El escritorio de Manuel Talens                                                                                          

  TEXTOS ENSAY�STICOS

 

ALEC (Anales de la Literatura Espa�ola Contempor�nea)

Volumen 28, n�mero 1, a�o 2003, p�ginas 203-231.

 

�LA DERROTA DEL PODER?: UNA MIRADA CR�TICA A LA OBRA DE MANUEL TALENS

CARMEN MORENO-NU�O

Wesleyan University

 

Ahora que el nombre del granadino Manuel Talens empieza a ser mencionado en m�s de un congreso acad�mico[i], y acaban de ser reeditados su primera novela y uno de sus cuentos[ii], puede ser un buen momento para detenerse con rigor en su ya no tan escasa producci�n.  Desde sus primeras p�ginas, dicha producci�n destaca por una subversi�n carnavalesca de los mecanismos del poder, siendo �ste deconstruido de forma inmisericorde en su auto-proclamada verdad hist�rica.  Teniendo como encuadre tal tem�tica unificadora, este art�culo pretende profundizar en los temas y leit-motivs que pueblan la cosmolog�a de la obra de Manuel Talens, y que apuntan a una direcci�n cierta de futuro, algunos de ellos se�alados ya por la cr�tica, otros no observados todav�a.  De entre estas constantes, tanto tem�ticas como formales, me detendr� especialmente en las siguientes: el exquisito dominio del lenguaje; la riqueza de la intertextualidad; la autoconciencia y autorreflexividad narrativas; el escepticismo frente a las proclamadas �verdades� del pasado; la cr�tica a todo poder usurpador e intolerante; los recursos de la parodia, la iron�a, el sarcasmo y el esperpento; el abuso de lo escatol�gico; la concepci�n l�dica de la literatura; la defensa del amor como �nica construcci�n con poder salv�fico; la revisi�n de la figura del anarquista; la reivindicaci�n de la mujer; el acerado anticlericalismo; y, por �ltimo, la centralidad del marginado.  Tales constantes son distintas expresiones de una misma y persistente cr�tica a la absolutizaci�n del poder y a las construcciones cerradas de la Historia.  Desde su primera novela Manuel Talens se ha mantenido fiel a este objetivo central y a estos elementos estructurales, dej�ndolos madurar, y por tanto son ellos los que van a guiar mi lectura de sus tres obras publicadas hasta la fecha.  Ellos son tambi�n el v�nculo de uni�n entre las tres partes de este trabajo.  La construcci�n de tal tipolog�a tiene adem�s como objetivo confesable, y no �ltimo, la divulgaci�n de una obra que, como ya est�n se�alando una profusi�n de nombres, est� encontrando todav�a t�midamente la celebridad merecida. 

Nacido en 1948, la infancia de Manuel Talens transcurri� en el castizo barrio de la Cartuja granadina, y la vida le llev� tras terminar sus estudios de Medicina a Par�s y a Montreal, ciudad �sta donde escribe su primera novela, La par�bola de Carmen la Reina.  Hace algunos a�os, Manuel Talens cambi� los fr�os canadienses por la calidez costera valenciana, habi�ndole conducido su nomadismo en la actualidad a la vecina Francia.  Este somero bosquejo biogr�fico nos presenta a un autor no encasillable dentro de las nuevas hornadas de j�venes escritores: en sus cincuenta, de y en provincias, viajero casi permanente, alejado de los circuitos �escaparates en lo positivo y negativo del t�rmino� de Madrid, y diestro en el arte de la escritura s�lo tras muchos a�os de lectura activa, Talens alimenta su producci�n del m�s cl�sico canon literario espa�ol, en una re-actualizaci�n y re-valorizaci�n que reconoce y paga su deuda a los grandes maestros del pasado.  En palabras de su personaje L�zaro G�mez Molina �voz narrativo-picaresca del cuento �Fascis, Fascis��, y sobre �los escritores del Siglo de Oro�, nos dice: �Fue a partir de entonces cuando empec� a so�ar con imitarlos alg�n d�a, y puesto que no debe ponerse la tinaja antes que el olivar, me dediqu� a leer con desespero.  Todos eran buenos (para m� que nadie ha llegado a�n a superarlos)� (18).

El di�logo con los cl�sicos no se detiene en el homenaje, sino que se expande al presupuesto ideol�gico de que toda mirada sobre el presente tiene que partir intencionalmente del pasado para poder perdurar.  La contemporaneidad de Talens �y una de sus mayores aportaciones� no se halla, a diferencia de �los nov�simos�, en los referentes del cine, la TV, la cultura pop, o el retrato del mundo de los j�venes, sino en haber sabido entresacar de la literatura cl�sica espa�ola personajes y g�neros que adquieren un nuevo contenido desde las reivindicaciones pol�tico-sociales del presente, de las que ellos se constituyen asimismo como respuesta: la centralidad del personaje femenino como apoyo a la conquista de libertad de las mujeres, o la actualizaci�n de la picaresca como espacio rescatado para el oprimido.  Por ello, a pesar de que la intertextualidad con la literatura cl�sica espa�ola es uno de los rasgos m�s definitorios de la producci�n de Talens, su obra debe afirmarse dentro de la m�s rotunda contemporaneidad, aliada con autores que moran en el pasado ficcional y en el pasado pol�tico-social, pero desde un presente al que buscan dotar de sentido.  Entre los autores que moran en el pasado de la ficci�n mediante la recreaci�n del ayer y su escritura, Talens se hermana con Paloma D�as-Mas, Lourdes Ortiz, y con el Eduardo Mendoza de La ciudad de los prodigios; mientras que los discursos de cr�tica al statu quo lo acercan a los mundos narrativos de escritores como Manuel V�zquez Montalb�n, Antonio Mu�oz Molina, Julio Llamazares o Alfons Cervera.  La intertextualidad como m�todo auto-reflexivo de escritura y la cr�tica pol�tica al poder como tema omnicomprensivo son dos de las grandes columnas de H�rcules de Manuel Talens, como tratar� de elaborar en adelante.  Pero antes de cerrar de modo conclusivo el abanico, vamos a admirar todos sus colores� 

 

La par�bola de Carmen la Reina:

Las dos novelas de Manuel Talens, La par�bola de Carmen la Reina (1992) e Hijas de Eva (1997), y su volumen de cuentos Venganzas (1994), son un para�so para el cervantino lector avisado, que ve resurgir ante sus ojos tanto los textos cl�sicos espa�oles como auto-referencialmente el mismo mundo ficticio creado por Talens a la manera de Regi�n o M�gina.  La par�bola de Carmen la Reina asombr� un�nimemente por la �ebriedad narrativa [de lo que era un] volc�n en erupci�n� (S�nchez Torre, �El don��) del que se desprend�a una m�s que prolija intertextualidad usada por Talens para aludir y homenajear a los cl�sicos, a personajes p�blicos de la cultura, la literatura y la pol�tica, y a los Evangelios (Salanova), en una verdadera �selva de referencias culturales� (Ruiz Casanova, �A contracorriente�). M�s adelante nos detendremos en la importancia de la intertextualidad en Hijas de Eva y en Venganzas.  Con La par�bola tenemos, seg�n la definici�n de su autor, una �Biblia ap�crifa�[iii], es decir, estamos ante la re-escritura del texto sagrado que m�s ha determinado la historia del mundo occidental: la venida al mundo de un Cristo que con su propia vida redimir� a la humanidad de sus miserias, tal como estaba profetizado desde el principio de los tiempos.  La re-escritura es provocativa, profana, escandalosa, par�dica; y la ambici�n del proyecto tan merecedora de atenci�n como la dignidad y riqueza de su resoluci�n.  La intertextualidad b�blica no se queda en el puro juego referencial, sino que adquiere su m�s completa significaci�n en la denuncia de la progresiva y perversa metamorfosis sufrida por el mensaje religioso-moral cristiano, el cual tendr�a que haber guiado las acciones pol�ticas de los poderosos en Espa�a desde la �poca de los Reyes Cat�licos, origen ancestral de una Par�bola que comienza en la batalla de Bail�n.  De ah� el estrecho maridaje en la producci�n de Talens entre intertextualidad y cr�tica al poder. 

