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ALEC (Anales de la Literatura Espa�ola Contempor�nea)
Volumen 28, n�mero 1, a�o 2003, p�ginas 203-231.  
�LA DERROTA DEL 
PODER?: UNA MIRADA CR�TICA A LA OBRA DE MANUEL TALENS
CARMEN MORENO-NU�O Wesleyan University
  
Ahora que el nombre del 
granadino Manuel Talens empieza a ser mencionado en m�s de un congreso acad�mico[i], 
y acaban de ser reeditados su primera novela y uno de sus cuentos[ii], 
puede ser un buen momento para detenerse con rigor en su ya no tan escasa 
producci�n.  Desde sus primeras p�ginas, dicha producci�n destaca por una 
subversi�n carnavalesca de los mecanismos del poder, siendo �ste deconstruido de 
forma inmisericorde en su auto-proclamada verdad hist�rica.  Teniendo como 
encuadre tal tem�tica unificadora, este art�culo pretende profundizar en los 
temas y leit-motivs que pueblan la cosmolog�a de la obra de Manuel Talens, 
y que apuntan a una direcci�n cierta de futuro, algunos de ellos se�alados ya 
por la cr�tica, otros no observados todav�a.  De entre estas constantes, tanto 
tem�ticas como formales, me detendr� especialmente en las siguientes: el 
exquisito dominio del lenguaje; la riqueza de la intertextualidad; la 
autoconciencia y autorreflexividad narrativas; el escepticismo frente a las 
proclamadas �verdades� del pasado; la cr�tica a todo poder usurpador e 
intolerante; los recursos de la parodia, la iron�a, el sarcasmo y el esperpento; 
el abuso de lo escatol�gico; la concepci�n l�dica de la literatura; la defensa 
del amor como �nica construcci�n con poder salv�fico; la revisi�n de la figura 
del anarquista; la reivindicaci�n de la mujer; el acerado anticlericalismo; y, 
por �ltimo, la centralidad del marginado.  Tales constantes son distintas 
expresiones de una misma y persistente cr�tica a la absolutizaci�n del poder y a 
las construcciones cerradas de la Historia.  Desde su primera novela Manuel 
Talens se ha mantenido fiel a este objetivo central y a estos elementos 
estructurales, dej�ndolos madurar, y por tanto son ellos los que van a guiar mi 
lectura de sus tres obras publicadas hasta la fecha.  Ellos son tambi�n el 
v�nculo de uni�n entre las tres partes de este trabajo.  La construcci�n de tal 
tipolog�a tiene adem�s como objetivo confesable, y no �ltimo, la divulgaci�n de 
una obra que, como ya est�n se�alando una profusi�n de nombres, est� encontrando 
todav�a t�midamente la celebridad merecida.   
Nacido en 1948, la 
infancia de Manuel Talens transcurri� en el castizo barrio de la Cartuja 
granadina, y la vida le llev� tras terminar sus estudios de Medicina a Par�s y a 
Montreal, ciudad �sta donde escribe su primera novela, La par�bola de Carmen 
la Reina.  Hace algunos a�os, Manuel Talens cambi� los fr�os canadienses por 
la calidez costera valenciana, habi�ndole conducido su nomadismo en la 
actualidad a la vecina Francia.  Este somero bosquejo biogr�fico nos presenta a 
un autor no encasillable dentro de las nuevas hornadas de j�venes escritores: en 
sus cincuenta, de y en provincias, viajero casi permanente, alejado de los 
circuitos �escaparates en lo positivo y negativo del t�rmino� de Madrid, y 
diestro en el arte de la escritura s�lo tras muchos a�os de lectura activa, 
Talens alimenta su producci�n del m�s cl�sico canon literario espa�ol, en una 
re-actualizaci�n y re-valorizaci�n que reconoce y paga su deuda a los grandes 
maestros del pasado.  En palabras de su personaje L�zaro G�mez Molina �voz 
narrativo-picaresca del cuento �Fascis, Fascis��, y sobre �los escritores del 
Siglo de Oro�, nos dice: �Fue a partir de entonces cuando empec� a so�ar con 
imitarlos alg�n d�a, y puesto que no debe ponerse la tinaja antes que el olivar, 
me dediqu� a leer con desespero.  Todos eran buenos (para m� que nadie ha 
llegado a�n a superarlos)� (18). 
El di�logo con los 
cl�sicos no se detiene en el homenaje, sino que se expande al presupuesto 
ideol�gico de que toda mirada sobre el presente tiene que partir 
intencionalmente del pasado para poder perdurar.  La contemporaneidad de Talens 
�y una de sus mayores aportaciones� no se halla, a diferencia de �los 
nov�simos�, en los referentes del cine, la TV, la cultura pop, o el retrato del 
mundo de los j�venes, sino en haber sabido entresacar de la literatura cl�sica 
espa�ola personajes y g�neros que adquieren un nuevo contenido desde las 
reivindicaciones pol�tico-sociales del presente, de las que ellos se constituyen 
asimismo como respuesta: la centralidad del personaje femenino como apoyo a la 
conquista de libertad de las mujeres, o la actualizaci�n de la picaresca como 
espacio rescatado para el oprimido.  Por ello, a pesar de que la 
intertextualidad con la literatura cl�sica espa�ola es uno de los rasgos m�s 
definitorios de la producci�n de Talens, su obra debe afirmarse dentro de la m�s 
rotunda contemporaneidad, aliada con autores que moran en el pasado ficcional y 
en el pasado pol�tico-social, pero desde un presente al que buscan dotar de 
sentido.  Entre los autores que moran en el pasado de la ficci�n mediante la 
recreaci�n del ayer y su escritura, Talens se hermana con Paloma D�as-Mas, 
Lourdes Ortiz, y con el Eduardo Mendoza de La ciudad de los prodigios; 
mientras que los discursos de cr�tica al statu quo lo acercan a los 
mundos narrativos de escritores como Manuel V�zquez Montalb�n, Antonio Mu�oz 
Molina, Julio Llamazares o Alfons Cervera.  La intertextualidad como 
m�todo auto-reflexivo de escritura y la cr�tica pol�tica al poder como tema 
omnicomprensivo son dos de las grandes columnas de H�rcules de Manuel Talens, 
como tratar� de elaborar en adelante.  Pero antes de cerrar de modo conclusivo 
el abanico, vamos a admirar todos sus colores�   
  
La par�bola de Carmen la 
Reina: 
 
Las dos novelas de Manuel 
Talens, La par�bola de Carmen la Reina (1992) e Hijas de Eva 
(1997), y su volumen de cuentos Venganzas (1994), son un para�so para el 
cervantino lector avisado, que ve resurgir ante sus ojos tanto los textos 
cl�sicos espa�oles como auto-referencialmente el mismo mundo ficticio creado por 
Talens a la manera de Regi�n o M�gina.  La par�bola de Carmen la Reina 
asombr� un�nimemente por la �ebriedad narrativa [de lo que era un] volc�n en 
erupci�n� (S�nchez Torre, �El don��) del que se desprend�a una m�s que prolija 
intertextualidad usada por Talens para aludir y homenajear a los cl�sicos, a 
personajes p�blicos de la cultura, la literatura y la pol�tica, y a los 
Evangelios (Salanova), en una verdadera �selva de referencias culturales� 
(Ruiz Casanova, �A contracorriente�). M�s adelante nos detendremos en la 
importancia de la intertextualidad en Hijas de Eva y en Venganzas.  
