F�bula
MANUEL TALENS
Las pastillas de �xtasis suelen combinarse mal con el alcohol a la hora de conducir en
carretera y las continuas campa�as gubernamentales que buscan una y otra vez inculcar la
prudencia entre los automovilistas no sirven de nada. La gente de la calle tiene la
inconfortable sensaci�n de que son dinero perdido. 'Dinero nuestro, claro, porque los
pol�ticos no las pagan de su bolsillo, faltar�a m�s'. Eso fue lo que confes�
airadamente en el telediario de la noche uno de los testigos
presenciales.
El accidente, en la larga bajada que hay poco antes de llegar a Requena, hab�a sido
terrible pues, al parecer, los cuatro j�venes se salieron de la pista a las seis de la
ma�ana cuando iban de regreso a Madrid, se adentraron dando volteretas por el aire en la
calzada contraria y terminaron bajo las ruedas de un cami�n frigor�fico que ven�a hacia
Valencia a gran velocidad. Tres de ellos fallecieron en el acto. El cuarto, una muchacha
de diecinueve a�os, sufr�a neumot�rax izquierdo traum�tico, fractura de la pelvis,
conmoci�n cerebral, m�ltiples laceraciones de la piel y estallido del bazo con choque
hemorr�gico secundario. El parte m�dico calificaba su estado de grav�simo. Se tem�a
por su vida. Los bomberos estuvieron trabajando durante hora y media para sacarla de la
chatarra en que estaba convertido el autom�vil, un BMW de alta gama.
'Lo de la ruta del bakalao es una aut�ntica verg�enza', afirm� el cirujano mientras se
frotaba minuciosamente los dedos y las u�as con el cepillo, justo antes de la operaci�n.
Todos los fines de semana pasa algo as�, y es que los polic�as toleran el tr�fico de
drogas en las discotecas. Saben qui�nes son los camellos, los tienen localizados, pero no
hacen nada. Si yo mandara en este pa�s se iban a enterar... Hace falta mano dura, lo que
yo te diga.'
A su lado, con los brazos cruzados y tambi�n vestido de verde, el anestesista asinti�
con una sonrisa triste. Eran amigos desde los tiempos de la facultad, adem�s de socios en
una cl�nica privada.
'Van como locos', contest�, 'y luego pasan las cosas que pasan. Pero lo peor es que estos
chicos nunca se matan solos, siempre cae alg�n inocente con ellos. �Qu� culpa ten�a el
ch�fer del cami�n?'.
Ya de nuevo en el quir�fano, con las enfermeras dispuestas, el instrumental en orden, el
cuerpo de la paciente embadurnado de tintura de yodo sobre la mesa de operaciones y la
intervenci�n quir�rgica a punto de comenzar, el anestesista empez� a sentir un ligero
temblor en el pulso. Le suced�a a veces en momentos intempestivos. Tom� disimuladamente
la jeringa con el narc�tico destinado al gotero de la muchacha, hizo un aparte como si
buscara algo en una de las vitrinas y, con la pericia de la costumbre, se inyect� dos
cent�metros c�bicos en la voluminosa vena del antebrazo derecho.
Aguant� la punzada sin parpadear. A pesar de la pr�ctica no lograba acostumbrarse a la
sensaci�n desagradable de la aguja al perforar la piel. Luego, ya repuesto del mono,
regres� a cumplir con su trabajo. Era un experto profesional con m�s de treinta a�os de
experiencia.
La operaci�n fue un �xito rotundo y la muchacha sobrevivi�.
Pasaron los meses y la prensa local empez� a hacerse eco de una epidemia hospitalaria de
hepatitis C.
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