| Activismo,
          ideolog�a y medios de comunicaci�n LA
          CULTURA Y LOS RETOS DEL MUNDO CONTEMPOR�NEO 
          
          
          
              James
          Petras Traducido
        para Rebeli�n por Manuel Talens
        
        
        
          
        
         
            
          Nunca construiremos una conciencia comunista con un signo
         
          de
          d�lar en las mentes y en los corazones de los hombres.
         
          Fidel Castro
  Introducci�n
        Escribir
          de cultura es escribir de arte, ideolog�a, educaci�n, deporte y
          otras muchas cosas. La cultura se puede enfocar desde numerosas
          perspectivas, que incluyen la personalidad, la est�tica, la pol�tica
          y la historia. Me centrar� expresamente en la cultura como terreno
          para la lucha pol�tica y dejar� para otro momento y otro
          lugar la discusi�n de la cultura como medio est�tico, como fuente de
          reflexi�n y de realizaci�n humanas. Me centrar� en particular en la
          cultura como ideolog�a y en c�mo influye en la clase y en la conciencia
          nacional, as� como en la acci�n pol�tica. La cultura
          como ideolog�a implica la creaci�n y la expresi�n de una �subjetividad�
          humana o, expresamente, la conciencia nacional y de clase, que es la
          manera en que la gente (clases, g�neros, grupos �tnicos y raciales)
          percibe y act�a para influir en sus circunstancias objetivas. La
          subjetividad es esencial para la comprensi�n de los conflictos, las
          estructuras de poder y los movimientos que buscan la transformaci�n
          en el mundo contempor�neo. La �subjetividad� como conciencia pol�tica
          se puede entender en su relaci�n dial�ctica din�mica con la
          realidad objetiva. La manera en que la gente y las clases
          reaccionan a sus condiciones objetivas da forma a su
          realidad material, la cual, a su vez, produce un impacto en su
          subjetividad.
          
           Las
          creencias ideol�gicas y la acci�n pol�tica son el resultado de m�ltiples
          determinaciones, que incluyen las condiciones socioecon�micas
          (crisis, posici�n en la estructura de clase, movilidad social hacia
          arriba o hacia abajo, naturaleza del Estado) y las organizaciones pol�ticas,
          el liderazgo, los medios de comunicaci�n, las instituciones
          religiosas y las organizaciones sociales inmersas en tradiciones y en
          pr�cticas familiares y comunitarias. El comportamiento de clase puede
          verse influido tanto por las condiciones econ�micas presentes como
          por las aspiraciones futuras y las esperanzas.
          
          
          
            
          
           La ideolog�a y las grandes cuestiones
          
          
          
          Para
          entender la clase y el conocimiento nacional en relaci�n con las
          grandes cuestiones en el mundo contempor�neo es importante
          identificar su naturaleza.
          
           La
          mayor parte de la humanidad se enfrenta a cinco retos principales, que
          son:
          
           (1)    
          El af�n imperialista estadounidense por dominar el
          mundo a trav�s de la doctrina bushiana de las �guerras permanentes�. Esto
          queda ejemplificado por las guerras de conquista en los Balcanes,
          Afganist�n e Irak, por los preparativos de guerra contra Corea del
          Norte, Ir�n y el Este �rabe y tambi�n por la intervenci�n militar
          en Colombia a trav�s del Plan Colombia, por la actitud beligerante
          hacia Cuba y por el apoyo a un golpe militar en Venezuela.
          
           (2)    
          La nueva colonizaci�n de Am�rica Latina
          a trav�s de la imposici�n del ALCA y la transferencia de soberan�a
          a la comisi�n del ALCA, controlada por los EE.UU. La utilizaci�n que
          hace Washington de la doctrina de la �extraterritorialidad�, que
          afirma el derecho de EE.UU. a pasar por encima de las leyes nacionales
          e internacionales. El rechazo estadounidense del Tribunal Penal
          Internacional, rechazo que deja impunes los cr�menes cometidos por su
          estamento militar. Los EE.UU. se han adjudicado el �derecho� a que
          sus militares y agentes de inteligencia puedan asesinar adversarios
          pol�ticos dentro de las fronteras de cualquier pa�s.
          
