciente movimiento pacifista es una 
          caricatura del movimiento, m�s cercana a Paul Wolfowitz que a las 
          explicaciones dadas por los propios participantes. Seg�n Anderson, la 
          oposici�n se basa en la hostilidad cultural hacia los republicanos, en 
          los defectos de la campa�a de propaganda (�espect�culo�) de los medios 
          de comunicaci�n adictos a Bush y en el �miedo'. Las principales 
          consignas que se gritan en las manifestaciones de todo el mundo son 
          �No cambiemos sangre por petr�leo�, �Petr�leo = Guerra� y otras muchas 
          variantes del mismo tema, que reflejan la oposici�n a la guerra que 
          promueve Washington para quedarse con el petr�leo de Irak. Estos 
          esl�ganes reflejan un razonamiento coherente, l�gico y exacto, que 
          vincula una guerra imperial con la b�squeda del control de una materia 
          prima estrat�gica. Anderson subestima la repugnancia popular hacia el 
          asesinato en masa, as� como la convicci�n que tienen los movimientos 
          pacifistas de que millones de iraqu�es ser�n asesinados, heridos o 
          desplazados. La opini�n popular de las masas ha sido capaz de ver a 
          trav�s de la campa�a de propaganda sin precedentes, masiva y homog�nea 
          de Bush, Blair, Aznar, Berlusconi y otros. En vez de reconocer una 
          nueva conciencia cr�tica p�blica, Anderson le reprocha a Bush el que 
          no haya emprendido una campa�a de propaganda mas agresiva y eficaz. Al 
          parecer, Anderson olvida que s�lo pueden proyectar sus im�genes de 
          propaganda durante 24 horas por d�a.
          
          La cuesti�n del miedo a la venganza es 
          un factor que influye en el auge del movimiento pacifista, pero esta 
          inquietud psicol�gica est� ligada tanto a los sentimientos pacifistas 
          como a los favorables a la guerra. Las razones que encaminan la 
          condici�n psicol�gica hacia una direcci�n particular �a oponerse a los 
          Estados Unidos como agresor� son factores pol�ticos, sociales y 
          econ�micos, el reconocimiento de que Washington ha falsificado los 
          datos que justifican la guerra, de que no hay ninguna prueba de que 
          existan amenazas cre�bles provenientes de Irak y la sensaci�n de que 
          los Estados Unidos son la aut�ntica amenaza terrorista. �sta es la 
          cuesti�n en la mayor parte de los pa�ses, en particular fuera del 
          mundo anglosaj�n. En Corea del Sur, seg�n encuestas recientes, la 
          mayor parte de la poblaci�n, tres de cada cuatro coreanos, considera 
          que los Estados Unidos son una amenaza mayor que Corea del Norte.
          
          En lo que seguramente ser� considerado 
          como el argumento logicodeductivo m�s absurdo sobre el movimiento 
          pacifista, Anderson aduce que �en cuestiones de principios, la 
          posici�n de la Administraci�n Bush contra sus cr�ticos es inatacable�. 
          Conforme uno lee con detenimiento el resumen que hace Anderson de las 
          asunciones en que se basan tales �principios� , advierte que no logra 
          explicar en detalle el principio bushiano de la guerra permanente 
          sobre la base de una conspiraci�n planetaria internacional mundial hoy 
          vigente en 60 pa�ses, la doctrina de las guerras preventivas, las 
          m�ltiples guerras en Oriente Pr�ximo y la il�gica posici�n de apoyar 
          los principios de las Naciones Unidas y de anularlos en la pr�ctica. 
          Si no fuera por lo mucho que est� en juego, resultar�a divertido leer 
          la en�rgica presentaci�n que hace Anderson de la guerra �de 
          principios� de la Administraci�n Bush y su disparatado resumen de la 
          il�gica e incoherente discusi�n de la posici�n pacifista liberal. En 
          sus esfuerzos por desacreditar los argumentos liberales pacifistas, 
          sin querer �o bien deliberadamente� intenta abrir una brecha entre la 
          coalici�n plural que se opone la guerra. Para lograrlo, su principal 
          arma consiste en un ataque general contra las Naciones Unidas, el 
          Consejo de Seguridad y la �comunidad internacional� como simples 
          instrumentos de la �hegemon�a� estadounidense. Las generalidades de 
          Anderson contienen verdades a medias, carecen de cualquier sentido 
          t�ctico pol�tico y de estrategia y est�n desprovistas de cualquier 
          idea sobre c�mo sobrepasar el movimiento pacifista m�s all� de algunas 
          declaraciones poco pertinentes.
          
