Marjal
MANUEL TALENS
Hagamos la guerra, debi� ciertamente de anunciar el buen rey Jaime I el
Conquistador a los se�ores que le acompa�aban camino de Valencia. Y, al igual que todos
los soldados, cl�rigos, pol�ticos y negociantes que en el mundo han sido, sin duda
enmascar� su codicia con bellas palabras. Cierro los ojos y me parece o�rlas todav�a
flotando por las calles de Ruzafa: guerra santa a los moros infieles, espada y cruz contra
media luna, cristianismo purificador
Y se hizo una guerra que, traducida al lenguaje
de la calle (para que podamos entendernos), fue lisa y llanamente el despojo con alevos�a
de un territorio a sus ocupantes ancestrales. En la Edad Media el genocidio era calificado
de reconquista.
Me pregunto si no ser� la persistencia de ese esp�ritu rapaz, enquistado en nuestra
conducta, lo que est� moviendo a los propietarios del marjal de Pego-Oliva a robarnos con
aparente impunidad una zona ecol�gica protegida (protegida: que pertenece a todos, a m�,
a ti, a vosotros) mientras el muy honorable gobierno de Eduardo Zaplana practica la guerra
santa audiovisual: se promociona en internet mientras tolera el crimen muy real de sus
secuaces. Me respondo: s�, se trata de aquella codicia reciclada, pues lo que buscan
estos ap�stoles actuales del dinero f�cil es convertir un humedal sin valor de cambio en
zona cultivable que les d� beneficios. La fauna, la flora y el medio ambiente, que se
vayan al garete, que para eso no hablan, ni protestan ni acuden al tribunal de la Haya.
Deploraba Eduardo Haro Tecglen hace unos d�as la p�rdida de la �tica civil, esa cuyos
principios se basan en el respeto de cada uno a la vida del otro y su lectura
en este peri�dico me hizo reflexionar sobre la expresi�n de estupor que puso ante las
c�maras el presidente Clinton (un Jaime I actual) al enterarse de la matanza de Denver
por parte de dos muchachos armados hasta los dientes. Quiso el destino que el amo del
mundo tuviese que interrumpir una rueda de prensa en la que pontificaba sobre la llamada
guerra de Yugoslavia -el neocolonialismo yanqui en los Balcanes, p�rfidamente
disfrazado de humanitaria guerra santa contra el malo de turno-, para ocuparse de la
terrible desgracia que acababa de ocurrir en su trastienda. Pero no supo
reconocer que mirar las caras de los dos j�venes pistoleros era como mirarse en el
espejo.
La destrucci�n del marjal de Pego-Oliva es nuestra microguerra de Yugoslavia. No hay
muertos aparentes, pero s� da�os colaterales a manos de los propietarios que
han taponado el canal de Enmig, y de los responsables de la Comunidad de Regantes que los
secundan, y del alcalde Carlos Pascual, y del consejero Castell� que prefiere la
paz social (maldita ret�rica hueca) a proteger el ecosistema, y del Consell
que, con pasividad, fomenta el atropello. Son los cruzados finiseculares del capitalismo.
El PP est� sometiendo el suelo a una especulaci�n desaforada, disneyficando el pa�s,
tombolizando a la gente, privatizando un patrimonio estatal que hab�amos construido todos
con nuestro sudor y que ahora pasa a manos de cuatro ricos. Ag�rrense pues el monedero,
amigos, porque en esta guerra santa pepera, que va para largo, sus bolsillos se pueden
quedar tan secos como el marjal de Pego-Oliva.
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