           (3)    
          El pillaje del Tercero Mundo,
          en particular de la Am�rica Latina, que conduce a la reimplantaci�n
          de retr�gradas formas anteriores de explotaci�n, como son la esclavitud
          blanca (pues lanza sin remedio a millones de mujeres y ni�os a la
          prostituci�n, sobre todo en la antigua URSS y en Am�rica Latina); el
          pillaje econ�mico (el robo y la transferencia a EE.UU. y
          Europa de cientos de miles de millardos de d�lares de ahorros
          privados y p�blicos provenientes de Am�rica Latina, a trav�s del
          sistema bancario internacional), la apropiaci�n de todos los
          sectores principales de la econom�a (industria, financias, comercio)
          y la desindustrializaci�n de las econom�as latinoamericanas a
          trav�s del libre comercio, mientras que EE.UU. conserva sus barreras
          a la importaci�n y las subvenciones a la exportaci�n. El resultado
          es la reaparici�n en muchas partes de Am�rica Latina de relaciones
          econ�micas precapitalistas. Por ejemplo, en Argentina, la econom�a
          de trueque implica ahora a m�s de 4 millones de personas. En Am�rica
          Latina m�s del 60 % de la mano de obra funciona a trav�s de la
          econom�a informal o de subsistencia, simplemente intercambiando
          productos. 
          
           (4)    
          La hegemon�a estadounidense sobre la clase pol�tica,
          desde los partidos de centro izquierda a los de extrema derecha, que
          se han acomodado al proyecto imperialista de perpetuaci�n del sistema
          de pillaje y a la nueva colonizaci�n. Por ejemplo, la Organizaci�n
          de Estados Americanos (OEA) y los autoproclamados �Amigos de
          Venezuela� han intervenido para promover los planes pol�ticos de la
          clientela estadounidense golpista contra el presidente Hugo Ch�vez.
          
           (5)    
          El desigual auge de poderosos movimientos sociopol�ticos
          en todo el mundo, pero m�s directamente en Am�rica Latina, en
          respuesta al proyecto imperialista estadounidense.
          
          
          
           Los
          problemas de las guerras imperiales, de la nueva colonizaci�n y del
          pillaje constituyen un reto fundamental para las clases populares y
          los Estados que se organizan contra el imperio. La hip�tesis
          principal que desarrolla este ensayo es que la realidad objetiva
          derivada de la construcci�n del imperio ha creado condiciones
          necesarias, pero no suficientes para un frente antiimperialista y
          anticapitalista de masas a escala mundial. La regresi�n de las
          condiciones socioecon�micas globales s�lo puede proporcionar la base
          de una transformaci�n fundamental en presencia de factores
          subjetivos. Para ilustrar la importancia de lo subjetivo o �factor
          cultural� frente al desaf�o del imperio, es �til comparar las
          experiencias de pa�ses diferentes.
          
            
          
          
          
           Subjetividades
          comparativas: Argentina y EE.UU.
          
          
          
           En
          los Estados Unidos y en Argentina el fraude a gran escala y las
          estafas cometidas en 2001 y 2002 dieron lugar a la p�rdida de decenas
          de millardos de d�lares en fondos de pensi�n y en ahorros. En el
          caso de EE.UU. fueron las compa��as multinacionales, los bancos
          privados de inversi�n y los auditores corporativos quienes llevaron a
          cabo las estafas con la complicidad de agencias reguladoras del
          gobierno. En Argentina, los autores fueron los bancos privados, sobre
          todo los de propiedad extranjera, con la complicidad directa del
          gobierno. 
          
           En
          Argentina hubo protestas masivas, que llevaron a un levantamiento
          popular que oblig� a la dimisi�n del gobierno. Con posterioridad,
          miles de ciudadanos crearon asambleas barriales, que formaron alianzas
          con los movimientos de trabajadores desempleados para presionar al
          gobierno.
          
           En
          los Estados Unidos no hubo movimientos de masas, s�lo quejas
          individuales, malestar privado y hostilidad localizada contra las
          compa��as multinacionales. La alienaci�n frente al sistema pol�tico
          aument�. Algunos grupos contrataron abogados para llevar a los
          tribunales a las corporaciones, con la esperanza de recuperar sus
          fondos. La mayor parte de la empobrecida clase media se resign� a una
          vida laboral m�s larga, a retrasar su jubilaci�n y a disminuir su
          nivel de vida. Muchos peque�os inversionistas retiraron sus
          inversiones de fondos de pensi�n. Las inconsecuentes audiencias del
          Congreso y el nombramiento de nuevos reguladores estatales no
          cambiaron nada. Nadie puso en entredicho el sistema, las compa��as
          siguieron funcionando de la misma manera y el Presidente y su partido
          se aseguraron una �mayor�a� en el Congreso, mientras que las dos
          terceras partes del electorado ni siquiera fueron a votar.
          
           Estos
          dos casos sugieren la siguiente pregunta: �Por qu� fraudes masivos
          similares y la p�rdida significativa de ahorros tuvieron respuestas
          subjetivas tan distintas? La respuesta se encuentra en el diferente
          contexto pol�tico, cultural e ideol�gico de cada pa�s. 
          
