Activismo,
ideolog�a y medios de comunicaci�n
LA
CULTURA Y LOS RETOS DEL MUNDO CONTEMPOR�NEO
James
Petras
Traducido
para Rebeli�n por Manuel Talens
Nunca construiremos una conciencia comunista con un signo
de
d�lar en las mentes y en los corazones de los hombres.
Fidel Castro
Introducci�n
Escribir
de cultura es escribir de arte, ideolog�a, educaci�n, deporte y
otras muchas cosas. La cultura se puede enfocar desde numerosas
perspectivas, que incluyen la personalidad, la est�tica, la pol�tica
y la historia. Me centrar� expresamente en la cultura como terreno
para la lucha pol�tica y dejar� para otro momento y otro
lugar la discusi�n de la cultura como medio est�tico, como fuente de
reflexi�n y de realizaci�n humanas. Me centrar� en particular en la
cultura como ideolog�a y en c�mo influye en la clase y en la conciencia
nacional, as� como en la acci�n pol�tica. La cultura
como ideolog�a implica la creaci�n y la expresi�n de una �subjetividad�
humana o, expresamente, la conciencia nacional y de clase, que es la
manera en que la gente (clases, g�neros, grupos �tnicos y raciales)
percibe y act�a para influir en sus circunstancias objetivas. La
subjetividad es esencial para la comprensi�n de los conflictos, las
estructuras de poder y los movimientos que buscan la transformaci�n
en el mundo contempor�neo. La �subjetividad� como conciencia pol�tica
se puede entender en su relaci�n dial�ctica din�mica con la
realidad objetiva. La manera en que la gente y las clases
reaccionan a sus condiciones objetivas da forma a su
realidad material, la cual, a su vez, produce un impacto en su
subjetividad.
Las
creencias ideol�gicas y la acci�n pol�tica son el resultado de m�ltiples
determinaciones, que incluyen las condiciones socioecon�micas
(crisis, posici�n en la estructura de clase, movilidad social hacia
arriba o hacia abajo, naturaleza del Estado) y las organizaciones pol�ticas,
el liderazgo, los medios de comunicaci�n, las instituciones
religiosas y las organizaciones sociales inmersas en tradiciones y en
pr�cticas familiares y comunitarias. El comportamiento de clase puede
verse influido tanto por las condiciones econ�micas presentes como
por las aspiraciones futuras y las esperanzas.
La ideolog�a y las grandes cuestiones
Para
entender la clase y el conocimiento nacional en relaci�n con las
grandes cuestiones en el mundo contempor�neo es importante
identificar su naturaleza.
La
mayor parte de la humanidad se enfrenta a cinco retos principales, que
son:
(1)
El af�n imperialista estadounidense por dominar el
mundo a trav�s de la doctrina bushiana de las �guerras permanentes�. Esto
queda ejemplificado por las guerras de conquista en los Balcanes,
Afganist�n e Irak, por los preparativos de guerra contra Corea del
Norte, Ir�n y el Este �rabe y tambi�n por la intervenci�n militar
en Colombia a trav�s del Plan Colombia, por la actitud beligerante
hacia Cuba y por el apoyo a un golpe militar en Venezuela.
(2)
La nueva colonizaci�n de Am�rica Latina
a trav�s de la imposici�n del ALCA y la transferencia de soberan�a
a la comisi�n del ALCA, controlada por los EE.UU. La utilizaci�n que
hace Washington de la doctrina de la �extraterritorialidad�, que
afirma el derecho de EE.UU. a pasar por encima de las leyes nacionales
e internacionales. El rechazo estadounidense del Tribunal Penal
Internacional, rechazo que deja impunes los cr�menes cometidos por su
estamento militar. Los EE.UU. se han adjudicado el �derecho� a que
sus militares y agentes de inteligencia puedan asesinar adversarios
pol�ticos dentro de las fronteras de cualquier pa�s.
(3)
El pillaje del Tercero Mundo,
en particular de la Am�rica Latina, que conduce a la reimplantaci�n
de retr�gradas formas anteriores de explotaci�n, como son la esclavitud
blanca (pues lanza sin remedio a millones de mujeres y ni�os a la
prostituci�n, sobre todo en la antigua URSS y en Am�rica Latina); el
pillaje econ�mico (el robo y la transferencia a EE.UU. y
Europa de cientos de miles de millardos de d�lares de ahorros
privados y p�blicos provenientes de Am�rica Latina, a trav�s del
sistema bancario internacional), la apropiaci�n de todos los
sectores principales de la econom�a (industria, financias, comercio)
y la desindustrializaci�n de las econom�as latinoamericanas a
trav�s del libre comercio, mientras que EE.UU. conserva sus barreras
a la importaci�n y las subvenciones a la exportaci�n. El resultado
es la reaparici�n en muchas partes de Am�rica Latina de relaciones
econ�micas precapitalistas. Por ejemplo, en Argentina, la econom�a
de trueque implica ahora a m�s de 4 millones de personas. En Am�rica
Latina m�s del 60 % de la mano de obra funciona a trav�s de la
econom�a informal o de subsistencia, simplemente intercambiando
productos.
