El escritorio de Manuel Talens

El traductor activista

James Petras desbarata los argumentos de Perry Anderson

Sobre la guerra y la paz

 

 

Perry Anderson, seguido de James Petras

Traducci�n de Manuel Talens

 

Aviso del traductor: Perry Anderson, profesor de Historia en la Universidad de California en Los �ngeles (UCLA), public� el 6 de marzo de 2003 un ensayo titulado �Casuistries of War and Peace� en la revista London Review of Books (www.lrb.co.uk/v25/n05/ande01_.html), que ha suscitado una punzante respuesta del soci�logo estadounidense James Petras, profesor en la Universidad de Binghamton: �What Makes Perry Run?�. En aras de una mejor comprensi�n de los argumentos de ambos, he considerado oportuno ofrecer al lector en primer lugar el texto de Anderson, tras el cual encontrar� el de Petras.

 

Las casu�sticas de la paz y la guerra

Perry Anderson

 

 Perry  Anderson

 

 

 

La probabilidad de una segunda guerra en Irak suscita un gran n�mero de preguntas, tanto anal�ticas como pol�ticas. �Cu�les son las intenciones ocultas tras la inminente campa�a? �Cu�les ser�n las consecuencias? �Qu� nos dicen los preparativos de la guerra sobre la din�mica a largo plazo del poder estadounidense global? Estas cuestiones permanecer�n sobre la mesa todav�a durante alg�n tiempo, m�s all� de cualquier ofensiva que tenga lugar esta primavera. El proscenio est� ocupado en la actualidad por distintos argumentos, relativos a la legitimidad o a la cordura de la expedici�n militar que ahora se prepara. Mi objetivo aqu� consistir� en reflexionar sobre las cr�ticas que recibe en la actualidad la Administraci�n Bush articuladas dentro de la opini�n general, as� como sobre las respuestas de la Administraci�n a tales cr�ticas, todo ello con vistas a discernir la estructura de justificaci�n intelectual de ambos argumentos, lo que los divide y lo que tienen com�n. Por �ltimo, terminar� con unos comentarios sobre c�mo se ve este debate desde la perspectiva de unas premisas distintas.

Si observamos por encima las m�ltiples objeciones que se le hacen a una segunda guerra en el Golfo, podemos distinguir seis cr�ticas principales, expresadas de maneras diferentes y distribuidas a trav�s de un amplio abanico de la opini�n.

 

1. El ataque proyectado contra Irak es una cruda demostraci�n de la unilateralidad estadounidense. La Administraci�n Bush ha declarado abiertamente su intenci�n de atacar Bagdad, con el aval de las Naciones Unidas o sin �l. Esto representa no solamente un grave rev�s para la unidad de la alianza occidental, sino que conducir� a un peligroso debilitamiento sin precedentes de la autoridad del Consejo de Seguridad, que es la encarnaci�n m�s elevada del derecho internacional.

2. La intervenci�n masiva a tal escala en el Oriente Pr�ximo s�lo puede fomentar el terrorismo antioccidental. M�s que ayudar a la destrucci�n de Al Qaida, probablemente multiplicar� el n�mero de voluntarios que se alistar�n en esa organizaci�n. Los Estados Unidos correr�n m�s peligro despu�s de una guerra contra Irak que el que corr�an antes.

3. La campa�a en preparaci�n es un ataque preventivo, abiertamente declarado como tal, que socava el respeto hacia el derecho internacional y expone al mundo a un torbellino de violencia, conforme otros estados sigan la misma senda y se tomen la justicia por sus propias manos.

4. La guerra, en cualquier caso, siempre deber�a ser una �ltima instancia para resolver un conflicto internacional. En el caso de Irak, un endurecimiento de las sanciones y la vigilancia bastar�an para desmantelar el r�gimen baath, ahorrando vidas inocentes y conservando la unidad de la comunidad internacional.

5. La obsesi�n con Irak es una distracci�n del peligro m�s agudo que plantea Corea del Norte, pa�s que tiene un mayor potencial nuclear, un ej�rcito m�s poderoso e incluso unos dirigentes m�s temibles. Los Estados Unidos deber�an ocuparse con mayor prioridad de Kim Jong Il, no de Sadam Husein.

6. Incluso si la invasi�n de Irak se llevase a cabo sin complicaciones, la ocupaci�n del pa�s ser� una empresa demasiado arriesgada y costosa para que los Estados Unidos salgan de ella sin problemas. La participaci�n aliada es necesaria para que tenga cualquier posibilidad de �xito, pero la unilateralidad de la Administraci�n compromete la posibilidad de dicha participaci�n. El mundo �rabe probablemente asistir� con resentimiento a un protectorado extranjero. Incluso con una coalici�n occidental para controlar el pa�s, Irak es una sociedad profundamente dividida, sin tradici�n democr�tica, que no podr� ser f�cilmente reconstruido seg�n el modelo alem�n o japon�s de la posguerra. Los costos potenciales de la aventura pesan m�s que cualquier posible ventaja que los Estados Unidos pudieran obtener.