La par�bola de Carmen la Reina sit�a su acci�n en el imaginario pueblo de Artefa (paranomasia del tambi�n pueblo de Atarfe), situado en la Alpujarra granadina, de donde remanece la familia materna de Talens, narrando de forma coral las vidas de m�s de  medio centenar de habitantes de esta cortijada durante el siglo XIX.  La mayor�a de los cr�ticos literarios han contextualizado esta novela como seguidora del realismo m�gico del boom latinoamericano, concretamente de la saga de Cien a�os de soledad de Garc�a M�rquez (Senabre; Sanz Villanueva, �Novela total�; Echevarr�a, �Lecciones��; Mi�ambres, �Sorprendente��; Alonso, �Novelar��); por otra parte, aunque �lo m�gico irrumpe a menudo en la historia [sus episodios est�n] m�s cerca del esperpento ib�rico que del realismo m�gico americano� (Gim�nez Corbat�n)[iv].  Apart�ndose de ambos enclaves, y a pesar del reconocimiento por parte de estos autores de que La par�bola hunde sus ra�ces en el lenguaje, en el sentir popular andaluz y en la m�s t�pica geograf�a de la ciudad de la Alhambra, tan s�lo la rese�a de Mois�s Mori (1993) ha reconducido sabiamente la novela a los parajes de la literatura existente sobre la comarca de la Alpujarra, situ�ndola en la tradici�n comenzada por Gerald Brenan y Pedro Antonio de Alarc�n, y continuada en nuestros d�as por Antonio Gala y Adelaida Garc�a Morales.  Del pueblo de �rgiva procede la abuela materna de Talens, la abuela Carmen que le contaba historias cuando ni�o cri�ndolo hasta los nueve a�os; y por ella el nombre de la tard�a protagonista, Carmen la Reina, que no aparece como el Cristo de la Biblia hasta el final, aun cuando su alumbramiento estuviera profetizado desde el principio en la herm�tica lengua hebrea del medall�n: �Ahora todo es tristeza, pero vendr� el momento en que una reina derramar� su sangre por nosotros, y siete a�os m�s tarde llegar� el d�a del tali�n� (313).  El discurso feminista de defensa y exaltaci�n de la mujer �encarnado tambi�n en las dos protagonistas de Hijas de Eva y en los personajes femeninos de Venganzas� es otra de las constantes del autor, el cual por una parte reviste valientemente a Carmen la Reina de la excepcionalidad debida a la alter ego femenina del Cristo, y por otra dota a las mujeres campesinas artefe�as de fortaleza, humor y sabidur�a, devolvi�ndoles las merecidas riendas de sus casas y sus vidas. 

Lo que atrajo poderosamente la atenci�n de los cr�ticos sobre esta madura �pera prima fue �en la continuaci�n de la tradici�n neobarroca� el uso explosivo y preciosista a la misma vez del lenguaje, con rasgos que reaparecer�n en Venganzas y en Hijas de Eva: profusi�n l�xica, riqueza de un vocabulario lleno de cultismos, arca�smos y neologismos, terminolog�a m�dica tanto de curanderos y matasanos como de galenos de universidad, refranes, coplas populares, adivinanzas, trabalenguas, chascarrillos, etc.  La versatilidad mostrada en el buen hacer de muy diversos g�neros literarios reiteraba la solidez del escritor: el epistolar con el narratario �A Te�filo� que encabeza la novela �reducido en la segunda edici�n�, las escenas costumbristas sobre la vida artefe�a, los cuentos que suponen cada una de las vidas narradas, la parodia a veces esperp�ntica que rebosa comicidad y sentido del humor, y el collage que incluye un plano de las Alpujarras datado en 1852, un �rbol geneal�gico de los habitantes de Artefa, un d�ptico en hebreo como cabecero del texto, y en la segunda edici�n una foto del medall�n.  Mediante la fragmentariedad que implican estos juegos, Talens entrecruza los planos ling��stico y tem�tico: un lenguaje cincelado como constante estil�stica, y una cr�tica al poder como leit-motiv.  Talens le recuerda al lector que no existe reconciliaci�n posible entre el nivel de la representaci�n y el de su referente hist�rico: frente a la posibilidad de una dial�ctica, s�lo queda la contradicci�n irresoluble; frente a la absolutizaci�n de la verdad, la apuesta por la multiplicidad de perspectivas. La opci�n est�tica de Talens es un camino coherente, y por ello bien elegido, que encarrila la lectura hacia una clara opci�n socio-pol�tica. 

Debido a su capacidad subversiva contra un poder usurpador, la parodia es otro de los rasgos que sistem�ticamente caracteriza la escritura de Manuel Talens.  Parad�jicamente, esta nueva Biblia, en su orden por definici�n totalizador, se propone como una contestaci�n desde su asumida provisionalidad e intertextualidad al car�cter totalizador de todos los textos sagrados.  Lo expl�cito de la cr�tica pol�tica junto con el recurso a la parodia alejan el peligro de la contradicci�n:  La par�bola es una gran parodia de la Biblia, del acto escritural, y de s� misma en su introvertida autoconciencia.  La iron�a par�dica se expresa en m�ltiples formas en esta obra, y entre ellas �como bot�n de muestra� el retru�cano adquiere su expresi�n m�s ingeniosa en la nota autorreferencial en la que Talens cita su propia novela �ligeramente cambiada de t�tulo� dentro de la lista eclesi�stica de libros prohibidos, atribuy�ndosela a modo de homenaje a su hermano, el poeta y cr�tico literario Jenaro Talens, bajo el pseud�nimo que �ste utiliza: �...La Divina Comedia de Dante Alighieri y La par�bola de la reina andaluza de Ram�n Carmona, calificada de peligrosa por el Tribunal eclesi�stico y recientemente a�adida a la inagotable lista del �ndice de libros prohibidos; esta obra lo dej� espantado: �c�mo era posible que el historiador que la escribi� supiese cosas que parec�an cosas de su propia existencia?� (195).  De esta manera, la parodia metaficticia que Talens nos ofrece en La par�bola nos desvela el funcionamiento de un nuevo leit-motiv en la producci�n de Manuel Talens, su car�cter metaficticio, el cual depende de la previa quiebra de la autoridad de todo acto de escritura y de la tela de ara�a intertextual que teje indefinidamente los discursos de la historia y de la ficci�n.  No en vano el autor define su propia novela como �ap�crifa�, en un gui�o a su propia autor�a y al canon �no s�lo sagrado� en su labor inclusiva.  Un ligero giro de tuerca basta para convertir la parodia en s�tira contra aquellos personajes que ejercen tir�nicamente un poder usurpado: el cura de Artefa vendido a quien le invite a un buen comer, la caciquil familia de la �en sus or�genes criada� Petra Almod�var, y la guardia civil responsable de la injusta muerte de Felipe Arteaga.