(4)
La hegemon�a estadounidense sobre la clase pol�tica,
desde los partidos de centro izquierda a los de extrema derecha, que
se han acomodado al proyecto imperialista de perpetuaci�n del sistema
de pillaje y a la nueva colonizaci�n. Por ejemplo, la Organizaci�n
de Estados Americanos (OEA) y los autoproclamados �Amigos de
Venezuela� han intervenido para promover los planes pol�ticos de la
clientela estadounidense golpista contra el presidente Hugo Ch�vez.
(5)
El desigual auge de poderosos movimientos sociopol�ticos
en todo el mundo, pero m�s directamente en Am�rica Latina, en
respuesta al proyecto imperialista estadounidense.
Los
problemas de las guerras imperiales, de la nueva colonizaci�n y del
pillaje constituyen un reto fundamental para las clases populares y
los Estados que se organizan contra el imperio. La hip�tesis
principal que desarrolla este ensayo es que la realidad objetiva
derivada de la construcci�n del imperio ha creado condiciones
necesarias, pero no suficientes para un frente antiimperialista y
anticapitalista de masas a escala mundial. La regresi�n de las
condiciones socioecon�micas globales s�lo puede proporcionar la base
de una transformaci�n fundamental en presencia de factores
subjetivos. Para ilustrar la importancia de lo subjetivo o �factor
cultural� frente al desaf�o del imperio, es �til comparar las
experiencias de pa�ses diferentes.
Subjetividades
comparativas: Argentina y EE.UU.
En
los Estados Unidos y en Argentina el fraude a gran escala y las
estafas cometidas en 2001 y 2002 dieron lugar a la p�rdida de decenas
de millardos de d�lares en fondos de pensi�n y en ahorros. En el
caso de EE.UU. fueron las compa��as multinacionales, los bancos
privados de inversi�n y los auditores corporativos quienes llevaron a
cabo las estafas con la complicidad de agencias reguladoras del
gobierno. En Argentina, los autores fueron los bancos privados, sobre
todo los de propiedad extranjera, con la complicidad directa del
gobierno.
En
Argentina hubo protestas masivas, que llevaron a un levantamiento
popular que oblig� a la dimisi�n del gobierno. Con posterioridad,
miles de ciudadanos crearon asambleas barriales, que formaron alianzas
con los movimientos de trabajadores desempleados para presionar al
gobierno.
En
los Estados Unidos no hubo movimientos de masas, s�lo quejas
individuales, malestar privado y hostilidad localizada contra las
compa��as multinacionales. La alienaci�n frente al sistema pol�tico
aument�. Algunos grupos contrataron abogados para llevar a los
tribunales a las corporaciones, con la esperanza de recuperar sus
fondos. La mayor parte de la empobrecida clase media se resign� a una
vida laboral m�s larga, a retrasar su jubilaci�n y a disminuir su
nivel de vida. Muchos peque�os inversionistas retiraron sus
inversiones de fondos de pensi�n. Las inconsecuentes audiencias del
Congreso y el nombramiento de nuevos reguladores estatales no
cambiaron nada. Nadie puso en entredicho el sistema, las compa��as
siguieron funcionando de la misma manera y el Presidente y su partido
se aseguraron una �mayor�a� en el Congreso, mientras que las dos
terceras partes del electorado ni siquiera fueron a votar.
Estos
dos casos sugieren la siguiente pregunta: �Por qu� fraudes masivos
similares y la p�rdida significativa de ahorros tuvieron respuestas
subjetivas tan distintas? La respuesta se encuentra en el diferente
contexto pol�tico, cultural e ideol�gico de cada pa�s.