           En
          Argentina hay movimientos pol�ticos y sociales a gran escala: los �piqueteros�
          en paro se manifiestan y bloquean carreteras; los partidos de
          izquierda intervienen en la vida pol�tica; una confederaci�n
          disidente del sindicato de los funcionarios est� en la oposici�n
          activa; hay un rechazo generalizado de la ideolog�a de �libre
          mercado� en la poblaci�n general. Las condiciones subjetivas que
          dan lugar a protestas de masas en Argentina se deben a una cultura pol�tica
          que favorece la acci�n colectiva, a una ideolog�a que achaca la
          responsabilidad pol�tica de las p�rdidas econ�micas a los bancos y
          al r�gimen y a un exitoso modelo de acci�n pol�tica basado en los
          piqueteros. La �cultura pol�tica� de oposici�n se ha extendido, a
          pesar del apoyo que los medios de comunicaci�n han prestado al
          gobierno. El movimiento asamble�sta cre� sus propias redes de
          comunicaci�n y utiliz� los medios de comunicaci�n alternativos
          existentes. El movimiento asamble�sta y la acci�n de masas tuvieron
          lugar a pesar de la ausencia de apoyo por parte de la burocracia
          sindical oficial, estrechamente vinculada al r�gimen en el poder.
          
           En
          los Estados Unidos, los millones afectado por el fraude carecen de
          cultura pol�tica de protesta y movilizaci�n. La mayor parte de ellos
          son partidarios de uno de los dos partidos capitalistas, que se
          alternan en el poder financiados por los principales estafadores
          corporativos. Las dem�s �asociaciones c�vicas� a que pertenecen
          son conservadoras o apol�ticas, no proporcionan marco alguno para
          entender la naturaleza y la responsabilidad del gobierno en el fraude
          ni son un veh�culo para la acci�n pol�tica. Las mentes de millones
          de v�ctimas est�n programadas en torno a la idea de lealtad al
          Estado, a las corporaciones y a la familia. Una vez que el Estado y
          las corporaciones les fallaron, echaron mano de la familia, que s�lo
          les ofreci� consuelo personal y ninguna base para la acci�n
          colectiva. En ausencia de cualquier referencia a organizaciones para
          la acci�n colectiva, sin los ejemplos de exitosas movilizaciones
          populares, las v�ctimas buscaron en gran parte soluciones personales,
          se tragaron las p�rdidas en silencio y en un aislamiento impotente.
          Los principales estafadores regresaron a sus negocios con impunidad. 
          
              
          Unas �subjetividades� y un grado de acci�n social y de organizaci�n
          social tan opuestos entre los EE.UU. y Argentina, en condiciones
          similares de adversidad socioecon�mica, indican la importancia
          decisiva de la cultura pol�tica, de la ideolog�a y de la intervenci�n
          pol�tica. En los Estados Unidos el lema fue �s�lvese quien pueda�.
          En cambio, en Argentina fue �quien roba a uno roba a todos�. La
          diferencia fundamental es la aparici�n de una cultura de la
          solidaridad en Argentina, que contrasta con la dependencia vertical
          caracter�stica del mundo corporativo estadounidense.  
          
          
          
           Comparaci�n:
          Brasil y Venezuela
          
          
          
          Durante
          los a�os noventa, Brasil y Venezuela atravesaron una d�cada de
          estancamiento econ�mico, con el incremente de las desigualdades
          sociales y una disminuci�n de la renta per c�pita. En ambos pa�ses
          las condiciones objetivas eran favorables a cambios pol�ticos
          consecuentes. En ambos, una gran mayor�a de votantes eligi� a un
          presidente populista o de centro izquierda, Hugo Ch�vez en Venezuela
          y, en 2002, Lula da Silva en Brasil. Con posterioridad, sin embargo,
          Ch�vez se ha enfrentado a huelgas y a largos cierres patronales. Una
          minor�a sustancial del electorado (las cifras son conflictivas) exigi�
          su dimisi�n y dio su apoyo a los l�deres del ala derecha. Mientras
          que disminu�a el apoyo a Ch�vez, el de Lula aument� durante la
          carrera que condujo a su elecci�n. En otras palabras, hubo un giro a
          la derecha bajo un presidente en funciones y un giro a la izquierda
          hacia un candidato reci�n elegido, en condiciones econ�micas
          generalmente similares.
          