          El punto de partida es la incapacidad 
          de Anderson para entender el comportamiento pol�tico de las Naciones 
          Unidas durante el medio siglo que acaba de transcurrir. Mientras que 
          los Estados Unidos dominaron las Naciones Unidas durante los a�os 
          cincuenta y sesenta, en los setenta se cambiaron las tornas y los 
          Estados Unidos quedaron en minor�a frente a las exigencias de un Nuevo 
          Orden Internacional. Los Estados Unidos tuvieron que recurrir a su 
          veto para bloquear resoluciones que afectaban al socio especial de 
          Washington, Israel. Durante los a�os noventa, la influencia de los 
          Estados Unidos en las Naciones Unidas alcanz� su punto m�ximo, que ha 
          declinado conforme se acercaba la segunda Guerra del Golfo. No cabe 
          duda de que los Estados Unidos son un poderoso pa�s imperialista con 
          vocaci�n para la conquista (no para la hegemon�a), pero Anderson hace 
          caso omiso de que, hoy, Washington encuentra oposici�n en su camino y 
          amenaza con actuar con independencia de las Naciones Unidas. �Cu�l es 
          la fuente de este conflicto, rivalidades interimperialistas, elites 
          gobernantes diferentes? Nunca llegamos a averiguarlo, porque Anderson, 
          con su l�gica sublime, ignora totalmente estas cuestiones y, lo que es 
          peor, no llega a ver que los conflictos interelititistas son una 
          condici�n importante para el avance antiimperialista en ciertas 
          circunstancias. Los treinta millones de activistas pacifistas incluyen 
          a gente que todav�a cree en las Naciones Unidas, que conf�an en Chirac 
          y en una resoluci�n de las Naciones Unidas. �Acaso deber�a la 
          izquierda romper con ellos y debilitar el movimiento o bien deber�a 
          trabajar junto a ellos, presentar sus propios argumentos 
          antiimperialistas y profundizar el conocimiento popular de las causas 
          sist�micas de la guerra? Est� claro que los revolucionarios y los 
          antiimperialistas reformistas han escogido correctamente el segundo 
          camino, y con mucho �xito, tanto desde el punto de vista cualitativo 
          como cuantitativo. El movimiento pacifista se est� radicalizando, 
          crece por millones conforme se acerca la guerra y ha llevado a los 
          aliados burgueses e imperiales hacia una oposici�n temporal. Incluso 
          si las Naciones Unidas estuviesen totalmente dominadas, tal como 
          afirma Anderson, han servido de foro para plantear cuestiones 
          fundamentales y para obligar a los Estados Unidos a exhibir su lado 
          m�s oscuro: el chantaje pol�tico, las amenazas violentas, la 
          corrupci�n econ�mica y el crudo espionaje de representantes de las 
          Naciones Unidas, lo cual no s�lo ha afectado desfavorablemente la 
          imagen de los Estados Unidos, sino que tambi�n ha sacado a la luz los 
          l�mites de las Naciones Unidas y del Consejo de Seguridad. Las 
          apelaciones a las Naciones Unidas son demandas de transici�n, que unen 
          la actual conciencia moderada antibelicista con una perspectiva 
          antiimperialista m�s radical, siempre que la izquierda no renuncie a 
          su posici�n de principios. La alternativa de Anderson al movimiento 
          pacifista antiimperialista consiste en abolir el Consejo de Seguridad 
          y en estudiar las pasadas relaciones de las Naciones Unidas con Irak, 
          lo cual es algo que carece de importancia frente a un movimiento 
          pacifista de masas correctamente centrado en el papel del r�gimen 
          imperial de Washington y en sus actuales proyecciones militares en 
          Oriente Pr�ximo, un movimiento que pretende profundizar y explotar las 
          �il�gicas� y �contradictorias� posiciones adoptadas por las clases 
          rivales dominantes y sembrar la conciencia antiimperialista entre los 
          mil millones de oponentes a la guerra.