La cinta de
Moebius
por Pedro Poyato
La
cinta de Moebius
Alcal� Grupo Editorial (2007)
190 p�gs.
Cuando a las cosas se las llama por su nombre y, adem�s, el
resultado est� bien escrito, se convierte en literatura, porque la
literatura como arte consiste en desrealizar la realidad para
convertirla en ficci�n verdadera.
Estas palabras del arc�ngel Gabriel, en un momento dado del relato,
expresan ejemplarmente lo que para m� es esta nueva novela de Manuel
Talens que despu�s de unos meses de exitosa vida, se presenta hoy en
C�rdoba.
Si
nos detenemos un momento en la imagen de la portada del libro, una
transfotograf�a de La Anunciaci�n de Poussin, podemos ver en ella
a un envejecido arc�ngel Gabriel que en esta ocasi�n no hace llegar la
palabra a Mar�a, pues la figura de �sta ha sido sustituida por un
ordenador en cuya pantalla brilla una cinta de Moebius, icono de un
programa inform�tico, Yosoyelquesoy, con el que el arc�ngel
parece disponerse a trabajar haciendo uso para ello del teclado que
tiene ante s�.
Este cruce de teolog�a y tecnolog�a, de religi�n y ciencia, preside la
historia que el libro cuenta, una s�tira irreverente y divertida que, en
palabras de Ricardo Senabre, reactiva la capacidad par�dica demostrada
por Talens en La par�bola de Carmen la Reina y prolonga los
juegos gr�ficos y vanguardistas de Hijas de Eva; s�tira bajo la
que subyace un diagn�stico implacable y desesperanzador del mundo
globalizado que habitamos.
El
paro del arc�ngel Gabriel, a quien Dios ha dejado sin trabajo tras la
Anunciaci�n a la elegida Mar�a, le lleva a emplear su tiempo en la
adquisici�n de una cultura literaria, filos�fica y cient�fica destinadas
al servicio �pues Gabriel practica el activismo- de una mejora celestial
que pasa por desmontar la aristocracia de unos papas que, congregados en
torno a un Dios en edad provecta, no han dudado pactar con el diablo la
entrada en el cielo de malas mujeres a cambio de que el demonio controle
la tierra. Este planteamiento permite al narrador hacer un recorrido por
la historia con el fin de incorporar aquellos escritores, fil�sofos y
cient�ficos que, instalados ya en el cielo, han ido alimentando el saber
de Gabriel a lo largo de los a�os, como tambi�n de algunos de los m�s
destacados papas que, en esos mismos a�os, fueron tomando posesi�n en el
reino de los cielos. El resultado de todo ello es una s�ntesis ejemplar
de los principales hitos de nuestra historia, de la cultura y de la
iglesia, a trav�s de sus m�ximos representantes, escritores, fil�sofos y
cient�ficos, por un lado, agrupados bajo el nombre de �Club de los
Escritores Ser�ficos�, y por otro, del grupo papal, y del que se tiene
buen cuidado en excluir a Juan Pablo I, quien dimiti� del mismo en
protesta por su asesinato en la tierra por los cardenales cuando iba a
desenmascarar chanchullos vaticanos.
Es
as� como en el relato aparecen, entre otros, los nombres del profeta
Daniel, del Salom�n de El Cantar de los Cantares, de Virgilio,
del an�nimo de El lazarillo de Tormes, o de Lope de Vega, Erasmo
de Rotterdam, Galileo, Giordano Bruno, Marx, Kant, Moebius y Vel�zquez,
as� como los de los papas Alejandro VI, Le�n X y el ya mencionado Juan
Pablo I. Al margen de las notas de humor que, dado el estatuto del
universo narrado, salpican este modo tan singular de repasar una parte
de lo m�s granado de la historia de nuestra cultura, como por ejemplo el
contento que provoca en Gabriel la muerte y posterior incorporaci�n al
cielo de Gutenberg por el descanso que las planchas de imprenta
supusieron para sus plumas, ya gastadas por la artrosis; al margen de
estos chispazos de humor, dec�a, lo que para m� resulta m�s interesante
son las continuas referencias a la teor�a del texto que el narrador
introduce al hilo de lo que va narrando: as�, a prop�sito del anonimato
que el autor del Lazarillo quiso conservar a toda costa, se
apunta que �lo importante es la obra, no su autor�, enunciado que
destaca la preponderancia del texto en relaci�n al autor emp�rico y sus
intenciones y circunstancias. Y m�s adelante, a prop�sito de la
incorporaci�n del nuevo soporte al que obliga la difusi�n masiva de
internet, se hace hincapi� en que �lo importante es el mensaje, no el
medio�, palabras que abogan por el di�logo total entre las artes, m�s
all� de la especificidad de cada una de ellas.