Con La par�bola tenemos, seg�n la definici�n de su autor, una �Biblia 
ap�crifa�[iii], 
es decir, estamos ante la re-escritura del texto sagrado que m�s ha determinado 
la historia del mundo occidental: la venida al mundo de un Cristo que con su 
propia vida redimir� a la humanidad de sus miserias, tal como estaba profetizado 
desde el principio de los tiempos.  La re-escritura es provocativa, profana, 
escandalosa, par�dica; y la ambici�n del proyecto tan merecedora de atenci�n 
como la dignidad y riqueza de su resoluci�n.  La intertextualidad b�blica no se 
queda en el puro juego referencial, sino que adquiere su m�s completa 
significaci�n en la denuncia de la progresiva y perversa metamorfosis sufrida 
por el mensaje religioso-moral cristiano, el cual tendr�a que haber guiado las 
acciones pol�ticas de los poderosos en Espa�a desde la �poca de los Reyes 
Cat�licos, origen ancestral de una Par�bola que comienza en la batalla de 
Bail�n.  De ah� el estrecho maridaje en la producci�n de Talens entre 
intertextualidad y cr�tica al poder.   
La par�bola de Carmen 
la Reina sit�a 
su acci�n en el imaginario pueblo de Artefa (paranomasia del tambi�n pueblo de 
Atarfe), situado en la Alpujarra granadina, de donde remanece la familia materna 
de Talens, narrando de forma coral las vidas de m�s de  medio centenar de 
habitantes de esta cortijada durante el siglo XIX.  La mayor�a de los cr�ticos 
literarios han contextualizado esta novela como seguidora del realismo m�gico 
del boom latinoamericano, concretamente de la saga de Cien a�os de 
soledad de Garc�a M�rquez (Senabre; Sanz Villanueva, �Novela total�; 
Echevarr�a, �Lecciones��; Mi�ambres, �Sorprendente��; Alonso, �Novelar��); por 
otra parte, aunque �lo m�gico irrumpe a menudo en la historia [sus episodios 
est�n] m�s cerca del esperpento ib�rico que del realismo m�gico americano� (Gim�nez 
Corbat�n)[iv].  
Apart�ndose de ambos enclaves, y a pesar del reconocimiento por parte de estos 
autores de que La par�bola hunde sus ra�ces en el lenguaje, en el sentir 
popular andaluz y en la m�s t�pica geograf�a de la ciudad de la Alhambra, tan 
s�lo la rese�a de Mois�s Mori (1993) ha reconducido sabiamente la novela a los 
parajes de la literatura existente sobre la comarca de la Alpujarra, situ�ndola 
en la tradici�n comenzada por Gerald Brenan y Pedro Antonio de Alarc�n, y 
continuada en nuestros d�as por Antonio Gala y Adelaida Garc�a Morales.  
Del pueblo de �rgiva procede la abuela materna de Talens, la abuela Carmen que 
le contaba historias cuando ni�o cri�ndolo hasta los nueve a�os; y por ella el 
nombre de la tard�a protagonista, Carmen la Reina, que no aparece como el Cristo 
de la Biblia hasta el final, aun cuando su alumbramiento estuviera 
profetizado desde el principio en la herm�tica lengua hebrea del medall�n: 
�Ahora todo es tristeza, pero vendr� el momento en que una reina derramar� su 
sangre por nosotros, y siete a�os m�s tarde llegar� el d�a del tali�n� (313).  
El discurso feminista de defensa y exaltaci�n de la mujer �encarnado tambi�n en 
las dos protagonistas de Hijas de Eva y en los personajes femeninos de 
Venganzas� es otra de las constantes del autor, el cual por una parte 
reviste valientemente a Carmen la Reina de la excepcionalidad debida a la 
alter ego femenina del Cristo, y por otra dota a las mujeres campesinas 
artefe�as de fortaleza, humor y sabidur�a, devolvi�ndoles las merecidas riendas 
de sus casas y sus vidas.   
