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ART�CULOS DE OPINI�N / DIARIO EL PA�S

                                                                                                                                        

En la cima del mundo
MANUEL TALENS

El pasado lunes 16 de diciembre, cuando el peri�dico madrile�o Abc destap� la trama de corruptelas, manipulaciones medi�ticas e injerencias en pr�stamos dudosos en que se ha estado aplicando el inefable Eduardo Zaplana desde que inici� su ascenso hacia el poder, algo empez� a resquebrajarse en su hasta ahora imparable carrera.

Zaplana �aclaro esto para mis lectores internautas de fuera de la Comunidad Valenciana� es un ejemplo m�s de pol�tico arribista que no se detiene ante nada ni nadie con tal de alcanzar sus fines. En menos de diez a�os pas� de alcalde de un para�so del negocio de la construcci�n como Benidorm a presidente de ese otro para�so del cemento que es esta comunidad y, hace unos meses, a ministro en Madrid. La vida parec�a sonre�rle, pero al igual que en las pel�culas de bandidos, cometi� el t�pico error de todo aprendiz de brujo: descuid� la retaguardia, plagada de enemigos que se la tienen jurada, mientras iba creando a su medida el castillo de naipes de su porvenir.

Su trayectoria est� llena de an�cdotas que lo definen bien: ajeno a que alguien le grababa la conversaci�n, confes� una vez que est� en esto por el lucro; no tuvo empacho en publicar con su nombre un libro que nunca escribi�; se rode� de consejeros luego implicados en fraudes nacionales; neg� el pan y la sal de la publicidad institucional �como si el dinero p�blico le perteneciese� a los medios que le eran abiertamente hostiles y rein� sobre �su� feudo con aut�ntica bravuconer�a, como un cacique de anta�o. En premio a todo ello, Aznar lo nombr� hace poco ministro de Trabajo.

Grav�simo error el de Jos� Mar�a Aznar, pues en los tiempos que nos ha tocado vivir, hoy es necesario que cualquier pol�tico destacado, al igual que la mujer del C�sar, no s�lo sea honesto, sino que lo parezca. El problema de Zaplana es que nunca lo ha parecido y bastar� con revisar las hemerotecas para comprobar que sobre su figura siempre plane� una aureola de sospecha.

M�s arriba he mencionado las pel�culas de bandidos. En 1949, cuando Hollywood a�n herv�a con la presencia de grandes directores, Raoul Walsh realiz� una obra maestra, White Heat, que con buen criterio se llam� en Espa�a Al rojo vivo. En ella, el insuperable James Cagney interpreta el papel de un g�ngster violento con complejo de Edipo mal curado, que acaba sus d�as en una enorme deflagraci�n de petr�leo tras alcanzar la cima del mundo.

El tema de la ascensi�n fulgurante por medios il�citos, seguida del batacazo final, no es nuevo en el cine. Baste citar The Harder They Fall (M�s dura ser� la ca�da, Mark Robson, 1956), la �ltima pel�cula de Humphrey Bogart, otro gran actor de aquella �poca que a�os antes hab�a acompa�ado a Cagney en m�s de un atraco de celuloide.

El cine es �o al menos lo pretende� un reflejo de la realidad. Richard Nixon fue el primer bandido pol�tico hundido por la prensa. En este pa�s, Luis Rold�n ha sido otro caso c�lebre, y qui�n sabe si alg�n d�a les llegar� la hora a Jacques Chirac o a Silvio Berlusconi, personajes turbios donde los haya.

Entretanto, nada me extra�ar�a que, en el futuro, los libros de historia consideren que Eduardo Zaplana fue un gran bluff, cuya estrella, tan fugaz como la de Cagney en White Heat, se apag� con su llegada a la cima del mundo.

 

 


 

El País

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EL PA�S-Comunidad Valenciana, martes 31 de diciembre de 2002

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