 

Tal es, m�s o menos, el conjunto de las cr�ticas que se pueden encontrar en los medios de comunicaci�n convencionales y en respetables c�rculos pol�ticos, tanto en los propios Estados Unidos como �incluso m�s� en Europa y en otros lugares. Se pueden resumir en unos pocos t�tulos: los vicios de la unilateralidad, los riesgos de alentar el terrorismo, los peligros de la guerra preventiva, el costo humano de la guerra, la amenaza de Corea del Norte y las responsabilidades de hacer m�s de lo necesario. Como tal, se dividen en dos categor�as: las objeciones de principios �los males de la unilateralidad, de la guerra preventiva� y las objeciones de prudencia: los peligros del terrorismo, Corea del Norte, el problema de hacer m�s de lo necesario.

�Qu� respuestas puede dar la Administraci�n Bush a cada una de ellas?

 

1. La unilateralidad. Hist�ricamente, los Estados Unidos siempre se han reservado el derecho de actuar solos si era necesario, si bien buscando aliados dentro de lo posible. En a�os recientes actuaron solos en Grenada, en Panam�, en Nicaragua... �Cu�les son sus aliados que se quejan ahora de los acomodos que tuvieron lugar en cualquiera de esos pa�ses? En cuanto a las Naciones Unidas, la OTAN no las consult� cuando lanz� su ataque contra Yugoslavia en 1999, en el que participaron todos los aliados europeos que ahora hablan de la necesidad de una autorizaci�n del Consejo de Seguridad y que fue apoyado calurosamente por el 90 por ciento de la opini�n que ahora se queja de nuestros planes para Irak. Si fue correcto derrocar por la fuerza a Milosevic, que no ten�a armas de destrucci�n masiva y que incluso toler� una oposici�n que lleg� a ganar unas elecciones, �por qu� no lo ha de ser derrocar por la fuerza a Sadam, un tirano m�s peligroso, cuyo historial de violaciones de derechos humanos es peor, que ha invadido a un vecino, que utiliz� armas qu�micas y que no soporta oposici�n de ninguna clase? En cualquier caso, las Naciones Unidas ya han aprobado la resoluci�n 1441, que deja la v�a libre a los miembros del Consejo de Seguridad para aplicar la fuerza contra Irak, con lo que la legalidad de un ataque no est� en entredicho.

 

2. El terrorismo. Al Qaida es una red que se gu�a por el fanatismo religioso de una fe que apela a la guerra santa del mundo musulm�n contra los Estados Unidos. La creencia de que Al� asegura la victoria a los jihadi es uno de sus principios b�sicos. Por ello, no hay mejor manera de desmoralizar y terminar con dicha creencia que demostrando la falsedad de la ayuda celestial y la imposibilidad absoluta de resistir a la muy superior fuerza militar estadounidense. Los fanatismos nazi y japon�s se apagaron con el simple hecho de una derrota aplastante, y si Al Qaida est� muy lejos de aquel poder�o, �por qu� ahora ser�a distinto?

 

3. La guerra preventiva. Lejos de ser una nueva doctrina, es un derecho tradicional de los estados. Al fin y al cabo, �qu� fue la m�s admirada victoria militar de la posguerra, sino un ataque preventivo? La Guerra de los Seis D�as de Israel, en 1967, lejos de ser condenable, dio lugar a la moderna doctrina de las Guerras justas e injustas, tal como la defini� el distinguido fil�sofo de la izquierda estadounidense Michael Walter en un trabajo vivamente elogiado por el todav�a m�s ilustre fil�sofo liberal John Rawls en su The Law of Peoples [El derecho de los pueblos. M�s a�n, al atacar Irak, lo �nico que haremos es completar el vital ataque preventivo de 1981contra el reactor Osirak. �Qui�n se queja ahora de aquello?

 

4. El costo humano de la guerra. En verdad es algo tr�gico y haremos todo lo que podamos �que t�cnicamente es mucho� para reducir al m�nimo las v�ctimas civiles. Pero la realidad es que una guerra r�pida ahorrar� vidas y no al contrario. Seg�n la UNICEF, desde 1991 las sanciones contra Irak �apoyadas por la mayor parte de quienes ahora se oponen a la guerra� han causado 500.000 muertes por desnutrici�n y enfermedad. Incluso si aceptamos una cifra inferior, es decir, 300.000, es muy improbable que la guerra r�pida y quir�rgica que somos capaces de llevar a cabo se acerque a esta destrucci�n provocada en tiempo de paz. Al contrario, una vez Sadam derrocado, el petr�leo fluir� libremente de nuevo y los ni�os iraqu�es tendr�n bastante para comer. La poblaci�n aumentar� de nuevo con celeridad.

 

5. Corea del Norte. Se trata de un estado comunista arruinado que seguramente plantea un gran peligro para el nordeste asi�tico. Tal como se�alamos mucho antes de las actuales protestas, es la otra extremidad del Eje de Mal. Pero es de sentido com�n que concentremos nuestras fuerzas primero en el eslab�n m�s d�bil del Eje, no en el m�s fuerte. Si hemos de proceder con mayor cautela al derrocamiento del r�gimen no es porque Pyongyang tenga o no tenga unas rudimentarias armas nucleares, que podemos f�cilmente destruir, sino porque podr�a abalanzarse sobre Se�l en un ataque convencional. �Acaso alguien duda de que tenemos la intenci�n de ocuparnos tambi�n del r�gimen norcoreano cuando llegue el momento?