En
Argentina hay movimientos pol�ticos y sociales a gran escala: los �piqueteros�
en paro se manifiestan y bloquean carreteras; los partidos de
izquierda intervienen en la vida pol�tica; una confederaci�n
disidente del sindicato de los funcionarios est� en la oposici�n
activa; hay un rechazo generalizado de la ideolog�a de �libre
mercado� en la poblaci�n general. Las condiciones subjetivas que
dan lugar a protestas de masas en Argentina se deben a una cultura pol�tica
que favorece la acci�n colectiva, a una ideolog�a que achaca la
responsabilidad pol�tica de las p�rdidas econ�micas a los bancos y
al r�gimen y a un exitoso modelo de acci�n pol�tica basado en los
piqueteros. La �cultura pol�tica� de oposici�n se ha extendido, a
pesar del apoyo que los medios de comunicaci�n han prestado al
gobierno. El movimiento asamble�sta cre� sus propias redes de
comunicaci�n y utiliz� los medios de comunicaci�n alternativos
existentes. El movimiento asamble�sta y la acci�n de masas tuvieron
lugar a pesar de la ausencia de apoyo por parte de la burocracia
sindical oficial, estrechamente vinculada al r�gimen en el poder.
En
los Estados Unidos, los millones afectado por el fraude carecen de
cultura pol�tica de protesta y movilizaci�n. La mayor parte de ellos
son partidarios de uno de los dos partidos capitalistas, que se
alternan en el poder financiados por los principales estafadores
corporativos. Las dem�s �asociaciones c�vicas� a que pertenecen
son conservadoras o apol�ticas, no proporcionan marco alguno para
entender la naturaleza y la responsabilidad del gobierno en el fraude
ni son un veh�culo para la acci�n pol�tica. Las mentes de millones
de v�ctimas est�n programadas en torno a la idea de lealtad al
Estado, a las corporaciones y a la familia. Una vez que el Estado y
las corporaciones les fallaron, echaron mano de la familia, que s�lo
les ofreci� consuelo personal y ninguna base para la acci�n
colectiva. En ausencia de cualquier referencia a organizaciones para
la acci�n colectiva, sin los ejemplos de exitosas movilizaciones
populares, las v�ctimas buscaron en gran parte soluciones personales,
se tragaron las p�rdidas en silencio y en un aislamiento impotente.
Los principales estafadores regresaron a sus negocios con impunidad.
Unas �subjetividades� y un grado de acci�n social y de organizaci�n
social tan opuestos entre los EE.UU. y Argentina, en condiciones
similares de adversidad socioecon�mica, indican la importancia
decisiva de la cultura pol�tica, de la ideolog�a y de la intervenci�n
pol�tica. En los Estados Unidos el lema fue �s�lvese quien pueda�.
En cambio, en Argentina fue �quien roba a uno roba a todos�. La
diferencia fundamental es la aparici�n de una cultura de la
solidaridad en Argentina, que contrasta con la dependencia vertical
caracter�stica del mundo corporativo estadounidense.
Comparaci�n:
Brasil y Venezuela
Durante
los a�os noventa, Brasil y Venezuela atravesaron una d�cada de
estancamiento econ�mico, con el incremente de las desigualdades
sociales y una disminuci�n de la renta per c�pita. En ambos pa�ses
las condiciones objetivas eran favorables a cambios pol�ticos
consecuentes. En ambos, una gran mayor�a de votantes eligi� a un
presidente populista o de centro izquierda, Hugo Ch�vez en Venezuela
y, en 2002, Lula da Silva en Brasil. Con posterioridad, sin embargo,
Ch�vez se ha enfrentado a huelgas y a largos cierres patronales. Una
minor�a sustancial del electorado (las cifras son conflictivas) exigi�
su dimisi�n y dio su apoyo a los l�deres del ala derecha. Mientras
que disminu�a el apoyo a Ch�vez, el de Lula aument� durante la
carrera que condujo a su elecci�n. En otras palabras, hubo un giro a
la derecha bajo un presidente en funciones y un giro a la izquierda
hacia un candidato reci�n elegido, en condiciones econ�micas
generalmente similares.