Junto con La par�bola, tambi�n en Hijas de Eva y en Venganzas la intertextualidad, el lujo de un lenguaje transido de resonancias pasadas, el trabajo constante con los diversos g�neros literarios, la parodia, la autoconciencia reflexiva de la metaficci�n, y la elecci�n de protagonistas femeninas son los elementos que a nivel estructural definen el estilo de Manuel Talens.  M�s all�, la riqueza discursiva se funde con la proliferaci�n heterogl�sica de los diferentes niveles tem�ticos en La par�bola.  Con raz�n los cr�ticos antes citados han dicho de ella que es, desde una parodia heterodoxa e irreverente de la vida de Jesucristo, encarnado en la figura de Carmen la Reina; hasta un ajuste de cuentas con el pasado hist�rico espa�ol en una reivindicaci�n de la izquierda m�s militante.  Desde una deconstrucci�n de las mentiras y opresiones hist�ricas sobre la raza, clase, religi�n y sexo �en la figura de Carmen, gitana, pobre, libertaria y mujer�; hasta la asunci�n de la imposibilidad de todo discurso ut�pico y anarquista como anclaje ideol�gico para una mejora pol�tica real.  Desde una determinada comprensi�n de la historia que culmina en una amarga lecci�n sobre la fatalidad del poder y la val�a de la resistencia �pica; hasta el retrato de una humanidad zarandeada por las pasiones m�s hondas del amor, el sexo, la venganza y el dolor.  Desde su declarado y militante anticlericalismo; hasta su uso y hasta abuso de lo escatol�gico. 

La par�bola que encierran las diferentes lecturas que La par�bola permite es que los t�rminos de verdad y falsedad s�lo conducen a cerradas teleolog�as, frente a las cuales la ficci�n debe contestar exhibiendo desnudas las verdades y mentiras de una Historia que es tambi�n construcci�n: �el arte rescata la verdad de manos de las mentiras de la historia�, cita Talens a Carlos Fuentes en el exergo.  La par�bola, am�n de las otras dos obras del autor, despliega una mirada esc�ptica a las versiones oficiales de la historia, problematizando la misma posibilidad del conocimiento hist�rico, al depender �ste para su transmisi�n bien de sucesivas instancias de un poder que es siempre enemigo, bien de la dudosa fidelidad de la tradici�n oral: �paso a narrarte de mi pu�o y letra que dicen que han dicho que dec�an que hab�an o�do decir que alguien dijo que le dijeron�� (16).  Frente a la inevitabilidad de la ceguera hist�rica, el autor va a proponer que la ficci�n, pese a ser una construcci�n m�s basada en otras construcciones, en una cadena sin origen, tiene sin embargo el poder de llegar no a la verdad, sino a una diversidad de mundos posibles que ponen al nuestro entre par�ntesis: �una vez compuso una historia con fragmentos dispersos de todos los cuentos que hab�a escuchado en su vida, y el resultado fue tan bonito que, al leerlo, las palabras le hablaban de otras palabras, y �stas a su vez le mostraban caminos diferentes que antes nunca hubiese sospechado, se bifurcaban, se repet�an y regresaban al punto de partida, y enmudec�an cuando ella cerraba su libreta� (292). 

Si unimos la reflexi�n metaficticia analizada previamente con este nuevo rasgo de re-escritura historiogr�fica, bien puede calificarse La par�bola �no tan f�cilmente Venganzas ni Hijas de Eva� como una �metaficci�n historiogr�fica�, al menos en la aplicaci�n m�s simplificada del concepto, tal y como �ste ha sido teorizado por Linda Hutcheon[v].  Dicha clasificaci�n posibilitar�a la lectura de esta novela de Talens asoci�ndola a un corpus literario posmoderno que busca mediante la historia subterr�nea, no contada, la disoluci�n de las narrativas legitimizadoras del orden del pasado[vi].  Dicha interpretaci�n necesita de dos pilares b�sicos: el repaso de los eventos pol�ticos que m�s significativamente jalonaron el siglo XIX espa�ol, de los cuales nos informa puntualmente la novela; y el efecto que tales eventos produce en las dif�ciles vidas de los habitantes de Artefa, los cuales van hilando con sus avatares un contra-discurso oficial tejido de intrahistoria.  Frente a las decisiones de las �lites pol�ticas, sus repercusiones en las pobres vidas de los artefe�os.  Esta apuesta por los oprimidos nos hace retomar otro de los leit-motivs de toda la obra de Talens:  la desgarrada visi�n pol�tica de los que todav�a se sienten vencidos o voceros de los vencidos a causa de las falsedades de un franquismo cuyas consecuencias se perciben recicladas �que no completamente clausuradas� en la democracia[vii]

De entre los agricultores que malviven de unas tierras de mayorazgo que el Decreto Real de Fernando VII convirti� definitivamente en patrimonio territorial, pasando del generoso trabajo de generaciones campesinas a las manos codiciosas de la Duquesa Petra Almod�var, Talens ha escogido a una gitana y a un jud�o, Carmen y el Doctor Lucas Toledano, como �ltimos protagonistas de una historia de defensa de las minor�as hist�ricamente marginadas en Espa�a.  Una historia que es, por otra parte, un gran relato de amor, como todos los de Talens, ya que frente a las utop�as anarquistas que pretenden salvar al campesinado andaluz, el amor es la �nica fuerza que m�gicamente regala la alegr�a de vivir a este m�dico librepensador y solitario de 58 a�os, y a la que fuera su paciente desde que naci�, la joven Carmen, enamorada de la cultura y de su vida junto a �l, a pesar de sus j�venes 23 a�os y de estar todav�a casada con un Almod�var, quien no pod�a menos que llamarse Poncio.  En este contexto es donde cobra todo su valor la revalorizaci�n que Talens lleva a cabo de la ra�z plural del pueblo granadino[viii], y por extensi�n espa�ol, en las herencias �rabes y hebreas que pujaron por sobrevivir en las Alpujarras m�s que en cualquier otra regi�n de Espa�a.  Dicha revalorizaci�n no es gratuita en el a�o de publicaci�n de la novela, 1992, cuando el pa�s est� replante�ndose por mor de intelectuales y pol�ticos su identidad frente al mundo, y cuando el alegato contra la Espa�a unitaria heredada de los Reyes Cat�licos enlaza con el discurso de Juan Goytisolo.  Origen multicultural y mestizo que mediante el cobarde asesinato de Carmen a manos de Poncio Almod�var, y en una circularidad temporal que niega todo progreso, desemboca en el Apocalipsis: simb�licamente la revoluci�n rusa de 1917.  El a�o 1917 cierra La par�bola de Carmen la Reina, y abrir� cinco a�os m�s tarde Hijas de Eva.

            Imbricada con la cr�tica al poder y la defensa de los marginados se desarrolla la visi�n que Manuel Talens quiere transmitir sobre la figura del anarquista, tan desplazada de las letras espa�olas actuales, pero reincidente en las dos novelas y los cuentos de nuestro escritor.  Tras el cobarde asesinato de los l�deres anarquistas a manos de la guardia civil, Carmen la Reina se ofrece como dirigente de este creciente grupo pol�tico, lo que la enemista con las fuerzas de la hegemon�a desencadenando su muerte.  La idealizaci�n, e incluso romantizaci�n del personaje, de los objetivos de libertad, de la asociaci�n con la cultura �los libreros de Granada son anarquistas�, y del sacrificio por el pueblo es total, llevando a borrar de ellos cualquier atisbo de violencia.  No debe olvidarse que el movimiento anarquista fue de una enorme heterogeneidad interna, y en �l se integraban tanto tendencias que propagaban el amor libre, una fuerte �tica de la austeridad, la promoci�n de la cultura[ix], la vida en comunidad, y hasta el pacifismo;  como el anarcoterrorismo, cultivador de la violencia y defensor de �la propaganda por el hecho�.  Este �ltimo, tristemente famoso por sus atentados, tuvo como eco la elaboraci�n por la Escuela positiva del Derecho penal de una tipolog�a criminal que clasificaba al anarquista como a un delincuente fan�tico, violento y antisocial[x].  Por todo ello, la d�cada de los a�os �30 dej� como herencia la imagen popular de unos individuos peligrosos y resentidos, situados al otro extremo de su propia utop�a de perfecci�n.  En tanto que vencidos no s�lo por nuestra guerra, sino por el peso de la historia, Talens los rescata para defender lo que de bueno tenga todav�a esa primera tendencia anarquista, en una propuesta de validez no para una lucha pol�tica real y actual, sino como emblema intemporal y universal de una resistencia �pica frente a la tiran�a del poder y una b�squeda del ideal constituida en deber ser.   