 

6. El problema de hacer m�s de lo necesario. La ocupaci�n de Irak realmente plantea un desaf�o, que no subestimamos. Pero es una apuesta razonable. La hostilidad �rabe est� sobreestimada. Al fin y al cabo, durante los dos a�os que ha necesitado Israel para aniquilar la segunda intifada ante las c�maras de la televisi�n, no ha habido ni una sola manifestaci�n de importancia en el Oriente Pr�ximo, y eso que la simpat�a popular por los palestinos es mucho mayor que por Sadam. Tambi�n suele olvidarse que ya tenemos un protectorado muy ventajoso en el tercio norte de Irak, donde hemos abatido cabezas kurdas con bastante eficacia. �Alguna vez se ha quejado alguien? El centro sunni del pa�s seguramente ser� m�s dif�cil de controlar, pero la idea de que en Oriente Pr�ximo es imposible mantener reg�menes estables creados o dirigidos por poderes extranjeros es absurda. Basta con recordar la prolongada estabilidad de la monarqu�a que establecieron los brit�nicos en Jordania o el satisfactorio peque�o estado que crearon en Kuwait. Mejor a�n, pensemos en nuestro leal amigo Mubarak, de Egipto, que tiene una poblaci�n urbana mucho m�s numerosa que Irak. Todo el mundo dec�a que Afganist�n era un cementerio para los extranjeros �brit�nicos, rusos, etc.�, pero lo liberamos con bastante rapidez y ahora las Naciones Unidas hacen un trabajo excelente que lo est� haciendo revivir. �Por qu� no Irak? Si todo va bien, podr�amos obtener grandes ventajas: una plataforma estrat�gica, un modelo institucional y considerables provisiones de petr�leo.

 

Ahora, si uno considera desapasionadamente ambos modelos de argumentos, quedan pocas dudas de que, en cuestiones de principios, la posici�n de la Administraci�n Bush contra sus cr�ticos es inatacable, y est� muy claro por qu�. Ambos lados comparten una serie de asunciones comunes, cuya l�gica hace que el ataque contra Irak sea una proposici�n sumamente defendible. �Cu�les son tales asunciones? Se pueden resumir como sigue:

 

1. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas representa la expresi�n legal suprema de la �comunidad internacional�; excepto en los casos en que no se especifica, sus resoluciones tienen una fuerza obligatoria jur�dica y moral.

 

2. Sin embargo, las intervenciones humanitarias u otras por parte de Occidente, cuando son necesarias, no requieren el permiso de las Naciones Unidas, aunque siempre sea preferible obtenerlo.

 

3. Irak cometi� una ofensa contra el derecho internacional cuando trat� de anexar Kuwait y fue castigado por aquel crimen, contra el cual las Naciones Unidas se han venido alzando desde entonces como una sola voz.

 

4. Irak tambi�n ha procurado adquirir armas nucleares, cuya proliferaci�n es, en cualquier caso, un peligro urgente para la comunidad internacional, por no hablar de las armas qu�micas o biol�gicas.

 

5. Irak es una dictadura como no hay otra, o quiz� s�lo unas pocas m�s, incluida Corea del Norte, que viola los derechos humanos.

 

6. En consecuencia, Irak no puede gozar de los derechos de un estado soberano, sino que debe someterse a bloqueos, bombardeos y p�rdidas de integridad territorial, hasta que la comunidad internacional decida lo contrario.

 

Equipados con estas premisas, no es dif�cil demostrar que a Irak no se le puede permitir que posea armas nucleares o de cualquier otro tipo; que ha desafiado resoluciones sucesivas de las Naciones Unidas; que el Consejo de Seguridad aprob� t�citamente un segundo ataque contra su territorio (cosa que no hizo en el ataque contra Yugoslavia) y que Sadam Husein hace tiempo que se merece la destituci�n.

No obstante, estas mismas premisas pueden ser utilizadas por los cr�ticos de la Administraci�n Bush, aunque no bas�ndose en principios, sino simplemente en razones de prudencia: puede que la invasi�n de Irak sea moralmente aceptable e incluso deseable, pero �es pol�ticamente acertada? El c�lculo de las consecuencias es siempre m�s imponderable que la deducci�n a partir de principios, de manera que deja mucho espacio libre para desacuerdos considerables. Es poco probable que cualquiera que est� convencido de que Al Qaeda es un bacilo mort�fero a la espera de convertirse en una epidemia, que Kim Jong Il es un d�spota todav�a m�s demente que Sadam Husein o aquel Irak podr�a convertirse en otro Vietnam, se deje influenciar si se le recuerda la resoluci�n 1441 de las Naciones Unidas o la alta misi�n de la OTAN en la protecci�n de derechos humanos en los Balcanes.