La
distinta subjetividad y las diferencias requieren una discusi�n del
contexto pol�tico, social y cultural. En el
primer caso, el r�gimen de Ch�vez funcion� durante un estancamiento
econ�mico, mientras que Lula estaba todav�a en la oposici�n y la
responsabilidad de los problemas socioecon�micos reca�a claramente
en el r�gimen precedente, el de Cardoso. En segundo lugar, el r�gimen
de Ch�vez concentr� sus inversiones p�blicas en la mejora de los
servicios de los sectores m�s pobres (la salud, la educaci�n y la
vivienda), mientras que la clase media se resinti� de una p�rdida
relativa de su bienestar econ�mico. En Brasil, el r�gimen reci�n
elegido de Lula aument� su apoyo al prometer la supresi�n del hambre
sin afectar el poder y los privilegios de las clases altas y
medias gobernantes. En tercer lugar, los medios de comunicaci�n
proimperialistas de Venezuela iniciaron una vitri�lica y permanente
guerra de propaganda contra Ch�vez cuando �ste declar� su
independencia de la pol�tica exterior de los EE.UU., en particular
del Plan Colombia, del ALCA y de las guerras de conquista en Afganist�n,
Irak y en otras partes. Por el contrario Lula, una vez elegido, se ha
referido a Bush como �aliado�, ha prometido �negociar� sobre el
ALCA y se ofrecido para �mediar� entre los golpistas y el gobierno
de Ch�vez (en vez de confirmar su apoyo al gobierno constitucional).
Al adoptar una agenda centrista, Lula se ha asegurado el apoyo de los
poderes financieros y la �neutralidad� de los medios de comunicaci�n.
La
tenaz reiteraci�n de propaganda abiertamente enga�osa y calumniadora
por parte de los medios de comunicaci�n venezolanos buscaba
abiertamente la incitaci�n a la rebeli�n militar y el derrocamiento
del gobierno electo de Ch�vez. La campa�a de los medios de
comunicaci�n fue uno de los factores principales que han influido en
la inquina de las clases medias contra Ch�vez y en que tomaran las
calles. Los medios venezolanos han propagado una imagen de un
presidente autoritario que preside un estado dictatorial, informado y
aliado por el comunismo castrista y que est� destruyendo la econom�a.
La eficacia de los medios en la propagaci�n de esta imagen totalmente
falsa se puede medir por el sustancial sector de la clase media que se
lo ha cre�do, incluso si la experiencia directa lo desdice.
La
gran mayor�a de los venezolanos, sobre todo aquellos que ahora tratan
de derrocar el r�gimen, participaron y votaron sin coacciones en siete
elecciones libres, en las que Ch�vez o su programa constitucional
fueron aprobados. El r�gimen ha respetado la divisi�n entre los tres
poderes de gobierno y ha tolerado los enormes excesos de la prensa y
los medios electr�nicos de comunicaci�n, m�s all� de lo que lo
hubiera hecho cualquier otro sistema electoral occidental. El gobierno
ha permitido y ha protegido asambleas de masas y marchas, incluso de
los que incitaban a la rebeli�n militar y al derrocamiento violento
del gobierno elegido. A pesar de que el gobierno no ha conseguido
mejoras sustanciales del nivel de vida, sobre todo para la clase
media, su funcionamiento econ�mico represent� una mejora relativa
con respecto al r�gimen anterior, hasta que la patronal estatal del
petr�leo sabote� la producci�n. La causa principal de la r�pida
disminuci�n del nivel de vida fue el cierre y la par�lisis de la
industria petrolera, organizada por la patronal y por el director de
las compa��as petroleras estatales, que se empe�aron en la
consecuci�n de una profec�a: �predijeron� el colapso y luego
hicieron todo lo posible para hacer que tuviese lugar. Frente a ellos,
el gobierno ha estado luchando para reiniciar la producci�n e impedir
que sigan disminuyendo los ingresos.
Est�
claro que, en el terreno ideol�gico y pol�tico, la oposici�n
proestadounidense ha estado ganando la guerra cultural. Existen pocas
dudas y muchos precedentes hist�ricos para sospechar que los costosos
esfuerzos de propaganda de los medios de comunicaci�n probablemente
est�n financiados en parte por fondos encubiertos de agencias de
inteligencia estadounidenses. De otro modo, no es posible entender que
el cierre patronal pueda prolongarse durante tanto tiempo. Sin
ingresos publicitarios y con los enormes gastos generales que deben
afrontar, los medios privados de comunicaci�n no podr�an mantener a
todo su personal, siete d�as por semana, durante casi dos meses, a no
ser que est�n recibiendo transferencias a gran escala de la CIA, que
utiliz� subvenciones similares encubiertas para financiar El
Mercurio en Chile, La Prensa en Nicaragua y muchos otros
medios aliados de los EE.UU. en pa�ses donde Washington buscaba
derrocar reg�menes independientes.
Esto
sugiere la pregunta de por qu� la propaganda progolpista,
antichavista y proyanqui ha tenido tanto �xito a la hora de polarizar
el pa�s y, en particular, de �persuadir� a las clases medias de una
manera que ser�a inimaginable en Brasil.
