El escritorio de Manuel Talens

ART�CULOS DE OPINI�N / DIARIO EL PA�S

                                                                                                                                        

Manuel Talens

El taller del escritor
MANUEL TALENS

Hace catorce d�as, en mi anterior entrega, no pude agotar el tema de Benidorm. La escasez del terreno, que limita a cent�metros cuadrados el �rea de cada columna, convierte el periodismo de opini�n en una especie de apartamento diminuto donde las palabras hacen las veces de inquilinos, que cohabitan en estrecha compa��a. La sociedad capitalista nos obliga a vivir en pisos cada vez m�s reducidos y, de la misma manera que en ellos ya no caben tres hijos, sino uno, y que los abuelos sobran (�d�nde meterlos?), este espacio de papel que comparto con otros compa�eros ejerce sobre m� la dictadura de lo breve, que me impide procrear frases largas, met�foras o digresiones. Vivo en mi columna con la obsesi�n de la abstinencia verbal, pues basta con que el ordenador �ese vientre fecundo que hace crecer la semilla de mis dedos� d� a luz un par de sustantivos supernumerarios para que ya no quepan en ella. Y yo, que amo las palabras como uno ama a los hijos, prefiero que no nazcan antes de que deban pernoctar en el limbo del olvido, amputadas por una tecla invisible que en todo peri�dico se ve constre�ida a practicar la eutanasia. Por eso, repito, no agot� el tema de Benidorm.

Imagino lo que piensas en este punto, lector: Talens me acaba de endilgar con impunidad un enorme p�rrafo de doscientas siete palabras para quejarse, es el colmo, de sus limitaciones de espacio, me est� tomando el pelo. Pero no es as�. La construcci�n de un texto period�stico, como la de un inmueble de apartamentos, es el arte �o el artificio� de que todo cuadre. La hermosura de una columna de opini�n consiste en que quien la visite abra las puertas de las frases y observe que los vocablos amueblan el argumento con estilo y, una vez en su interior, se desplace con naturalidad por sus laberintos �Borges le llamaba a eso fluidez�, husmee en los rincones el hedor incrustado de un verbo escabroso, paladee el guiso de un adjetivo que hierve en la cocina, palpe la solidez de esas paredes que llamamos l�neas y luego, al salir otra vez al rellano de la escalera del punto final, antes de visitar a otros vecinos (a El Roto, por ejemplo, que vive aqu� a la izquierda), pueda decirse: este alba�il �este escritor� no me ha mentido, lo que aqu� me muestra es la verdad que �l cree verdadera e, incluso si se equivoca, es honrado.

El contador del Word me indica que ya he escrito cuatrocientas once palabras, lo cual equivale a dos mil trescientos once caracteres con espacios. Faltan, m�s o menos, setecientas cincuenta y tres pulsaciones de tecla hasta el final de esta columna y me temo que ya no tengo sitio para hablar a mis anchas del negocio inmobiliario y de las mafias de Benidorm, ese c�ncer que ha crecido en Alicante y que era el tema del que deb�a escribir esta ma�ana cuando me sent� ante la pantalla. Lo �nico que me consuela, lector, es que al menos te he acogido en la intimidad de mi taller, que es tu hogar tanto como el m�o, porque lo comparto contigo.

La vida es larga cuando uno rechaza las prisas que nos impone este sistema econ�mico donde sobrevivimos. Hazme caso, d�jala pasar con languidez durante dos semanas m�s, divi�rtete con tus camaradas, s� feliz. El 15 de marzo te doy cita aqu�, en mi taller, para charlar de Benidorm.

 


 

El País 

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EL PA�S-Comunidad Valenciana, martes 01 de marzo de 2005

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Manuel Talens 2005