Lo que atrajo 
poderosamente la atenci�n de los cr�ticos sobre esta madura �pera prima 
fue �en la continuaci�n de la tradici�n neobarroca� el uso explosivo y 
preciosista a la misma vez del lenguaje, con rasgos que reaparecer�n en 
Venganzas y en Hijas de Eva: profusi�n l�xica, riqueza de un 
vocabulario lleno de cultismos, arca�smos y neologismos, terminolog�a m�dica 
tanto de curanderos y matasanos como de galenos de universidad, refranes, coplas 
populares, adivinanzas, trabalenguas, chascarrillos, etc.  La versatilidad 
mostrada en el buen hacer de muy diversos g�neros literarios reiteraba la 
solidez del escritor: el epistolar con el narratario �A Te�filo� que encabeza la 
novela �reducido en la segunda edici�n�, las escenas costumbristas sobre la vida 
artefe�a, los cuentos que suponen cada una de las vidas narradas, la parodia a 
veces esperp�ntica que rebosa comicidad y sentido del humor, y el collage 
que incluye un plano de las Alpujarras datado en 1852, un �rbol geneal�gico de 
los habitantes de Artefa, un d�ptico en hebreo como cabecero del texto, y en la 
segunda edici�n una foto del medall�n.  Mediante la fragmentariedad que implican 
estos juegos, Talens entrecruza los planos ling��stico y tem�tico: un lenguaje 
cincelado como constante estil�stica, y una cr�tica al poder como leit-motiv.  
Talens le recuerda al lector que no existe reconciliaci�n posible entre el nivel 
de la representaci�n y el de su referente hist�rico: frente a la posibilidad de 
una dial�ctica, s�lo queda la contradicci�n irresoluble; frente a la 
absolutizaci�n de la verdad, la apuesta por la multiplicidad de perspectivas. La 
opci�n est�tica de Talens es un camino coherente, y por ello bien elegido, que 
encarrila la lectura hacia una clara opci�n socio-pol�tica.   
Debido a su capacidad 
subversiva contra un poder usurpador, la parodia es otro de los rasgos que 
sistem�ticamente caracteriza la escritura de Manuel Talens.  Parad�jicamente, 
esta nueva Biblia, en su orden por definici�n totalizador, se propone 
como una contestaci�n desde su asumida provisionalidad e intertextualidad al 
car�cter totalizador de todos los textos sagrados.  Lo expl�cito de la cr�tica 
pol�tica junto con el recurso a la parodia alejan el peligro de la 
contradicci�n:  La par�bola es una gran parodia de la Biblia, del 
acto escritural, y de s� misma en su introvertida autoconciencia.  La iron�a 
par�dica se expresa en m�ltiples formas en esta obra, y entre ellas �como bot�n 
de muestra� el retru�cano adquiere su expresi�n m�s ingeniosa en la nota 
autorreferencial en la que Talens cita su propia novela �ligeramente cambiada de 
t�tulo� dentro de la lista eclesi�stica de libros prohibidos, atribuy�ndosela a 
modo de homenaje a su hermano, el poeta y cr�tico literario Jenaro Talens, bajo 
el pseud�nimo que �ste utiliza: �...La Divina Comedia de Dante Alighieri 
y La par�bola de la reina andaluza de Ram�n Carmona, calificada de 
peligrosa por el Tribunal eclesi�stico y recientemente a�adida a la inagotable 
lista del �ndice de libros prohibidos; esta obra lo dej� espantado: �c�mo era 
posible que el historiador que la escribi� supiese cosas que parec�an cosas de 
su propia existencia?� (195).  De esta manera, la parodia metaficticia que 
Talens nos ofrece en La par�bola nos desvela el funcionamiento de un 
nuevo leit-motiv en la producci�n de Manuel Talens, su car�cter 
metaficticio, el cual depende de la previa quiebra de la autoridad de todo acto 
de escritura y de la tela de ara�a intertextual que teje indefinidamente los 
discursos de la historia y de la ficci�n.  No en vano el autor define su propia 
novela como �ap�crifa�, en un gui�o a su propia autor�a y al canon �no s�lo 
sagrado� en su labor inclusiva.  Un ligero giro de tuerca basta para convertir 
la parodia en s�tira contra aquellos personajes que ejercen tir�nicamente un 
poder usurpado: el cura de Artefa vendido a quien le invite a un buen comer, la 
caciquil familia de la �en sus or�genes criada� Petra Almod�var, y la guardia 
civil responsable de la injusta muerte de Felipe Arteaga.  
Junto con La par�bola, 
tambi�n en Hijas de Eva y en Venganzas la intertextualidad, el 
lujo de un lenguaje transido de resonancias pasadas, el trabajo constante con 
los diversos g�neros literarios, la parodia, la autoconciencia reflexiva de la 
metaficci�n, y la elecci�n de protagonistas femeninas son los elementos que a 
nivel estructural definen el estilo de Manuel Talens.  M�s all�, la 
riqueza discursiva se funde con la proliferaci�n heterogl�sica de los diferentes 
niveles tem�ticos en La par�bola.  Con raz�n los cr�ticos antes citados 
han dicho de ella que es, desde una parodia heterodoxa e irreverente de la vida 
de Jesucristo, encarnado en la figura de Carmen la Reina; hasta un ajuste de 
cuentas con el pasado hist�rico espa�ol en una reivindicaci�n de la izquierda 
m�s militante.  Desde una deconstrucci�n de las mentiras y opresiones hist�ricas 
sobre la raza, clase, religi�n y sexo �en la figura de Carmen, gitana, pobre, 
libertaria y mujer�; hasta la asunci�n de la imposibilidad de todo discurso 
ut�pico y anarquista como anclaje ideol�gico para una mejora pol�tica real.  
Desde una determinada comprensi�n de la historia que culmina en una amarga 
lecci�n sobre la fatalidad del poder y la val�a de la resistencia �pica; hasta 
el retrato de una humanidad zarandeada por las pasiones m�s hondas del amor, el 
sexo, la venganza y el dolor.  Desde su declarado y militante anticlericalismo; 
hasta su uso y hasta abuso de lo escatol�gico.   
