El escritorio de Manuel Talens

ART�CULOS DE OPINI�N / DIARIO EL PA�S

                                                                                                                                        

Manuel Talens

El sue�o de la raz�n
MANUEL TALENS


Hab�a vivido siempre en un mundo con dos vertientes paralelas, p�blica y privada, sin interferencia alguna entre ambas. Era feliz o al menos as� lo cre�a. El poder, la celebridad, los agasajos y el control absoluto de todos los hilos de su provincia a trav�s del cargo que ostentaba dilu�an el dolor de una cara poco agraciada. A veces, las c�maras de televisi�n llegaron incluso a captar una leve sonrisa detr�s de sus lentes negros de capo siciliano.

Sin embargo, un d�a sucedi� algo poco habitual: un traidor de su propio bando rompi� el pacto de silencio y sac� a la luz su vertiente privada. Pasaron varias semanas y los muchos enemigos que ten�a, sometidos hasta entonces al yugo de la propaganda institucional, fueron desgranando las actividades m�s secretas de sus catacumbas empresariales: el tr�fico de influencias, el aumento incre�ble de su patrimonio, el caciquismo, los cambalaches. En un principio, trat� de ignorar aquella imprevista contrariedad, pues sab�a bien que el silencio es con frecuencia un buen ant�doto contra la artiller�a. Adem�s, no tard� en recibir el apoyo sin fisuras de unos cuantos aliados locales muy poderosos en el gobierno, todo ello en nombre de la antigua amistad y de la honradez sin tacha que la ret�rica oficial supone siempre en los triunfadores de las urnas. Por otra parte, es bien sabido que las familias, religiosas o pol�ticas, suelen cerrar filas una vez que el peligro se cierne sobre ellas.

No obstante, todo tiene un l�mite cuando es preciso evitar que la podredumbre salpique a los dem�s. Ante sus jefes nacionales, empez� a quejarse de tibieza en la defensa que pensaba merecer. "Compr�ndelo, Carlos", le respondieron por tel�fono, "en dos meses habr� elecciones y estos esc�ndalos econ�micos no ayudan al partido. Tienes que mantener un perfil bajo hasta que pase la marea." Pero �l estaba nervioso, porque los ataques arremet�an sin tregua en la prensa diaria. De manera ya irremediable, el simulacro del personaje que representaba en p�blico se hab�a contaminado de realidad.

Al final, la incertidumbre le hizo recurrir a lo inconcebible. Record� que su santa madre, humilde y creyente, hab�a sido devota de Nuestra Se�ora del Lled�, a quien lo encomendaba de ni�o para que le trajese suerte en la dif�cil carrera del vivir. Entr� en el templo lleno de esperanza: los callejones sin salida son un buen est�mulo de la fe, incluso para un descre�do. Se arrodill� ante la imagen e implor� que lo librase de la ignominia, que sus dos vertientes fuesen de nuevo paralelas, una p�blica y otra privada.

Poco a poco, un sopor extra�o hizo que se quedase dormido. So�� con tres cruces plantadas en un campo de golf, junto a una urbanizaci�n de millonarios. En la del centro, un hombrecito bigotudo le imploraba al padre Franco, all� en los cielos, que el Partido Popular saliese victorioso. En la derecha, el buen ladr�n obten�a un salvoconducto para tomar el relevo. En la izquierda, condenado a la desgracia eterna de los perdedores, vio al mal ladr�n. De un lanzazo en el pecho le chorreaban billetes de banco te�idos de sangre y a su alrededor revoloteaban monstruos. Ten�a la cara poco agraciada y ocultaba sus ojos tras unos lentes negros de capo siciliano.

 

'El sueño de la razón produce monstruos' (Goya)

 

 

 

Carlos Fabra, presidente de la Diputación de Castellón y del Partido Popular de esta provincia (fotografía de El País)

 


 

El País 

SI DESEA LEER EL SUE�O DE LA RAZ�N EN EL SITIO WEB DE EL PA�S, PULSE SOBRE LA IMAGEN

 

EL PA�S-Comunidad Valenciana, martes 27 de enero de 2004

Pulse para volver a la página anterior

 

Copyleft

Manuel Talens 2004