Esta reflexi�n sobre el poder puede ayudar a clarificar el significado de un nuevo elemento presente en toda la obra de Manuel Talens, como es la omnipresencia de lo escatol�gico�en la tradici�n de Cervantes, Quevedo o Cela� el cual bien puede responder a la familiaridad que el Talens m�dico quiere transmitir sobre las inmundicias corporales como fen�menos vitales (Esteban, �Historia��).  Existe, sin embargo, otro nivel hermen�utico para el centenar de episodios escatol�gicos que pespuntean las 336 p�ginas de la novela,  los cuales reaparecen de nuevo con insistencia en Hijas de Eva, alcanzando protagonismo absoluto en el cuento �Ucron�a� de Venganzas, donde el asombrado lector asiste maniatado al postrer suspiro de Franco, quien muere ahogado entre excrementos.  La cultura popular muestra numerosas veces el estrecho v�nculo existente entre la mera menci�n de lo escatol�gico y la transgresi�n que mueve a la risa.  La f�rrea represi�n que ciertas �pocas hist�ricas ejercieron sobre la libre expresi�n de la pol�tica, la sexualidad y la religi�n ha dejado desde el pasado como una v�a de escape �como una de las pocas transgresiones posibles, s�lo rompedora de las �buenas costumbres� pero no de ning�n estricto c�digo de silencio� lo escatol�gico.  Alej�ndose de dichas �buenas costumbres�, Talens rehusa dejar de lado la reiteraci�n con que la escatolog�a se adue�a del humor popular, ya que este humor se abre paso constantemente en toda la obra de Talens como un nuevo motivo recurrente.  Al deseo de hacer re�r se une un manejo variado, pol�ticamente hiriente numerosas veces, de este recurso: las venganzas contra las injusticias, las burlas contra el cura y la sencillez de la humanidad, son escatol�gicas.  Incluso la muerte de la Duquesa acontecer� entre excrementos, ya que el tercero de los Curiel, harto de que en un ejercicio personal�simo del derecho de pernada Petra Almod�var haya no s�lo yacido durante d�cadas con su abuelo, su padre y �l mismo, sino tambi�n les haya humillado roci�ndoles con sus excrementos a la menor ocasi�n, la remata ahog�ndola entre orines.  En La par�bola, el humor encuentra su expresi�n en lo escatol�gico, pero tambi�n en la fina iron�a que hace al autor re�rse de s� mismo en su profesi�n m�dica: durante unos a�os Manuel Talens se dedic� a los trasplantes capilares, de los cuales se burla por boca del gitano Juan de Espera en Dios, cuando se le pide �algo contra el calvatrueno�: �Rub�n, ya te enga�� una vez jugando al tute �respondi�. No me pidas que lo haga de nuevo� (192).  La escatolog�a y la concepci�n l�dica de una literatura pensada para divertir se dar�n de nuevo la mano en Venganzas e Hijas de Eva.

 

Venganzas:

En su revisi�n de la crueldad de la �poca franquista, el volumen de cuentos Venganzas  (1994) vuelve a presumir de la versatilidad estil�stica de un autor que graciosamente acomoda su lenguaje al contexto hist�rico que ficcionaliza.  Por otra parte, en Venganzas la intertextualidad vuelve a ponerse claramente al servicio de la cr�tica socio-pol�tica, ya que la guerra civil es el comienzo obsesivo para Manuel Talens de la asfixiante mordaza que va a cubrir por d�cadas a Espa�a, tapando con su manto de victoria el sufrimiento, odio y frustraci�n de los personajes perdedores republicanos que llenan sus p�ginas, los cuales recogen la antorcha de la marginalidad que era representada por la gitana y el jud�o en La par�bola.  Toda la cr�tica ha se�alado esta recuperaci�n de los vencidos en el objetivo, esta impotencia y sarcasmo en el tono que rezuman de una rebeld�a que se sabe vencida de antemano, este deseo de venganza en el tema que, dando t�tulo a la colecci�n, ha impregnado hist�rica y culturalmente la idiosincrasia popular como herramienta de justicia y como s�ntoma del trauma[xi].

            Venganzas se compone en su primera parte de nueve relatos articulados de una u otra forma en torno a la venganza, y de una segunda parte dedicada en su tr�ada de historias breves al amor como redenci�n para tanto sufrimiento, como �nica conclusi�n v�lida, como �nica propuesta de sentido como ve�amos  en La par�bola y veremos en Hijas de Eva.  Es ciertamente ir�nico que un autor tan abiertamente anticlerical termine acudiendo al amor �construcci�n apropiada por el catolicismo especialmente desde el Concilio Vaticano II para ser eje de su doctrina� como �nica clave posible para la felicidad humana, lo cual convierte a su obra en una producci�n humanista.  En el tr�ptico final, el amor va a ocupar la posici�n de la denuncia en los nueve primeros cuentos, y si esta �ltima transpiraba sarcasmo e impotencia, el primero va a sacar a borbotones ternura y humor, principalmente en �Iracema� y �Se�orita Custodia�; sin embargo, la risa en estos cuentos como herramienta del amor est� bastante alejada de la burla hiriente, cargada de contenido pol�tico, que impregna la muerte de Franco en �Ucron�a�. El �ltimo relato de la colecci�n nos muestra el nexo de uni�n entre las dos partes: �Hoy s� que el odio tiene la misma medida que el amor� (Villanueva 9).

            La colecci�n se abre con los versos de Blas de Otero ��Tierra tan vieja que / no ha lugar a la esperanza?� (11), y aunque esa esperanza se materializa en el r�pido desenlace de la guerra civil y en una Espa�a que puede ser no �una ni grande, sino libre como el viento� (34) gracias a la muerte de Franco en �Ucron�a�, sigue siendo una ilusi�n truncada fuera de lo ficticio, lo que permite cerrar Venganzas con las palabras circulares: �Este pa�s, probablemente, ya no tiene remedio� (250).  Este mismo escepticismo distanciado es el que originaba en La par�bola la puesta entre par�ntesis de las narraciones legitimadoras del pasado, en su intento fallido de erigir una verdad o totalidad.  Dentro de este contexto, Talens intenta en Venganzas recuperar el pasado mediante voces narrativas que, al articularse como reflejos de la fragmentariedad de la memoria, ellas mismas aparecen, especularmente, fragmentadas, dispersas, carentes de una identidad estable.  En �El martirio de San Sebasti�n�, la supuesta mujer madura en busca de una fugaz noche de pasi�n es en realidad un cura castrense que venga con la muerte de sus amantes el nunca olvidado asesinato de su padre en un campo de concentraci�n.  Adem�s del inmediato sesgo anticlerical �el farise�smo de la profesi�n sacerdotal se expresa mediante el asesinato y el enga�o sexual�, Talens cuenta las vivencias de un ni�o en nuestra contienda fratricida de una manera ciertamente creativa si la comparamos con la recreaci�n de la mirada de los ni�os de la guerra a la que nuestra narrativa, incluso la m�s reciente, nos tiene acostumbrados.  �Venganzas en forma circular� transforma al narrador omnisciente en un m�dico traumat�logo atrapado en una cadena de ajustes de cuentas, quien se declara sin ambages indigno de confianza: �si yo no miento, lo cual tambi�n es posible� (97).  A trav�s del mismo t�tulo de �Espejo deformado por el tiempo�, el Borges narrador intenta reconocerse en el espejo del tiempo, sin poder encontrar su propia imagen �as� como tampoco encuentra el pergamino de San Isidoro de Sevilla�, hallando tan s�lo la reverberaci�n repetida de su derrota.  Inmersa en la realidad ca�tica del pasado todo arte, y c�mo no, la literatura, proceso y producto �reflexi�n metaficticia como leit-motiv� es ensalzada como �nico mecanismo capaz de crear sentido, de esbozar una coherencia, de que prevalezca la comprensi�n humana sobre el sinsentido, que es la promesa de futuro de la pintora Eva Mar�a en el relato �Hasta que la vida nos separe�.   Al final, Eva Mar�a se reencuentra con ella misma mediante el cambio de la segunda persona narrativa a la primera.  Este cuento es, adem�s, el que presenta m�s claramente la perspectiva feminista de Talens, ya que Eva Mar�a es capaz de volver a pintar y rehacer su vida emocional s�lo cuando destruye la dependencia que durante once a�os la mantiene atada a su antiguo novio ��no ha sido la muerte, sino la vida quien logr� separaros� (197)�, imponi�ndose su deseo de autodeterminaci�n sobre las esclavitudes de novela rosa: �la promesa de amor eterno que os hicisteis en tiempos felices� (197).