La par�bola que encierran 
las diferentes lecturas que La par�bola permite es que los t�rminos de 
verdad y falsedad s�lo conducen a cerradas teleolog�as, frente a las cuales la 
ficci�n debe contestar exhibiendo desnudas las verdades y mentiras de una 
Historia que es tambi�n construcci�n: �el arte rescata la verdad de manos de las 
mentiras de la historia�, cita Talens a Carlos Fuentes en el exergo.  La 
par�bola, am�n de las otras dos obras del autor, despliega una mirada 
esc�ptica a las versiones oficiales de la historia, problematizando la misma 
posibilidad del conocimiento hist�rico, al depender �ste para su transmisi�n 
bien de sucesivas instancias de un poder que es siempre enemigo, bien de la 
dudosa fidelidad de la tradici�n oral: �paso a narrarte de mi pu�o y letra que 
dicen que han dicho que dec�an que hab�an o�do decir que alguien dijo que le 
dijeron�� (16).  Frente a la inevitabilidad de la ceguera hist�rica, el autor va 
a proponer que la ficci�n, pese a ser una construcci�n m�s basada en otras 
construcciones, en una cadena sin origen, tiene sin embargo el poder de llegar 
no a la verdad, sino a una diversidad de mundos posibles que ponen al nuestro 
entre par�ntesis: �una vez compuso una historia con fragmentos dispersos de 
todos los cuentos que hab�a escuchado en su vida, y el resultado fue tan bonito 
que, al leerlo, las palabras le hablaban de otras palabras, y �stas a su vez le 
mostraban caminos diferentes que antes nunca hubiese sospechado, se bifurcaban, 
se repet�an y regresaban al punto de partida, y enmudec�an cuando ella cerraba 
su libreta� (292).   
Si unimos la reflexi�n 
metaficticia analizada previamente con este nuevo rasgo de re-escritura 
historiogr�fica, bien puede calificarse La par�bola �no tan f�cilmente 
Venganzas ni Hijas de Eva� como una �metaficci�n historiogr�fica�, al 
menos en la aplicaci�n m�s simplificada del concepto, tal y como �ste ha sido 
teorizado por Linda Hutcheon[v].  
Dicha clasificaci�n posibilitar�a la lectura de esta novela de Talens 
asoci�ndola a un corpus literario posmoderno que busca mediante la historia 
subterr�nea, no contada, la disoluci�n de las narrativas legitimizadoras del 
orden del pasado[vi]. 
 Dicha interpretaci�n necesita de dos pilares b�sicos: el repaso de los eventos 
pol�ticos que m�s significativamente jalonaron el siglo XIX espa�ol, de los 
cuales nos informa puntualmente la novela; y el efecto que tales eventos produce 
en las dif�ciles vidas de los habitantes de Artefa, los cuales van hilando con 
sus avatares un contra-discurso oficial tejido de intrahistoria.  Frente a las 
decisiones de las �lites pol�ticas, sus repercusiones en las pobres vidas de los 
artefe�os.  Esta apuesta por los oprimidos nos hace retomar otro de los leit-motivs 
de toda la obra de Talens:  la desgarrada visi�n pol�tica de los que todav�a se 
sienten vencidos o voceros de los vencidos a causa de las falsedades de un 
franquismo cuyas consecuencias se perciben recicladas �que no completamente 
clausuradas� en la democracia[vii]. 
 
De entre los agricultores 
que malviven de unas tierras de mayorazgo que el Decreto Real de Fernando VII 
convirti� definitivamente en patrimonio territorial, pasando del generoso 
trabajo de generaciones campesinas a las manos codiciosas de la Duquesa Petra 
Almod�var, Talens ha escogido a una gitana y a un jud�o, Carmen y el Doctor 
Lucas Toledano, como �ltimos protagonistas de una historia de defensa de las 
minor�as hist�ricamente marginadas en Espa�a.  Una historia que es, por otra 
parte, un gran relato de amor, como todos los de Talens, ya que frente a las 
utop�as anarquistas que pretenden salvar al campesinado andaluz, el amor es la 
�nica fuerza que m�gicamente regala la alegr�a de vivir a este m�dico 
librepensador y solitario de 58 a�os, y a la que fuera su paciente desde que 
naci�, la joven Carmen, enamorada de la cultura y de su vida junto a �l, a pesar 
de sus j�venes 23 a�os y de estar todav�a casada con un Almod�var, quien no 
pod�a menos que llamarse Poncio.  En este contexto es donde cobra todo su valor 
la revalorizaci�n que Talens lleva a cabo de la ra�z plural del pueblo granadino[viii], 
y por extensi�n espa�ol, en las herencias �rabes y hebreas que pujaron por 
sobrevivir en las Alpujarras m�s que en cualquier otra regi�n de Espa�a.  Dicha 
revalorizaci�n no es gratuita en el a�o de publicaci�n de la novela, 1992, 
cuando el pa�s est� replante�ndose por mor de intelectuales y pol�ticos su 
identidad frente al mundo, y cuando el alegato contra la Espa�a unitaria 
heredada de los Reyes Cat�licos enlaza con el discurso de Juan Goytisolo.  
Origen multicultural y mestizo que mediante el cobarde asesinato de Carmen a 
manos de Poncio Almod�var, y en una circularidad temporal que niega todo 
progreso, desemboca en el Apocalipsis: simb�licamente la revoluci�n rusa de 
1917.  El a�o 1917 cierra La par�bola de Carmen la Reina, y abrir� cinco 
a�os m�s tarde Hijas de Eva.  