Las estructuras de justificaci�n intelectual son una cosa. El sentimiento popular, aunque no sea inmune a ellas, es otra. Las multitudinarias manifestaciones del 15 de febrero en la Europa occidental, en los Estados Unidos y en Australia, opuestas a un ataque contra Irak, plantean un tipo diferente de pregunta. Es as� de simple. �C�mo explicar esta enorme y apasionada rebeli�n contra la perspectiva de una guerra cuyos principios se diferencian poco de precedentes intervenciones militares, las cuales fueron aceptadas o incluso bienvenidas por tantos de quienes ahora se alzan contra �sta? �Por qu� la guerra en Oriente Pr�ximo hoy despierta sentimientos que la guerra de los Balcanes no despert�, si l�gicamente son tan similares? Es poco probable que la desproporci�n de las reacciones tenga algo que ver con distinciones entre Belgrado y Bagdad y, en cualquier caso, esta �ltima ha dado m�s motivos para la intervenci�n. Est� claro que la explicaci�n se encuentra en otra parte. Tres factores parecen haber sido decisivos.

En primer lugar, la hostilidad al r�gimen republicano de la Casa Blanca. La aversi�n cultural por la presidencia de Bush est� muy extendida en la Europa occidental, donde sus �speras afirmaciones sobre la supremac�a estadounidense y su tendencia poco diplom�tica de aunar las palabras con los hechos han logrado que la opini�n p�blica, acostumbrada a que se suela correr un velo decoroso sobre la realidad del poder, no lo aprecie en absoluto. Para comprender hasta qu� punto tiene peso este ingrediente en el sentimiento pacifista europeo, basta con recordar la sumisi�n con que se tomaron los sucesivos bombardeos de Clinton sobre Irak. Si una Administraci�n Gore o Lieberman estuviese preparando una segunda guerra del Golfo, la resistencia ser�a la mitad de la que hay ahora. La aversi�n actual hacia Bush de los medios de comunicaci�n y de la opini�n p�blica de la Europa occidental no tiene ninguna relaci�n con las diferencias reales entre los dos partidos en los Estados Unidos. Basta con se�alar que Kenneth Pollack y Philip Bobbitt, que son respectivamente el principal exponente pr�ctico y el principal te�rico intelectual de la guerra contra Irak, son antiguos ornamentos del r�gimen de Clinton. Pero como los sistemas pol�ticos occidentales tienden a difuminar los contrastes sustanciales de la pol�tica, las diferencias simb�licas de estilo y la imagen pueden adquirir, en compensaci�n, una rigidez hist�rica. El Kulturkampf entre dem�cratas y republicanos dentro de los Estados Unidos ahora se est� reproduciendo entre los Estados Unidos y la Uni�n Europea. Es t�pico que en tales discusiones la violencia de las pasiones partidistas sea inversamente proporcional a la profundidad de los aut�nticos desacuerdos. Pero al igual que en los conflictos entre las facciones azules y verdes del hip�dromo bizantino, preferencias afectivas m�nimas pueden tener consecuencias pol�ticas importantes. La Europa que echa de menos a Clinton �v�ase cualquier editorial en The Guardian, Le Monde, La Repubblica o El Pa�s- puede unirse para rechazar a Bush.

En segundo lugar est� el espect�culo. La opini�n p�blica estaba bien preparada para la Guerra de los Balcanes debido a la masiva cobertura de la prensa y de la televisi�n con respecto a las salvajadas �tnicas que se estaban cometiendo en la regi�n, que eran reales y �tras Rambouillet, en un grado considerable� m�ticas. Las incomparablemente mayores matanzas de Ruanda, donde los Estados Unidos, por temor a que los medios de comunicaci�n dejasen de informar sobre Bosnia, bloquearon la intervenci�n durante el mismo per�odo, fueron totalmente ignoradas. El sitio de Sarajevo, retransmitido con todo detalle, horroriz� a millones de personas. La destrucci�n de Grozny, que sucedi� fuera de campo, apenas provoc� un encogimiento de hombros. Clinton la llam� liberaci�n y Blair se apresur� a felicitar a Putin por las elecciones que gan� por tal motivo. En Irak, la grave situaci�n de los kurdos fue ampliamente televisada despu�s de la guerra del Golfo, lo cual moviliz� a la opini�n p�blica a favor de la creaci�n de un protectorado angloestadounidense, sin necesidad de una autorizaci�n de las Naciones Unidas. Pero hoy, por mucho que Washington o Londres declamen las atrocidades de Sadam Husein, por no hablar de sus armas de destrucci�n masiva, son invisibles a todos los efectos pr�cticos para el espectador europeo. Las sesiones de diapositivas de Powell en el Consejo de Seguridad no tienen parang�n con las im�genes de Bernard-Henri L�vy o de Michael Ignatieff vibrando ante el micr�fono. A falta de im�genes, la liberaci�n de Bagdad deja fr�a la imaginaci�n de los europeos.