            La constante de la intertextualidad sigue ocupando un lugar privilegiado en Venganzas, expandida en m�ltiples direcciones: 1) autorreferencialidad con personajes y lugares de La par�bola de Carmen la Reina y hasta de lo que llegar� a ser Hijas de Eva, 2) integraci�n de unos cuentos en otros como construcci�n de un universo aut�nomo, 3) di�logo con la literatura del Siglo de Oro, 4) homenaje y reconocimiento a autores contempor�neos.  El ficticio Jusep Torres Campalans de Max Aub anuncia en �Hasta que la vida nos separe� que estamos frente a una pintora cuya obra es tan ficticia como la suya, y a quien tan s�lo el sufrimiento como magistra vitae podr� devolverle el gusto por los pinceles.  Federico Garc�a Lorca es una de las constantes intertextuales m�s usadas por Talens, siendo su muerte, su ejecutor y sus compa�eros de infortunio recreados en �Fascis, Fascis�, �El Circo de este Mundo� y en �Se�orita Custodia�, cuento este �ltimo en el que Talens lleva a la literatura el reencuentro con un antiguo amor tras muchos a�os de separaci�n Los g�neros de la confesi�n y la picaresca fusionan El Lazarillo y La familia de Pascual Duarte de Camilo Jos� Cela en la voz de un inocente falsamente acusado de asesinar a su novia en �Fascis, Fascis�, cuando el represivo estado fascista es, en �ltima instancia, el �nico culpable.  La cr�tica al r�gimen franquista, usurpador e ilegal, hermana a todos los cuentos y a todos sus protagonistas bajo la sombra de un poder nunca nombrado por constantemente presentido.   La presencia repetida del g�nero picaresco muestra la atracci�n que el autor siente por esta escritura, que culminar� con Hijas de Eva.  Am�n de numerosos exergos afines, �Resurrecci�n de la carne� narra a la sombra de El Busc�n de Quevedo, la historia de un joven universitario que, en su deseo de medrar, se mezcla con lo peor de los bajos fondos para finalmente huir amedrentado por la necrofilia de su amigo el sepulturero, personaje que ir�nicamente ser� el que m�s medre al ser canonizado a�os m�s tarde por haber resucitado milagrosamente a la muerta a quien violaba.  De nuevo el burl�n apunte anticlerical, al haber proclamado Juan Pablo II en sus casi 23 a�os de pontificado a un total, hasta la fecha, de 1227 beatos y 443 santos, la mitad de los elevados a la gloria de los altares durante toda la historia de la Iglesia Cat�lica.  El cipote de Archidona de Camilo Jos� Cela es el antecedente del personaje de El Enano Incre�ble en �El Circo de este Mundo�; el mundo borgiano es el eje sobre el que giran �Venganzas en forma circular� y �Espejo deformado por el tiempo�; y de nuevo el mundo b�blico el sustento de las numerosas met�foras religiosas en �El Circo de este Mundo�, �El martirio de San Sebasti�n� y �Resurrecci�n de la carne� (Losilla, �Apolog�a��).

            Junto con la intertextualidad y la denuncia pol�tica contra un poder ejercido tir�nicamente, la escatolog�a y el sentido l�dico de la literatura vuelven a aparecer numerosas veces afianzando a Manuel Talens como un autor fiel a sus obsesiones: ��Ay, Lolo, c�mo me r�o contigo �barbullaba con las l�grimas resbalando a goterones por las mejillas�.  Qu� raz�n ten�a mi abuela Rosalina al decir que no hay nada m�s gracioso que la mierda� (234).  De igual manera que en La par�bola la escatolog�a como divertimento se troca en instrumento subversivo de la venganza del d�bil contra el poderoso, en �Ucron�a� ser� una marea imparable de excrementos la que ahogue sin remedio a Franco, en una parodia de la muerte m�s llorada/deseada de la reciente historia de Espa�a.  Es �sta la muerte m�s humillante que la literatura espa�ola ha conjurado nunca para el dictador, desde un narrador omnisciente que reclama para s� el papel de verdugo en nombre de las v�ctimas de tanto terror como se desat� con un golpe de estado que nunca deb�a de haber acontecido[xii].

De nuevo otra constante tem�tica se confirma en la reivindicaci�n de la figura del anarquista, que ya apareciera en los personajes de Carmen la Reina y su compa�ero Lucas Toledano en La par�bola.  El apego a la figura del anarquista proviene en Manuel Talens de su t�o, Salvador Hidalgo Savoret, a quien el autor dedica La par�bola como a un �durruti an�nimo�, y el empe�o adquiere toda su significaci�n desde el momento en que el anarquista es uno de los personajes que menos podemos encontrar entre las p�ginas de la literatura espa�ola reciente, por el reto que puede suponer enfrentarse con una seria reevaluaci�n hist�rica[xiii] de su papel.  En Venganzas, el anarquista es el protagonista hom�nimo del relato �Jes�s Galarraza�, quien desde el primer momento es identificado por su nombre de pila y por su �tristeza de crucificado� (35) con la figura sacrificial de un Cristo, mientras que su apellido satiriza el orgullo franquista de la raza ib�rica.  En �Jes�s Galarraza� va a llevarse a cabo la re-humanizaci�n del anarquista, dej�ndose asentado desde el principio en un expl�cito punto y aparte que �era un hombre de bien� (38).  Para conseguir este objetivo de revestir con atributos humanizados a lo que es un personaje maldito en gran parte del imaginario popular, Talens nos muestra el drama desgarrado de la supervivencia en la clandestinidad del monte, a imagen y semejanza de los maquis que Julio Llamazares presenta en Luna de lobos.  A trav�s de su miedo y angustia, su aspecto mortecino, su eterna hambre, sus pupas ulcerosas y su �espantable traza inhumana� (41), el protagonista y sus doce hombres, �solos y perseguidos como alima�as� (41), son presentados como v�ctimas, como supervivientes en condiciones de extrema necesidad.  El paso siguiente llevar� a Talens a engrandecer m�ticamente a Jes�s Galarraza mediante una profusa intertextualidad con los Evangelios, hasta el tama�o del mejor de los hombres, el Cristo venerado por sus doce disc�pulos, que es sacrificado para salvar a la Humanidad, y que resucita elev�ndose majestuosamente hasta el Cielo y hasta Dios Padre.  Un apunte al porqu� de tal representaci�n lo encontramos en La par�bola:

 

 

Se trataba de una historia titulada el Evangelio del Obrero de Nicol�s Alonso Marselau; era sobre un personaje que representaba al Cristo y que aparec�a en Espa�a para redimir a las clases trabajadoras, terminando juzgado, condenado y crucificado por los Padres de la Patria y el Sumo Sacerdote Sagasta.