            Imbricada con 
la cr�tica al poder y la defensa de los marginados se desarrolla la visi�n que 
Manuel Talens quiere transmitir sobre la figura del anarquista, tan desplazada 
de las letras espa�olas actuales, pero reincidente en las dos novelas y los 
cuentos de nuestro escritor.  Tras el cobarde asesinato de los l�deres 
anarquistas a manos de la guardia civil, Carmen la Reina se ofrece como 
dirigente de este creciente grupo pol�tico, lo que la enemista con las fuerzas 
de la hegemon�a desencadenando su muerte.  La idealizaci�n, e incluso 
romantizaci�n del personaje, de los objetivos de libertad, de la asociaci�n con 
la cultura �los libreros de Granada son anarquistas�, y del sacrificio por el 
pueblo es total, llevando a borrar de ellos cualquier atisbo de 
violencia.  No debe olvidarse que el movimiento anarquista fue de una enorme 
heterogeneidad interna, y en �l se integraban tanto tendencias que propagaban el 
amor libre, una fuerte �tica de la austeridad, la promoci�n de la cultura[ix], 
la vida en comunidad, y hasta el pacifismo;  como el anarcoterrorismo, 
cultivador de la violencia y defensor de �la propaganda por el hecho�.  Este 
�ltimo, tristemente famoso por sus atentados, tuvo como eco la elaboraci�n por 
la Escuela positiva del Derecho penal de una tipolog�a criminal que clasificaba 
al anarquista como a un delincuente fan�tico, violento y antisocial[x].  
Por todo ello, la d�cada de los a�os �30 dej� como herencia la imagen popular de 
unos individuos peligrosos y resentidos, situados al otro extremo de su propia 
utop�a de perfecci�n.  En tanto que vencidos no s�lo por nuestra guerra, sino 
por el peso de la historia, Talens los rescata para defender lo que de bueno 
tenga todav�a esa primera tendencia anarquista, en una propuesta de validez no 
para una lucha pol�tica real y actual, sino como emblema intemporal y universal 
de una resistencia �pica frente a la tiran�a del poder y una b�squeda del ideal 
constituida en deber ser.     
Esta reflexi�n sobre el 
poder puede ayudar a clarificar el significado de un nuevo elemento presente en 
toda la obra de Manuel Talens, como es la omnipresencia de lo escatol�gico�en la 
tradici�n de Cervantes, Quevedo o Cela� el cual bien puede responder a la 
familiaridad que el Talens m�dico quiere transmitir sobre las inmundicias 
corporales como fen�menos vitales (Esteban, �Historia��).  Existe, sin embargo, 
otro nivel hermen�utico para el centenar de episodios escatol�gicos que 
pespuntean las 336 p�ginas de la novela,  los cuales reaparecen de nuevo con 
insistencia en Hijas de Eva, alcanzando protagonismo absoluto en 
el cuento �Ucron�a� de Venganzas, donde el asombrado lector asiste 
maniatado al postrer suspiro de Franco, quien muere ahogado entre excrementos.  
La cultura popular muestra numerosas veces el estrecho v�nculo existente entre 
la mera menci�n de lo escatol�gico y la transgresi�n que mueve a la risa.  La 
f�rrea represi�n que ciertas �pocas hist�ricas ejercieron sobre la libre 
expresi�n de la pol�tica, la sexualidad y la religi�n ha dejado desde el pasado 
como una v�a de escape �como una de las pocas transgresiones posibles, s�lo 
rompedora de las �buenas costumbres� pero no de ning�n estricto c�digo de 
silencio� lo escatol�gico.  Alej�ndose de dichas �buenas costumbres�, Talens 
rehusa dejar de lado la reiteraci�n con que la escatolog�a se adue�a del humor 
popular, ya que este humor se abre paso constantemente en toda la obra de Talens 
como un nuevo motivo recurrente.  Al deseo de hacer re�r se une un manejo 
variado, pol�ticamente hiriente numerosas veces, de este recurso: las venganzas 
contra las injusticias, las burlas contra el cura y la sencillez de la 
humanidad, son escatol�gicas.  Incluso la muerte de la Duquesa acontecer� entre 
excrementos, ya que el tercero de los Curiel, harto de que en un ejercicio 
personal�simo del derecho de pernada Petra Almod�var haya no s�lo yacido durante 
d�cadas con su abuelo, su padre y �l mismo, sino tambi�n les haya humillado 
roci�ndoles con sus excrementos a la menor ocasi�n, la remata ahog�ndola entre 
orines.  En La par�bola, el humor encuentra su expresi�n en lo 
escatol�gico, pero tambi�n en la fina iron�a que hace al autor re�rse de s� 
mismo en su profesi�n m�dica: durante unos a�os Manuel Talens se dedic� a los 
trasplantes capilares, de los cuales se burla por boca del gitano Juan de Espera 
en Dios, cuando se le pide �algo contra el calvatrueno�: �Rub�n, ya te enga�� 
una vez jugando al tute �respondi�. No me pidas que lo haga de nuevo� (192).  
La escatolog�a y la concepci�n l�dica de una literatura pensada para divertir se 
dar�n de nuevo la mano en Venganzas e Hijas de Eva.  
  
Venganzas: 
En su revisi�n de la 
crueldad de la �poca franquista, el volumen de cuentos Venganzas  (1994) 
vuelve a presumir de la versatilidad estil�stica de un autor que graciosamente 
acomoda su lenguaje al contexto hist�rico que ficcionaliza.  Por otra parte, en
Venganzas la intertextualidad vuelve a ponerse claramente al servicio de 
la cr�tica socio-pol�tica, ya que la guerra civil es el comienzo obsesivo para 
Manuel Talens de la asfixiante mordaza que va a cubrir por d�cadas a Espa�a, 
tapando con su manto de victoria el sufrimiento, odio y frustraci�n de los 
personajes perdedores republicanos que llenan sus p�ginas, los cuales recogen la 
antorcha de la marginalidad que era representada por la gitana y el jud�o en 
La par�bola.  Toda la cr�tica ha se�alado esta recuperaci�n de los vencidos 
en el objetivo, esta impotencia y sarcasmo en el tono que rezuman de una 
rebeld�a que se sabe vencida de antemano, este deseo de venganza en el tema que, 
dando t�tulo a la colecci�n, ha impregnado hist�rica y culturalmente la 
idiosincrasia popular como herramienta de justicia y como s�ntoma del trauma[xi].
