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ART�CULOS DE OPINI�N EN  El País

La nueva Trinidad
MANUEL TALENS



El 29 de mayo de 1453 ca�a Constantinopla, Mohamed II pasaba por encima del cad�ver de Constantino Pale�logo y dejaba de existir el Imperio de Bizancio. Aquellos hechos guerreros, que tanta repercusi�n llegaron a tener en el futuro de Europa, cerraron a cal y canto la ruta de Marco Polo hacia las Indias, incitando a los Reyes Cat�licos a financiar la arriesgada aventura de Crist�bal Col�n.

Hubo otras consecuencias, nefastas a largo plazo para la Iglesia Cat�lica, embaucadora ancestral de Occidente: la derrota frente el turco coincidi� en el tiempo con la aparici�n de la imprenta de Gutenberg y signific� el inicio de la lenta agon�a de la Edad Media, largo periodo de diez siglos en el que las masas, analfabetas, hab�an sido f�cilmente controladas con argumentos disuasorios que les hablaban de lo terrible del infierno. Nos queda todav�a la prueba palpable de aquella realidad en las asombrosas catedrales g�ticas, donde el pueblo raso se reun�a y adoraba con veneraci�n sus bell�simas vidrieras -los tebeos del medievo-, plagadas de im�genes de la Biblia. Y es que lo �nico capaz entonces de amansar la justa rabia y perpetuar las desigualdades era Dios (o, parafraseando al Borges de Ulrica, la imagen de Dios), que ocupaba el centro del universo, equidistante de todas las miradas. Se trataba, el lector ya lo habr� presentido, de los primeros balbuceos de la hoy omnipresente realidad virtual. El Renacimiento lograr�a m�s tarde desplazar al Supremo Hacedor de ese lugar privilegiado y, a partir de ah�, conforme los siglos se fueron deshaciendo de la tiran�a religiosa, no hemos sabido qu� hacer con �l ni d�nde colocarlo: Dios era como uno de esos muebles inservibles que estorban por todas partes.

Pero saltemos a la actualidad, el periodo m�s fruct�fero del g�nero humano en cuanto a sutileza para el simulacro. Los �ltimos treinta a�os han supuesto un desarrollo de los medios audiovisuales que supera con creces a todo lo anterior en ese terreno desde que el mundo es mundo. El cine y sus efectos especiales, el hechizo de acceder a cualquier dato de internet en pocos segundos y, sobre todo, la televisi�n y su perenne machaqueo del subconsciente, son las nuevas y tramposas vidrieras de esta otra Edad Media en que vivimos, pues, aunque parezca un contrasentido, la alfabetizaci�n de las masas no ha significado un aumento estad�stico de su capacidad de discernir. M�s bien al contrario: el h�bito de la letra impresa pierde posiciones y la falsa idea de cultura que proporciona en las conciencias el hecho de recibir avalanchas de datos con el �nico esfuerzo de encender televisores -las catedrales de hoy, �acaso no congregan multitudes?-, ha convertido a la mayor�a de los ciudadanos en presa f�cil de esa manada de hienas que -con pocas excepciones- suele ser la clase pol�tica. Es bien esclarecedor que los partidos se den bofetadas con tal de aparecer en los noticieros a las horas punta, pues sus dirigentes -aut�nticos calcos de los curas medievales- saben muy bien que a trav�s de las ondas hertzianas podr�n vender impunemente las tonter�as m�s inveros�miles, arropadas, eso s�, con esl�ganes atractivos y con el falaz maquillaje que les prestan publicistas y asesores de imagen, los artesanos finiseculares de las vidrieras postmodernas.

El �ltimo fraude televisivo que corre por Espa�a es el del Centro Reformista. Preciso es afirmar que la idea no ha surgido de Jos� Mar�a Aznar -su labor no consiste en tener ideas-, y mucho menos de sus facs�miles locales Fraga, Lucas o Zaplana -�sos se limitan a ser caja de resonancia-, sino de alg�n experto en ciencias de la comunicaci�n a sueldo del PP. El centro es un lugar ut�pico al abrigo de extremismos, cautivador, sereno y, m�s que nada, capaz de hipnotizar a los que votan. No entiendo por qu� el PSOE acusa a sus rivales de falsarios, cuando ellos se inventaron la tr�pala del cambio, luego la del cambio del cambio y, de haber tenido suerte en las urnas, ahora estar�amos asistiendo al cambio del cambio del cambio. Debe de ser la envidia: �Qui�n les mandaba a ellos conformarse con un miserable cambio, cuando ten�an el centro al alcance de sus manos, de probada fortuna y poco desgastado por aquel otro prestidigitador que fue Adolfo Su�rez!

Antes Dios era el Centro, ahora el Centro es el PP, es decir, Dios (PP-Centro-Dios: un s�lo ser en tres personas, la nueva Trinidad). Ingeniosa transferencia que apela al inconsciente y que con s�lo cambiar los t�rminos de forma subliminal, sigue teniendo el mismo significado: mandar. Loor, por lo tanto, a la engrasada maquinaria propagand�stica de la derecha espa�ola, que, con un malabarismo sint�ctico digno de psicoan�lisis, ha logrado por fin sacarle provecho al Verbo (En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios, San Juan 1: 1) y aposentarlo de nuevo en la guarida del poder, asunto pendiente desde la ca�da de Constantinopla.

Todo, sin embargo, es una siniestra comedia: desenmascarada la Iglesia Cat�lica, sus compinches de siempre toman el relevo y piafan en la arena electoral de la democracia capitalista para seguir estafando a los incautos ad vitam aeternam.

 

EL PA�S-Comunidad Valenciana, martes 13 de octubre de 1998.

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