El escritorio de Manuel Talens

ART�CULOS DE OPINI�N / DIARIO EL PA�S

                                                                                                                                        

Manuel Talens

God Bless America
MANUEL TALENS

El viejo desv�a la mirada hacia el calendario y ve que la Navidad est� al caer. Se levanta refunfu�ando y, con paso lento, va hacia la chimenea, apaga el fuego para ahorrar madera durante la traves�a y luego abre la puerta de su caba�a. Una r�faga de aire glacial se cuela en el interior. Hace un fr�o polar. �Qu� mal ando de memoria, se me hab�a olvidado el viaje navide�o�, piensa mientras se acerca al establo. �Debe ser por el cambio clim�tico, desde que destruyeron la capa de ozono con tanto humo ya no me funciona el cerebro�. Tiene una barba blanqu�sima que le llega a la cintura y que ser�a indistinguible de la nieve en el paisaje si no fuera por el vivo color bermell�n de su indumentaria. Los renos lo saludan con alegres resoplidos al entrar. Les pone las guarniciones, los engancha al trineo y ata detr�s la carga de juguetes de contrabando que sus amigotes borrachines del movimiento libertario le han conseguido en el mercado negro de Taiwan.

Antes de partir, saca de un enorme talego una botella del vodka ilegal que le suministra el fiel Nikita y se bebe medio litro a gollete. Siente un calorcillo inmediato en el interior y se le quitan las preocupaciones. Es verdad que olvida con facilidad las cosas m�s inolvidables y que pierde el hilo, que de unos a�os a esta parte no sabe nunca d�nde ha puesto la marihuana, el Viagra, los preservativos o la caja de aspirinas para el reuma, pero el momento m�s triste fue cuando en un delirio confundi� a Nuliajuk, la tierna esquimal que lo hab�a solazado tantas lunas, con la tremenda Condoleezza Rice y la ech� a patadas de la caba�a. Desde entonces, a pesar de sus excusas, Nuliajuk se niega a hablarle y ahora �l tiene que apa�arse como puede. Ser� por eso �la soledad agobia� que suele estar resentido. Menos mal que la alegr�a de los ni�os al recibir juguetes en la noche m�gica es contagiosa.

�Se acabaron las complicidades con esa gente, Nok �le dice al reno que tiene m�s cerca�. Esta Navidad no hago m�s el payaso en los almacenes, si quieren regalos que vayan a ped�rselos al tr�o de las Azores. Adem�s, me voy a agenciar una chilaba y, a partir de ahora, que les den.

El vodka y los frijoles cubanos que le trajo un emisario del comandante ya han empezado a hacer su efecto cuando sobrevuela Mosc�. Suelta una sonora ventosidad, inaudible a ras de tierra. Hace un corte de mangas.

�Para el Putin, por traidor.

Llega a destino. Es una ciudad m�rtir, como Guernica, como Hiroshima. Las casas que visita est�n llenas de cad�veres en descomposici�n o ro�dos por los perros. Deposita una mu�eca de trapo junto a una ni�a inerme de rostro irreconocible por la metralla. Llora desconsolado. Diez segundos despu�s, una r�faga de fusil autom�tico lo libera de sus penas.

�Estos �rabes, adem�s de terroristas, son raros �dice el soldado yanqui mientras le da una patada en la cara al viejo que agoniza�. Mira que disfrazarse de Pap� Noel en Faluya. Bob, hazme una foto junto a �l para que se la mande a Susan.

No puede enviarla, porque media hora m�s tarde una bomba disimulada por la resistencia bajo las piedras de la calle lo hace saltar en pedazos. A los pocos d�as, en un pueblecito de Oklahoma se reza un emotivo responso por el h�roe ca�do y al final todos cantan God Bless America.

 


 

El País 

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EL PA�S-Comunidad Valenciana, martes 21 de diciembre de 2004

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