La lecci�n francesa
MANUEL TALENS
Nuestros vecinos franceses, con sus votos, acaban de eludir el peligro de que Jean-Marie Le Pen se instale en el El�seo y ponga en pr�ctica las medidas ultraderechistas que viene preconizando desde hace cuarenta a�os. Vale la pena ahora resumir en pocas l�neas el terremoto que estas dos �ltimas semanas ha sacudido los cimientos de Francia, para aplicarlo a rengl�n seguido a la Comunidad Valenciana.
Los pol�ticos -no es ning�n secreto- perdieron hace tiempo el prestigio de otras �pocas, debido a multitud de razones que van desde los esc�ndalos financieros al incumplimiento sistem�tico de las promesas electorales. Todo ello se ha visto agudizado en el �ltimo decenio por una globalizaci�n neoliberal que convierte a los gobernantes en t�teres de las compa��as multinacionales, a los ciudadanos del Primer Mundo en consumidores y a las masas del Tercero en pobres sin porvenir. Si a ello se le suma que los partidos socialistas y comunistas occidentales se han ido aburguesando y hoy -de acuerdo con la felic�sima frase de Pierre
Bourdieu- son una izquierda de derechas, no es de extra�ar que el electorado franc�s tuviera bastantes dificultades para diferenciar a Jospin de Chirac (o a Jorac de
Chispin, como dec�a la boutade).
La desidia ciudadana frente a la pol�tica sol�a servir a los partidos conservadores (cuyos votantes no se abstienen nunca), pero ahora, mientras la derecha y la izquierda segu�an buscando en vano el centro pol�tico -un Eldorado ret�rico como tantos otros-, Le Pen aprovech� para colarse entre ambas. Con un 27% de abstenci�n en la primera vuelta, los electores rompieron la baraja y castigaron por fin a la izquierda plural, hartos de que �sta siguiera utilizando un lenguaje �progresista� pero practicase pol�ticas inspiradas en el neoliberalismo.
Y el domingo, tras la elecci�n descafeinada de Chirac en la segunda vuelta -votado con asco por medio pa�s-, qued� claro que el avance inicial de la extrema derecha era un s�ntoma molesto de la aut�ntica enfermedad: la derechizaci�n de la izquierda institucional francesa (y, por �smosis, europea), que sigue sin hacer los deberes y se encuentra ante la disyuntiva de continuar largando lastre ideol�gico a cambio de poder o de volver a ser lo que fue: la defensora natural de las libertades civiles, de los servicios p�blicos, de los jubilados; la vanguardia de los sin empleo, de los inmigrantes, de las minor�as, de los perseguidos; en suma, de todos aquellos que pagan los platos rotos del capitalismo salvaje en que vivimos.
�Qu� tienen que ver las elecciones francesas con las que tendr�n lugar dentro de un a�o en la Comunidad Valenciana? Mucho m�s de lo que parece a simple vista. Salvando las distancias, el astuto presidente Zaplana equivale a Chirac y el anodino aspirante Pla es un clon de
Jospin. El primero es demagogo, incombustible y con pocos escr�pulos; el segundo, aburrido y
fajador, pero incapaz de despertar pasiones. Quiz� ser�a sensato que Joan Ignasi Pla busque un buen asesor de imagen y, sobre todo, regrese sin matices a la izquierda que el PSPV nunca debi� abandonar, no vaya a ser que los valencianos imiten la
boutade de Jorac y Chispin y empiecen a decir que Zla y Plazana son intercambiables, con el resultado en las urnas que todos conocemos.
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