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ART�CULOS DE OPINI�N / DIARIO EL PA�S

                                                                                                                                        

Banalizaci�n
MANUEL TALENS

El sorprendente Mario Vargas Llosa, que hace dos meses se las arregl� en un art�culo para echarle la culpa a Borges del infierno que viven los argentinos y en otro para confundir a la cacerolera burgues�a de Caracas con el pueblo venezolano, acaba de sacar una nueva columna (Hitler para menores, EL PA�S, 4 de marzo), en la que deja por una vez de rendir pleites�a a los tiburones neoliberales del FMI y entra de lleno en el territorio donde brilla su indudable inteligencia: el del an�lisis teleol�gico del arte.
Para ello, alude a la 'banalizaci�n del tema de Hitler' en el exitoso musical de Broadway The Producers, donde el f�hrer aparece representado como un simp�tico vividor no m�s pernicioso que cualquier arribista de los que pululan por ah�. Vargas Llosa achaca tal barbaridad a 'un fen�meno mucho m�s general y caracter�stico de la mal llamada postmodernidad: el desplome de todos los valores tradicionales en el mundo de la cultura bajo la tiran�a sacrosanta de la frivolidad l�dica, valor supremo y acaso �nico que nadie cuestiona en estos albores del tercer milenio'.
Valga este pre�mbulo para establecer la meta de mis reflexiones, que se refieren a una noticia (Los ping�es r�ditos de un voto tr�nsfuga, EL PA�S-Comunidad Valenciana, 4 de marzo) en la que el periodismo de investigaci�n brill� en grado sumo: al parecer, una antigua concejala socialista del Ayuntamiento de Benidorm, que por m�s se�as vot� contra su partido hace once a�os en una moci�n de censura y permiti� con ello que un turbio pol�tico llamado Eduardo Zaplana se convirtiese en el nuevo alcalde de dicha ciudad, ha recibido desde entonces, en concepto de sueldos, prebendas y -supuestamente- recompensas ocultas, la friolera de 260 millones de antiguas pesetas de dinero p�blico, que equivalen a m�s de 1,5 millones de euros o, si se prefiere, a una suma inalcanzable para cualquier currante a lo largo de su vida laboral.
Todos conocemos la imparable trayectoria del actual presidente de la Generalitat desde que se hizo con aquella alcald�a y la utiliz� como palanca, y no hace falta que yo enumere sus proezas, pero se me ocurre el siguiente acertijo: �En qu� se parece su personaje al del musical broadwayano, que el autor de La fiesta del Chivo fustiga con razonamientos impecables? Muy sencillo, en que ambos act�an ante el p�blico con la m�scara jovial de guapetones, ricos y un poco golfos, y por eso la gente, amaestrada para s�lo quedarse en la superficie de las cosas, adora la imagen que proyectan.
Cualquiera que siga la actualidad sabe que buena parte de los jefes de Estado o de Gobierno occidentales -Berlusconi, Blair, Bush, Chirac, Duhalde, Fox, etc.- no dudan en atravesar la tenue l�nea que separa la �tica de la sinvergonzoner�a y, sin embargo, llegado el momento del voto, los elegimos convencidos de que con ellos vamos a mejorar. Cambi� el paradigma: hemos aprendido a olvidar, la memoria no cotiza en Bolsa y, con un buen manager y mano izquierda, resulta f�cil conseguir un lugar al sol. Pero las consecuencias de esta banalizaci�n son devastadoras y van m�s all� del simple plebiscito en las urnas de un aprendiz de brujo. Significan, ni m�s ni menos, que hemos convertido en realidad el aforismo de que toda sociedad tiene los l�deres que se merece.

 


 

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EL PA�S-Comunidad Valenciana, martes 12 de marzo de 2002

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