El escritorio de Manuel Talens

ART�CULOS DE OPINI�N EN  El País

Morir por la patria
MANUEL TALENS



Cuando yo era peque�o corr�a por Espa�a un chiste subversivo en el que un guardia civil, reci�n destinado a su cuartelillo, iba echando por encima de la tapia de su jard�n todos los enseres de la administraci�n que podr�an serle de provecho. Sorprendido por el sargento con las manos en la masa, �ste le pregunt�:

-�Pero qu� est�s haciendo?

-Pues lo que dice el letrero: “Todo por la Tapia”.

-No, hombre, no, lo que dice es “Todo por la Patria”.

El chiste no esclarec�a si el guardia civil termin� en un calabozo o si lleg� a ser teniente coronel, pero s� dejaba claro que en esto de la patria siempre ha pasado lo mismo: el pueblo raso -las marionetas- sufre y muere por ella, mientras unos pocos -quienes controlan los hilos- chupan de su dulce pez�n.

Boris Vian, poeta maldito que arrastr� su voz, su trompeta de jazz y sus novelas por Saint-Germain-des-Pr�s en los a�os cincuenta, lo comprendi� muy bien al escribir aquella c�lebre canci�n El desertor, en la que dejaba bien claro que jam�s ir�a a morir en Indochina por una patria francesa carente de honor. Fue vituperado por los patrioteros, por los bienpensantes, por los mercaderes de la guerra, pero no se movi� ni un cent�metro de su posici�n inicial. Muri� en 1959 y, varios a�os despu�s, el cantante Jean Ferrat le dedicar�a una maravillosa melod�a, Pauvre Boris: “Ya ves, nada ha cambiado desde que nos dejaste, mi pobre Boris...”.

Aqu�, en Espa�a, tampoco nada parece haber cambiado, pues nuestro ministro de Defensa, todo ufano, acaba de asegurarnos que, seg�n una encuesta del Centro de Investigaciones Sociol�gicas (CIS), m�s del 50% de los espa�oles estar�a dispuesto a dar la vida por la patria.

�La patria? �Qu� patria? Bien se ve que el gobierno que padecemos hunde sus ra�ces en la Espa�a imperial, en aquella Espa�a capaz de expulsar o de quemar a sus conciudadanos por el simple hecho de haber nacido �rabe o jud�o, de destruir civilizaciones mayas o aztecas en nombre de Dios, de alzarse en armas contra reg�menes democr�ticamente constituidos o de fusilar a los vencidos. La sinraz�n de esas recientes declaraciones me ha dejado perplejo, ya que el tiempo ha transcurrido y no en balde, pues mientras la gente como el ministro de Defensa miraba para otro lado, los capitostes de siempre se encargaban de entregar a intereses extranjeros hasta el �ltimo clavo de esta patria nuestra, y una buena parte de la juventud, indefensa hoy ante la avalancha capitalista del mundo anglosaj�n, respira m�sica rock, viste pantalones vaqueros importados, se deleita con pel�culas y telefilmes producidos en Hollywood y se identifica ideol�gicamente con un pa�s imaginario m�s cercano a los rascacielos de Nueva York que a las trincheras de Belchite.

Las palabras se gastan cuando se abusa de ellas y patria es un t�rmino tan mancillado, tan deslucido hasta el exceso por la boca y por la saliva de nuestros Carlos V, nuestros Fernando VII, nuestros Esparteros, nuestros Francos, nuestros Mill�n Astrays, nuestros criminales de guerra, nuestros batasunos, nuestros etarras, que dan escalofr�os al pensar que alg�n joven espa�ol est� dispuesto a hacer el imb�cil y morir por una entelequia que le venden desde un despacho adonde nunca llegar�n las bombas ni la destrucci�n.

Un personaje de mi novela La par�bola de Carmen la Reina, el anarquista Gabriel Porra, adem�s de conspirar contra el poder, se dedicaba a escribir en folletos revolucionarios, proclamando su fe en el internacionalismo de las clases trabajadoras, y uno de sus art�culos m�s celebrados llevaba un t�tulo ejemplar: �Me cago en la Patria! Los cooperantes espa�oles -m�dicos, enfermeras, religiosos- que murieron el a�o pasado en �frica en una inmensa guerra que a�n perdura, probablemente se cagaban tambi�n en esa patria tan obsoleta y llena de bandidos del se�or ministro de Defensa, pues existe otra patria mucho m�s sublime que Euskalerr�a, que el Pa�s Valenci� o que la Europa de especuladores -atrancada frente a la pobreza- que estamos construyendo, y es la patria de la solidaridad con los inmigrantes magreb�es, con los sudamericanos, con el Zaire y con todas las v�ctimas actuales de nuestro antiguo colonialismo. Por ella s� valdr�a la pena morir, pero mucho mejor que eso, por ella vale la pena vivir.

 

EL PA�S-Comunidad Valenciana, mi�rcoles 21 de mayo de 1997.

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