El escritorio de Manuel Talens

El traductor activista

Activismo, ideolog�a y medios de comunicaci�n

LA CULTURA Y LOS RETOS DEL MUNDO CONTEMPOR�NEO

 James Petras

James Petras

Traducido para Rebeli�n por Manuel Talens

 

   Nunca construiremos una conciencia comunista con un signo
de d�lar en las mentes y en los corazones de los hombres.

Fidel Castro

 

Introducci�n

Escribir de cultura es escribir de arte, ideolog�a, educaci�n, deporte y otras muchas cosas. La cultura se puede enfocar desde numerosas perspectivas, que incluyen la personalidad, la est�tica, la pol�tica y la historia. Me centrar� expresamente en la cultura como terreno para la lucha pol�tica y dejar� para otro momento y otro lugar la discusi�n de la cultura como medio est�tico, como fuente de reflexi�n y de realizaci�n humanas. Me centrar� en particular en la cultura como ideolog�a y en c�mo influye en la clase y en la conciencia nacional, as� como en la acci�n pol�tica. La cultura como ideolog�a implica la creaci�n y la expresi�n de una �subjetividad� humana o, expresamente, la conciencia nacional y de clase, que es la manera en que la gente (clases, g�neros, grupos �tnicos y raciales) percibe y act�a para influir en sus circunstancias objetivas. La subjetividad es esencial para la comprensi�n de los conflictos, las estructuras de poder y los movimientos que buscan la transformaci�n en el mundo contempor�neo. La �subjetividad� como conciencia pol�tica se puede entender en su relaci�n dial�ctica din�mica con la realidad objetiva. La manera en que la gente y las clases reaccionan a sus condiciones objetivas da forma a su realidad material, la cual, a su vez, produce un impacto en su subjetividad.

Las creencias ideol�gicas y la acci�n pol�tica son el resultado de m�ltiples determinaciones, que incluyen las condiciones socioecon�micas (crisis, posici�n en la estructura de clase, movilidad social hacia arriba o hacia abajo, naturaleza del Estado) y las organizaciones pol�ticas, el liderazgo, los medios de comunicaci�n, las instituciones religiosas y las organizaciones sociales inmersas en tradiciones y en pr�cticas familiares y comunitarias. El comportamiento de clase puede verse influido tanto por las condiciones econ�micas presentes como por las aspiraciones futuras y las esperanzas.

 

La ideolog�a y las grandes cuestiones

Para entender la clase y el conocimiento nacional en relaci�n con las grandes cuestiones en el mundo contempor�neo es importante identificar su naturaleza.

La mayor parte de la humanidad se enfrenta a cinco retos principales, que son:

(1)     El af�n imperialista estadounidense por dominar el mundo a trav�s de la doctrina bushiana de las �guerras permanentes�. Esto queda ejemplificado por las guerras de conquista en los Balcanes, Afganist�n e Irak, por los preparativos de guerra contra Corea del Norte, Ir�n y el Este �rabe y tambi�n por la intervenci�n militar en Colombia a trav�s del Plan Colombia, por la actitud beligerante hacia Cuba y por el apoyo a un golpe militar en Venezuela.

(2)     La nueva colonizaci�n de Am�rica Latina a trav�s de la imposici�n del ALCA y la transferencia de soberan�a a la comisi�n del ALCA, controlada por los EE.UU. La utilizaci�n que hace Washington de la doctrina de la �extraterritorialidad�, que afirma el derecho de EE.UU. a pasar por encima de las leyes nacionales e internacionales. El rechazo estadounidense del Tribunal Penal Internacional, rechazo que deja impunes los cr�menes cometidos por su estamento militar. Los EE.UU. se han adjudicado el �derecho� a que sus militares y agentes de inteligencia puedan asesinar adversarios pol�ticos dentro de las fronteras de cualquier pa�s.

