| La cinta de 
        Moebius 
		 por Francisco Correal  
          La 
        cinta de MoebiusAlcal� Grupo Editorial (2007)
 190 p�gs.
 
 
		Puedo empezar esta presentaci�n con un 
		gui�o balomp�dico, rayano en lo metaliterario. Desde que los hermanos 
		Manuel y Jenaro Talens ganaron el premio Andaluc�a de la Critica que se 
		fall� en la localidad serrana de Arcos de la Frontera, patria chica de 
		Antonio Hern�ndez, ya no hay rusos jugando en la Liga espa�ola. A medida 
		que ha ido creciendo el talento literario de los hermanos Talens, 
		decreci� el esplendor balomp�dico de Celta de Vigo y Real Sociedad, 
		hist�ricos del f�tbol espa�ol que ahora curan sus penas en la Segunda 
		Divisi�n. De ninguna de esas dos cosas, los rusos y los descensos, tiene 
		la culpa Manuel Talens. Como dice el camarero de la pel�cula Irma la 
		dulce, �sa es otra historia. 
		Una presentaci�n m�s ortodoxa seria citar 
		esta maravillosa lectura de San Mateo correspondiente al d�a de ayer, 
		festividad de Nuestra Se�ora de Lourdes: "Cuando venga en su gloria el 
		Hijo del hombre, y todos los �ngeles con �l, se sentar� en el trono de 
		su gloria, y ser�n reunidas ante el todas las naciones. El separar� a 
		unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondr� 
		las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda". �Quiere esto decir 
		que los de derechas van como ovejas al redil, como Bu�uel los retrataba 
		en El �ngel exterminador, y que los de izquierdas est�n como 
		cabras? No es tema de esta presentaci�n. Como los rusos y el descenso 
		del Celta y la Real Sociedad. 
		La cinta de Moebius 
		es una novela sobre el descenso de Dios. Un libro en el que por cierto 
		el gran evangelista es San Lucas, patrono de Ja�n, lo que no es nada 
		casual como se ver�. Es el m�dico de cabecera de Dios, el que anunciar� 
		con m�sica de Bach que Dios ha entrado en coma. Su prestigio es mucho 
		mayor que el que Pasolini y Visconti se encargaron de atribuirle a San 
		Mateo y San Marcos, respectivamente. Hubo un Gabriel colombiano que 
		escribi� Cien a�os de soledad. Esta es la historia de un Gabriel 
		que vivi� dos mil a�os de desempleo, hasta que dos milenios m�s tarde 
		entr� en la n�mina de Dios y tuvo la ocasi�n de vivir una segunda 
		Anunciaci�n. En la ficha del libro aparece la p�gina web de Dios, ahora 
		que Yahoo y Google quieren asociarse para frenar la Opa de Microsoft y 
		de Bill Gates su profeta. 
		En este descenso de Dios, Gabriel es su 
		ascensor. Mi sue�o celestial, el m�ximo ascenso: ser ascensor, censor 
		del As, y redimir mis pecados ascendiendo a Primera al Celta que 
		es celeste y a la Real Sociedad, �nico equipo de la elite que juega bajo 
		la advocaci�n de un santo, San Sebasti�n. El libro, en su lectura, ha 
		pasado por paradas de autob�s, por los pasillos de Ikea, por el 
		Rinconcillo, y por la consulta de Paz Le�n, mi m�dico de cabecera, un 
		aficionado al flamenco y a la fotograf�a que adem�s es Hermano Mayor de 
		la Bofet�. La que le da Malco a Jes�s en presencia de An�s, el suegro de 
		Caif�s. 
		�C�mo ser� el cielo? Todos nos hemos 
		hecho alguna vez esa pregunta. En el libro est� la respuesta. Ese cielo 
		ambiguo que es a la vez f�sico y metaf�sico, cielo buscando cielo, como 
		aquella canci�n de La Uni�n: gente buscando gente. Igual le ocurre a la 
		tierra, que es concepto f�sico, geol�gico y tambi�n reivindicativo, y 
		que ambos se funden en el grito de Rodrigo de Triana. La tierra para el 
		que la trabaja. El cielo del latifundista es el infierno del bracero, 
		hermanados en el limbo de las normativas europeas. 