La
clave es la �cultura pol�tica� de la clase media de Caracas, m�s
armonizada con Miami que el pa�s interior y los pobres urbanos. El �complejo
de Miami� se basa en las visitas frecuentes, en las vacaciones y en
las excursiones de consumo a Florida en particular y a los EE.UU. en
general. Este complejo contribuy� a la reproducci�n del modelo
consumista estadounidense y a la aparici�n de una �cultura del
centro de compras�, en torno a la cual gira la existencia de la clase
media de Caracas. La �clase de referencia� de la clase media
venezolana es la clase media alta que vive en Miami, cuyo estilo de
vida aspira a imitar: un condominio, gastos ilimitados con tarjeta de
cr�dito y criadas haitianas mal pagadas.
La
disminuci�n del nivel de vida durante las dos pasadas d�cadas y el
malestar de la clase media hizo que algunos votaran por Ch�vez. Su
esperanza se basaba en la idea de que acabar�a con la corrupci�n y
aumentar�an sus ingresos para sostener su visi�n de Miami. El
problema surgi� cuando Ch�vez entr� en conflicto con los EE.UU.,
algo que tuvo dos efectos en Venezuela: los clientes pol�ticos de
Washington en los negocios y en la elite sindical se pusieron en
marcha y utilizaron a la clase media para echar a Ch�vez. La clase
media, en gran parte blanca, se vio obligada a escoger entre un
presidente negro, que apela a los pobres, y su identificaci�n con el
complejo de Miami. El racismo latente entre la clase media blanca
(latente s�lo mientras fue dominante) fue activado por las elites y
contrapuesto a su �modelo�, el estilo de vida de las pr�speras
elites blancas de Miami.
Cultura y pol�tica
Estas
experiencias comparativas destacan la importancia de la cultura, la
ideolog�a y los medios de comunicaci�n en la formaci�n de
respuestas pol�ticas divergentes a circunstancias econ�micas
similares. La propaganda de los medios proimperialistas es sobre todo
eficaz en aquellos lugares donde la izquierda no ha organizado a los
electores y donde la cultura de la solidaridad brilla por su ausencia.
El predominio de una cultura �mim�tica y consumista� facilita la
penetraci�n de la ideolog�a autoritaria y la alineaci�n, con l�deres
pol�ticos favorables a los Estados Unidos.
El impacto de los medios derechistas de comunicaci�n es muy limitado
cuando hay organizaciones populares de masas (en particular las de
estructura �horizontal�) basadas en luchas y experiencias comunes,
bajo la influencia de la ideolog�a igualitaria. Tanto en Argentina
como en Brasil, los medios de comunicaci�n son uniformemente
favorables a las elites del ala derecha en el poder, pero en ambos
casos las masas rechazaron el mensaje de propaganda. En Argentina, el
movimiento de masas derroc� el r�gimen de De La Rua; en Brasil, m�s
del 60 % de la poblaci�n vot� por quien estaba considerado como un
candidato de centro izquierda.
Cultura y guerra
En
la actualidad, la cuesti�n principal es la guerra imperialista, en
especial el ataque militar de Washington y la invasi�n de Irak, as�
como las amenazas nucleares contra Corea del Norte. La m�quina de
propaganda de Washington, sus reg�menes clientes y sus �aliados�
europeos est�n implicados en un esfuerzo global para justificar la
guerra, neutralizar opositores y ganar adherentes, en particular entre
la clase pol�tica. Incluso los sectores m�s belicosos y militaristas
del r�gimen de Bush �que son los m�s propensos a hacer caso omiso
de la opini�n p�blica mundial� se ven forzados a encontrar �razones�
para asegurarse el apoyo de sus clientes.
Los
medios de comunicaci�n �en particular los que pertenecen a los
EE.UU.� han saturado el mundo con propaganda favorable a la guerra,
presentando y justificando la l�nea oficial y excluyendo las voces
alternativas cr�ticas o cualquier noticia de grandes protestas. Sin
embargo, los sondeos de opini�n p�blica demuestran que la aplastante
mayor�a de los ciudadanos europeos y de Am�rica Latina no cree que
los EE.UU. tengan razones convincentes para la guerra, y en algunos pa�ses
como Francia, m�s del 75 % se opone la guerra imperialista. Incluso
en EE.UU. las encuestas indican que el p�blico est� dividido. A
pesar de que muchos apoyan una guerra, la oposici�n est� creciendo,
como lo demuestran las manifestaciones masivas de m�s de 700,000
personas el 18 de enero de este a�o. M�s a�n, incluso entre quienes
apoyan la guerra, la mayor�a lo hace con condiciones: s�lo si las
Naciones Unidas votan a favor de una soluci�n militar.