(3)     El pillaje del Tercero Mundo, en particular de la Am�rica Latina, que conduce a la reimplantaci�n de retr�gradas formas anteriores de explotaci�n, como son la esclavitud blanca (pues lanza sin remedio a millones de mujeres y ni�os a la prostituci�n, sobre todo en la antigua URSS y en Am�rica Latina); el pillaje econ�mico (el robo y la transferencia a EE.UU. y Europa de cientos de miles de millardos de d�lares de ahorros privados y p�blicos provenientes de Am�rica Latina, a trav�s del sistema bancario internacional), la apropiaci�n de todos los sectores principales de la econom�a (industria, financias, comercio) y la desindustrializaci�n de las econom�as latinoamericanas a trav�s del libre comercio, mientras que EE.UU. conserva sus barreras a la importaci�n y las subvenciones a la exportaci�n. El resultado es la reaparici�n en muchas partes de Am�rica Latina de relaciones econ�micas precapitalistas. Por ejemplo, en Argentina, la econom�a de trueque implica ahora a m�s de 4 millones de personas. En Am�rica Latina m�s del 60 % de la mano de obra funciona a trav�s de la econom�a informal o de subsistencia, simplemente intercambiando productos.

(4)     La hegemon�a estadounidense sobre la clase pol�tica, desde los partidos de centro izquierda a los de extrema derecha, que se han acomodado al proyecto imperialista de perpetuaci�n del sistema de pillaje y a la nueva colonizaci�n. Por ejemplo, la Organizaci�n de Estados Americanos (OEA) y los autoproclamados �Amigos de Venezuela� han intervenido para promover los planes pol�ticos de la clientela estadounidense golpista contra el presidente Hugo Ch�vez.

(5)     El desigual auge de poderosos movimientos sociopol�ticos en todo el mundo, pero m�s directamente en Am�rica Latina, en respuesta al proyecto imperialista estadounidense.

Los problemas de las guerras imperiales, de la nueva colonizaci�n y del pillaje constituyen un reto fundamental para las clases populares y los Estados que se organizan contra el imperio. La hip�tesis principal que desarrolla este ensayo es que la realidad objetiva derivada de la construcci�n del imperio ha creado condiciones necesarias, pero no suficientes para un frente antiimperialista y anticapitalista de masas a escala mundial. La regresi�n de las condiciones socioecon�micas globales s�lo puede proporcionar la base de una transformaci�n fundamental en presencia de factores subjetivos. Para ilustrar la importancia de lo subjetivo o �factor cultural� frente al desaf�o del imperio, es �til comparar las experiencias de pa�ses diferentes.

 

Subjetividades comparativas: Argentina y EE.UU.

En los Estados Unidos y en Argentina el fraude a gran escala y las estafas cometidas en 2001 y 2002 dieron lugar a la p�rdida de decenas de millardos de d�lares en fondos de pensi�n y en ahorros. En el caso de EE.UU. fueron las compa��as multinacionales, los bancos privados de inversi�n y los auditores corporativos quienes llevaron a cabo las estafas con la complicidad de agencias reguladoras del gobierno. En Argentina, los autores fueron los bancos privados, sobre todo los de propiedad extranjera, con la complicidad directa del gobierno.

En Argentina hubo protestas masivas, que llevaron a un levantamiento popular que oblig� a la dimisi�n del gobierno. Con posterioridad, miles de ciudadanos crearon asambleas barriales, que formaron alianzas con los movimientos de trabajadores desempleados para presionar al gobierno.

En los Estados Unidos no hubo movimientos de masas, s�lo quejas individuales, malestar privado y hostilidad localizada contra las compa��as multinacionales. La alienaci�n frente al sistema pol�tico aument�. Algunos grupos contrataron abogados para llevar a los tribunales a las corporaciones, con la esperanza de recuperar sus fondos. La mayor parte de la empobrecida clase media se resign� a una vida laboral m�s larga, a retrasar su jubilaci�n y a disminuir su nivel de vida. Muchos peque�os inversionistas retiraron sus inversiones de fondos de pensi�n. Las inconsecuentes audiencias del Congreso y el nombramiento de nuevos reguladores estatales no cambiaron nada. Nadie puso en entredicho el sistema, las compa��as siguieron funcionando de la misma manera y el Presidente y su partido se aseguraron una �mayor�a� en el Congreso, mientras que las dos terceras partes del electorado ni siquiera fueron a votar.

Estos dos casos sugieren la siguiente pregunta: �Por qu� fraudes masivos similares y la p�rdida significativa de ahorros tuvieron respuestas subjetivas tan distintas? La respuesta se encuentra en el diferente contexto pol�tico, cultural e ideol�gico de cada pa�s.

