Dicen que hoy somos esclavos del aspecto externo de
cosas y personas y que el fondo tiene escaso valor. Es verdad y
s�lo basta con abrir los ojos para darse cuenta de que los pol�ticos
o los artistas del espect�culo suelen ser bien parecidos, sin
que buena parte de las veces la belleza de su aspecto tenga nada
que ver con la mediocridad de su interior.
Pero esto no es nuevo. Conocemos el mundo a trav�s
de la mirada, que nunca es inocente, pues desde el principio
aprendi� a discriminar lo bonito de lo feo, lo bueno de lo
malo, y ello sobre la base de un c�digo s�lidamente
establecido en nuestra civilizaci�n, que confunde est�tica y
moral y del que resulta imposible escapar. �Por qu�, por
ejemplo, la serpiente representa el mal? �Por qu� las im�genes
que muestran a Jesucristo nos devuelven la apariencia de un
hombre apacible, esbelto, de largos cabellos y mirada
penetrante? A los artistas que lo representaron ni siquiera se
les pas� por la cabeza que, quiz�, el Mes�as fuese malcarado,
gordo, calvo, enano, bizco o patizambo... y opino yo que quienes
nacieron con tales caracter�sticas f�sicas tambi�n deber�an
tener derecho a una parte del pastel de la vida.
Con esto queda dicho que una cosa es la realidad
-lo que hay debajo de la piel- y otra muy distinta la ficci�n
que pretende y casi siempre logra hermosear con artificios esa
realidad. Tambi�n es cierto que el motor del inconsciente nos
impulsa a buscar lo que suponemos agradable, aunque se trate a
todas luces de una trampa en la que caen nuestros ojos.
Trampa y ojos. Veamos lo que dice el diccionario
de Mar�a Moliner sobre la palabra trampantojo: 1.
Pintura que, mediante los artificios de la perspectiva, crea la
ilusi�n de objetos reales en relieve, y 2. Se usa tambi�n en
sentido figurado.
Es evidente que en esta columna me estoy
refiriendo a la segunda acepci�n, la metaf�rica, pues tan
ilusorio es el frontispicio falso de un palacete que s�lo busca
disimular la desnudez de un muro como el intento de hacer pasar
a George W. Bush por un gran estadista o a Pen�lope Cruz por
una actriz de talento, y trampantojos eran tambi�n, �por qu�
no?, aquellos viajes de Franco por la Espa�a de la posguerra,
cuando los lameculos a sueldo remozaban las fachadas del
trayecto que el Caudillo iba a recorrer, para hacer olvidar los
interiores miserables.
Y llego, por fin, a esta comunidad aut�noma,
que en los �ltimos a�os se lleva la palma de los
megatrampantojos nacionales, de la mano de un presidente
prestigitador que, al fin y al cabo, logr� ya lo que buscaba:
el ascenso a Madrid. Qu� importa si la sanidad o la educaci�n
hacen aguas y se acercan peligrosamente al tercermundismo, pues
lo que se ve -el exterior- es que promocion� el cemento armado,
fund� parques tem�ticos, ciudades del cine, de las artes, de
las ciencias o de lo que sea. Los contubernios ocultos, ay, �sos
no se ven.
Nos las promet�amos muy felices al verlo partir
(�no vuelvas, Eduardo, por favor!), pero hete aqu� que su delf�n,
Francisco Camps, aprendi� la lecci�n: el �ltimo trampantojo
de la serie ha consistido en viajar a Alemania para contratar al
figur�n Zubin Mehta como director de la futura Orquesta de la
Comunidad Valenciana. Suma y sigue.