En tercer lugar, quiz�s la raz�n m�s importante sea el miedo. Los bombardeos a�reos pudieron llevarse a cabo sobre Yugoslavia en 1996 y de manera continua sobre Irak a partir de 1991 sin ning�n riesgo de represalias. �Qu� pod�an hacer Milosevic o Sadam? Eran blancos f�ciles. El atentado del 11 de septiembre alter� este sentimiento de seguridad. Fue de verdad un espect�culo inolvidable, dise�ado para hipnotizar a Occidente. El objetivo de los ataques eran los Estados Unidos, no Europa. Si bien los estados europeos, con Gran Breta�a y Francia a la cabeza, participaron en la respuesta contra Afganist�n, para sus poblaciones la guerra se desarroll� en un escenario remoto, y el tel�n se baj� con rapidez. La perspectiva de una invasi�n y de una ocupaci�n de Irak, mucho m�s grande y m�s cercana, en el coraz�n de Oriente Pr�ximo, donde la opini�n p�blica europea observa con inquietud �pero sin hacer nada al respecto� que algo va mal en la tierra de Israel, es otra cosa. El espectro de la venganza por parte de grupos como Al Qaeda o similares en una nueva versi�n de la Guerra de los Balcanes ha enfriado a muchos ardientes partidarios del nuevo 'humanismo militar� de finales de los a�os noventa. Los serbios eran una bagatela: menos de ocho millones. Los �rabes son doscientos ochenta millones y est�n m�s cerca de Europa que de los Estados Unidos, e incluso muchos de ellos en su interior. Ante la expedici�n a Bagdad, incluso los militantes leales del New Labour se preguntan ahora: �est�is seguros de que esta vez nos vamos a librar?

Los grandes movimientos de masas no se deben juzgar con r�gidas normas l�gicas. Sean cuales sean sus motivos, las multitudes que han protestado contra una guerra en Irak son un latigazo contra los gobiernos que la promueven. En cualquier caso, hab�a all� elementos demasiado j�venes como para haberse comprometido a causa de los precedentes. Pero si el movimiento desea permanecer deber� desarrollarse m�s all� de las limitaciones del club de fans, de la pol�tica del espect�culo, de la �tica del miedo. Porque la guerra, si tiene lugar, no se parecer� a Vietnam. Ser� corta y aguda y no hay ninguna garant�a de que la justicia po�tica llegar� despu�s. Una simple oposici�n prudencial a la guerra no sobrevivir� al triunfo, y tampoco lo har� lo que se escriba a mano sobre su legalidad en una hoja de parra de las Naciones Unidas. Los diversos jueces y abogados que ahora ponen reparos a la campa�a que se avecina har�n las paces con sus comandantes bastante pronto, una vez que los ej�rcitos aliados se instalen en el Tigris y Kofi Annan pronuncie uno o dos discursos para hacer las paces, redactados por los �negros� del Financial Times, sobre la distensi�n de la posguerra. La resistencia, si desea perdurar, deber� encontrar otros principios en qu� basarse. Y puesto que los debates actuales invocan interminablemente a la �comunidad internacional� y a las Naciones Unidas, como si fuesen un b�lsamo contra la Administraci�n Bush, deber�n asimismo comenzar por ah�. He aqu� algunas proposiciones telegr�ficas que podr�an servir de alternativas:

 

1. No existe ninguna comunidad internacional. El t�rmino es un eufemismo de la hegemon�a estadounidense. Se debe a la Administraci�n el que algunos de sus funcionarios lo hayan abandonado.

 

2. Las Naciones Unidas no son un lugar de autoridad imparcial. Su estructura, dado el poder abrumador de las cinco naciones vencedoras de una guerra que tuvo lugar hace cincuenta a�os, es pol�ticamente indefendible: comparable hist�ricamente a la Santa Alianza de principios del siglo XIX, que tambi�n proclam� su misi�n de preservar la �paz internacional �en beneficio de la humanidad'. Mientras que estos poderes estuvieron divididos por la guerra fr�a, se neutralizaron unos a otros en el Consejo de Seguridad y la organizaci�n fue inofensiva. Pero ahora que la guerra fr�a se ha terminado, las Naciones Unidas se han convertido esencialmente en una pantalla para la voluntad estadounidense. Supuestamente dedicada a la causa de la paz internacional, la organizaci�n ha emprendido dos guerras importantes desde 1945 y no ha impedido ninguna. Sus resoluciones son sobre todo ejercicios de manipulaci�n ideol�gica. Algunos de sus afiliados secundarios �la UNESCO, la Unctad y otros similares� hacen un buen trabajo y la Asamblea general es poco da�ina. Pero no hay ninguna posibilidad de reformar el Consejo de Seguridad. El mundo estar�a mucho mejor �ser�a un conjunto m�s honorable de estados iguales� sin su presencia.

 

3. El oligopolio nuclear de los cinco poderes vencedores de 1945 es igualmente indefendible. El Tratado de no proliferaci�n nuclear es una burla de cualquier principio de igualdad o de justicia, pues quienes poseen las armas de destrucci�n masiva insisten en que todos, excepto ellos, se deshagan de ellas en beneficio de la humanidad. En el caso de que algunos estados reclamaran tales armas, ser�an los peque�os, no los grandes, ya que �stas compensar�an el poder y la arrogancia de estos �ltimos. En la pr�ctica, como era de esperar, estas armas est�n muy difundidas, y puesto que los grandes poderes se niegan a desechar las suyas, no hay ninguna raz�n para oponerse a que otros las posean. Kenneth Waltz, decano estadounidense de la teor�a de las relaciones internacionales y una fuente impecablemente respetable, public� hace mucho tiempo un tranquilo y detallado ensayo, que nunca ha sido refutado y que se titulaba �The Spread of Nuclear Weapons: More May Be Better� [La proliferaci�n de las armas nucleares: m�s puede ser mejor]. Es una lectura recomendable. La idea de que no se debe permitir que Irak o Corea del Norte posean tales armas, mientras que se puede perdonar que Israel o la Sud�frica blanca s� las tengan, no tiene base l�gica alguna.