		En el cielo de Talens conviven m�s de 
		doscientos Papas. San Gabriel emprende una cruzada contra todos ellos. 
		En la lectura del libro se han filtrado noticias de aqu� abajo. El Rey 
		Juan Carlos de visita en Egipto y Cleopatra en el cielo. De fornicio con 
		Alejandro VI, ese Borgia tan valenciano como la fideu�. Orgasmo sideral, 
		con la Faraona dici�ndole a su Santidad: �chale guindas al pavo. Pau 
		Gasol ha fichado por Los Angeles Lakers. Si fuera un poco m�s bajo, 
		deber�a fichar por el C�rdoba, que juega en el estadio del Arc�ngel y en 
		una ciudad cuya Mezquita tiene un arquitecto-conservador llamado 
		Gabriel. 
		En la tierra, el infierno tiene muchas 
		m�s embajadas que el cielo. Entre otras cosas, como recuerda un 
		personaje de la novela, porque despu�s de Jes�s, Dios no envi� a nadie 
		m�s. As� debi� ser su decepci�n. Tal como est� el patio, con esa 
		ecuaci�n entre el �nimo destructivo de los suicidas y los atractivos del 
		para�so prometido, es mejor so�ar con un cielo discretito, sin 
		estridencias ni hur�es en taparrabos. Talens nos describe un cielo 
		festivo y literario, unas Trade Unions de la intelectualidad agitadas 
		por Daniel y Gabriel, un caf� Gij�n de plumas desplumadas. 
		La muerte de Dios no es un asunto balad�. 
		Fue el gran tema del siglo XIX: a sus exequias acud�an en los estudios 
		de Filosof�a Marx y Freud, Nietzsche y Feuerbach. Dios est� en coma, una 
		doctora que ha sido capaz de dilucidar el peso del alma le diagnostica 
		principio de Alzheimer. Tal vez por eso en uno de sus encuentros 
		confunde a San Gabriel con San Miguel. Bendita y cervecera confusi�n. Le 
		gustar�a tambi�n la Cruzcampo, ese vocablo que suena al Diario de un 
		cura rural de Bernanos. La novela reivindica la belleza primigenia 
		de textos como el G�nesis o el Apocalipsis. Es una pena que los ni�os ya 
		no conozcan a Sans�n y a Salom�n, que no sepan de filisteos y de 
		macabeos. El otro d�a, en un centro comercial, una madre muy segura de 
		s� misma intentaba justificar la ausencia escolar de su hijo, que se iba 
		a perder la clase de Religi�n. "�T� vas a ser cura ni n�?". Como si uno 
		faltara a clase de F�sica porque no va a ser astronauta. Talens cambia 
		el dogma por la ciencia para establecer las patentes de santidad. No 
		pensar�a lo mismo esa madre irresponsable si supiera que con los 
		descubrimientos de la doctora Veronika Isenring se pueden calcular con 
		exactitud matem�tica el coeficiente de fe de cada persona, las 
		variaciones de la temperatura del infierno, la capacidad osm�tica de las 
		praderas transparentes del cielo, la ultraestructura del tejido 
		reticuloendotelial de la hostia consagrada o la acidez relativa del pH 
		del Esp�ritu Santo mediante el c�lculo del logaritmo inverso de su 
		concentraci�n de hidrogeniones. 