La
propaganda de los medios de comunicaci�n es menos cre�ble y s�lo
sirve para reforzar el sentimiento favorable a la guerra entre la
elite pol�tica, as� como para inmovilizar a quienes se oponen
verbalmente a la guerra.
En
la batalla por la conciencia popular, la oposici�n pol�tica a la
guerra ha sido capaz de ganar apoyos a trav�s de los medios
alternativos de comunicaci�n (los medios electr�nicos) y de las
manifestaciones p�blicas. Las voces de figuras culturales cr�ticas,
de intelectuales y de l�deres religiosos �en particular cristianos
y musulmanes� tambi�n han contribuido a la movilizaci�n de la
opini�n p�blica. A pesar de la gran disparidad en el poder
institucional y de los estrechos v�nculos existentes entre los medios
de comunicaci�n y el Estado estadounidense imperial, la mayor�a de
la opini�n p�blica mundial no est� convencida. Las manifestaciones
mundiales contra la guerra crecen en tama�o y militancia y han
comenzado a influir en los sectores de la clase pol�tica de Europa.
Sin
embargo, algunos intelectuales estadounidenses y fundamentalistas
cristianos �en particular los alineados con el Estado israel�
han abrazado la �cultura� militarista imperial, basada en la
dominaci�n violenta. La visi�n de la �guerra permanente� en el
exterior y la represi�n en el interior evoca las im�genes del Tercer
Reich� Su apoyo a guerras ofensivas (�guerras preventivas�) y su
aceptaci�n de asesinatos pol�ticos, intervenciones indiscriminadas o
chantajes econ�micos busca intimidar a cualquier r�gimen que pudiera
atreverse a poner en entredicho la voluntad de Washington de
convertirse en el Imperio Global. La aparici�n de intelectuales
totalitarios, vinculados a interminables guerras imperiales de
conquista, est� ejemplificado por su apoyo a la violencia masiva
contra Irak.
Las
Naciones Unidas estiman que la invasi�n estadounidense dar� lugar a
diez millones de muertos y heridos. El hecho de atacar a una poblaci�n
pr�cticamente indefensa con el previo conocimiento de que diez
millones de personas morir�n o resultar�n heridas es un acto de genocidio
premeditado, comparable o mayor que el Holocausto nazi contra los
jud�os o las persecuciones de gitanos y serbios. Los intelectuales
totalitarios que abrazan con entusiasmo esta pol�tica genocida son
fervientes abogados de bombardeos aterradores de civiles, a la b�squeda
del poder estadounidense mundial.
Los
medios de comunicaci�n hacen caso omiso del informe de las Naciones
Unidas sobre los probables millones de v�ctimas o bien lo trivializan
como si fuese otra noticia s�lo digna de las p�ginas interiores.
Prominentes
l�deres fundamentalistas cristianos y el ala derecha de los
intelectuales jud�os de EE.UU. justifican en los medios impresos y
audiovisuales de comunicaci�n este genocidio premeditado, este
crimen cient�ficamente planeado contra la humanidad. En Europa lo
apoyan los principales gobiernos occidentales (en particular los de la
Gran Breta�a, Italia y Espa�a). El presidente de los EE.UU., con el
apoyo de las tres ramas del gobierno y de los medios de comunicaci�n,
se siente libre para llevar a cabo el genocidio con impunidad.
Parafraseando
a Eduardo Pavlovshy, lo que aqu� nos interesa, mucho m�s que las
patolog�as individuales de Bush, Rumsfeld y Wolfowitz y otros
genocidas practicantes, es la institucionalizaci�n del
genocidio, ya que si insistimos en los atributos individuales de los
verdugos de pol�ticas genocidas perderemos de vista la clave del
problema: el genocidio como instituci�n.
Dentro
del contexto institucional, es l�gico que la Administraci�n Bush
haya rechazado el Tribunal Penal Internacional. La impunidad
internacional es un acompa�amiento necesario del genocidio
institucional. Hoy, las guerras culturales entre intelectuales
totalitarios y pacifistas hacen surgir cuestiones fundamentales, pero
ninguna de ellas es m�s importante que la lucha contra el genocidio
premeditado.