 
            Venganzas 
se compone en su primera parte de nueve relatos articulados de una u otra forma 
en torno a la venganza, y de una segunda parte dedicada en su tr�ada de 
historias breves al amor como redenci�n para tanto sufrimiento, como �nica 
conclusi�n v�lida, como �nica propuesta de sentido como ve�amos  en La 
par�bola y veremos en Hijas de Eva.  Es ciertamente ir�nico que un 
autor tan abiertamente anticlerical termine acudiendo al amor �construcci�n 
apropiada por el catolicismo especialmente desde el Concilio Vaticano II para 
ser eje de su doctrina� como �nica clave posible para la felicidad humana, lo 
cual convierte a su obra en una producci�n humanista.  En el tr�ptico final, el 
amor va a ocupar la posici�n de la denuncia en los nueve primeros cuentos, y si 
esta �ltima transpiraba sarcasmo e impotencia, el primero va a sacar a 
borbotones ternura y humor, principalmente en �Iracema� y �Se�orita Custodia�; 
sin embargo, la risa en estos cuentos como herramienta del amor est� bastante 
alejada de la burla hiriente, cargada de contenido pol�tico, que impregna la 
muerte de Franco en �Ucron�a�. El �ltimo relato de la colecci�n nos muestra el 
nexo de uni�n entre las dos partes: �Hoy s� que el odio tiene la misma medida 
que el amor� (Villanueva 9).  
            La colecci�n 
se abre con los versos de Blas de Otero ��Tierra tan vieja que / no ha lugar a 
la esperanza?� (11), y aunque esa esperanza se materializa en el r�pido 
desenlace de la guerra civil y en una Espa�a que puede ser no �una ni grande, 
sino libre como el viento� (34) gracias a la muerte de Franco en �Ucron�a�, 
sigue siendo una ilusi�n truncada fuera de lo ficticio, lo que permite cerrar 
Venganzas con las palabras circulares: �Este pa�s, probablemente, ya no 
tiene remedio� (250).  Este mismo escepticismo distanciado es el que originaba 
en La par�bola la puesta entre par�ntesis de las narraciones 
legitimadoras del pasado, en su intento fallido de erigir una verdad o 
totalidad.  Dentro de este contexto, Talens intenta en Venganzas 
recuperar el pasado mediante voces narrativas que, al articularse como reflejos 
de la fragmentariedad de la memoria, ellas mismas aparecen, especularmente, 
fragmentadas, dispersas, carentes de una identidad estable.  En �El martirio de 
San Sebasti�n�, la supuesta mujer madura en busca de una fugaz noche de pasi�n 
es en realidad un cura castrense que venga con la muerte de sus amantes el nunca 
olvidado asesinato de su padre en un campo de concentraci�n.  Adem�s del 
inmediato sesgo anticlerical �el farise�smo de la profesi�n sacerdotal se 
expresa mediante el asesinato y el enga�o sexual�, Talens cuenta las vivencias 
de un ni�o en nuestra contienda fratricida de una manera ciertamente creativa si 
la comparamos con la recreaci�n de la mirada de los ni�os de la guerra a la que 
nuestra narrativa, incluso la m�s reciente, nos tiene acostumbrados.  �Venganzas 
en forma circular� transforma al narrador omnisciente en un m�dico traumat�logo 
atrapado en una cadena de ajustes de cuentas, quien se declara sin ambages 
indigno de confianza: �si yo no miento, lo cual tambi�n es posible� (97).  A 
trav�s del mismo t�tulo de �Espejo deformado por el tiempo�, el Borges narrador 
intenta reconocerse en el espejo del tiempo, sin poder encontrar su propia 
imagen �as� como tampoco encuentra el pergamino de San Isidoro de Sevilla�, 
hallando tan s�lo la reverberaci�n repetida de su derrota.  Inmersa en la 
realidad ca�tica del pasado todo arte, y c�mo no, la literatura, proceso y 
producto �reflexi�n metaficticia como leit-motiv� es ensalzada como �nico 
mecanismo capaz de crear sentido, de esbozar una coherencia, de que prevalezca 
la comprensi�n humana sobre el sinsentido, que es la promesa de futuro de la 
pintora Eva Mar�a en el relato �Hasta que la vida nos separe�.   Al final, Eva 
Mar�a se reencuentra con ella misma mediante el cambio de la segunda persona 
narrativa a la primera.  Este cuento es, adem�s, el que presenta m�s claramente 
la perspectiva feminista de Talens, ya que Eva Mar�a es capaz de volver a pintar 
y rehacer su vida emocional s�lo cuando destruye la dependencia que durante once 
a�os la mantiene atada a su antiguo novio ��no ha sido la muerte, sino la vida 
quien logr� separaros� (197)�, imponi�ndose su deseo de autodeterminaci�n sobre 
las esclavitudes de novela rosa: �la promesa de amor eterno que os hicisteis en 
tiempos felices� (197). 
            La constante 
de la intertextualidad sigue ocupando un lugar privilegiado en Venganzas, 
expandida en m�ltiples direcciones: 1) autorreferencialidad con personajes y 
lugares de La par�bola de Carmen la Reina y hasta de lo que llegar� a ser
Hijas de Eva, 2) integraci�n de unos cuentos en otros como construcci�n 
de un universo aut�nomo, 3) di�logo con la literatura del Siglo de Oro, 4) 
homenaje y reconocimiento a autores contempor�neos.  El ficticio Jusep Torres 
Campalans de Max Aub anuncia en �Hasta que la vida nos separe� que estamos 
frente a una pintora cuya obra es tan ficticia como la suya, y a quien tan s�lo 
el sufrimiento como magistra vitae podr� devolverle el gusto por 
los pinceles.  Federico Garc�a Lorca es una de las constantes intertextuales m�s 
usadas por Talens, siendo su muerte, su ejecutor y sus compa�eros de infortunio 
recreados en �Fascis, Fascis�, �El Circo de este Mundo� y en �Se�orita 
Custodia�, cuento este �ltimo en el que Talens lleva a la literatura el 
reencuentro con un antiguo amor tras muchos a�os de separaci�n.  