           La
          distinta subjetividad y las diferencias requieren una discusi�n del
          contexto pol�tico, social y cultural. En el
          primer caso, el r�gimen de Ch�vez funcion� durante un estancamiento
          econ�mico, mientras que Lula estaba todav�a en la oposici�n y la
          responsabilidad de los problemas socioecon�micos reca�a claramente
          en el r�gimen precedente, el de Cardoso. En segundo lugar, el r�gimen
          de Ch�vez concentr� sus inversiones p�blicas en la mejora de los
          servicios de los sectores m�s pobres (la salud, la educaci�n y la
          vivienda), mientras que la clase media se resinti� de una p�rdida
          relativa de su bienestar econ�mico. En Brasil, el r�gimen reci�n
          elegido de Lula aument� su apoyo al prometer la supresi�n del hambre
          sin afectar el poder y los privilegios de las clases altas y
          medias gobernantes. En tercer lugar, los medios de comunicaci�n
          proimperialistas de Venezuela iniciaron una vitri�lica y permanente
          guerra de propaganda contra Ch�vez cuando �ste declar� su
          independencia de la pol�tica exterior de los EE.UU., en particular
          del Plan Colombia, del ALCA y de las guerras de conquista en Afganist�n,
          Irak y en otras partes. Por el contrario Lula, una vez elegido, se ha
          referido a Bush como �aliado�, ha prometido �negociar� sobre el
          ALCA y se ofrecido para �mediar� entre los golpistas y el gobierno
          de Ch�vez (en vez de confirmar su apoyo al gobierno constitucional).
          Al adoptar una agenda centrista, Lula se ha asegurado el apoyo de los
          poderes financieros y la �neutralidad� de los medios de comunicaci�n.
          
           La
          tenaz reiteraci�n de propaganda abiertamente enga�osa y calumniadora
          por parte de los medios de comunicaci�n venezolanos buscaba
          abiertamente la incitaci�n a la rebeli�n militar y el derrocamiento
          del gobierno electo de Ch�vez. La campa�a de los medios de
          comunicaci�n fue uno de los factores principales que han influido en
          la inquina de las clases medias contra Ch�vez y en que tomaran las
          calles. Los medios venezolanos han propagado una imagen de un
          presidente autoritario que preside un estado dictatorial, informado y
          aliado por el comunismo castrista y que est� destruyendo la econom�a.
          La eficacia de los medios en la propagaci�n de esta imagen totalmente
          falsa se puede medir por el sustancial sector de la clase media que se
          lo ha cre�do, incluso si la experiencia directa lo desdice.
          
           La
          gran mayor�a de los venezolanos, sobre todo aquellos que ahora tratan
          de derrocar el r�gimen, participaron y votaron sin coacciones en siete
          elecciones libres, en las que Ch�vez o su programa constitucional
          fueron aprobados. El r�gimen ha respetado la divisi�n entre los tres
          poderes de gobierno y ha tolerado los enormes excesos de la prensa y
          los medios electr�nicos de comunicaci�n, m�s all� de lo que lo
          hubiera hecho cualquier otro sistema electoral occidental. El gobierno
          ha permitido y ha protegido asambleas de masas y marchas, incluso de
          los que incitaban a la rebeli�n militar y al derrocamiento violento
          del gobierno elegido. A pesar de que el gobierno no ha conseguido
          mejoras sustanciales del nivel de vida, sobre todo para la clase
          media, su funcionamiento econ�mico represent� una mejora relativa
          con respecto al r�gimen anterior, hasta que la patronal estatal del
          petr�leo sabote� la producci�n. La causa principal de la r�pida
          disminuci�n del nivel de vida fue el cierre y la par�lisis de la
          industria petrolera, organizada por la patronal y por el director de
          las compa��as petroleras estatales, que se empe�aron en la
          consecuci�n de una profec�a: �predijeron� el colapso y luego
          hicieron todo lo posible para hacer que tuviese lugar. Frente a ellos,
          el gobierno ha estado luchando para reiniciar la producci�n e impedir
          que sigan disminuyendo los ingresos.
          
           Est�
          claro que, en el terreno ideol�gico y pol�tico, la oposici�n
          proestadounidense ha estado ganando la guerra cultural. Existen pocas
          dudas y muchos precedentes hist�ricos para sospechar que los costosos
          esfuerzos de propaganda de los medios de comunicaci�n probablemente
          est�n financiados en parte por fondos encubiertos de agencias de
          inteligencia estadounidenses. De otro modo, no es posible entender que
          el cierre patronal pueda prolongarse durante tanto tiempo. Sin
          ingresos publicitarios y con los enormes gastos generales que deben
          afrontar, los medios privados de comunicaci�n no podr�an mantener a
          todo su personal, siete d�as por semana, durante casi dos meses, a no
          ser que est�n recibiendo transferencias a gran escala de la CIA, que
          utiliz� subvenciones similares encubiertas para financiar El
          Mercurio en Chile, La Prensa en Nicaragua y muchos otros
          medios aliados de los EE.UU. en pa�ses donde Washington buscaba
          derrocar reg�menes independientes.
          
           Esto
          sugiere la pregunta de por qu� la propaganda progolpista,
          antichavista y proyanqui ha tenido tanto �xito a la hora de polarizar
          el pa�s y, en particular, de �persuadir� a las clases medias de una
          manera que ser�a inimaginable en Brasil.
          
