Olores
MANUEL TALENS
En la aglomeraci�n rural alicantina de La Alcoraya, los vecinos est�n hartos de los
malos olores que surgen de un secadero de lodos y han exigido aire puro al alcalde D�az
Alperi. '�Esto huele a mierda!', dijo muy alterado uno de ellos, mientras participaba en
la cacerolada con que �l y sus vecinos interrumpieron el pleno del Ayuntamiento. Pobre
hombre, pens� yo, se enfrenta con ruido de cacerolas a pol�ticos profesionales: perder�
la guerra.
Y puesto que de guerra hablamos, �c�mo no mencionar la que se nos viene encima con esa
denominada Operaci�n Justicia Infinita, que sonar�a a chiste en boca de George W.
Bush,
si no fuera porque est�n en juego muchas vidas que, convertidas luego en cifras
as�pticas, formar�n parte en los tratados de historia de los da�os colaterales que
siempre padece la poblaci�n civil?
Pero no quiero desviarme: hoy divago sobre olores. Est�bamos en el olor a mierda en La
Alcoraya, que me recuerda al que emana de las alcantarillas de Valencia durante los
calores del verano. Dios te libre, viajero, de hacer turismo en la ciudad de Rita Barber�
durante el mes de agosto, porque podr�as terminar recibiendo oxigenoterapia en la unidad
de cuidados intensivos.
Y, de olor en olor, dir� que acabo de ver la nueva versi�n alargada de
Apocalypse Now,
la obra maestra de Coppola. Resalto aqu� una escena pavorosa, en la que un oficial amante
de Wagner y de los sombreros de cowboy, afirma envuelto en el humo de las bombas:
'It
smells victory'. Es posible que en las selvas que bordean el r�o Mekong oliese a victoria
para �l y para los psic�patas de su camada, pero desde luego no para los vietnamitas
achicharrados por el napalm. A ellos, los muchachos del T�o Sam les ol�an a muerte, a
una muerte que alimentaba el odio al agresor y la determinaci�n de no dejarse avasallar.
Menos mal que, en la amalgama que muchos medios de comunicaci�n occidentales han
pretendido hacer estos d�as pasados entre el Islam inmenso y el grupo estad�sticamente
exiguo de terroristas que arrasaron el World Trade Center, han surgido voces y plumas
capaces de hacer un an�lisis sereno, sin quedarse en la fachada del horror neoyorquino.
Las causas de este ataque terrorista vienen de lejos, se inician con el olor a bomba
at�mica en Hiroshima, contin�an con multitud de guerras de estrategia y terminan, por
ejemplo, con el mill�n de ni�os y mujeres iraqu�es que han muerto de hambre y
enfermedades a causa del bloqueo impuesto por EE UU. �C�mo amar al verdugo?
El olor agudo a v�ctimas inocentes de Manhattan no deber�a de atascar nuestras fosas
nasales, ocult�ndoles ese otro olor cr�nico a miseria planetaria, a esa miseria que nada
preocupa a estos nuevos cruzados de la justicia y que los pol�ticos neoliberales
alimentan sin reparos cada vez que, d�a a d�a, abdican de poderes lentamente adquiridos
durante decenios de lucha para dejarlos en manos de las compa��as multinacionales que
hoy nos gobiernan.
Empec� esta columna en clave local -el olor a mierda en la Comunidad Valenciana- y salt�
despu�s a lo universal: el olor a guerra. Regreso de nuevo a la peque�a regi�n de la
Espa�a en que vivimos, con un olor que impregna la c�pula de la
Generalitat. �A qu�
huelen el presidente Zaplana y sus amigos? �A Armani? No, huelen a dinero.
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