Y a
prop�sito de Lope de Vega, el relato incorpora los versos que componen
una de sus rimas sacras m�s conocidas, en una operaci�n de
transtextualidad que se completa con la inclusi�n del rev�s par�dico de
esos versos, el Soneto Putativo firmado por Gin�s de Avellaneda,
seud�nimo surgido, como as� lo deduce en su minucioso an�lisis el
personaje del Brocense, de un juego entre apellidos que encuentra su
prolongaci�n en el nivel discursivo del texto, concretamente en uno de
los nombres barajados por el Abad de Rute como posible autor del citado
soneto, Jenaro Carmona, seud�nimo con el que Manuel Talens rinde
homenaje a su hermano, Jenaro, quien ya utilizar�a ese mismo apellido en
un libro colectivo que conozco bien, C�mo se comenta un texto f�lmico,
alusi�n que queda confirmada poco despu�s, cuando se advierte que
Carmona huy� a tierra helv�tica y sobre todo que gan� a su amigo una
copa de aguardiente con �un soneto talensista en espejo�.
La
llegada al cielo de internet, que coincide con la entrada en coma de
Dios, permite la incorporaci�n al grupo de los elegidos del fil�sofo
Kant, que recomienda para el programa Yosoyelquesoy el logotipo
de la cinta del matem�tico Moebius, y del pintor Vel�zquez �del que el
texto destaca su fascinante logro de Las Meninas, donde, dando la
vuelta a la convenci�n, es el modelo quien contempla al pintor
representado-, adem�s del hacker John Carmichael Barlow, doble
del estadounidense John Perry Barlow, encargado de poner a punto el
citado programa, r�plica inform�tica de un Dios en estado comatoso.
La
lectura del pensamiento m�gico de la Iglesia a la luz de la ciencia
preside el divertid�simo segundo cap�tulo del libro, un ejercicio de
teoficci�n cient�fica en el que, a partir de un original cruce del mundo
celestial con el terrestre, son jocosamente deconstruidos tanto el dogma
de la virginidad de Mar�a, fecundada por San Jos� con el semen
divinis que el Esp�ritu Santo coloc� en su uretra mientras dorm�a,
como el s�mbolo de la consagraci�n, al ser �sta utilizada para realizar
un an�lisis de ADN al cuerpo de Cristo. Deconstrucci�n �sta de la
consagraci�n a la que se llega como consecuencia, seg�n es subrayado, en
la l�nea te�rica del cap�tulo anterior, por el propio texto, de una
operaci�n de semiosis que toma como punto de partida uno de los
postulados te�ricos de Umberto Eco: �el referente no ha cambiado, pero
s� el contexto�, enunciado, por cierto, que, traspasando el �mbito de lo
narrativo, preside la escritura misma del texto talensiano, al ofrecer
�ste una lectura de determinados pasajes de la Historia Sagrada en el
contexto de estos albores del siglo XXI presididos por las nuevas
tecnolog�as.
Este
segundo cap�tulo del libro concluye con los informes m�dicos del
Paracelsus Institut de Zurich, incorporados en su integridad, tal
como fueron remitidos, v�a e-mail, por la doctora Ver�nica Isenring,
directora del Instituto, al doctor Lucas Evangelista, por encontrarse
�ste destinado a los cuidados de Dios Padre. Con estos informes
cient�ficos, que incluyen en su diagn�stico el Alzheimer de Dios y la
imposibilidad gen�tica de paternidad cr�stica en San Jos�, el texto de
Talens se desentiende del relato, del discurso narrativo, para dar paso
a otros tipos de discurso, as� el discurso cl�nico de los informes
anteriores, o el naturalista (en su vertiente zoliana, es decir,
fotogr�fica), de impecable trazado en su descripci�n del estado en que
qued� el cuerpo desmembrado de Barlow tras ser brutalmente asesinado por
la CIA, o, tambi�n, el que da forma a los mail intercambiados, variante
cibern�tica del discurso epistolar, y que es tambi�n la modalidad
discursiva que estructura el cap�tulo siguiente. Cap�tulo �ste en el que
se realiza un an�lisis narratol�gico de la primera parte de la novela,
poni�ndose as� en pr�ctica ese postulado te�rico de Eco �otra vez Eco-
en el que se advierte que �los textos reflexionan sobre su propia
escritura�.