� Y para colmo, resucita, y sus seguidores se organizan y anuncian la Revoluci�n �a�adi�, ri�ndose de buena gana por la ingenuidad que destilaba el panfleto.

A trav�s de los a�os hab�a desarrollado una incredulidad que le imped�a creer en las utop�as de sus compa�eros de fe, y sin embargo al mismo tiempo pensaba que la �nica salida para el hombre era la ausencia de autoridad. (312-3)

 

 

 

Al igual que en La par�bola, el claro endiosamiento tiene el prop�sito, mediante el exceso, de restituir a trav�s de la ficci�n los atributos de humanidad que la visi�n popular heredada de la Espa�a de la dictadura ha negado al anarquista durante d�cadas. De nuevo, la inversi�n par�dica se ha mostrado como un afilado instrumento de lucha pol�tica en las manos de Manuel Talens.

 

Hijas de Eva:  

Como comentamos anteriormente, el a�o 1917 cerr� simb�licamente La par�bola para abrir Hijas de Eva, mediante un apocalipsis �violencia hist�rica� que podr� conjurarse cuando dos muchachas hu�rfanas se atrevan a cruzar la puerta que las conducir� hacia la incertidumbre de la libertad.  En esta segunda novela de Manuel Talens, la Granada recreada de forma preciosista en La par�bola, escenario tambi�n de Venganzas, es sustituida por Valencia, ciudad en la que residi� el autor[xiv] desde 1992, y sus decimon�nicos pueblos analfabetos y caciquiles, pero generosos.  Si continuamos con la tipolog�a estructural, en Hijas de Eva reencontramos el pastiche con fotograf�as de la �poca, p�ginas de peri�dicos y portadas de los libros mencionados en el texto (Marco); el uso de m�ltiples g�neros literarios, que van desde los romances de ciego, las cr�nicas de viajes y el follet�n decimon�nico, hasta la literatura picaresca, la educaci�n sentimental, el Bildungsroman y la novela cervantina �la cual deja su voz omnisciente a un rosario de personajes que cuentan su historia alimentando la narraci�n principal (Bea, �Soy un��)�; el sarcasmo, la parodia y el humor que aderezan una deslumbrante capacidad fabuladora (Sanz Villanueva, �Los hilos��); un lenguaje literario heredero de Garc�a M�rquez, Cela, Valle Incl�n, Mateo Alem�n, Baroja y P�rez Gald�s (Alonso, �Los poderes��; P.M.D., �Luz de��; Mi�ambres, �Original recuperaci�n��); el cultivo de la risa �el juicio m�s �semi�tico� que sumar�simo al soldado Albors�; y finalmente la omnipresencia de lo escatol�gico: 30 episodios esta vez.

Como pespuntes de una cuidada intertextualidad, tambi�n se encuentra la autoalusi�n no s�lo de 1917, sino del personaje de Venganzas Jes�s Salvador, de Granada como destino final del viaje, y del anarquista Gabriel Porra, �autor� cervantino de su primera novela (Obiol, �La pasi�n��; Garc�a Galiano, �El placer��).  Tambi�n debe recordarse la quema cervantina de libros no ya de caballer�a, sino de santos y virtudes cristianas, que son los que en la m�s �cida veta anticlerical de Talens corrompen irredentamente el esp�ritu, y los culpables para Remigio Camarasa del veneno que hac�a desear a su hija Fausta meterse a monja.  Similar enfoque lo encontramos en el cuento de Paloma D�az-Mas �La discreta pecadora, o ejemplo de doncellas recogidas�, en donde la alter ego femenina de Don Quijote emprende una enloquecida b�squeda del pecado, para desde lo m�s abyecto de �l redimirse p�amente y llegar a alcanzar la santidad de los m�rtires que en sus beat�ficas lecturas tanto ha admirado.

            En sus rese�as, Jos� Mar�a Pozuelo Yvancos y Lale Gonz�lez han resaltado como tem�tica central de la novela la profunda veta feminista que reescribe la picaresca desde las peripecias de dos muchachas j�venes y abandonadas, las cuales cambian la cerraz�n de la falsa piedad del convento por la amplitud de la libertad que encuentran bajo el cielo raso de los senderos.  El t�tulo �Hijas de Eva� fusiona las sugerencias sem�nticas b�blicas con las feministas de igual modo que la intertextualidad del exergo, G�nesis III 12-24, en la c�lebre maldici�n de Dios contra la mujer por haber comido �sta del �rbol prohibido.  Esta condena que ha perseguido hist�ricamente a la mujer por el mero hecho de serlo se repite en la Valencia de 1917, en donde ser mujer, hu�rfana, pobre y analfabeta era la peor condici�n que pod�a concebirse para un ser humano: �Qu� raz�n tiene sor Gracia cuando dice que las mujeres s�lo tenemos cuatro destinos posibles: casarnos, ir a servir, ser monjas o putas� (135).  Sin embargo, ambas protagonistas ser�n capaces de forjar un destino mejor para ellas y para sus seres queridos gracias a la valent�a con la que van a manejar las riendas de su vida.  La apuesta por los oprimidos vuelve a aflorar en estas dos muchachas desamparadas, cuyas cortas vidas han conocido la muerte de la madre y la verg�enza de tener un padre gitano y presidiario que abusaba de ella para luego abandonarla�Rosilda�, y la locura melanc�lica de la madre y el asesinato del padre a manos de su propio hermano deficiente mental �Fausta.  A ellas, en una procesi�n de desamparados, se unir�n los pordioseros y buscavidas de los caminos, y la esperp�ntica vieja sor Gracia, quien nunca pudo llegar a ver el mar a pesar de haber vivido toda su vida en Valencia.  El mundo de los bajos fondos ser� mirado esta vez desde unos ojos femeninos los cuales, como el Manuel barojiano de La busca, reflexionar�n sobre la cl�sica conexi�n entre pobreza y criminalidad.

La segunda arteria de la novela es el tan barroco recurso al desvelamiento de la verdad, encarnado fundamentalmente en las conversaciones en las que Rosilda va crucificando poco a poco la ingenua percepci�n que Fausta tiene sobre el convento y sobre el mundo.  Desde el comienzo los nombres de las dos protagonistas apuntan a la dial�ctica ser-parecer, siendo inversamente Fausta la c�ndida e inocente, y Rosilda la descre�da y luchadora.  Esta tem�tica del desenga�o se estructura mediante el recurso al di�logo como forma de ense�ar la una lo que no sabe la otra, en la actualizaci�n de �El coloquio de los perros� de Cervantes o de El Critic�n de Graci�n.  Como cab�a suponer, lo que la p�a Fausta no sospecha sobre el mundo es la estructura y el abuso del poder, que en la l�nea anticlerical de Talens se encarnan en sor Patrocinio, superiora del Asilo de Santa Isabel donde profesan ambas primas como postulantas.  La denuncia conventual contin�a as� la estirpe de Extramuros, de Jes�s Fern�ndez Santos.  La divisi�n tripartita de Hijas de Eva ��El pecado original�, �Destinos de mujer�, �El incierto camino del �rbol de la vida��  pauta una estructura de camino a recorrer, en el que se pasar� del �rbol del bien y del mal al �rbol de la ciencia, de la exclusi�n social forzada por los poderosos, a la conquista mediante el conocimiento del peque�o espacio de poder que es leg�timo porque es propio.  La observaci�n de la tramoya de la vida nos conecta con el tambi�n barroco motivo del mundo como teatro, el cual en Hijas de Eva es tambi�n el mundo como cine, como representaci�n, como creaci�n de simulacros y miradas, en la mezcla de esplendor y asombro que provocaran los primeros cinemat�grafos en los pueblos valencianos.  La alabanza de un arte a otro no es nueva, encontr�ndose tempranamente en Cinemat�grafo, de Andr�s Carranque de R�os, de 1936, y �ltimamente en la recopilaci�n de Jos� Luis Borau Cuentos de cine.

