Inquisici�n,
S.A.
MANUEL TALENS
Un fantasma recorre Izquierda Unida, el fantasma de Nueva Izquierda. Contra este fantasma
se han coaligado en santa jaur�a todos los estalinistas de la vieja Espa�a, el papa
Anguita y la zarina Aguilar, V�ctor R�os y Joan Rib�, los radicales andaluces y los
polic�as peceros... Hay que eliminar a los herejes, se dicen, para que el dogma
permanezca.
La �ltima v�ctima ha sido Albert Taberner, prototipo del oficinista honrado, que nadaba
a contracorriente en ese r�o f�tido del partidismo. Por mucho que su dimisi�n quiera
vestirse hoy con met�foras, la verdad es que ha terminado en la puta calle, ya que la
f�rrea democracia interna de EUPV no pod�a soportar que un malasombra venga a corregir
la sintaxis del gui�n.
En el PSOE sucede exactamente lo mismo. P�rez Casado, que manten�a una postura cr�tica
personal, si bien cara al p�blico aceptaba la orientaci�n del sanedr�n, fue reo de
ostracismo y Lerma no dud� en quitarse de en medio a un gran alcalde con tal de eliminar
obst�culos en los largueros de su propia escala trepadora.
�Y en el PP? Calomarde sabe bien lo que ocurre cuando se recita mal el catecismo. �Y en
UV? Que se lo pregunten a Lizondo que est� en los cielos.
De lo cual se puede sacar una doble ense�anza: 1) la libertad de disentir cuando se forma
parte del organigrama de cualquier partido es ch�chara hueca que los pol�ticos
profesionales (pol�tico profesional: el que vive del Estado, no para el Estado) utilizan
como un latiguillo con el fin de que su foto aparezca en los medios y 2) cuando alg�n
subalterno intenta salirse de la l�nea oficial (l�nea oficial: artilugio corporativo que
permite obtener prebendas a quien la practica, aunque est� en la oposici�n), es
fulminado con la ira del anatema.
�Ah, los partidos! Son la nueva fachada de una antigua empresa que ahora ha remozado sus
siglas: Inquisici�n, S.A.
Al ciudadano de a pie, que ya tiene bastante con arregl�rselas para poner cada d�a un
plato de lentejas sobre la mesa con el que alimentar a sus hijos, todas estas reyertas de
navajeros, si tiene buen car�cter, se la traen floja. Si en cambio es de esos a los que
la leche se le agria, despotrica un poco y al d�a siguiente por la ma�ana, con ese
fatalismo que la mediocridad ambiental nos ha incrustado en el c�digo gen�tico, se
dirige al curro para ganar un sueldo y seguir pagando facturas. Porque la cosa no parece
tener remedio.
En La decapitaci�n de los jefes Italo Calvino describe una sociedad imaginaria donde los
gobernantes aceptan que los gobernados les corten p�blicamente la cabeza al final de su
mandato, como precio a pagar por el ejercicio del poder. Los cabecillas de la
partidocracia espa�ola, en cambio, prefieren rematar ellos mismos a sus antiguos amigotes
cuando �stos empiezan a estorbarles. Nosotros, desde fuera, asistimos cada vez con m�s
asco al lamentable espect�culo que ofrecen.
|
EL
PA�S-Comunidad Valenciana, viernes 26 de septiembre de 1997. |
|