           La
          clave es la �cultura pol�tica� de la clase media de Caracas, m�s
          armonizada con Miami que el pa�s interior y los pobres urbanos. El �complejo
          de Miami� se basa en las visitas frecuentes, en las vacaciones y en
          las excursiones de consumo a Florida en particular y a los EE.UU. en
          general. Este complejo contribuy� a la reproducci�n del modelo
          consumista estadounidense y a la aparici�n de una �cultura del
          centro de compras�, en torno a la cual gira la existencia de la clase
          media de Caracas. La �clase de referencia� de la clase media
          venezolana es la clase media alta que vive en Miami, cuyo estilo de
          vida aspira a imitar: un condominio, gastos ilimitados con tarjeta de
          cr�dito y criadas haitianas mal pagadas.
          
           La
          disminuci�n del nivel de vida durante las dos pasadas d�cadas y el
          malestar de la clase media hizo que algunos votaran por Ch�vez. Su
          esperanza se basaba en la idea de que acabar�a con la corrupci�n y
          aumentar�an sus ingresos para sostener su visi�n de Miami. El
          problema surgi� cuando Ch�vez entr� en conflicto con los EE.UU.,
          algo que tuvo dos efectos en Venezuela: los clientes pol�ticos de
          Washington en los negocios y en la elite sindical se pusieron en
          marcha y utilizaron a la clase media para echar a Ch�vez. La clase
          media, en gran parte blanca, se vio obligada a escoger entre un
          presidente negro, que apela a los pobres, y su identificaci�n con el
          complejo de Miami. El racismo latente entre la clase media blanca
          (latente s�lo mientras fue dominante) fue activado por las elites y
          contrapuesto a su �modelo�, el estilo de vida de las pr�speras
          elites blancas de Miami.
          
          
          
            
          
           Cultura y pol�tica
          
           
          
          Estas
          experiencias comparativas destacan la importancia de la cultura, la
          ideolog�a y los medios de comunicaci�n en la formaci�n de
          respuestas pol�ticas divergentes a circunstancias econ�micas
          similares. La propaganda de los medios proimperialistas es sobre todo
          eficaz en aquellos lugares donde la izquierda no ha organizado a los
          electores y donde la cultura de la solidaridad brilla por su ausencia.
          El predominio de una cultura �mim�tica y consumista� facilita la
          penetraci�n de la ideolog�a autoritaria y la alineaci�n, con l�deres
          pol�ticos favorables a los Estados Unidos.
          
              
          El impacto de los medios derechistas de comunicaci�n es muy limitado
          cuando hay organizaciones populares de masas (en particular las de
          estructura �horizontal�) basadas en luchas y experiencias comunes,
          bajo la influencia de la ideolog�a igualitaria. Tanto en Argentina
          como en Brasil, los medios de comunicaci�n son uniformemente
          favorables a las elites del ala derecha en el poder, pero en ambos
          casos las masas rechazaron el mensaje de propaganda. En Argentina, el
          movimiento de masas derroc� el r�gimen de De La Rua; en Brasil, m�s
          del 60 % de la poblaci�n vot� por quien estaba considerado como un
          candidato de centro izquierda.  
          
          
          
           Cultura y guerra
          
          
          
          En
          la actualidad, la cuesti�n principal es la guerra imperialista, en
          especial el ataque militar de Washington y la invasi�n de Irak, as�
          como las amenazas nucleares contra Corea del Norte. La m�quina de
          propaganda de Washington, sus reg�menes clientes y sus �aliados�
          europeos est�n implicados en un esfuerzo global para justificar la
          guerra, neutralizar opositores y ganar adherentes, en particular entre
          la clase pol�tica. Incluso los sectores m�s belicosos y militaristas
          del r�gimen de Bush �que son los m�s propensos a hacer caso omiso
          de la opini�n p�blica mundial� se ven forzados a encontrar �razones�
          para asegurarse el apoyo de sus clientes.
          
           Los
          medios de comunicaci�n �en particular los que pertenecen a los
          EE.UU.� han saturado el mundo con propaganda favorable a la guerra,
          presentando y justificando la l�nea oficial y excluyendo las voces
          alternativas cr�ticas o cualquier noticia de grandes protestas. Sin
          embargo, los sondeos de opini�n p�blica demuestran que la aplastante
          mayor�a de los ciudadanos europeos y de Am�rica Latina no cree que
          los EE.UU. tengan razones convincentes para la guerra, y en algunos pa�ses
          como Francia, m�s del 75 % se opone la guerra imperialista. Incluso
          en EE.UU. las encuestas indican que el p�blico est� dividido. A
          pesar de que muchos apoyan una guerra, la oposici�n est� creciendo,
          como lo demuestran las manifestaciones masivas de m�s de 700,000
          personas el 18 de enero de este a�o. M�s a�n, incluso entre quienes
          apoyan la guerra, la mayor�a lo hace con condiciones: s�lo si las
          Naciones Unidas votan a favor de una soluci�n militar.
          
