Mi
�ngel custodio
MANUEL TALENS
Cuando yo era peque�o y estudiaba en los Maristas, el hermano �ngel (supe desde el
principio que se trataba de la reencarnaci�n de mi �ngel custodio) me advert�a a diario
que no me juntase con malas compa��as, pues son como la manzana podrida, que en el cesto
agusana a las dem�s, etc., etc.
Los presidentes del mundo, en cambio, no parecen hacer ascos a las malas compa��as.
Nixon tuvo a su Kissinger, Fujimori a su Montesinos, Chirac a su Tiberi y Aznar a su
Villalonga. Claro que cuando se descubre alg�n pastelazo, los repudian y a otra cosa.
Tambi�n el presidente Zaplana, cuando no est� inmerso en alg�n megaproyecto, frecuenta
malas compa��as. Como s�lo dirige la comunidad aut�noma valenciana, carece de la
fuerza guerrera de Nixon o de la bomba at�mica de Chirac, pero el hecho de no tener que
ocuparse de quemar vietnamitas con napalm, rastrear senderos luminosos o montar mascletaes
en el atol�n de Mururoa es una ventaja para �l. Buen pol�tico posmoderno, Zaplana
domina el arte del espect�culo: es ilusionista. Nada por aqu�, nada por all�,
tatach�n, tatach�n, y cuando m�s despistados estamos, saca un parque tem�tico del
sombrero.
Oigo de pronto a mis espaldas un aleteo y la voz de mi �ngel custodio, que susurra:
'Manolo, �te das cuenta de que la amistad con Julio Iglesias podr�a llevar alg�n d�a a
la ruina a Zaplana? Iglesias es una manzana podrida'.
La culpa es de la globalizaci�n. Con lo feliz que estaba nuestro presidente haciendo
malabarismos neoliberales a escala local, tuvo que venir ese t�o de Miami a convencerlo
de practicar un truco que ni la mafia de Las Vegas.
'El dinero', contin�a musitando en off mi �ngel custodio, 'hay que blanquearlo, no
ensuciarlo, y eso de que Zaplana le haya pagado a Iglesias por hacer de embajador 372
millones de fondos p�blicos -limpios como el jaspe- en una cuenta secreta de la sucursal
del banco suizo UBS en Nassau es como derramar tinta china sobre un traje de primera
comuni�n, porque los 372 millones nunca pasar�n por Hacienda en ninguna parte'.
Caray con mi �ngel, me digo, sabe hasta de macroeconom�a, e imagino los anuncios
publicitarios televisivos del detergente del futuro: Zaplana lava m�s negro.
'Y luego hablan de Gescartera', prosigue revoloteando a mi alrededor: 'Es posible que los
372 millones que Zaplana acaba de ennegrecer sean s�lo una Gescarterita comparados con el
pufo de los 18.000 que han desaparecido en todo el pa�s, pero no deja de ser pecado
mortal' (mi �ngel, que s�lo jura por la clerigalla preconciliar, todav�a califica de
pecado lo que es ingenier�a financiera).
'Zaplana deber�a de confesarse con el arzobispo para que �ste le exija un poco m�s de
decoro', a�ade. Bien sabe mi �ngel (en el cielo est�n al tanto de todo, hasta de los
malos pensamientos) que los arzobispos, despu�s de especular y perder unos cuantos kilos
de billetes en Gescartera, desean m�s que nunca perdonar a las ovejas descarriadas sus
deslices secretos con malas compa��as, sean las que sean.
Luego, la figura de mi �ngel custodio se difumina poco a poco mientras lo veo alejarse
zumbando por el �ter, de regreso a la vera de Dios. Despierto. Abro los ojos y me doy
cuenta de que ha sido un mal sue�o. Espa�a va bien, Zaplana va bien. No se avistan
garzones en el horizonte. Todav�a.
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