En Argentina hay movimientos pol�ticos y sociales a gran escala: los �piqueteros� en paro se manifiestan y bloquean carreteras; los partidos de izquierda intervienen en la vida pol�tica; una confederaci�n disidente del sindicato de los funcionarios est� en la oposici�n activa; hay un rechazo generalizado de la ideolog�a de �libre mercado� en la poblaci�n general. Las condiciones subjetivas que dan lugar a protestas de masas en Argentina se deben a una cultura pol�tica que favorece la acci�n colectiva, a una ideolog�a que achaca la responsabilidad pol�tica de las p�rdidas econ�micas a los bancos y al r�gimen y a un exitoso modelo de acci�n pol�tica basado en los piqueteros. La �cultura pol�tica� de oposici�n se ha extendido, a pesar del apoyo que los medios de comunicaci�n han prestado al gobierno. El movimiento asamble�sta cre� sus propias redes de comunicaci�n y utiliz� los medios de comunicaci�n alternativos existentes. El movimiento asamble�sta y la acci�n de masas tuvieron lugar a pesar de la ausencia de apoyo por parte de la burocracia sindical oficial, estrechamente vinculada al r�gimen en el poder.

En los Estados Unidos, los millones afectado por el fraude carecen de cultura pol�tica de protesta y movilizaci�n. La mayor parte de ellos son partidarios de uno de los dos partidos capitalistas, que se alternan en el poder financiados por los principales estafadores corporativos. Las dem�s �asociaciones c�vicas� a que pertenecen son conservadoras o apol�ticas, no proporcionan marco alguno para entender la naturaleza y la responsabilidad del gobierno en el fraude ni son un veh�culo para la acci�n pol�tica. Las mentes de millones de v�ctimas est�n programadas en torno a la idea de lealtad al Estado, a las corporaciones y a la familia. Una vez que el Estado y las corporaciones les fallaron, echaron mano de la familia, que s�lo les ofreci� consuelo personal y ninguna base para la acci�n colectiva. En ausencia de cualquier referencia a organizaciones para la acci�n colectiva, sin los ejemplos de exitosas movilizaciones populares, las v�ctimas buscaron en gran parte soluciones personales, se tragaron las p�rdidas en silencio y en un aislamiento impotente. Los principales estafadores regresaron a sus negocios con impunidad.

    Unas �subjetividades� y un grado de acci�n social y de organizaci�n social tan opuestos entre los EE.UU. y Argentina, en condiciones similares de adversidad socioecon�mica, indican la importancia decisiva de la cultura pol�tica, de la ideolog�a y de la intervenci�n pol�tica. En los Estados Unidos el lema fue �s�lvese quien pueda�. En cambio, en Argentina fue �quien roba a uno roba a todos�. La diferencia fundamental es la aparici�n de una cultura de la solidaridad en Argentina, que contrasta con la dependencia vertical caracter�stica del mundo corporativo estadounidense.

 

Comparaci�n: Brasil y Venezuela

Durante los a�os noventa, Brasil y Venezuela atravesaron una d�cada de estancamiento econ�mico, con el incremente de las desigualdades sociales y una disminuci�n de la renta per c�pita. En ambos pa�ses las condiciones objetivas eran favorables a cambios pol�ticos consecuentes. En ambos, una gran mayor�a de votantes eligi� a un presidente populista o de centro izquierda, Hugo Ch�vez en Venezuela y, en 2002, Lula da Silva en Brasil. Con posterioridad, sin embargo, Ch�vez se ha enfrentado a huelgas y a largos cierres patronales. Una minor�a sustancial del electorado (las cifras son conflictivas) exigi� su dimisi�n y dio su apoyo a los l�deres del ala derecha. Mientras que disminu�a el apoyo a Ch�vez, el de Lula aument� durante la carrera que condujo a su elecci�n. En otras palabras, hubo un giro a la derecha bajo un presidente en funciones y un giro a la izquierda hacia un candidato reci�n elegido, en condiciones econ�micas generalmente similares.