		En La cinta de Moebius uno 
		encuentra ecos de Chesterton y de Papini, de Los s�tanos del Vaticano 
		de Andr� Gide, de La vida de Brian, de los angelotes que dibujaba 
		Manolo Summers, aquel rojo de derechas. Cuando recib� la novela, 
		interrump� la lectura de la tercera entrega de la trilog�a de Javier 
		Mar�as. En ambos autores aparece el acad�mico Francisco Rico. En Mar�as, 
		con mucha co�a y poco pelo. En Talens, en la bibliograf�a, como autor de 
		una edici�n en papel y electr�nica del Quijote editada por el 
		Instituto Cervantes. Hay dos gui�os a esta obra. San Gabriel se entera 
		de que Dios es su bi�grafo, su Cide Hamete Benengeli, el jud�o cuya 
		autor�a baraja Cervantes en su novela sobre el ingenioso hidalgo. Con la 
		Iglesia hemos topado, frase que por cierto se menciona en el Quijote 
		cuando el caballero y su escudero entran de noche en El Toboso. El 
		segundo gui�o es el doble cibern�tico de Dios creado por un hacker para 
		mitigar el declive del Creador. Un Dios de Avellaneda. Con el elixir de 
		Lucas, San Gabriel se hace visible en la casa de Ernesto Cardenal en 
		Managua, donde se produce el milagro del Rioja, el garraf�n y el 
		cabernet-sauvignon. Es curioso: Talens hace un viaje teol�gico a 
		Nicaragua, a los dominios de los de Palacag�ina, y �lvaro Pombo, en su 
		novela El cielo raso, viajaba al Salvador de Ignacio Ellacuria. 
		San Gabriel seria un magn�fico profesor 
		de literatura. Estudia la transici�n de los c�nones decimon�nicos de 
		Dickens, Balzac y Gald�s a los criterios m�s modernos de Proust y Joyce. 
		Dios utiliza la Sant�sima Trinidad para enfatizar como autor su 
		distanciamiento brechtiano. Con Talens siempre encuentra uno extra�as 
		coincidencias. El domingo me llev� la novela a la Facultad de Econ�micas 
		y Empresariales, donde hice un reportaje sobre las oposiciones para 
		fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales y matronas del Servicio 
		Andaluz de Salud. A la salida, unos j�venes repart�an unos folletos de 
		un cat�logo de Cursos a Distancia. Por mi enfermiza propensi�n al 
		detalle, mir� la ficha t�cnica del Cat�logo. Era la misma de la casa que 
		ha editado La cinta de Moebius. En cierto modo, hab�a encontrado 
		la direcci�n de Dios: Avenida de Andaluc�a, 64. Apartado 130. 23680 
		Alcal� la Real (Ja�n). El mismo tel�fono (953-5853330). El mismo n�mero 
		de fax (953-585331). Eso es omnisciencia. El cat�logo incluye una 
		prolija relaci�n de especialidades m�dicas en las que igual Talens 
		enriqueci� su vocabulario cl�nico. A los estudiantes que elijan ese 
		Cat�logo para preparar sus oposiciones, se les regalan por un sistema de 
		puntos una br�jula, un botiqu�n, un estuche de manicura, la camiseta de 
		Espa�a y un libro titulado El �ngel que salv� mis d�as. 
		La realidad enfatiza a veces la ficci�n: las 
		barreras que los Papas ponen en el cielo para que no entre ning�n 
		inmigrante ilegal; o el canon celestial que aparece en la Biblia 
		corregida y revisada por Dios Padre Todopoderoso: "La comercializaci�n 
		de esta obra intelectual est� castigada con pena de infierno". De Juan 
		Bautista a Teddy Bautista. El �nico consuelo de quien obtenga esa pena 
		es que se encontrar� con Lope de Vega, enviado a la llama eterna acusado 
		de ensalada, que era el nombre que los antiguos llamaban a la 
		intertextualidad. Manuel Talens forma parte de la plantilla de 
		traductores de Dios. Le va como anillo al dedo el t�tulo de uno de los 
		art�culos que incluye en la bibliograf�a: "Retrato del descre�do que, 
		sin saberlo, era un hombre de fe". Yo sabia que Manuel Talens escrib�a 
		como Dios. Lo que no sab�a es que Dios escrib�a como Manuel Talens... 
		Hasta luego, Lucas.
 
        Fuente: Comunicaci�n personal del autor   |