Curitiba
MANUEL TALENS
Guardo una imagen bastante ca�tica del Brasil que conoc� hace una docena de a�os.
Recuerdo la miseria de las favelas, el zumbido infinito de R�o, la poluci�n sin l�mites
de S�o Paulo o el envejecimiento prematuro de Brasilia. Pero en un pa�s tan inmenso como
aqu�l resulta imposible conocerlo todo. No fui a Curitiba, la capital de Paran�, y de
verdad lo lamento, pues ahora acabo de enterarme de que se ha convertido en una de las
ciudades m�s sanas del universo, modelo de ecolog�a.
Toda una lecci�n para esta Valencia de nuestros pecados, como acaba de mostrarnos el
arquitecto Cleon Ricardo Dos Santos durante el ciclo Arquitectura, urbanismo y medio
ambiente auspiciado por la Fundaci� Bancaixa. Dos Santos es director de la Universidad
Libre del Medio Ambiente, cuyo solo nombre es ya una muestra de que la naturaleza cuenta
para algo por aquellas latitudes. Seg�n refiri�, en Curitiba todo est� planificado para
hacer la vida agradable a los ciudadanos, no a los coches. Con una poblaci�n de 1.600.000
habitantes -que la asemeja a Valencia-, tiene diez veces m�s de espacio ajardinado, gran
cantidad y frecuencia de autobuses (el metro es un medio de transporte ruinoso, cuya
infraestructura cuesta sumas excesivas) y los autom�viles se las ven y se las desean para
entrar en el centro urbano. Las basuras, por otra parte, son eliminadas sin complicar en
exceso su recogida selectiva, que all� dividen en dos clases: lo org�nico y todo lo
dem�s.
He aqu� una quimera apacible -si realmente fuese verdad- que me hace revivir el paisaje
ya lejano de mi infancia en Granada, cuando, reci�n bendecida por el presidente
Eisenhower la dictadura a�n primaveral de nuestro patriarca, los ni�os �bamos al
colegio a pie -cuatro caminatas diarias eran algo normal- y el ruido de las calles se
limitaba al campanilleo de los tranv�as o al paso lento y ocasional de unos cuantos
coches despistados. Todo eso lo barri� la riqueza, la industrializaci�n, el crecimiento
interminable del producto interior bruto y esta Uni�n Europea de banqueros que no ha
sabido compaginar la democracia con un mundo en el que sea posible respirar el aire de
nuestros abuelos.
A punto de romper las puertas del tercer milenio, Valencia es un pandem�nium atronador
donde resulta imposible pasear tranquilo sin que cl�xones y tubos de escape le revienten
a uno los o�dos; donde nadie respeta los sem�foros y adentrarse en un paso cebra es una
aventura suicida; donde los conductores aparcan a la buena de Dios y donde el incauto
peat�n que tenga la osad�a de mirar al cielo terminar� pisando un zurullo de los
millones que crecen en las aceras.
�Ah!, los perros de Valencia (y los inciviles de sus due�os), los coches hasta en la
sopa, la barah�nda infernal en horas punta, el mon�xido de carbono, los especuladores
inmobiliarios, los pol�ticos corruptos, la telecochambre del Canal 9 capaz de cortar la
digesti�n... Sois todos una ponzo�a que circula por nuestras venas sin remedio a la
vista y que est� acelerando la muerte f�sica y mental de este antiguo para�so con los
espejismos del progreso, del Espa�a va bien y de la triunfante
macroeconom�a. �Qui�n pudiera dar marcha atr�s, cuando Cullera, Benidorm o la
Malvarrosa eran a�n espacios impolutos, para tratar de imitar ese destino m�s pobre,
pero m�s limpio, de Curitiba!
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EL
PA�S-Comunidad Valenciana, jueves 26 de febrero de 1998. |
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