La distinta subjetividad y las diferencias requieren una discusi�n del contexto pol�tico, social y cultural. En el primer caso, el r�gimen de Ch�vez funcion� durante un estancamiento econ�mico, mientras que Lula estaba todav�a en la oposici�n y la responsabilidad de los problemas socioecon�micos reca�a claramente en el r�gimen precedente, el de Cardoso. En segundo lugar, el r�gimen de Ch�vez concentr� sus inversiones p�blicas en la mejora de los servicios de los sectores m�s pobres (la salud, la educaci�n y la vivienda), mientras que la clase media se resinti� de una p�rdida relativa de su bienestar econ�mico. En Brasil, el r�gimen reci�n elegido de Lula aument� su apoyo al prometer la supresi�n del hambre sin afectar el poder y los privilegios de las clases altas y medias gobernantes. En tercer lugar, los medios de comunicaci�n proimperialistas de Venezuela iniciaron una vitri�lica y permanente guerra de propaganda contra Ch�vez cuando �ste declar� su independencia de la pol�tica exterior de los EE.UU., en particular del Plan Colombia, del ALCA y de las guerras de conquista en Afganist�n, Irak y en otras partes. Por el contrario Lula, una vez elegido, se ha referido a Bush como �aliado�, ha prometido �negociar� sobre el ALCA y se ofrecido para �mediar� entre los golpistas y el gobierno de Ch�vez (en vez de confirmar su apoyo al gobierno constitucional). Al adoptar una agenda centrista, Lula se ha asegurado el apoyo de los poderes financieros y la �neutralidad� de los medios de comunicaci�n.

La tenaz reiteraci�n de propaganda abiertamente enga�osa y calumniadora por parte de los medios de comunicaci�n venezolanos buscaba abiertamente la incitaci�n a la rebeli�n militar y el derrocamiento del gobierno electo de Ch�vez. La campa�a de los medios de comunicaci�n fue uno de los factores principales que han influido en la inquina de las clases medias contra Ch�vez y en que tomaran las calles. Los medios venezolanos han propagado una imagen de un presidente autoritario que preside un estado dictatorial, informado y aliado por el comunismo castrista y que est� destruyendo la econom�a. La eficacia de los medios en la propagaci�n de esta imagen totalmente falsa se puede medir por el sustancial sector de la clase media que se lo ha cre�do, incluso si la experiencia directa lo desdice.

La gran mayor�a de los venezolanos, sobre todo aquellos que ahora tratan de derrocar el r�gimen, participaron y votaron sin coacciones en siete elecciones libres, en las que Ch�vez o su programa constitucional fueron aprobados. El r�gimen ha respetado la divisi�n entre los tres poderes de gobierno y ha tolerado los enormes excesos de la prensa y los medios electr�nicos de comunicaci�n, m�s all� de lo que lo hubiera hecho cualquier otro sistema electoral occidental. El gobierno ha permitido y ha protegido asambleas de masas y marchas, incluso de los que incitaban a la rebeli�n militar y al derrocamiento violento del gobierno elegido. A pesar de que el gobierno no ha conseguido mejoras sustanciales del nivel de vida, sobre todo para la clase media, su funcionamiento econ�mico represent� una mejora relativa con respecto al r�gimen anterior, hasta que la patronal estatal del petr�leo sabote� la producci�n. La causa principal de la r�pida disminuci�n del nivel de vida fue el cierre y la par�lisis de la industria petrolera, organizada por la patronal y por el director de las compa��as petroleras estatales, que se empe�aron en la consecuci�n de una profec�a: �predijeron� el colapso y luego hicieron todo lo posible para hacer que tuviese lugar. Frente a ellos, el gobierno ha estado luchando para reiniciar la producci�n e impedir que sigan disminuyendo los ingresos.

Est� claro que, en el terreno ideol�gico y pol�tico, la oposici�n proestadounidense ha estado ganando la guerra cultural. Existen pocas dudas y muchos precedentes hist�ricos para sospechar que los costosos esfuerzos de propaganda de los medios de comunicaci�n probablemente est�n financiados en parte por fondos encubiertos de agencias de inteligencia estadounidenses. De otro modo, no es posible entender que el cierre patronal pueda prolongarse durante tanto tiempo. Sin ingresos publicitarios y con los enormes gastos generales que deben afrontar, los medios privados de comunicaci�n no podr�an mantener a todo su personal, siete d�as por semana, durante casi dos meses, a no ser que est�n recibiendo transferencias a gran escala de la CIA, que utiliz� subvenciones similares encubiertas para financiar El Mercurio en Chile, La Prensa en Nicaragua y muchos otros medios aliados de los EE.UU. en pa�ses donde Washington buscaba derrocar reg�menes independientes.

Esto sugiere la pregunta de por qu� la propaganda progolpista, antichavista y proyanqui ha tenido tanto �xito a la hora de polarizar el pa�s y, en particular, de �persuadir� a las clases medias de una manera que ser�a inimaginable en Brasil.