 

4. Las anexiones de territorios �denominadas conquistas en un lenguaje m�s tradicional�, cuyo castigo es la justificaci�n nominal del bloqueo impuesto por las Naciones Unidas a Irak, nunca atrajeron las iras de las Naciones Unidas cuando los conquistadores eran aliados de los Estados Unidos, sino �nicamente cuando eran sus adversarios. Las fronteras de Israel, a pesar de las resoluciones de las Naciones Unidas de 1947, por no hablar de 1967, son el producto de conquistas. Turqu�a se apoder� de dos quintas partes de Chipre, Indonesia de Timor oriental y Marruecos del Sahara Occidental, sin que nadie temblara en el Consejo de Seguridad. Los detalles legales importan s�lo cuando los intereses de los enemigos est�n en juego. En lo que respecta a Irak, las agresiones excepcionales del r�gimen baath son un mito, tal como John Mearsheimer y Stephen Walt �a quienes dif�cilmente se los puede tachar de radicales incendiarios� han demostrado recientemente con detalle en su reciente ensayo publicado en Foreign Policy.

 

5. El terrorismo, tal como lo practica Al Qaeda, no es una amenaza seria para el statu quo en ninguna parte. El �xito espectacular del ataque del 11 de septiembre se bas� en la sorpresa �incluso la del cuarto avi�n� y es imposible de repetir. Si Al Qaeda hubiera sido una organizaci�n fuerte, habr�a descargado sus golpes en los estados clientes de Estados Unidos en Oriente Pr�ximo, donde el derrocamiento de un r�gimen significar�a una diferencia pol�tica, m�s que en los Estados Unidos, donde s�lo hizo el efecto de un pinchazo. Tal como han se�alado Olivier Roy y Gilles Keppel, las dos mejores autoridades en el campo de islamismo contempor�neo, Al Qaeda es el remanente aislado de un movimiento de masas del fundamentalismo musulm�n, cuya utilizaci�n del terror es el s�ntoma de su debilidad y de su derrota, el equivalente isl�mico de la Facci�n del Ej�rcito Rojo o de las Brigadas Rojas que surgieron en Alemania y Italia una vez que los grandes levantamientos de estudiante de finales de los a�os sesenta se hubieran desvanecido, y que fueron f�cilmente reprimidos por el estado. La total incapacidad de Al Qaeda para organizar un solo atentado mientras que sus bases estaban siendo destruidas y sus mandos aniquilados en Afganist�n, habla mucho sobre su debilidad. De formas diferentes, la evocaci�n del espectro de una conspiraci�n enorme y mortal, capaz de golpear en cualquier momento, le hace el juego tanto a la Administraci�n como a la oposici�n del Partido Dem�crata, pero es un invento que tiene poco que ver de una u otra manera con Irak, que ni tiene hoy conexiones con Al Qaeda ni probablemente podr� hacer que la organizaci�n reviva si cae ma�ana.

 

6. Las tiran�as o el abuso de los derechos humanos, que ahora se utilizan para justificar intervenciones militares �pasando por encima de la soberan�a nacional en nombre de valores humanitarios� son otra cosa que las Naciones Unidas tambi�n utilizan con criterios no menos selectivos. El r�gimen iraqu� es una dictadura brutal, pero hasta que atac� a uno de los peones estadounidenses en el Golfo hab�a sido armado y financiado por Occidente. Su historial es menos sangriento que el del r�gimen indonesio, que durante tres d�cadas fue el pilar principal de Occidente en el sudeste asi�tico. La tortura era legal en Israel hasta ayer, abiertamente aceptada por el Tribunal Supremo. A diferencia de Irak, Turqu�a, reciente candidata a la entrada en la Uni�n Europea, ni siquiera tolera la lengua de sus kurdos y, en calidad de buen miembro de la OTAN, tortura y encarcela sin obst�culo alguno. En cuanto a la �justicia internacional�, la farsa del Tribunal de la Haya sobre Yugoslavia, puesto que la OTAN es juez y parte, se amplificar� con el Tribunal Penal Internacional, en el que el Consejo de Seguridad puede prohibir o suspender cualquier acci�n que no le guste (es decir, que irrite a sus miembros permanentes).Adem�s, se invita a compa��as privadas o millonarias �Walmart o Dow Chemicals, Hinduja o Fayed, pongamos por caso� a financiar investigaciones (Art�culos 16 y 116). Sadam, en caso de que lo capturen, seguramente ser� juzgado por este augusto tribunal. �Alguien se imagina que Sharon o Putin o Mubarak alguna vez lo ser�n?

�Cu�les son las conclusiones? Simplemente �stas: maullar sobre la locura de Blair o la crudeza de Bush s�lo sirve para salvar los muebles. Los argumentos contra la guerra inminente ser�an m�s cre�bles si se centrasen en la estructura anterior al tratamiento especial que las Naciones Unidas le otorgaban a Irak, en vez de ocuparse de la cuesti�n secundaria de si hay que seguir estrangulando despacio el pa�s o bien sacarlo r�pidamente de su miseria.

 

 

 

�Qu� es lo que motiva a Perry?

