El escritorio de Manuel Talens

ART�CULOS DE OPINI�N EN  El País

Marginales e integrados
MANUEL TALENS



A seis calles de mi casa, el Ayuntamiento de Valencia dispuso hace tiempo un contenedor de basura color azul, que en principio debe acoger �nicamente papel. A tres calles, en direcci�n opuesta, hay otro contenedor verde para vidrios. El respeto por la naturaleza -que no es un patio de Monipodio mancillable a placer- est� entrando con lentitud en el Pa�s Valenci�, que a�n debe aprender mucha ecolog�a de Navarra y del norte de Europa.

Yo, que asumo con sonrojo un pasado despilfarrador de residuos alimenticios, materias primas y productos no degradables, para el que la pobre coartada es que Greenpeace a�n no exist�a o no hab�a llegado a mi conocimiento, suelo hoy guardar en bolsas distintas las botellas usadas, los vasos rotos y los innumerables peri�dicos, revistas, p�ginas de ordenador y manuscritos inservibles que son el desperdicio diario en la vida de todo escritor. Una vez por semana, cargo con ellas y cumplo con mi deber c�vico de reciclador postmoderno.

Hace poco me llev� una ingrata sorpresa al depositar mi carga de papel, ya que el contenedor azul estaba repleto hasta los bordes de restos de pescado, de fruta podrida y de basuras de toda �ndole, y desped�a un efluvio cuya descripci�n ahorro a los lectores. En el entorno, las delanteras de los edificios mostraban innumerables pintadas a spray -firmas ininteligibles, consignas, sandeces-, en la acera florec�an a docenas los zurullos de perro y, muy cerca, alguien hab�a arrancado el auricular de un tel�fono p�blico. Realidades as� son el desolador pan nuestro de cada d�a en cualquier ciudad espa�ola.

El mes pasado asist� como invitado a un festival de novela en Chamb�ry (Francia) y uno de los detalles que m�s me chocaron all� fue la ausencia de papeles por el suelo y de graffitis en las fachadas. La ciudad estaba limpia y resplandeciente, y mi coraz�n andaluz, hecho al desorden, al caos y a la ausencia cong�nita de respeto por los bienes comunes, se sinti� como un hu�rfano desvalido, sin apoyos donde sustentar la costumbre. Y mediante esa extra�a asociaci�n de ideas que siempre ha guiado mis pasos hacia referentes literarios, me acord� del ensayo Apocal�pticos e integrados de Umberto Eco, trastoc�ndolo en mi cerebro por este otro, m�s acorde con Valencia: Marginales e integrados.

Nuestra vida p�blica se halla tan desnortada por las haza�as de toda clase de p�caros, vividores y cuentistas que alardean sin rubor en Canal 9, de empresarios y pol�ticos cuya gu�a es el capitalismo salvaje y el desprecio por el sufrimiento y por las estrecheces de los m�s infelices, que esos descerebrados del spray, esos v�ndalos de cabinas telef�nicas y esos practicantes del “me importa un pito si se ensucia la calle” son los verdaderos integrados de la sociedad. El ciudadano que recicla, que recoge la mierda del perro y que no aparca en doble fila es un aut�ntico marginal.

 

EL PA�S-Comunidad Valenciana, s�bado 14 de junio de 1997.

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