Los g�neros de la confesi�n y la picaresca fusionan El Lazarillo y La 
familia de Pascual Duarte de Camilo Jos� Cela en la voz de un inocente 
falsamente acusado de asesinar a su novia en �Fascis, Fascis�, cuando el 
represivo estado fascista es, en �ltima instancia, el �nico culpable.  La 
cr�tica al r�gimen franquista, usurpador e ilegal, hermana a todos los cuentos y 
a todos sus protagonistas bajo la sombra de un poder nunca nombrado por 
constantemente presentido.   La presencia repetida del g�nero picaresco muestra 
la atracci�n que el autor siente por esta escritura, que culminar� con Hijas 
de Eva.  Am�n de numerosos exergos afines, �Resurrecci�n de la carne� narra 
a la sombra de El Busc�n de Quevedo, la historia de un joven 
universitario que, en su deseo de medrar, se mezcla con lo peor de los bajos 
fondos para finalmente huir amedrentado por la necrofilia de su amigo el 
sepulturero, personaje que ir�nicamente ser� el que m�s medre al ser canonizado 
a�os m�s tarde por haber resucitado milagrosamente a la muerta a quien violaba.  
De nuevo el burl�n apunte anticlerical, al haber proclamado Juan Pablo II en sus 
casi 23 a�os de pontificado a un total, hasta la fecha, de 1227 beatos y 443 
santos, la mitad de los elevados a la gloria de los altares durante toda la 
historia de la Iglesia Cat�lica.  El cipote de Archidona de Camilo Jos� 
Cela es el antecedente del personaje de El Enano Incre�ble en �El Circo de este 
Mundo�; el mundo borgiano es el eje sobre el que giran �Venganzas en 
forma circular� y �Espejo deformado por el tiempo�; y de nuevo el mundo b�blico 
el sustento de las numerosas met�foras religiosas en �El Circo de este Mundo�, 
�El martirio de San Sebasti�n� y �Resurrecci�n de la carne� (Losilla, 
�Apolog�a��).  
            Junto con la 
intertextualidad y la denuncia pol�tica contra un poder ejercido tir�nicamente, 
la escatolog�a y el sentido l�dico de la literatura vuelven a aparecer numerosas 
veces afianzando a Manuel Talens como un autor fiel a sus obsesiones: ��Ay, Lolo, 
c�mo me r�o contigo �barbullaba con las l�grimas resbalando a goterones por las 
mejillas�.  Qu� raz�n ten�a mi abuela Rosalina al decir que no hay nada m�s 
gracioso que la mierda� (234).  De igual manera que en La par�bola la 
escatolog�a como divertimento se troca en instrumento subversivo de la venganza 
del d�bil contra el poderoso, en �Ucron�a� ser� una marea imparable de 
excrementos la que ahogue sin remedio a Franco, en una parodia de la muerte m�s 
llorada/deseada de la reciente historia de Espa�a.  Es �sta la muerte m�s 
humillante que la literatura espa�ola ha conjurado nunca para el dictador, desde 
un narrador omnisciente que reclama para s� el papel de verdugo en nombre de las 
v�ctimas de tanto terror como se desat� con un golpe de estado que nunca deb�a 
de haber acontecido[xii].
 
De nuevo otra constante 
tem�tica se confirma en la reivindicaci�n de la figura del anarquista, que ya 
apareciera en los personajes de Carmen la Reina y su compa�ero Lucas Toledano en
La par�bola.  El apego a la figura del anarquista proviene en Manuel 
Talens de su t�o, Salvador Hidalgo Savoret, a quien el autor dedica La 
par�bola como a un �durruti an�nimo�, y el empe�o adquiere toda su 
significaci�n desde el momento en que el anarquista es uno de los personajes que 
menos podemos encontrar entre las p�ginas de la literatura espa�ola reciente,
por el reto que puede suponer enfrentarse con una seria reevaluaci�n 
hist�rica[xiii] 
de su papel.  En Venganzas, el anarquista es el protagonista hom�nimo del 
relato �Jes�s Galarraza�, quien desde el primer momento es identificado por su 
nombre de pila y por su �tristeza de crucificado� (35) con la figura sacrificial 
de un Cristo, mientras que su apellido satiriza el orgullo franquista de la raza 
ib�rica.  En �Jes�s Galarraza� va a llevarse a cabo la re-humanizaci�n del 
anarquista, dej�ndose asentado desde el principio en un expl�cito punto y aparte 
que �era un hombre de bien� (38).  Para conseguir este objetivo de revestir con 
atributos humanizados a lo que es un personaje maldito en gran parte del 
imaginario popular, Talens nos muestra el drama desgarrado de la supervivencia 
en la clandestinidad del monte, a imagen y semejanza de los maquis que Julio 
Llamazares presenta en Luna de lobos.  A trav�s de su miedo y angustia, 
su aspecto mortecino, su eterna hambre, sus pupas ulcerosas y su �espantable 
traza inhumana� (41), el protagonista y sus doce hombres, �solos y perseguidos 
como alima�as� (41), son presentados como v�ctimas, como supervivientes en 
condiciones de extrema necesidad.  El paso siguiente llevar� a Talens a 
engrandecer m�ticamente a Jes�s Galarraza mediante una profusa intertextualidad 
con los Evangelios, hasta el tama�o del mejor de los hombres, el Cristo 
venerado por sus doce disc�pulos, que es sacrificado para salvar a la Humanidad, 
y que resucita elev�ndose majestuosamente hasta el Cielo y hasta Dios Padre.  Un 
apunte al porqu� de tal representaci�n lo encontramos en La par�bola:
 
  
  
Se trataba de una 
historia titulada el Evangelio del Obrero de Nicol�s Alonso Marselau; era 
sobre un personaje que representaba al Cristo y que aparec�a en Espa�a para 
redimir a las clases trabajadoras, terminando juzgado, condenado y crucificado 
por los Padres de la Patria y el Sumo Sacerdote Sagasta. 
� Y para colmo, resucita, 
y sus seguidores se organizan y anuncian la Revoluci�n �a�adi�, ri�ndose de 
buena gana por la ingenuidad que destilaba el panfleto.  