La clave es la �cultura pol�tica� de la clase media de Caracas, m�s armonizada con Miami que el pa�s interior y los pobres urbanos. El �complejo de Miami� se basa en las visitas frecuentes, en las vacaciones y en las excursiones de consumo a Florida en particular y a los EE.UU. en general. Este complejo contribuy� a la reproducci�n del modelo consumista estadounidense y a la aparici�n de una �cultura del centro de compras�, en torno a la cual gira la existencia de la clase media de Caracas. La �clase de referencia� de la clase media venezolana es la clase media alta que vive en Miami, cuyo estilo de vida aspira a imitar: un condominio, gastos ilimitados con tarjeta de cr�dito y criadas haitianas mal pagadas.

La disminuci�n del nivel de vida durante las dos pasadas d�cadas y el malestar de la clase media hizo que algunos votaran por Ch�vez. Su esperanza se basaba en la idea de que acabar�a con la corrupci�n y aumentar�an sus ingresos para sostener su visi�n de Miami. El problema surgi� cuando Ch�vez entr� en conflicto con los EE.UU., algo que tuvo dos efectos en Venezuela: los clientes pol�ticos de Washington en los negocios y en la elite sindical se pusieron en marcha y utilizaron a la clase media para echar a Ch�vez. La clase media, en gran parte blanca, se vio obligada a escoger entre un presidente negro, que apela a los pobres, y su identificaci�n con el complejo de Miami. El racismo latente entre la clase media blanca (latente s�lo mientras fue dominante) fue activado por las elites y contrapuesto a su �modelo�, el estilo de vida de las pr�speras elites blancas de Miami.

 

Cultura y pol�tica  

Estas experiencias comparativas destacan la importancia de la cultura, la ideolog�a y los medios de comunicaci�n en la formaci�n de respuestas pol�ticas divergentes a circunstancias econ�micas similares. La propaganda de los medios proimperialistas es sobre todo eficaz en aquellos lugares donde la izquierda no ha organizado a los electores y donde la cultura de la solidaridad brilla por su ausencia. El predominio de una cultura �mim�tica y consumista� facilita la penetraci�n de la ideolog�a autoritaria y la alineaci�n, con l�deres pol�ticos favorables a los Estados Unidos.

    El impacto de los medios derechistas de comunicaci�n es muy limitado cuando hay organizaciones populares de masas (en particular las de estructura �horizontal�) basadas en luchas y experiencias comunes, bajo la influencia de la ideolog�a igualitaria. Tanto en Argentina como en Brasil, los medios de comunicaci�n son uniformemente favorables a las elites del ala derecha en el poder, pero en ambos casos las masas rechazaron el mensaje de propaganda. En Argentina, el movimiento de masas derroc� el r�gimen de De La Rua; en Brasil, m�s del 60 % de la poblaci�n vot� por quien estaba considerado como un candidato de centro izquierda.

 

Cultura y guerra

En la actualidad, la cuesti�n principal es la guerra imperialista, en especial el ataque militar de Washington y la invasi�n de Irak, as� como las amenazas nucleares contra Corea del Norte. La m�quina de propaganda de Washington, sus reg�menes clientes y sus �aliados� europeos est�n implicados en un esfuerzo global para justificar la guerra, neutralizar opositores y ganar adherentes, en particular entre la clase pol�tica. Incluso los sectores m�s belicosos y militaristas del r�gimen de Bush �que son los m�s propensos a hacer caso omiso de la opini�n p�blica mundial� se ven forzados a encontrar �razones� para asegurarse el apoyo de sus clientes.

Los medios de comunicaci�n �en particular los que pertenecen a los EE.UU.� han saturado el mundo con propaganda favorable a la guerra, presentando y justificando la l�nea oficial y excluyendo las voces alternativas cr�ticas o cualquier noticia de grandes protestas. Sin embargo, los sondeos de opini�n p�blica demuestran que la aplastante mayor�a de los ciudadanos europeos y de Am�rica Latina no cree que los EE.UU. tengan razones convincentes para la guerra, y en algunos pa�ses como Francia, m�s del 75 % se opone la guerra imperialista. Incluso en EE.UU. las encuestas indican que el p�blico est� dividido. A pesar de que muchos apoyan una guerra, la oposici�n est� creciendo, como lo demuestran las manifestaciones masivas de m�s de 700,000 personas el 18 de enero de este a�o. M�s a�n, incluso entre quienes apoyan la guerra, la mayor�a lo hace con condiciones: s�lo si las Naciones Unidas votan a favor de una soluci�n militar.