ALCA,
resistencia y guerras culturales
El
ALCA es fundamentalmente la nueva colonizaci�n de Am�rica Latina y
significa la p�rdida total de soberan�a nacional y popular, as�
como la conquista de la econom�a latinoamericana. Pero para llevar a
cabo la conquista colonial, el poder imperial necesita ejercer la
hegemon�a cultural ideol�gica. La anterior pol�tica neoliberal ha
creado el n�cleo principal de pol�ticos, intelectuales y
economistas favorables al imperio, que promueven el ALCA. Los que son
abiertamente favorables al ALCA no s�lo se encuentran a la derecha,
sino tambi�n en eso que se denomina �centro izquierda�, y son los
que aceptan negociar para �reformar� el ALCA, a la espera de
conseguir por escrito algunas concesiones favorables a los sectores de
su clase dirigente interior.
Con
los fracasos del neoliberalismo y el auge de los movimientos
antiimperialistas de masas, los intelectuales de la derecha y los pol�ticos
que apoyan el ALCA est�n en gran parte desacreditados. En su lugar,
ha aparecido un nuevo tipo de intelectual colonialista: el cr�tico
anticolonialista y anti-ALCA que, sin embargo, al mismo tiempo acepta
el marco imperial, mucho mayor, en nombre del �realismo� o del �pragmatismo�.
Estos intelectuales citan �el desfavorable marco internacional�, �la
gravedad de las crisis internas�, �la necesidad de evitar
enfrentamientos internacionales� en apoyo de su aceptaci�n de
negociaciones sobre el ALCA. El peligro de estos intelectuales
�antiguos izquierdistas recientemente convertidos al ALCA� es que
sus cartas credenciales son todav�a de izquierda y su historia
personal es cre�ble. Su principal afirmaci�n ideol�gica consiste en
argumentar que los reci�n elegidos pol�ticos de centro izquierda
representan una �nueva era� para Am�rica Latina y citan en apoyo su
historia pasada y su �or�genes populares�. Cuando los cr�ticos de
izquierda hacen hincapi� en los nombramientos de ministros econ�micos
y de banqueros centrales de credo neoliberal, as� como en sus
acuerdos regresivos con el Fondo Monetario Internacional y el Banco
Mundial, estos ide�logos abogan por el �pragmatismo�, el �realismo�
y la necesidad de hacer �alianzas�. Los ide�logos ex izquierdistas
de �centro izquierda� se sienten claramente inc�modos con la
defensa de reg�menes que inician negociaciones sobre el ALCA (sobre
todo despu�s de haber sido ellos mismos sus cr�ticos m�s feroces).
Recurren a diatribas irracionales contra �marxistas escol�sticos�
que defienden �teor�as anticuadas y fracasadas�, �izquierdistas de
caf� �totalmente ajenos a la realidad nacional�. La demagogia
antiintelectual se ha convertido en el �ltimo resorte de los ap�logos
de la transici�n del r�gimen de centro izquierda hacia el ALCA. Su
�realismo� es, de hecho, el acomodo a la existente estructura
de poder nacional e internacional. Su caricatura del marxismo es un
subterfugio frente a los intelectuales antiimperialistas que critican
la inserci�n del centro izquierda en el orden imperial. El ataque
contra los �marxistas de caf� se basa en su propio distanciamiento
de la praxis de los intelectuales izquierdistas, que s� est�n
comprometidos en las protestas contra el ALCA.
La
incorporaci�n de muchos antiguos pol�ticos e intelectuales de �izquierda�
a los aparatos de los nuevos reg�menes de centro izquierda constituye
un gran desaf�o para los izquierdistas consecuentes. La tarea
principal del intelectual de izquierda no es entrar y luchar
dentro del aparato estatal, terreno sin esperanza en el que las estrat�gicas
posiciones econ�micas y represivas est�n controladas por ministros y
funcionarios favorables al ALCA. El aut�ntico desaf�o debe mirar
fuera del aparato estatal, hacia los crecientes movimientos agrarios y
urbanos de masas. Dentro de estos movimientos de masas, que cuentan en
sus filas con millones de las v�ctimas de la explotaci�n
imperialista, hay un creciente debate sobre el papel de la pol�tica
electoral, la relaci�n con los reci�n elegidos reg�menes de centro
izquierda y la relaci�n con el ALCA. El resultado de tales debates
tendr� un profundo impacto sobre Am�rica Latina durante la pr�xima
d�cada.