James Petras

James Petras

 

Perry Anderson ha escrito una pol�mica cr�tica de los argumentos de los sectores liberales del movimiento pacifista. Su cr�tica del apoyo a las Naciones Unidas y en particular al Consejo de Seguridad y al Tratado de no proliferaci�n nuclear est� bien argumentada, si bien peca de unilateral. Aparte de sus perspicaces reproches al campo pacifista liberal, el resto de su pol�mica adolece de profundos y penetrantes fallos te�ricos, de conceptualizaci�n y de realidad. En primer lugar, Anderson hace caso omiso de la compleja y plural coalici�n que vincula a antiimperialistas radicales con pacifistas y con liberales religiosos y seglares.

La discusi�n que hace Anderson de los preparativos estadounidenses para la guerra carece de cualquier alusi�n a un marco te�rico digno de este nombre. Su vaga y escueta menci�n de la �hegemon�a' estadounidense no funciona. Su reticencia a la hora de discutir (o incluso de mencionar) el imperialismo estadounidense y las especificidades de su elite gobernante excluye cualquier comprensi�n del contexto, de la radicalizaci�n y del crecimiento del movimiento pacifista y, en particular, de su poderosa vertiente antiimperialista. Anderson se limita al debate entre conservadores y liberales, que son tanto prob�licos como pacifistas y, a continuaci�n, inserta el movimiento pacifista de masas dentro de estos estrechos l�mites.

La idea que tiene Anderson del movimiento pacifista est� distorsionada por la lectura del London Times o del Los Angeles Times o por los chismorreos de Beverly Hills. El movimiento pacifista es una superaci�n de los sectores radicales del movimiento antiglobalizador, para ser m�s precisos de su ala anticapitalista. En segundo lugar, un sector mayoritario del movimiento pacifista (sobre todo fuera de la �rbita angloestadounidense) se opone a la guerra con independencia de cualquier decisi�n de las Naciones Unidas, lo cual demuestra su posici�n cr�tica con respecto al comportamiento pasado y presente de las Naciones Unidas. En tercer lugar, en muchos pa�ses, incluidos Inglaterra, Turqu�a, Italia y Francia, los trabajadores han iniciado acciones directas �huelgas� o han amenazado con otras acciones para oponerse a la naturaleza imperialista de la guerra. En el norte de Italia los sindicalistas y los activistas pacifistas han bloqueado v�as f�rreas que se utilizan para transportar convoyes cargados de armas. El 14 de marzo, millones de trabajadores espa�oles organizaron una huelga general contra los preparativos de la guerra.

La fl�ccida discusi�n de Anderson sobre los motivos que mueven al creciente movimiento pacifista es una caricatura del movimiento, m�s cercana a Paul Wolfowitz que a las explicaciones dadas por los propios participantes. Seg�n Anderson, la oposici�n se basa en la hostilidad cultural hacia los republicanos, en los defectos de la campa�a de propaganda (�espect�culo�) de los medios de comunicaci�n adictos a Bush y en el �miedo'. Las principales consignas que se gritan en las manifestaciones de todo el mundo son �No cambiemos sangre por petr�leo�, �Petr�leo = Guerra� y otras muchas variantes del mismo tema, que reflejan la oposici�n a la guerra que promueve Washington para quedarse con el petr�leo de Irak. Estos esl�ganes reflejan un razonamiento coherente, l�gico y exacto, que vincula una guerra imperial con la b�squeda del control de una materia prima estrat�gica. Anderson subestima la repugnancia popular hacia el asesinato en masa, as� como la convicci�n que tienen los movimientos pacifistas de que millones de iraqu�es ser�n asesinados, heridos o desplazados. La opini�n popular de las masas ha sido capaz de ver a trav�s de la campa�a de propaganda sin precedentes, masiva y homog�nea de Bush, Blair, Aznar, Berlusconi y otros. En vez de reconocer una nueva conciencia cr�tica p�blica, Anderson le reprocha a Bush el que no haya emprendido una campa�a de propaganda mas agresiva y eficaz. Al parecer, Anderson olvida que s�lo pueden proyectar sus im�genes de propaganda durante 24 horas por d�a.

La cuesti�n del miedo a la venganza es un factor que influye en el auge del movimiento pacifista, pero esta inquietud psicol�gica est� ligada tanto a los sentimientos pacifistas como a los favorables a la guerra. Las razones que encaminan la condici�n psicol�gica hacia una direcci�n particular �a oponerse a los Estados Unidos como agresor� son factores pol�ticos, sociales y econ�micos, el reconocimiento de que Washington ha falsificado los datos que justifican la guerra, de que no hay ninguna prueba de que existan amenazas cre�bles provenientes de Irak y la sensaci�n de que los Estados Unidos son la aut�ntica amenaza terrorista. �sta es la cuesti�n en la mayor parte de los pa�ses, en particular fuera del mundo anglosaj�n. En Corea del Sur, seg�n encuestas recientes, la mayor parte de la poblaci�n, tres de cada cuatro coreanos, considera que los Estados Unidos son una amenaza mayor que Corea del Norte.