La propaganda de los medios de comunicaci�n es menos cre�ble y s�lo sirve para reforzar el sentimiento favorable a la guerra entre la elite pol�tica, as� como para inmovilizar a quienes se oponen verbalmente a la guerra.

En la batalla por la conciencia popular, la oposici�n pol�tica a la guerra ha sido capaz de ganar apoyos a trav�s de los medios alternativos de comunicaci�n (los medios electr�nicos) y de las manifestaciones p�blicas. Las voces de figuras culturales cr�ticas, de intelectuales y de l�deres religiosos �en particular cristianos y musulmanes� tambi�n han contribuido a la movilizaci�n de la opini�n p�blica. A pesar de la gran disparidad en el poder institucional y de los estrechos v�nculos existentes entre los medios de comunicaci�n y el Estado estadounidense imperial, la mayor�a de la opini�n p�blica mundial no est� convencida. Las manifestaciones mundiales contra la guerra crecen en tama�o y militancia y han comenzado a influir en los sectores de la clase pol�tica de Europa.

Sin embargo, algunos intelectuales estadounidenses y fundamentalistas cristianos �en particular los alineados con el Estado israel� han abrazado la �cultura� militarista imperial, basada en la dominaci�n violenta. La visi�n de la �guerra permanente� en el exterior y la represi�n en el interior evoca las im�genes del Tercer Reich� Su apoyo a guerras ofensivas (�guerras preventivas�) y su aceptaci�n de asesinatos pol�ticos, intervenciones indiscriminadas o chantajes econ�micos busca intimidar a cualquier r�gimen que pudiera atreverse a poner en entredicho la voluntad de Washington de convertirse en el Imperio Global. La aparici�n de intelectuales totalitarios, vinculados a interminables guerras imperiales de conquista, est� ejemplificado por su apoyo a la violencia masiva contra Irak.

Las Naciones Unidas estiman que la invasi�n estadounidense dar� lugar a diez millones de muertos y heridos. El hecho de atacar a una poblaci�n pr�cticamente indefensa con el previo conocimiento de que diez millones de personas morir�n o resultar�n heridas es un acto de genocidio premeditado, comparable o mayor que el Holocausto nazi contra los jud�os o las persecuciones de gitanos y serbios. Los intelectuales totalitarios que abrazan con entusiasmo esta pol�tica genocida son fervientes abogados de bombardeos aterradores de civiles, a la b�squeda del poder estadounidense mundial.

Los medios de comunicaci�n hacen caso omiso del informe de las Naciones Unidas sobre los probables millones de v�ctimas o bien lo trivializan como si fuese otra noticia s�lo digna de las p�ginas interiores.

 Prominentes l�deres fundamentalistas cristianos y el ala derecha de los intelectuales jud�os de EE.UU. justifican en los medios impresos y audiovisuales de comunicaci�n este genocidio premeditado, este crimen cient�ficamente planeado contra la humanidad. En Europa lo apoyan los principales gobiernos occidentales (en particular los de la Gran Breta�a, Italia y Espa�a). El presidente de los EE.UU., con el apoyo de las tres ramas del gobierno y de los medios de comunicaci�n, se siente libre para llevar a cabo el genocidio con impunidad.

Parafraseando a Eduardo Pavlovshy, lo que aqu� nos interesa, mucho m�s que las patolog�as individuales de Bush, Rumsfeld y Wolfowitz y otros genocidas practicantes, es la institucionalizaci�n del genocidio, ya que si insistimos en los atributos individuales de los verdugos de pol�ticas genocidas perderemos de vista la clave del problema: el genocidio como instituci�n.

Dentro del contexto institucional, es l�gico que la Administraci�n Bush haya rechazado el Tribunal Penal Internacional. La impunidad internacional es un acompa�amiento necesario del genocidio institucional. Hoy, las guerras culturales entre intelectuales totalitarios y pacifistas hacen surgir cuestiones fundamentales, pero ninguna de ellas es m�s importante que la lucha contra el genocidio premeditado.