Pol�tica electoral y pol�tica de
movimiento
El
movimiento revolucionario considera la pol�tica electoral como un
elemento subordinado a la lucha de masas y al partido electoral como
un �instrumento� de apoyo a las exigencias populares y a la acci�n
extraparlamentaria. Esta relaci�n entre el movimiento de masas y la
pol�tica electoral ha quedado ilustrada en Bolivia durante las
movilizaciones populares convocadas por los cocaleros y generalmente
apoyadas en todo el pa�s. El MAS, ��instrumento� electoral de los
movimientos de masas� se ech� a la calle junto con los piqueteros
en las obstrucciones de carreteras.
La
lucha de clases tiene lugar dentro de movimientos populares de masas
mayores y mejor establecidos. En Ecuador, por ejemplo, muchos de los l�deres
indios integrados en la pol�tica electoral y que forman parte de los
reg�menes de centro izquierda son comerciantes locales, propietarios
de transportes y beneficiarios de fondos extranjeros que les llegan a
trav�s de ONG. Obtienen ganancias como intermediarios y se consideran
parte de una m�vil clase media alta. Cuando le pregunt� a uno de
esos l�deres ind�genas sobre la educaci�n biling�e, me dijo que
era para la �gente pobre� y que �l llevaba a sus hijos a escuelas
de lengua castellana, porque �sa es �la manera de tener �xito en la
vida�. La creciente diferenciaci�n de clase dentro de �comunidades
indias� rompe la imagen de los ide�logos de la identidad, que
rechazan el an�lisis de clase a favor de la imputaci�n de atributos
culturales a grupos �tnicos enteros. La posici�n central de
desacuerdos socioecon�micos dentro de grupos �tnicos ha tenido
consecuencias pol�ticas: la transformaci�n de movimientos en
partidos reformistas electoralistas.
El
enfoque reformista electoralista est� bien ilustrado por el Partido
de los Trabajadores de Brasil, que rechaz� apoyar el refer�ndum
contra el ALCA para asegurarse alianzas electorales con partidos
neoliberales de la derecha. Durante el Foro Mundial Social en Porto
Alegre, Lula decidi� participar en el Foro Social Mundial y en la
reuni�n de Davos, organizada por las oligarqu�as financieras y de
negocios del mundo. A pesar de que m�s de 52 millones de brasile�os
votaron por Lula con la esperanza de cambios sociales, Lula eligi� un
estrat�gico equipo econ�mico de notables neoliberales sin consultar
ni con los movimientos de masas ni con el Partido de los Trabajadores.
En Brasil, la pol�tica electoral domina los movimientos de masas
(como se hizo evidente durante la campa�a electoral, cuando el
Partido de los Trabajadores exigi� que los movimientos suspendiesen
todas las luchas que pudieran �enajenar� a los oligarcas de la
derecha).
La
tensi�n entre los partidos electorales y los movimientos de masas se
refleja en la polarizaci�n de los intelectuales. Para aquellos
vinculados con los partidos electorales, sus opiniones ideol�gicas y
sus valores abrazan la pol�tica de acomodo a corto plazo con el poder
y de control de los puestos p�blicos. Los intelectuales vinculados
con los movimientos populares conservan una posici�n realista y aut�noma
en relaci�n con los movilidad hacia la derecha de los reg�menes de
centro izquierda y afirman la perspectiva de construir un proyecto
antiimperialista alternativo y transformador.
Mientras
que los intelectuales de centro izquierda valoran el poder, el
prestigio y la aprobaci�n de los medios de comunicaci�n, los
intelectuales de movimientos populares valoran la organizaci�n de los
explotados, el pensamiento cr�tico y la independencia pol�tica.
Hoy,
en toda Am�rica y en el resto del mundo, los intelectuales de
izquierda han de hacer frente a estos debates y a estas opciones: por
un lado la de formar parte del sistema imperial y de sus bloques
regionales, por el otro, la de optar por los movimientos de masas
globales y locales sobre la base de la clase social, que buscan
el derrocamiento del sistema. �sta es la opci�n entre quienes apoyan
las negociaciones sobre el ALCA y quienes lo rechazan, entre quienes
apoyan la existente estructura de poder (en nombre del gobierno para
�todos�) y quienes act�an a favor de los explotados. En el
movimiento pacifista hay quienes se oponen a la guerra imperialista
estadounidense y quienes se oponen s�lo porque el Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas no la aprueba.
Estas guerras culturales �los debates ideol�gicos� no son
simplemente el reflejo de intereses econ�micos: tambi�n producen
bloques de poder, partidos y movimientos que decidir�n la disyuntiva
entre las guerras imperialistas o la paz, entre la nueva colonizaci�n
o Estados libres y vibrantes, sensibles a las clases empobrecidas.
30
de enero de 2003
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