La
luz del mundo
MANUEL TALENS
Hay frases que relampaguean en los textos donde viven inmersas y que nos sobrecogen por la
belleza de su significado. Una de ellas, que describe el compendio de todas las virtudes
en los seres humanos, se encuentra en el Serm�n de la Monta�a acto seguido de las
bienaventuranzas, cuando Jes�s dice a sus disc�pulos: �Vosotros sois la luz del mundo�
(Mateo 6: 14).
Traigo a cuento esta cita para referirme a dos pel�culas de reciente estreno, Tierra y
libertad del brit�nico Ken Loach y Quemado por el sol del ruso Nikita
Mikhalkov. De
relance, la ficci�n de ambas discurre en el a�o 1936, si bien la primera est�
ambientada en el frente de Arag�n durante nuestra guerra civil y, la otra, en un entorno
rural de la Uni�n Sovi�tica. El tema que tratan, sin embargo, es el mismo: la traici�n
de los viejos ideales de justicia social por parte de esa lepra que se llam� estalinismo.
Ken Loach ha plasmado con admirable sencillez las luchas fratricidas entre dos conceptos
disparejos de la izquierda en el bando republicano: la del PCE, seguidora de los dictados
de Mosc� y partidaria de una obediencia f�rrea y piramidal que terminar�a por ahogar el
idealismo de sus militantes, frente a la libertaria, m�s proclive a lograr la revoluci�n
haciendo a�icos por entero los moldes inmemoriales de poder pol�tico para instaurar una
verdadera democracia popular. El argumento gira en torno a David, un obrero ingl�s sin
trabajo que decide venir a Espa�a para luchar contra el fascismo y se enrola en las
milicias del POUM. De afiliaci�n comunista inicial, David deja el frente al ser herido y
vive un tiempo en Barcelona, pero termina por regresar a la lucha junto a sus antiguos
compa�eros, abandonando la disciplina del PCE, que hab�a entablado la caza de
libertarios. Al final, no obstante, los comunistas espa�oles terminan por vencer en aquel
pulso suicida que fractur� las posibilidades de la izquierda.
Por su parte, Nikita Mikhalkov muestra en im�genes de un lirismo buc�lico insuperable de
qu� manera el comandante Kotov, un antiguo h�roe de la revoluci�n bolchevique que cree
firmemente en su patria y en la bondad del sistema, cae v�ctima de las purgas de aqu�l a
quien Pablo Neruda llamara �el padre de todos los pueblos�.
Hoy, casi sesenta a�os despu�s de aquellos hechos que marcaron para siempre a varias
generaciones de europeos, y pr�cticamente desaparecida de la faz de la tierra una cierta
manera vergonzosa de poner en pr�ctica los dictados de Marx, cabe preguntarse cu�l es la
herencia dejada por la izquierda y qu� ejemplo del pasado pueden invocar quienes
quisieran concebir una nueva esperanza, pues est� claro que el orden posterior a la
ca�da del muro de Berl�n no corre parejas con la desaparici�n de las injusticias.
Los novelistas podremos siempre recurrir a Cervantes, a Sterne y a
Rabelais, los poetas a
Garcilaso y a Dante, pero, �y la izquierda?, �cu�l ser� en lo sucesivo el referente
m�tico que evocar�an aquellos que no creen en un mundo de mercaderes? Creo que estas dos
obras mencionadas nos dan la clave: para el pueblo ruso est� en las v�ctimas inocentes
de Stalin ca�das por defender la pureza de la revoluci�n y, para nosotros, en el
sacrificio de los espa�oles que supieron alzarse en favor de una rep�blica acosada por
la barbarie y, por encima de �stos, en la turbamulta de extranjeros que, dejando a un
lado diferencias de lengua, de cultura y de nacionalidad, vinieron aqu� a luchar en una
guerra que no era la suya, defendiendo principios en los que cre�an a pies juntillas.
(Quiero dejar hoy constancia de uno de ellos que se cubri� de gloria: el pintor mexicano
David Alfaro Siqueiros. Conozco los hechos de buena tinta, pues mi padre y su amigo
Salvador Almud�ver, de Alc�sser, sirvieron a sus �rdenes en la 46 Brigada Mixta por
varios pueblos del frente de Extremadura. A�n hoy d�a, cuando ambos cuentan batallitas
recordando viejos tiempos, se hacen cruces de aquel hombre justo e invencible que
desafiaba las balas del enemigo a pecho descubierto.)
George Orwell, Andr� Malraux y unos pocos m�s son venerados actualmente a causa de su
celebridad. Sin embargo, la mayor�a de los brigadistas internacionales en la guerra de
Espa�a ser�an h�roes desconocidos que vinieron a este pa�s impulsados por el ideal de
que los hombres fueran iguales. Unos lograron sobrevivir, otros encontraron la muerte,
pero todos ellos, sovi�ticos, polacos, ingleses, h�ngaros, norteamericanos, franceses,
italianos, canadienses y un largo etc�tera imposible de clasificar, son el ejemplo a
seguir a pesar de la derrota, lo que ha quedado de hermoso para el futuro en la memoria
colectiva de la izquierda.
All� donde se encuentren, en un asilo de Liverpool, en un suburbio de Nebraska o
sepultados bajo alg�n ramblizo de Teruel, fueron y siguen siendo la luz del mundo, lo
mejor que nos ha brindado el siglo triste y oscuro que se acaba, disc�pulos modernos de
una fe libertadora que anhela la justicia en esta tierra, no en el hipot�tico para�so.
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EL
PA�S-Comunidad Valenciana, domingo 4 de junio de 1995. |
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