           La
          propaganda de los medios de comunicaci�n es menos cre�ble y s�lo
          sirve para reforzar el sentimiento favorable a la guerra entre la
          elite pol�tica, as� como para inmovilizar a quienes se oponen
          verbalmente a la guerra.
          
           En
          la batalla por la conciencia popular, la oposici�n pol�tica a la
          guerra ha sido capaz de ganar apoyos a trav�s de los medios
          alternativos de comunicaci�n (los medios electr�nicos) y de las
          manifestaciones p�blicas. Las voces de figuras culturales cr�ticas,
          de intelectuales y de l�deres religiosos �en particular cristianos
          y musulmanes� tambi�n han contribuido a la movilizaci�n de la
          opini�n p�blica. A pesar de la gran disparidad en el poder
          institucional y de los estrechos v�nculos existentes entre los medios
          de comunicaci�n y el Estado estadounidense imperial, la mayor�a de
          la opini�n p�blica mundial no est� convencida. Las manifestaciones
          mundiales contra la guerra crecen en tama�o y militancia y han
          comenzado a influir en los sectores de la clase pol�tica de Europa.
          
           Sin
          embargo, algunos intelectuales estadounidenses y fundamentalistas
          cristianos �en particular los alineados con el Estado israel�
          han abrazado la �cultura� militarista imperial, basada en la
          dominaci�n violenta. La visi�n de la �guerra permanente� en el
          exterior y la represi�n en el interior evoca las im�genes del Tercer
          Reich� Su apoyo a guerras ofensivas (�guerras preventivas�) y su
          aceptaci�n de asesinatos pol�ticos, intervenciones indiscriminadas o
          chantajes econ�micos busca intimidar a cualquier r�gimen que pudiera
          atreverse a poner en entredicho la voluntad de Washington de
          convertirse en el Imperio Global. La aparici�n de intelectuales
          totalitarios, vinculados a interminables guerras imperiales de
          conquista, est� ejemplificado por su apoyo a la violencia masiva
          contra Irak.
          
           Las
          Naciones Unidas estiman que la invasi�n estadounidense dar� lugar a
          diez millones de muertos y heridos. El hecho de atacar a una poblaci�n
          pr�cticamente indefensa con el previo conocimiento de que diez
          millones de personas morir�n o resultar�n heridas es un acto de genocidio
          premeditado, comparable o mayor que el Holocausto nazi contra los
          jud�os o las persecuciones de gitanos y serbios. Los intelectuales
          totalitarios que abrazan con entusiasmo esta pol�tica genocida son
          fervientes abogados de bombardeos aterradores de civiles, a la b�squeda
          del poder estadounidense mundial.
          
           Los
          medios de comunicaci�n hacen caso omiso del informe de las Naciones
          Unidas sobre los probables millones de v�ctimas o bien lo trivializan
          como si fuese otra noticia s�lo digna de las p�ginas interiores.
          
            Prominentes
          l�deres fundamentalistas cristianos y el ala derecha de los
          intelectuales jud�os de EE.UU. justifican en los medios impresos y
          audiovisuales de comunicaci�n este genocidio premeditado, este
          crimen cient�ficamente planeado contra la humanidad. En Europa lo
          apoyan los principales gobiernos occidentales (en particular los de la
          Gran Breta�a, Italia y Espa�a). El presidente de los EE.UU., con el
          apoyo de las tres ramas del gobierno y de los medios de comunicaci�n,
          se siente libre para llevar a cabo el genocidio con impunidad.
          
           Parafraseando
          a Eduardo Pavlovshy, lo que aqu� nos interesa, mucho m�s que las
          patolog�as individuales de Bush, Rumsfeld y Wolfowitz y otros
          genocidas practicantes, es la institucionalizaci�n del
          genocidio, ya que si insistimos en los atributos individuales de los
          verdugos de pol�ticas genocidas perderemos de vista la clave del
          problema: el genocidio como instituci�n.
          
           Dentro
          del contexto institucional, es l�gico que la Administraci�n Bush
          haya rechazado el Tribunal Penal Internacional. La impunidad
          internacional es un acompa�amiento necesario del genocidio
          institucional. Hoy, las guerras culturales entre intelectuales
          totalitarios y pacifistas hacen surgir cuestiones fundamentales, pero
          ninguna de ellas es m�s importante que la lucha contra el genocidio
          premeditado.
          
