Empezar�
con un t�pico que suele servir de lugar com�n a escritores,
tertulianos y, si me apuran, incluso a comentaristas de f�tbol
por televisi�n: �El arte imita la realidad�. Que el aut�ntico
arte imita la realidad, la trasciende y nos muestra su cara
oculta es algo tan evidente que si �se fuera aqu� mi argumento,
ya lo habr�a agotado. Pero no, en esta columna divagar� de lo
contrario, de cuando la realidad se vuelve envidiosa y mimetiza
la ficci�n de una obra de arte.
La semana pasada
fui a ver en el Teatro Rialto Un enemic del poble, de
Henrik Ibsen. Al incentivo de asistir a la sobria puesta en
escena de este drama social que el autor noruego escribi� en
1882, se sumaba el placer de que la versi�n discurrir�a en el
hermoso catal�n normalizado que, al menos yo, tengo pocas
ocasiones de escuchar en una ciudad cada vez m�s castellana como
Valencia.
La trama es
sencilla: un m�dico descubre que las aguas supuestamente
curativas del balneario donde trabaja est�n contaminadas y, en
aras de la verdad, decide sacar a la luz el asunto y subsanarlo,
pero entonces se enfrenta con intereses creados que no se gu�an
por motivaciones tan ingenuas. Los tres poderes que controlan el
lugar, el alcalde ��hermano del m�dico!�, los empresarios y la
prensa, hacen todo lo posible por convencerlo de dar marcha
atr�s, pues no est�n dispuestos a costear los gastos de
saneamiento del agua ni a perder negocio. Sin embargo, ante la
resistencia del tozudo galeno manipulan a la opini�n p�blica en
su contra, lo echan de la empresa y lo declaran solemnemente
�enemigo del pueblo�. La obra termina de manera abierta, con el
protagonista dispuesto a luchar. El espectador, que desde el
patio de butacas conoce la realidad del mundo, intuye que el
doctor Stockmann perder� esa batalla, pero de pie, nunca de
rodillas, al estilo glorioso de La Pasionaria en la guerra
civil.
La realidad del mundo es lo que sucede actualmente en este pa�s
con el Partido Popular, cuyo ministro de Fomento �Francisco
�lvarez Cascos�� es un alter ego del alcalde ibseniano,
pues tras haber internacionalizado con su incompetencia la
cat�strofe ecol�gica del Prestige, se niega a reconocerlo
y culpa a quienes lo critican; cuyo presidente �Jos� Mar�a Aznar�
acusa de deslealtad a la oposici�n por ejercer las funciones
para las que fue elegida; o cuyo ministro de Trabajo �Eduardo
Zaplana� trat� con alevos�a de crear un grupo medi�tico af�n a
sus intereses y, hace muy poco, manipul� una vez m�s a la
sociedad valenciana en una manifestaci�n organizada desde
arriba con dinero p�blico y paella incluida para cada uno de
los asistentes. La coartada de dicho espect�culo fue el Plan
Hidrol�gico Nacional, pero la realidad que lo incit� fue otra:
neutralizar la manifestaci�n que el 15 de febrero ��sta s�
organizada desde abajo� invadi� las calles para protestar
contra la nueva guerra que se nos viene encima y contra la
complicidad militarista y homicida del gobierno espa�ol.
Espa�a es hoy el gran teatro especular de Un enemic del poble,
una imagen invertida pero real como la vida misma, en la que se
han cambiado los papeles: Aznar, �lvarez Cascos, Zaplana, el
Partido Popular son nuestro enemigo... y nosotros, los espa�oles
hartos de desverg�enza, El pueblo del enemigo.