 

ALCA, resistencia y guerras culturales

El ALCA es fundamentalmente la nueva colonizaci�n de Am�rica Latina y significa la p�rdida total de soberan�a nacional y popular, as� como la conquista de la econom�a latinoamericana. Pero para llevar a cabo la conquista colonial, el poder imperial necesita ejercer la hegemon�a cultural ideol�gica. La anterior pol�tica neoliberal ha creado el n�cleo principal de pol�ticos, intelectuales y economistas favorables al imperio, que promueven el ALCA. Los que son abiertamente favorables al ALCA no s�lo se encuentran a la derecha, sino tambi�n en eso que se denomina �centro izquierda�, y son los que aceptan negociar para �reformar� el ALCA, a la espera de conseguir por escrito algunas concesiones favorables a los sectores de su clase dirigente interior.

Con los fracasos del neoliberalismo y el auge de los movimientos antiimperialistas de masas, los intelectuales de la derecha y los pol�ticos que apoyan el ALCA est�n en gran parte desacreditados. En su lugar, ha aparecido un nuevo tipo de intelectual colonialista: el cr�tico anticolonialista y anti-ALCA que, sin embargo, al mismo tiempo acepta el marco imperial, mucho mayor, en nombre del �realismo� o del �pragmatismo�. Estos intelectuales citan �el desfavorable marco internacional�, �la gravedad de las crisis internas�, �la necesidad de evitar enfrentamientos internacionales� en apoyo de su aceptaci�n de negociaciones sobre el ALCA. El peligro de estos intelectuales �antiguos izquierdistas recientemente convertidos al ALCA� es que sus cartas credenciales son todav�a de izquierda y su historia personal es cre�ble. Su principal afirmaci�n ideol�gica consiste en argumentar que los reci�n elegidos pol�ticos de centro izquierda representan una �nueva era� para Am�rica Latina y citan en apoyo su historia pasada y su �or�genes populares�. Cuando los cr�ticos de izquierda hacen hincapi� en los nombramientos de ministros econ�micos y de banqueros centrales de credo neoliberal, as� como en sus acuerdos regresivos con el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, estos ide�logos abogan por el �pragmatismo�, el �realismo� y la necesidad de hacer �alianzas�. Los ide�logos ex izquierdistas de �centro izquierda� se sienten claramente inc�modos con la defensa de reg�menes que inician negociaciones sobre el ALCA (sobre todo despu�s de haber sido ellos mismos sus cr�ticos m�s feroces). Recurren a diatribas irracionales contra �marxistas escol�sticos� que defienden �teor�as anticuadas y fracasadas�, �izquierdistas de caf� �totalmente ajenos a la realidad nacional�. La demagogia antiintelectual se ha convertido en el �ltimo resorte de los ap�logos de la transici�n del r�gimen de centro izquierda hacia el ALCA. Su �realismo� es, de hecho, el acomodo a la existente estructura de poder nacional e internacional. Su caricatura del marxismo es un subterfugio frente a los intelectuales antiimperialistas que critican la inserci�n del centro izquierda en el orden imperial. El ataque contra los �marxistas de caf� se basa en su propio distanciamiento de la praxis de los intelectuales izquierdistas, que s� est�n comprometidos en las protestas contra el ALCA.

La incorporaci�n de muchos antiguos pol�ticos e intelectuales de �izquierda� a los aparatos de los nuevos reg�menes de centro izquierda constituye un gran desaf�o para los izquierdistas consecuentes. La tarea principal del intelectual de izquierda no es entrar y luchar dentro del aparato estatal, terreno sin esperanza en el que las estrat�gicas posiciones econ�micas y represivas est�n controladas por ministros y funcionarios favorables al ALCA. El aut�ntico desaf�o debe mirar fuera del aparato estatal, hacia los crecientes movimientos agrarios y urbanos de masas. Dentro de estos movimientos de masas, que cuentan en sus filas con millones de las v�ctimas de la explotaci�n imperialista, hay un creciente debate sobre el papel de la pol�tica electoral, la relaci�n con los reci�n elegidos reg�menes de centro izquierda y la relaci�n con el ALCA. El resultado de tales debates tendr� un profundo impacto sobre Am�rica Latina durante la pr�xima d�cada.

 

Pol�tica electoral y pol�tica de movimiento

El movimiento revolucionario considera la pol�tica electoral como un elemento subordinado a la lucha de masas y al partido electoral como un �instrumento� de apoyo a las exigencias populares y a la acci�n extraparlamentaria. Esta relaci�n entre el movimiento de masas y la pol�tica electoral ha quedado ilustrada en Bolivia durante las movilizaciones populares convocadas por los cocaleros y generalmente apoyadas en todo el pa�s. El MAS, ��instrumento� electoral de los movimientos de masas� se ech� a la calle junto con los piqueteros en las obstrucciones de carreteras.

