El
cofre del tiempo dormido
MANUEL TALENS
El culto a la celebridad envuelve nuestro fin de siglo postmoderno. Durante la d�cada de
los sesenta, un programa televisivo emitido desde Barcelona proclamaba reina por un d�a a
la plebeya de turno. A�os m�s tarde, con brillante pirueta verbal, Andy Warhol dijo que
llegar� el d�a en que todos seremos famosos durante varios minutos. Ahora, la fiebre ha
llegado a los colegios, pero, por una vez, me parece una idea afortunada, porque el
ef�mero estrellato que hoy me ocupa busca �nicamente que los alumnos aprendan a
convivir. El juego consiste en que a Lara, una escolar sietea�era que no est� interesada
en notoriedades, le ha tocado el turno de ser protagonista en su clase a lo largo de la
pr�xima semana. De lunes a viernes ser� el centro de la curiosidad y, para tal fin -a
petici�n de Mari Carmen, la maestra-, he de contribuir con fotos que expliquen
gr�ficamente su transcurrir desde que naciera hasta los tiempos actuales, lo cual
permitir� que los dem�s compa�eritos la conozcan mejor.
Esta tarde anduve buscando fotos de Lara en mi caj�n de sastre, un cofre vetusto que,
seg�n parece, por generaciones ha formado parte de esas herencias inevitables que sol�an
ser transmitidas de padres a hijos junto a los manteles bordados o el reloj de chaleco. Mi
abuela se complac�a en referir que ya creci� junto a �l y yo sospecho, a causa de su
aspecto desvalido, que remonta en su origen por lo menos a las Cortes de C�diz. No es
maleta ni ba�l y su pesado armaz�n de nogal se halla recubierto por un cuero que los
a�os y las innumerables mudanzas se han ido encargando de lacerar, pero tiene la
fortaleza de los viejos luchadores y, a pesar de las heridas, ha logrado sobrevivir por
encima de miserias seculares, de guerras que afortunadamente no conoc� y del andar
trajinero al que yo lo he sometido a trav�s de dos continentes.
En �l, dispersos en un revoltijo donde yacen fotograf�as de toda mi parentela, diplomas,
partidas de nacimiento, manuscritos in�ditos llenos de tachaduras y recortes de
peri�dicos antiguos, pernoctan los atestados que me justifican en el mundo, y basta con
que yo levante la tapa para que ese tiempo dormido abra los ojos y me acompa�e.
Hac�a muchos meses que no hurgaba en mi pasado de papel, quiz�s para evitar aguijonazos
en el coraz�n, pues ya se sabe que los sucesos pret�ritos no siempre fueron agradables.
Hoy, sin embargo, no tuve m�s remedio que buscar entre montones de recuerdos y, as�, he
contemplado a Lara gimoteando la primera noche que me visit�. Fue un 9 de abril y estaba
tan deseosa por llegar a su cita que a poco saluda en el coche, camino del hospital.
Naci� en el fr�o y pas� el primer cuadrienio de su vida rodeada de nieve. Alguien dijo
que ese pa�s ultramarino no es un pa�s, sino el invierno interminable, la ventisca
helada que silba de cien leguas y que impide respirar.
He visto a Lara asimismo calzando esqu�es diminutos en monta�as de algod�n, como un
ins�lito esquimal de pelo rubio cuya piel fue concebida para climas m�s humanitarios.
Aprovechando que esta tarde se encontraba junto a m�, le he mostrado los paisajes nevados
que ya no es capaz de reconocer con claridad. Aquel tiempo, su primera ni�ez, en gran
parte se ha extraviado para siempre, pues el olvido equivale a la no existencia, al
eclipse total.
Recuerda mejor lo m�s cercano, sus vivencias espa�olas. Nada m�s llegar a Valencia,
frecuent� una guarder�a cuyo nombre es Micky Mouse. La instant�nea capt� un rostro
cosquilloso junto a los otros ni�os y, al mirarla, me ha parecido o�r de nuevo su voz
diciendo que �en el patio del cole encend�an la calefacci�n�, incapaz de descifrar a
tan corta edad, por la falta de costumbre, el calorcillo del sol levantino.
A Lara le gustan los dibujos a la acuarela, los gatos, las mu�ecas que besan, los ninots
de las fallas infantiles, el mar, la arena de la costa, las palmeras y los d�as
luminosos, y adora que la retraten entre risas con el pelo empapado de salitre. No concibe
otra forma mejor para vivir.
Al final, he seleccionado cinco fotos que le permitir�n ser protagonista de su clase. S�
muy bien que en pocos lustros el cofre del tiempo dormido encerrar� tambi�n como un
recuerdo lejano esta semana de abril y que alg�n d�a a�n remoto, cuando lo reciba en
heredad, Lara levantar� la tapa a su vez para invocar con nostalgia los viejos fantasmas
del ayer. Entonces, quiz�s ausente ya, hablar� con ella desde mi refugio de cartulina y,
as�, con esta sencilla ceremonia, habr� alcanzado la perenne eternidad de las
fotograf�as.
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EL
PA�S-Comunidad Valenciana, s�bado 22 de abril de 1995. |
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