Suaves
consensos
MANUEL TALENS
No gana uno para sorpresas. El 1 de marzo, apenas recuperado el aliento tras saber que el
Ivaj pretende encasquetar a la clientela de las cajas de ahorro el diccionario de la
Academia de Cultura Valenciana, leo en el peri�dico que �sta usa de portavoz un suave
art�culo titulado El diccionario de la Academia. En �l, su autor confiesa
dar clases de bachillerato, refrenda su amistad hacia el acad�mico en jefe y afirma que
el invento en cuesti�n es un texto riguroso y exhaustivo de utilidad clara y
manifiesta. Pasa luego a acusar -con suavidad- a la antigua Administraci�n
socialista de haber seguido los mandatos del Institut de Estudis Catalans en cuanto a la
lengua de ense�anza, y se queja de que ha sido imposible que cualesquiera [sic]
otra forma de entender y comprender la lengua tuviese reconocimiento oficial.
Algunos llegamos a pensar, y defender pol�ticamente, dice, la necesidad
de un fecundo di�logo entre todos a la hora de llegar a consensos suficientes que
posibilitasen una soluci�n tranquila y sosegada del conflicto. �Qu� hacer?, se
pregunta. Pues un gesto pol�tico que permitiese que ese diccionario... llegase de
modo regular a los centros p�blicos y privados de ense�anza, con lo cual se
potenciar�a la libertad de c�tedra de los profesionales. Y concluye: Se
trata s�lo de pensar el modo administrativo, por parte de la Consejer�a de Educaci�n,
de encauzar un gesto de liberalismo pol�tico y de sensibilidad y respeto cultural
profundo. As�, suavemente expresado, y en nombre de la libertad.
Analicemos ahora el tema. Eso que nos invade y que llaman realidad virtual es mucho m�s
que una met�fora para designar las im�genes hiperreales que pueden verse en cualquier
pantalla de ordenador. Es, sobre todo, la aterradora posibilidad de lograr que los
ciudadanos de cualquier pa�s vean, conciban, interpreten e interioricen su historia no
como fue, sino como se les dice que ha sido. La estrategia, bien desenmascarada por el
fil�sofo ingl�s Christopher Norris en su libro Teor�a acr�tica, consiste en emplear
los medios de comunicaci�n para destruir subliminalmente el antiguo precepto ilustrado de
acercarse a la esencia de las cosas por medio del estudio riguroso, de la reflexi�n y de
los datos documentales.
En el mundo virtualesco del suave credo liberal ya no es preciso demostrar nada: todo
puede ser objeto de consenso y cualquier opini�n hist�rica o pol�tica, por muy
zarrapastrosa que resulte, tiene derecho a entrar en el juego. Hoy, basta exponer un
eslogan y repetirlo con machaconer�a proselitista para que adquiera cartas de identidad.
De esta manera, en los �ltimos a�os hemos podido asistir al espect�culo de
pseudopensadores como Robert Faurisson, que niega impunemente la existencia del Holocausto
jud�o; como Jean Baudrillard, que pretende que la Guerra del Golfo nunca tuvo lugar; como
el profesor Quintana, que desciende a mujeres y a negros a la segunda divisi�n; y como
los ide�logos del Bunquer-Barraqueta -o Cofraria de la Coentor, seg�n
Burguera-, que se
sacan de la manga un diccionario fantasma, y no contentos con crear la confusi�n entre
personas gramaticalmente iletradas, pretenden ahora entrar en el terreno de la ense�anza
oficial.
Lo perverso del suave op�sculo liberal que estoy comentando estriba en que, bajo las
argucias de la libertad de c�tedra y del respeto a la diversidad, intenta legitimar
institucionalmente -sin ofrecer ninguna prueba homologada e irrefutable que lo garantice,
s�lo el valor nominal de su palabra- el sofisma de esa lengua valenciana virtual,
asumiendo expl�citamente que la soluci�n del conflicto -origen aut�ctono versus
catal�n- es un tema que se puede, y se debe, pactar.
Pues no, resulta que si bien en pol�tica es deseable lograr acuerdos que ayuden a
mantener la gobernanza y la concordia social, en el terreno cient�fico -y la
ling��stica es una ciencia, con sus reglas, sus protocolos hist�ricos, su sincron�a,
su diacron�a y su pr�ctica universitaria- los consensos est�n excluidos, ya que si nos
adentr�ramos por ese camino, podr�amos tambi�n consensuar que dos y dos son tres.
�Conque ya lo sabemos!, est� en marcha la nueva campa�a propagand�stica de los de
siempre. Su objetivo, esta vez, consiste en introducirse en la escuela y desinformar
als xiquets, �nica posibilidad que les queda, a largo plazo, de perpetuar la falacia
secesionista.
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EL
PA�S-Comunidad Valenciana, mi�rcoles 12 de marzo de 1997. |
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