De
lo p�blico y lo privado
MANUEL TALENS
Parece ser que la reciente premio Nobel de literatura Wislawa Szymborska les dijo a los
periodistas que la abordaban tras confirmarse el galard�n: Por favor, no me hagan
preguntas sobre mi vida privada. N�tese el contraste de una actitud tan retra�da
respecto a su propia persona con la avalancha de alharacas que martirizan cada d�a a los
incautos en proveniencia de artistillas, politicastros, princesitas o anunciadoras de
cer�mica.
Para que la cosa no decaiga, durante todo el a�o los medios amarillos nos sirven nuestra
cuota diaria de matrimonios, divorcios, l�os de palacio, primeras comuniones, entrevistas
escandalosas y todo un sinf�n de estupideces que al parecer encandilan a buena parte del
personal, ya que se venden como pan caliente. Sin ir m�s lejos, hace dos semanas hemos
podido asistir a la boda cordobesa en segundas nupcias -ad�ltera seg�n un sagaz obispo-
de nuestro vicepresidente del gobierno. Que un pol�tico profesional, con la seriedad que
se le supone al cargo, haya ca�do en dicha trampa y se vea ahora envuelto en ese tipo de
controversias es una buena muestra del grado de confusi�n al que hemos llegado en las
costumbres.
En el Pais Valenci� no somos mejores que en el resto del Estado. El otro d�a, un torero
de moda hijo de la tierra se cas� por todo lo alto en la catedral y hasta las piedras
centenarias del Miguelete temblaron con el fiestorro. All� estaba la fauna de siempre,
los representantes de las fuerzas vivas locales, los de la far�ndula y los de cierta
aristocracia que se desplaza de party en party, de coraz�n en coraz�n, ajenos por
completo a las bolsas de pobreza y a los desaf�os reales de Espa�a, ya que lo �nico que
parece interesarles es esa imp�dica costumbre de exponer la vida privada, de mostrar a
los fot�grafos una sonrisa dent�frica, una felicidad de retrato, a cambio de un cheque
al portador.
El evento, faltar�a m�s, fue retransmitido en directo y a golpe de millones durante
cinco horas por Canal 9, la televisi�n auton�mica que pagamos con nuestras raqu�ticas
pesetas.
�Qu� ha pasado con Canal 9? �Qu� fue de su vocaci�n inicial de estandarte de la
cultura, si ya s�lo sirve para escupir bazofia, concursos que producen sonrojo,
reportajes de pandereta (como �ste del torerito) y f�tbol, mucho f�tbol, todo ello
aderezado con una jerga que, a fuerza de contener castellanismos y corrupciones, se
convierte en el hazmerre�r de quienes piensan que un idioma correcto es el requisito
fundamental de los pueblos que quieren tenerse en pie? El comentarista futbolero que hasta
ahora ten�an bajo contrato, un celebrado mis�gino que por lo visto habla en cata�ol -y
no es el �nico-, inici� una frase durante el �ltimo partido contra el Barcelona
pronunciando la siguiente maravilla: Antes de este minut... El resto se lo pueden
imaginar.
El pasado s�bado, la Feria de Muestras de Valencia acogi� la 25� gala de entrega de los
Premios Octubre, acontecimiento anual que persigue el avance y la vigorizaci�n de nuestro
patrimonio cultural en lengua catalana. Un a�o m�s, desde que el b�nquer barraqueta
controla la Generalitat, Canal 9 lo ignor� sin verg�enza alguna, pues su lema
informativo, m�s que a un estricto c�digo �tico con el que obligarse a difundir
noticias de todas las tendencias, sigue el ejemplo de unos famosos versos de Lope de Vega,
con los que el F�nix intent� justificar su servilismo literario bajo el yugo de los
Austrias: y escribo por el arte que inventaron / los que el vulgar aplauso
pretendieron; / porque, como las paga el vulgo, es justo / hablarle en necio para darle
gusto. Desinformaci�n + analfabetismo = poder.
Felizmente, La 2 y TV-3 s� estaban all� y pusieron en las pantallas de toda la
pen�nsula a una Rosanna Pastor cuyo lenguaje rico y sugerente alegraba los o�dos; a
profesores extranjeros, venidos de pa�ses lejanos, que contribuyen cada d�a en sus aulas
a difundir lo que algunos patriotas de aqu� se empe�an en devastar; a unos escritores
-Josep V. Escart� y Josep Ballester- que mantienen encendida la llama de Joan Fuster y a
un soberbio y combativo Eliseu Climent, que a�n guarda energ�a en sus venas para hacer
frente a los mercaderes del templo.
Ellos son el porvenir, la res p�blica. Los otros, la insignificante y zafia vida privada.
|