          
          
            
          
           ALCA,
          resistencia y guerras culturales
          
          
          
          El
          ALCA es fundamentalmente la nueva colonizaci�n de Am�rica Latina y
          significa la p�rdida total de soberan�a nacional y popular, as�
          como la conquista de la econom�a latinoamericana. Pero para llevar a
          cabo la conquista colonial, el poder imperial necesita ejercer la
          hegemon�a cultural ideol�gica. La anterior pol�tica neoliberal ha
          creado el n�cleo principal de pol�ticos, intelectuales y
          economistas favorables al imperio, que promueven el ALCA. Los que son
          abiertamente favorables al ALCA no s�lo se encuentran a la derecha,
          sino tambi�n en eso que se denomina �centro izquierda�, y son los
          que aceptan negociar para �reformar� el ALCA, a la espera de
          conseguir por escrito algunas concesiones favorables a los sectores de
          su clase dirigente interior.
          
           Con
          los fracasos del neoliberalismo y el auge de los movimientos
          antiimperialistas de masas, los intelectuales de la derecha y los pol�ticos
          que apoyan el ALCA est�n en gran parte desacreditados. En su lugar,
          ha aparecido un nuevo tipo de intelectual colonialista: el cr�tico
          anticolonialista y anti-ALCA que, sin embargo, al mismo tiempo acepta
          el marco imperial, mucho mayor, en nombre del �realismo� o del �pragmatismo�.
          Estos intelectuales citan �el desfavorable marco internacional�, �la
          gravedad de las crisis internas�, �la necesidad de evitar
          enfrentamientos internacionales� en apoyo de su aceptaci�n de
          negociaciones sobre el ALCA. El peligro de estos intelectuales
          �antiguos izquierdistas recientemente convertidos al ALCA� es que
          sus cartas credenciales son todav�a de izquierda y su historia
          personal es cre�ble. Su principal afirmaci�n ideol�gica consiste en
          argumentar que los reci�n elegidos pol�ticos de centro izquierda
          representan una �nueva era� para Am�rica Latina y citan en apoyo su
          historia pasada y su �or�genes populares�. Cuando los cr�ticos de
          izquierda hacen hincapi� en los nombramientos de ministros econ�micos
          y de banqueros centrales de credo neoliberal, as� como en sus
          acuerdos regresivos con el Fondo Monetario Internacional y el Banco
          Mundial, estos ide�logos abogan por el �pragmatismo�, el �realismo�
          y la necesidad de hacer �alianzas�. Los ide�logos ex izquierdistas
          de �centro izquierda� se sienten claramente inc�modos con la
          defensa de reg�menes que inician negociaciones sobre el ALCA (sobre
          todo despu�s de haber sido ellos mismos sus cr�ticos m�s feroces).
          Recurren a diatribas irracionales contra �marxistas escol�sticos�
          que defienden �teor�as anticuadas y fracasadas�, �izquierdistas de
          caf� �totalmente ajenos a la realidad nacional�. La demagogia
          antiintelectual se ha convertido en el �ltimo resorte de los ap�logos
          de la transici�n del r�gimen de centro izquierda hacia el ALCA. Su
          �realismo� es, de hecho, el acomodo a la existente estructura
          de poder nacional e internacional. Su caricatura del marxismo es un
          subterfugio frente a los intelectuales antiimperialistas que critican
          la inserci�n del centro izquierda en el orden imperial. El ataque
          contra los �marxistas de caf� se basa en su propio distanciamiento
          de la praxis de los intelectuales izquierdistas, que s� est�n
          comprometidos en las protestas contra el ALCA.
          
           La
          incorporaci�n de muchos antiguos pol�ticos e intelectuales de �izquierda�
          a los aparatos de los nuevos reg�menes de centro izquierda constituye
          un gran desaf�o para los izquierdistas consecuentes. La tarea
          principal del intelectual de izquierda no es entrar y luchar
          dentro del aparato estatal, terreno sin esperanza en el que las estrat�gicas
          posiciones econ�micas y represivas est�n controladas por ministros y
          funcionarios favorables al ALCA. El aut�ntico desaf�o debe mirar
          fuera del aparato estatal, hacia los crecientes movimientos agrarios y
          urbanos de masas. Dentro de estos movimientos de masas, que cuentan en
          sus filas con millones de las v�ctimas de la explotaci�n
          imperialista, hay un creciente debate sobre el papel de la pol�tica
          electoral, la relaci�n con los reci�n elegidos reg�menes de centro
          izquierda y la relaci�n con el ALCA. El resultado de tales debates
          tendr� un profundo impacto sobre Am�rica Latina durante la pr�xima
          d�cada.
          
            
          
          
          
           Pol�tica electoral y pol�tica de
          movimiento
          
          
          
          El
          movimiento revolucionario considera la pol�tica electoral como un
          elemento subordinado a la lucha de masas y al partido electoral como
          un �instrumento� de apoyo a las exigencias populares y a la acci�n
          extraparlamentaria. Esta relaci�n entre el movimiento de masas y la
          pol�tica electoral ha quedado ilustrada en Bolivia durante las
          movilizaciones populares convocadas por los cocaleros y generalmente
          apoyadas en todo el pa�s. El MAS, ��instrumento� electoral de los
          movimientos de masas� se ech� a la calle junto con los piqueteros
          en las obstrucciones de carreteras.
          