En lo que seguramente ser� considerado como el argumento logicodeductivo m�s absurdo sobre el movimiento pacifista, Anderson aduce que �en cuestiones de principios, la posici�n de la Administraci�n Bush contra sus cr�ticos es inatacable�. Conforme uno lee con detenimiento el resumen que hace Anderson de las asunciones en que se basan tales �principios� , advierte que no logra explicar en detalle el principio bushiano de la guerra permanente sobre la base de una conspiraci�n planetaria internacional mundial hoy vigente en 60 pa�ses, la doctrina de las guerras preventivas, las m�ltiples guerras en Oriente Pr�ximo y la il�gica posici�n de apoyar los principios de las Naciones Unidas y de anularlos en la pr�ctica. Si no fuera por lo mucho que est� en juego, resultar�a divertido leer la en�rgica presentaci�n que hace Anderson de la guerra �de principios� de la Administraci�n Bush y su disparatado resumen de la il�gica e incoherente discusi�n de la posici�n pacifista liberal. En sus esfuerzos por desacreditar los argumentos liberales pacifistas, sin querer �o bien deliberadamente� intenta abrir una brecha entre la coalici�n plural que se opone la guerra. Para lograrlo, su principal arma consiste en un ataque general contra las Naciones Unidas, el Consejo de Seguridad y la �comunidad internacional� como simples instrumentos de la �hegemon�a� estadounidense. Las generalidades de Anderson contienen verdades a medias, carecen de cualquier sentido t�ctico pol�tico y de estrategia y est�n desprovistas de cualquier idea sobre c�mo sobrepasar el movimiento pacifista m�s all� de algunas declaraciones poco pertinentes.

El punto de partida es la incapacidad de Anderson para entender el comportamiento pol�tico de las Naciones Unidas durante el medio siglo que acaba de transcurrir. Mientras que los Estados Unidos dominaron las Naciones Unidas durante los a�os cincuenta y sesenta, en los setenta se cambiaron las tornas y los Estados Unidos quedaron en minor�a frente a las exigencias de un Nuevo Orden Internacional. Los Estados Unidos tuvieron que recurrir a su veto para bloquear resoluciones que afectaban al socio especial de Washington, Israel. Durante los a�os noventa, la influencia de los Estados Unidos en las Naciones Unidas alcanz� su punto m�ximo, que ha declinado conforme se acercaba la segunda Guerra del Golfo. No cabe duda de que los Estados Unidos son un poderoso pa�s imperialista con vocaci�n para la conquista (no para la hegemon�a), pero Anderson hace caso omiso de que, hoy, Washington encuentra oposici�n en su camino y amenaza con actuar con independencia de las Naciones Unidas. �Cu�l es la fuente de este conflicto, rivalidades interimperialistas, elites gobernantes diferentes? Nunca llegamos a averiguarlo, porque Anderson, con su l�gica sublime, ignora totalmente estas cuestiones y, lo que es peor, no llega a ver que los conflictos interelititistas son una condici�n importante para el avance antiimperialista en ciertas circunstancias. Los treinta millones de activistas pacifistas incluyen a gente que todav�a cree en las Naciones Unidas, que conf�an en Chirac y en una resoluci�n de las Naciones Unidas. �Acaso deber�a la izquierda romper con ellos y debilitar el movimiento o bien deber�a trabajar junto a ellos, presentar sus propios argumentos antiimperialistas y profundizar el conocimiento popular de las causas sist�micas de la guerra? Est� claro que los revolucionarios y los antiimperialistas reformistas han escogido correctamente el segundo camino, y con mucho �xito, tanto desde el punto de vista cualitativo como cuantitativo. El movimiento pacifista se est� radicalizando, crece por millones conforme se acerca la guerra y ha llevado a los aliados burgueses e imperiales hacia una oposici�n temporal. Incluso si las Naciones Unidas estuviesen totalmente dominadas, tal como afirma Anderson, han servido de foro para plantear cuestiones fundamentales y para obligar a los Estados Unidos a exhibir su lado m�s oscuro: el chantaje pol�tico, las amenazas violentas, la corrupci�n econ�mica y el crudo espionaje de representantes de las Naciones Unidas, lo cual no s�lo ha afectado desfavorablemente la imagen de los Estados Unidos, sino que tambi�n ha sacado a la luz los l�mites de las Naciones Unidas y del Consejo de Seguridad. Las apelaciones a las Naciones Unidas son demandas de transici�n, que unen la actual conciencia moderada antibelicista con una perspectiva antiimperialista m�s radical, siempre que la izquierda no renuncie a su posici�n de principios. La alternativa de Anderson al movimiento pacifista antiimperialista consiste en abolir el Consejo de Seguridad y en estudiar las pasadas relaciones de las Naciones Unidas con Irak, lo cual es algo que carece de importancia frente a un movimiento pacifista de masas correctamente centrado en el papel del r�gimen imperial de Washington y en sus actuales proyecciones militares en Oriente Pr�ximo, un movimiento que pretende profundizar y explotar las �il�gicas� y �contradictorias� posiciones adoptadas por las clases rivales dominantes y sembrar la conciencia antiimperialista entre los mil millones de oponentes a la guerra.

 

 


Rebelión        

SI DESEA LEER EL TEXTO EN EL PORTAL DE REBELI�N, PULSE SOBRE LA IMAGEN

 

Perry Anderson y James Petras en espa�ol

Pulse para volver a la página anterior

 
 

� Manuel Talens 2002