La dial�ctica ser/parecer heredada del barroco no se queda en el juego intertextual formal, sino que se expande al �mbito del contenido al implicar una problematizaci�n del conocimiento hist�rico, el cual, como hemos visto, es contemplado en toda la producci�n de Talens con escepticismo: recu�rdense solamente las contradictorias versiones que del crimen cometido por los padres de Rosilda dar�n los payos, los gitanos, la Guardia Civil, y el romance de ciego.  Por otra parte, la intertextualidad adquiere su mayor desarrollo con la picaresca, y especialmente con La lozana andaluza de Francisco Delicado, obra apreciada por Talens por ser una exaltaci�n de la vida, un canto al placer sexual y una invitaci�n al carpe diem.  Como en La lozana andaluza, en Hijas de Eva ser� la mujer quien tenga que sobrevivir en un ambiente rufianesco anteponiendo el realismo de su cruda percepci�n del mundo a cualquier otra consideraci�n: ��Luego vos no sab�is que se dice que �la esperanza es fruta de necios� como vos, y majaderos como vuestro amo?� (83) que, a lo Rosilda, dijera la Lozana a Ramp�n.  El valor folkl�rico de La lozana, rica en personajes tradicionales[xv] y expresiones populares, la convierte en perfecta antecedente de Hijas de Eva.  Los cuadros sobre la corrupci�n romana se hermanan con la degeneraci�n pintada por Talens, de la misma manera que el anticlericalismo, el recurso a los sue�os, el ejercicio de la medicina como medro, el gui�o alegre a la prostituci�n, y la b�squeda de independencia mediante el trabajo: �de mi oficio me quiero vivir� (138). 

Al m�s puro estilo picaresco, Hijas de Eva comienza con la narraci�n biogr�fica del origen, linaje y condici�n de sus dos protagonistas, las cuales arrastran como Lazarillo y el busc�n Pablos el provenir de carne de presidio.  Al abandonar el convento, Fausta y Rosilda se lanzan a caminar por los senderos, en una estructura novelesca guiada por la sucesi�n de episodios que jalona la picaresca y sus cambios de escenarios, que en Hijas de Eva son: Poli�� de J�car, el Asilo de Santa Isabel, las calles de Valencia, el camino de Burjasot, la ferreter�a y casa del ordinario de Requena, la Pensi�n And�jar y la Venta del Canario.  Esta panoplia de escenarios y escenas se completa con la tambi�n necesaria de rufianes, gandules y estafadores: los mendigos que acompa�ar�n a Rosilda y Fausta hasta que intenten violarlas, el buscavidas ordinario de Requena, la Giganta y el Canijo del circo, el ciego trotamundos, el ventero, los guardias civiles, el preso, los campesinos del pueblo de Casinos, Miguel el m�sico, las putas del prost�bulo, etc.  Y en la hiriente comparaci�n que siempre la picaresca establece entre los desheredados y los que s� heredaron, el retrato de las clases pudientes satiriza a las damas que practican por aburrimiento la caridad en el Asilo, a la corrupta sor Patrocinio y al poderoso patrono, el marqu�s de Bri�as.

 Por �ltimo, la reflexi�n sobre el anarquismo va a reaparecer en Hijas de Eva de la mano de Pantale�n Torrevieja, preso anarquista que logra escapar de la custodia de la guardia civil para poder as� seguir escribiendo su picaresca vida.  Con Pantale�n Torrevieja tenemos la iron�a par�dica de ser este personaje quien est� escribiendo la historia de su vida, de una vida que sabemos picaresca y de un acto escritural que en s� mismo es picaresco desde el momento en que se ha otorgado a este g�nero tan diverso el casi �nico rasgo en com�n de ser la escritura de una vida[xvi].  La iron�a par�dica proviene de quedar desperdigados por el camino los folios en los que Pantale�n Torrevieja cuidadosamente escrib�a sus avatares, perdi�ndose as� su vida, como suponemos que la perder�a de caer de nuevo en manos de los civiles, y como la perdieron tantos anarquistas bajo el yugo franquista.  El anarcoindividualismo permite la creaci�n de una figura pol�tica como Pantale�n Torrevieja, personaje rom�ntico que se enfrenta solo a la sociedad, y hombre solitario que no se debe a nada m�s que a su ideolog�a.  De nuevo se propone la m�stica anarquista de la libertad como una �tica liberadora frente a la dominaci�n y al imaginario jer�rquico, en un proyecto gemelo al que en el �mbito de la filosof�a ha llevado a cabo Christian Ferrer en El lenguaje libertario: Antolog�a del pensamiento anarquista contempor�neo.  Para Ferrer, el futuro del anarquismo se hallar�a en la transmisi�n de un saber impensable en otras tradiciones te�ricas emancipatorias, en un saber ant�poda que es capaz de diseccionar las impotencias y defectos de la Modernidad �el marxismo no pudo, obsesionado con la toma del poder�, y de denunciar el tab� pol�tico de la Modernidad: la posibilidad de abolir el orden jer�rquico mediante unas pr�cticas comunitarias ajenas a la institucionalizaci�n moderna del poder.  Es este contexto te�rico de reivindicaci�n de una actitud, punto de partida, y auto-exigencia librepensadora el que, a mi entender, encuadra la propuesta ficcional de Manuel Talens.

El final de Hijas de Eva es esperanzador gracias a la fuerza regeneradora de un amor �el amor como fuerza salv�fica en la obra de Talens� que va a dar ilusi�n a una Rosilda enamorada de Miguel, la visi�n del mar a una sor Gracia que ya puede dejar de ser esperp�ntica, una muerte dulce al tenor Gumersindo Postigo gracias a los dulces cuidados m�dicos de Fausta, y dinero a todos por la generosidad agradecida del tenor.  En la actualidad, Manuel Talens est� escribiendo una segunda parte de Hijas de Eva, de la cual ha sido publicado un fragmento bajo el t�tulo de Virtudes Pesta�a se encuentra sola, el cual, en su densidad, hilaridad y calidad, promete una nueva excelente novela.  Su lectura confirmar�, matizar�, cercenar� o a�adir� nuevas constantes ling��sticas, narratol�gicas y hermen�uticas a las que se han apuntado aqu�, de entre las cuales sobresalen sin duda la riqueza torrencial del lenguaje y de los recursos formales, la intertextualidad como forma de hacer y concebir la literatura, el compromiso con una escritura que mediante lo l�dico humille la prepotencia del poderoso y d� alas al vencido, la propuesta de validez de un amor no predicado por el clero sino reinventado cada d�a por quien lo vive, la reivindicaci�n de los marginados hist�ricos �gitanos, mujeres, anarquistas, republicanos�, un profundo escepticismo hacia todo conocimiento que presuma de absoluticidad y verdad, y unas herramientas para combatir a este �ltimo que, uniendo la parodia con el sarcasmo, la iron�a, el esperpento y la escatolog�a, subrayan las ra�ces en nuestra literatura nacional de una excelente producci�n literaria. Pero adem�s, si la enriquecedora diversidad de todo este universo narrativo puede, como he intentado mostrar en este trabajo, condensarse en una metaficci�n sobre los mecanismos falsificadores que convierten el poder en un instrumento de explotaci�n y la Historia en un gran relato, Manuel Talens debe entrar por la puerta principal dentro de las narrativas actuales que m�s novedosamente intentan explorar la contemporaneidad de nuestro mundo.    