           La
          lucha de clases tiene lugar dentro de movimientos populares de masas
          mayores y mejor establecidos. En Ecuador, por ejemplo, muchos de los l�deres
          indios integrados en la pol�tica electoral y que forman parte de los
          reg�menes de centro izquierda son comerciantes locales, propietarios
          de transportes y beneficiarios de fondos extranjeros que les llegan a
          trav�s de ONG. Obtienen ganancias como intermediarios y se consideran
          parte de una m�vil clase media alta. Cuando le pregunt� a uno de
          esos l�deres ind�genas sobre la educaci�n biling�e, me dijo que
          era para la �gente pobre� y que �l llevaba a sus hijos a escuelas
          de lengua castellana, porque �sa es �la manera de tener �xito en la
          vida�. La creciente diferenciaci�n de clase dentro de �comunidades
          indias� rompe la imagen de los ide�logos de la identidad, que
          rechazan el an�lisis de clase a favor de la imputaci�n de atributos
          culturales a grupos �tnicos enteros. La posici�n central de
          desacuerdos socioecon�micos dentro de grupos �tnicos ha tenido
          consecuencias pol�ticas: la transformaci�n de movimientos en
          partidos reformistas electoralistas.
          
           El
          enfoque reformista electoralista est� bien ilustrado por el Partido
          de los Trabajadores de Brasil, que rechaz� apoyar el refer�ndum
          contra el ALCA para asegurarse alianzas electorales con partidos
          neoliberales de la derecha. Durante el Foro Mundial Social en Porto
          Alegre, Lula decidi� participar en el Foro Social Mundial y en la
          reuni�n de Davos, organizada por las oligarqu�as financieras y de
          negocios del mundo. A pesar de que m�s de 52 millones de brasile�os
          votaron por Lula con la esperanza de cambios sociales, Lula eligi� un
          estrat�gico equipo econ�mico de notables neoliberales sin consultar
          ni con los movimientos de masas ni con el Partido de los Trabajadores.
          En Brasil, la pol�tica electoral domina los movimientos de masas
          (como se hizo evidente durante la campa�a electoral, cuando el
          Partido de los Trabajadores exigi� que los movimientos suspendiesen
          todas las luchas que pudieran �enajenar� a los oligarcas de la
          derecha).
          
           La
          tensi�n entre los partidos electorales y los movimientos de masas se
          refleja en la polarizaci�n de los intelectuales. Para aquellos
          vinculados con los partidos electorales, sus opiniones ideol�gicas y
          sus valores abrazan la pol�tica de acomodo a corto plazo con el poder
          y de control de los puestos p�blicos. Los intelectuales vinculados
          con los movimientos populares conservan una posici�n realista y aut�noma
          en relaci�n con los movilidad hacia la derecha de los reg�menes de
          centro izquierda y afirman la perspectiva de construir un proyecto
          antiimperialista alternativo y transformador.
          
           Mientras
          que los intelectuales de centro izquierda valoran el poder, el
          prestigio y la aprobaci�n de los medios de comunicaci�n, los
          intelectuales de movimientos populares valoran la organizaci�n de los
          explotados, el pensamiento cr�tico y la independencia pol�tica.
          
           Hoy,
          en toda Am�rica y en el resto del mundo, los intelectuales de
          izquierda han de hacer frente a estos debates y a estas opciones: por
          un lado la de formar parte del sistema imperial y de sus bloques
          regionales, por el otro, la de optar por los movimientos de masas
          globales y locales sobre la base de la clase social, que buscan
          el derrocamiento del sistema. �sta es la opci�n entre quienes apoyan
          las negociaciones sobre el ALCA y quienes lo rechazan, entre quienes
          apoyan la existente estructura de poder (en nombre del gobierno para
          �todos�) y quienes act�an a favor de los explotados. En el
          movimiento pacifista hay quienes se oponen a la guerra imperialista
          estadounidense y quienes se oponen s�lo porque el Consejo de
          Seguridad de las Naciones Unidas no la aprueba.
          
          Estas guerras culturales �los debates ideol�gicos� no son
          simplemente el reflejo de intereses econ�micos: tambi�n producen
          bloques de poder, partidos y movimientos que decidir�n la disyuntiva
          entre las guerras imperialistas o la paz, entre la nueva colonizaci�n
          o Estados libres y vibrantes, sensibles a las clases empobrecidas.  30
          de enero de 2003     
 
        
             
        
             
        
           
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