La lucha de clases tiene lugar dentro de movimientos populares de masas mayores y mejor establecidos. En Ecuador, por ejemplo, muchos de los l�deres indios integrados en la pol�tica electoral y que forman parte de los reg�menes de centro izquierda son comerciantes locales, propietarios de transportes y beneficiarios de fondos extranjeros que les llegan a trav�s de ONG. Obtienen ganancias como intermediarios y se consideran parte de una m�vil clase media alta. Cuando le pregunt� a uno de esos l�deres ind�genas sobre la educaci�n biling�e, me dijo que era para la �gente pobre� y que �l llevaba a sus hijos a escuelas de lengua castellana, porque �sa es �la manera de tener �xito en la vida�. La creciente diferenciaci�n de clase dentro de �comunidades indias� rompe la imagen de los ide�logos de la identidad, que rechazan el an�lisis de clase a favor de la imputaci�n de atributos culturales a grupos �tnicos enteros. La posici�n central de desacuerdos socioecon�micos dentro de grupos �tnicos ha tenido consecuencias pol�ticas: la transformaci�n de movimientos en partidos reformistas electoralistas.

El enfoque reformista electoralista est� bien ilustrado por el Partido de los Trabajadores de Brasil, que rechaz� apoyar el refer�ndum contra el ALCA para asegurarse alianzas electorales con partidos neoliberales de la derecha. Durante el Foro Mundial Social en Porto Alegre, Lula decidi� participar en el Foro Social Mundial y en la reuni�n de Davos, organizada por las oligarqu�as financieras y de negocios del mundo. A pesar de que m�s de 52 millones de brasile�os votaron por Lula con la esperanza de cambios sociales, Lula eligi� un estrat�gico equipo econ�mico de notables neoliberales sin consultar ni con los movimientos de masas ni con el Partido de los Trabajadores. En Brasil, la pol�tica electoral domina los movimientos de masas (como se hizo evidente durante la campa�a electoral, cuando el Partido de los Trabajadores exigi� que los movimientos suspendiesen todas las luchas que pudieran �enajenar� a los oligarcas de la derecha).

La tensi�n entre los partidos electorales y los movimientos de masas se refleja en la polarizaci�n de los intelectuales. Para aquellos vinculados con los partidos electorales, sus opiniones ideol�gicas y sus valores abrazan la pol�tica de acomodo a corto plazo con el poder y de control de los puestos p�blicos. Los intelectuales vinculados con los movimientos populares conservan una posici�n realista y aut�noma en relaci�n con los movilidad hacia la derecha de los reg�menes de centro izquierda y afirman la perspectiva de construir un proyecto antiimperialista alternativo y transformador.

Mientras que los intelectuales de centro izquierda valoran el poder, el prestigio y la aprobaci�n de los medios de comunicaci�n, los intelectuales de movimientos populares valoran la organizaci�n de los explotados, el pensamiento cr�tico y la independencia pol�tica.

Hoy, en toda Am�rica y en el resto del mundo, los intelectuales de izquierda han de hacer frente a estos debates y a estas opciones: por un lado la de formar parte del sistema imperial y de sus bloques regionales, por el otro, la de optar por los movimientos de masas globales y locales sobre la base de la clase social, que buscan el derrocamiento del sistema. �sta es la opci�n entre quienes apoyan las negociaciones sobre el ALCA y quienes lo rechazan, entre quienes apoyan la existente estructura de poder (en nombre del gobierno para �todos�) y quienes act�an a favor de los explotados. En el movimiento pacifista hay quienes se oponen a la guerra imperialista estadounidense y quienes se oponen s�lo porque el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas no la aprueba.

    Estas guerras culturales �los debates ideol�gicos� no son simplemente el reflejo de intereses econ�micos: tambi�n producen bloques de poder, partidos y movimientos que decidir�n la disyuntiva entre las guerras imperialistas o la paz, entre la nueva colonizaci�n o Estados libres y vibrantes, sensibles a las clases empobrecidas.

 30 de enero de 2003

 

 


Rebelión Cáritas Panamá La Jiribilla (Cuba)

Machetearte (México) La Fogata (Cuba) Santa Fe Net -ATE (Argentina)

Cultura en movimiento

 

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� Manuel Talens 2002