 

 

OBRAS CITADAS

 

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[i] Quiero especialmente destacar la conferencia pronunciada por Jos� Mar�a Pozuelo Yvancos, �La narrativa de Manuel Talens�, el 8 de marzo de 2000 en el Palacio de la Madraza, Universidad de Granada, en un acto presentado por el profesor Antonio S�nchez Trigueros, en el cual Manuel Talens habl� sobre �El oficio de escribir�.  En su ponencia �La narrativa de Manuel Talens�, y sobre La par�bola de Carmen la Reina, Pozuelo Yvancos declar�: �Yo mismo la califiqu� como una de las mejores novelas publicadas en Espa�a en muchos a�os, lo que estoy en condiciones de seguir proclamando p�blicamente�.

[ii] Se trata del cuento �Ucron�a�, reeditado en la antolog�a de Anagrama Los cuentos que cuentan, de la cual son editores J.A. Masoliver R�denas y Fernando Valls.

[iii] En la dedicatoria autografiada con la que Manuel Talens me dedic� un ejemplar de la primera edici�n.

[iv] Esta cita puede encontrarse en una rese�a aparecida en Quimera a ra�z de la reedici�n de La par�bola. La reedici�n nos ha proporcionado dos rese�as m�s: �Del valor de la risa� de Emilio Peral, y �Destellos de luci�rnaga� de Vicente March.

[v] Por �metaficci�n historiogr�fica� entiendo aquellos relatos que combinan dos rasgos: la auto-reflexividad y el cuestionamiento del conocimiento hist�rico.  Para la selecci�n de estos elementos me baso en la definici�n de Linda Hutcheon en �The Pastime of Past Time�: �historiographic metafiction �novels that are intensely self-reflexive but that also both re-introduce historical context into metafiction and problematize the entire question of historical knowledge� (285-6).

[vi] V�ase Metaficci�n historiogr�fica: La novela hist�rica en la narrativa hisp�nica posmodernista, de Amalia Pulgar�n.  La identificaci�n de La par�bola como una metaficci�n historiogr�fica asocia este relato con La ciudad de los prodigios de Eduardo Mendoza, Urraca de Lourdes Ortiz, El general en su laberinto de Gabriel Garc�a M�rquez, y Los perros del para�so, de Abel Posse, ejemplos estudiados por Amalia Pulgar�n como ejemplos paradigm�ticos de metaficciones historiogr�ficas.

[vii] De nuevo, en febrero del 2001, el PP ha rechazado en el Congreso la condena al golpe militar que en el 36 fue causa desencadenante de nuestra guerra civil.  Esta ausencia de reconocimiento pol�tico de la culpabilidad de las fuerzas anti-democr�ticas sigue alimentando el sentimiento de que la reconciliaci�n s�lo ha sido posible mediante el nunca resarcido sacrificio de los vencidos en sus m�ltiples facetas, lo que nutre todav�a cierto sector de la producci�n narrativa contempor�nea.  Este, entre otros factores, puede explicar el hecho de que el subg�nero de los relatos sobre la guerra civil y la inmediata posguerra no se haya agotado, a pesar de todas las predicciones hechas en este sentido.  

[viii] No debe confundirse esta revalorizaci�n cultural con la b�squeda de una identidad nacionalista ligada a alguna de las construcciones socio-pol�ticas que han intentado definir la identidad de la comunidad andaluza desde que �sta consiguiera su estatuto de comunidad aut�noma en los primeros a�os democr�ticos.  

[ix] V�ase El anarquismo espa�ol: Sus tradiciones culturales. Hofmann, Joan i Tous y Tietz (eds.); y Musa libertaria: Arte, literatura y vida cultural del anarquismo espa�ol (1880-1913), de Lily Litvak.

[x] V�ase Los anarquistas de Cesare Lombroso y Ricardo Mella para este debate cl�sico sobre el anarquismo, protagonizado por uno de los l�deres del movimiento libertario espa�ol y por el m�ximo defensor de la existencia de un sustrato biol�gico que convertir�a en intr�nsecamente criminales a los anarquistas.

[xi] V�ase a Pozuelo Yvancos, �Venganzas�; S�nchez Sorondo, �Venganza�; Cella, �Doce maneras de vengarse�; y tambi�n la rese�a an�nima �Doce maneras de enfrentarse al mundo�.

[xii] Para un an�lisis m�s extenso del relato �Ucron�a� a la luz de las teor�as del humor de Henri Bergson, Sigmund Freud y Mijail Bajtin, y de c�mo la venganza del sentir popular utiliza la escatolog�a como uno de sus estiletes m�s afilados, ver el cap�tulo ��Ucron�a� de Manuel Talens: Un final de fiestas que torna la tragedia en comedia�, de la tesis doctoral �Las huellas del trauma: El tropos de la guerra espa�ola en la ficci�n de fin de siglo� (Carmen Moreno-Nu�o).

[xiii] Aunque una reciente novela de Rosa Montero, La hija del Can�bal, tiene al anarquista F�lix Roble como uno de sus personajes protagonistas, �ste ha sido reducido a ser un octogenario simp�tico, interesante por no convencional,  pero apartado del amor que vivir�n Luc�a y Adri�n.  El recurso a este personaje permite a Rosa Montero  una fusi�n entre la novela hist�rica y el g�nero negro; sin embargo el juego con los g�neros no ha llevado en este caso a una propuesta de re-evaluaci�n hist�rica del movimiento anarquista, al hablar la novela m�s del presente que del pasado: dentro del paradigma del desencanto, La hija del Can�bal propone una serie de paralelismos entre el decaimiento corporal, el desenga�o afectivo-amoroso, el enga�o pol�tico de la Espa�a corrupta del final del mandato socialista, y el final de las utop�as sociales simbolizado por este anarquismo metamorfoseado en an�cdota de un pasado sin incidencia en el presente.  En esta misma l�nea del desencanto se encontrar�a tambi�n El embrujo de Shangai de Juan Mars�, dentro del discurso de este autor sobre el maquis, como movimiento tr�gico en el que la �nica ganadora fue la traici�n de los ideales, siendo los anarquistas dentro de esta estructura comunista doblemente vencidos.  En esta trabada historia de infinitos enga�os y desenga�os, la ni�a t�sica Susana ser� la que m�s pierda, en la met�fora de una Espa�a de posguerra podrida por la enfermedad y el aislamiento.

[xiv] Sobre la relaci�n entre Hijas de Eva y Valencia, Talens ha declarado en �Soy un contador de historias�: �Situar esta novela en la Comunidad Valenciana ha supuesto una manera de echar ra�ces en Valencia, donde resido desde hace 5 a�os, porque para m�, echar ra�ces significa conocer el lugar, comprenderlo bien y escribir sobre �l�.

[xv] Entre otros, Juan de Espera en Dios, personaje tambi�n en La par�bola.

[xvi] �All picaresque novels display at least some of a complex of autobiographical conventions that are related to the telling of one�s own life� (Howard Mansing, �The Protean Picaresque� 283).

 

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� Manuel Talens 2002