Esta
operaci�n de autoan�lisis textual permite a Talens barajar conceptos
como enunciaci�n objetiva, o narrador omnisciente, o temporalidad del
relato, o, tambi�n, proclamar las diferencias entre historia, narraci�n
y relato; conceptos que son, as�, definidos y luego aplicados al propio
texto que se est� escribiendo, en un notable ejercicio de narratolog�a.
El enunciado anterior de Eco, que el relato pone en boca de Barlow, se
completa con la referencia al di�logo de un texto, no s�lo con �l mismo,
sino con otros textos, algo que tambi�n pone en pr�ctica este libro,
sembrado, desde su mismo comienzo, de hiperenlaces o enlaces o llamadas
a otros textos, en Internet o en las bibliotecas.
Tras este bucle semi�tico, el cap�tulo siguiente recupera el hilo del
relato, pero ser� s�lo moment�neamente, porque enseguida �ste da paso a
un nuevo tipo de discurso, en este caso el period�stico, pues en esa
forma se escriben los informes que rinden cuentas del estado deplorable
del mundo globalizado que habitamos. Abandonando en este punto todo
rastro de humor, el texto, a trav�s de seis demoledores informes, cifra
en la globalizaci�n neoliberal la causa de una enfermedad que acabar�
llevando, en cuanto las reservas energ�ticas se hayan definitivamente
agotado, a la extinci�n del g�nero humano.
Con un
Dios en estado de coma y con su r�plica cibern�tica atacada por mutantes
virus luciferinos �reflejo metaf�rico en el cielo de lo que sucede en la
tierra, con el que el relato retoma su cariz humor�stico- no resulta
nada extra�o que el arc�ngel Gabriel �ese arc�ngel envejecido que
aparece en la portada del libro-, tras desconectar el respirador de
Dios, haga uso del teclado que tiene delante para eliminar as� el
programa Yosoyelquesoy.
�Las tinieblas cubren de nuevo el abismo�, dice en este punto el texto,
y su escritura lo acusa pintando de un negro absoluto las p�ginas
siguientes, en una operaci�n que toma prestado un recurso
cinematogr�fico como es el fundido a negro, destinado en este caso a
inscribir �que no escribir- ese abismo anunciado. Pero al margen de este
di�logo formal con el cinemat�grafo, �ste, como no pod�a ser de otro
modo, hab�a sido ya previamente convocado a prop�sito de la historia de
la cultura que el texto incorpora a su tejido, un cine entonces
representado por esa pel�cula imprescindible que es la chapliniana
Tiempos modernos, por mucho que su t�tulo no sea citado
expl�citamente.
En
un final no exento de la iron�a que ha presidido el relato, Dios dispone
as� de una segunda oportunidad, como oportunamente recoge la Biblia
de la Segunda Creaci�n del Mundo, texto que es incorporado a la
novela en una nueva operaci�n de transtextualidad que incluye ahora no
s�lo el correspondiente cap�tulo del �Reg�nesis�, sino tambi�n la
portada misma del libro para que as�, en una muestra m�s del humor que
el relato destila, podamos leer en ella que se trata de una segunda
edici�n �revisada y corregida por Dios Padre Todopoderoso�.
Finalizo
ya. Despu�s de leer La cinta de Moebius, uno tiene la sensaci�n
de que no s�lo sabe m�s de todos aquellos personajes que la pueblan,
sino que tambi�n sabe m�s de s� mismo y especialmente de la manera de
ubicarse ante esa realidad de la que en la novela se habla, una realidad
desrealizada pero a la vez penetrada de una palabra �esto es la
literatura como arte- que la convierte, como comenzaba diciendo al
principio en una cita tomada de la propia obra, en ficci�n verdadera.
Fuente: Comunicaci�n personal del autor
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