Caperucita
y el lobo
MANUEL TALENS
Corren tiempos extra�os para el f�tbol en Mestalla. Al cabo de doce partidos de liga, el
estoico hincha del Valencia ha pasado de la esperanza a la amargura, pues el club de sus
amores s�lo ha conseguido once puntos de los treinta y seis disputados hasta la fecha.
Lejos quedan los d�as del verano, cuando Romario afirmaba que este equipo iba a ser un
serio aspirante a campe�n. Junto a �l, con sonrisa sard�nica de avispado financiero,
Paco Roig asent�a convencido, ya que un grupo tan millonario como �ste no ten�a m�s
remedio, por fin, que alcanzar la �nica gloria que parece importar en el pa�s: la del
olimpo futbol�stico.
Recuerdo que los j�venes progres del tardofranquismo se quejaban del mucho f�tbol con
que el r�gimen anegaba los domingos el carrusel deportivo de la radio y la incipiente
televisi�n en blanco y negro. Cu�n ajenos estaban de saber que pocos a�os despu�s,
tras cambiar la chaqueta de pana por el traje de empresario y la camisa abierta por la
corbata Gucci, ellos mismos -que acababan de matar a Dios- ser�an los impulsores de un
nuevo opio del pueblo quiz� m�s peligroso que el de la Iglesia, pues con los curas al
menos todo creyente hab�a tenido asegurado el cielo en la vida eterna, mientras que con
esta religi�n son los propios dioses Suker o Giovanni quienes disfrutan del para�so
terrenal bajo la forma de abultada billetera, y el ingenuo aficionado ha de conformarse
con gozar el delirio ef�mero de las victorias, sufrir la frustraci�n de las derrotas y
olvidar por un momento que su hijo est� en el paro.
Tras el espejismo socialista y, una vez que las aguas pol�ticas volvieron a su cauce
natural -la derecha-, ya no queda rastro de aquel hip�crita sentimiento cristiano que
imped�a con su moralina exaltar de viva voz el lujo y la riqueza. El f�tbol, sabiamente
controlado con mando a distancia desde los centros de poder, se ha convertido hoy en un
fetiche m�tico con cifras capaces de sobornar a un santo y de apaciguar sin esfuerzo el
terreno de nuestra rebeld�a, ya que no hay nadie m�s manejable que un fundamentalista de
cualquier credo, incapaz de abrir los ojos y ver la pobre realidad que nos rodea.
Son cosas de la democracia capitalista en que vivimos: la ley del mercado nos ense�orea a
todos, bajo la falsa apariencia de libertad que le presta el c�mplice armaz�n
institucional y, moviendo los hilos, el Partido Popular en la Generalitat y Paco Roig en
el Valencia se apoyan mutuamente a la b�squeda del �nico objetivo que los gu�a: hacer
ping�es negocios privados. Pues de eso se trata, no de buscar la prosperidad social para
el pueblo valenciano ni de dar patadas a un bal�n. Entretanto, si el pr�ximo domingo
Burrito Ortega mete un gol de vaselina y se obtienen los tres puntos, �qu� felicidad!
Moraleja: quien castiga a la corrupta Caperucita eligiendo al lobo no mejora, pues pasa de
Herodes a Pilatos.
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EL
PA�S-Comunidad Valenciana, jueves 20 de noviembre de 1997. |
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