A trav�s de los a�os 
hab�a desarrollado una incredulidad que le imped�a creer en las utop�as de sus 
compa�eros de fe, y sin embargo al mismo tiempo pensaba que la �nica salida para 
el hombre era la ausencia de autoridad. (312-3)  
  
  
  
Al igual que en La 
par�bola, el claro endiosamiento tiene el prop�sito, mediante el exceso, de 
restituir a trav�s de la ficci�n los atributos de humanidad que la visi�n 
popular heredada de la Espa�a de la dictadura ha negado al anarquista durante 
d�cadas. De nuevo, la inversi�n par�dica se ha mostrado como un afilado 
instrumento de lucha pol�tica en las manos de Manuel Talens. 
  
Hijas de Eva:  
 
Como comentamos 
anteriormente, el a�o 1917 cerr� simb�licamente La par�bola para abrir 
Hijas de Eva, mediante un apocalipsis �violencia hist�rica� que podr� 
conjurarse cuando dos muchachas hu�rfanas se atrevan a cruzar la puerta que las 
conducir� hacia la incertidumbre de la libertad.  En esta segunda novela de 
Manuel Talens, la Granada recreada de forma preciosista en La par�bola, 
escenario tambi�n de Venganzas, es sustituida por Valencia, ciudad en la 
que residi� el autor[xiv] 
desde 1992, y sus decimon�nicos pueblos analfabetos y caciquiles, pero 
generosos.  Si continuamos con la tipolog�a estructural, en Hijas de Eva 
reencontramos el pastiche con fotograf�as de la �poca, p�ginas de peri�dicos y 
portadas de los libros mencionados en el texto (Marco); el uso de m�ltiples 
g�neros literarios, que van desde los romances de ciego, las cr�nicas de viajes 
y el follet�n decimon�nico, hasta la literatura picaresca, la educaci�n 
sentimental, el Bildungsroman y la novela cervantina �la cual deja su voz 
omnisciente a un rosario de personajes que cuentan su historia alimentando la 
narraci�n principal (Bea, �Soy un��)�; el sarcasmo, la parodia y el humor que 
aderezan una deslumbrante capacidad fabuladora (Sanz Villanueva, �Los hilos��); 
un lenguaje literario heredero de Garc�a M�rquez, Cela, Valle Incl�n, Mateo 
Alem�n, Baroja y P�rez Gald�s (Alonso, �Los poderes��; P.M.D., �Luz de��; 
Mi�ambres, �Original recuperaci�n��); el cultivo de la risa �el juicio m�s 
�semi�tico� que sumar�simo al soldado Albors�; y finalmente la omnipresencia de 
lo escatol�gico: 30 episodios esta vez.  
Como pespuntes de una 
cuidada intertextualidad, tambi�n se encuentra la autoalusi�n no s�lo de 1917, 
sino del personaje de Venganzas Jes�s Salvador, de Granada como destino 
final del viaje, y del anarquista Gabriel Porra, �autor� cervantino de su 
primera novela (Obiol, �La pasi�n��; Garc�a Galiano, �El placer��).  Tambi�n 
debe recordarse la quema cervantina de libros no ya de caballer�a, sino de 
santos y virtudes cristianas, que son los que en la m�s �cida veta anticlerical 
de Talens corrompen irredentamente el esp�ritu, y los culpables para Remigio 
Camarasa del veneno que hac�a desear a su hija Fausta meterse a monja.  Similar 
enfoque lo encontramos en el cuento de Paloma D�az-Mas �La discreta pecadora, o 
ejemplo de doncellas recogidas�, en donde la alter ego femenina de Don 
Quijote emprende una enloquecida b�squeda del pecado, para desde lo m�s abyecto 
de �l redimirse p�amente y llegar a alcanzar la santidad de los m�rtires que en 
sus beat�ficas lecturas tanto ha admirado. 
            
En sus rese�as,
Jos� Mar�a Pozuelo 
Yvancos y Lale Gonz�lez han resaltado como tem�tica central de la novela la 
profunda veta feminista que reescribe la picaresca desde las peripecias de dos 
muchachas j�venes y abandonadas, las cuales cambian la cerraz�n de la falsa 
piedad del convento por la amplitud de la libertad que encuentran bajo el cielo 
raso de los senderos.  El t�tulo �Hijas de Eva� fusiona las sugerencias 
sem�nticas b�blicas con las feministas de igual modo que la intertextualidad del 
exergo, G�nesis III 12-24, en la c�lebre maldici�n de Dios contra la 
mujer por haber comido �sta del �rbol prohibido.  Esta condena que ha perseguido 
hist�ricamente a la mujer por el mero hecho de serlo se repite en la Valencia de 
1917, en donde ser mujer, hu�rfana, pobre y analfabeta era la peor condici�n que 
pod�a concebirse para un ser humano: �Qu� raz�n tiene sor Gracia cuando dice que 
las mujeres s�lo tenemos cuatro destinos posibles: casarnos, ir a servir, ser 
monjas o putas� (135).  Sin embargo, ambas protagonistas ser�n capaces de forjar 
un destino mejor para ellas y para sus seres queridos gracias a la valent�a con 
la que van a manejar las riendas de su vida.  La apuesta por los oprimidos 
vuelve a aflorar en estas dos muchachas desamparadas, cuyas cortas vidas han 
conocido la muerte de la madre y la verg�enza de tener un padre gitano y 
presidiario que abusaba de ella para luego abandonarla�Rosilda�, y la locura 
melanc�lica de la madre y el asesinato del padre a manos de su propio hermano 
deficiente mental �Fausta.  A ellas, en una procesi�n de desamparados, se unir�n 
los pordioseros y buscavidas de los caminos, y la esperp�ntica vieja sor Gracia, 
quien nunca pudo llegar a ver el mar a pesar de haber vivido toda su vida en 
Valencia.  El mundo de los bajos fondos ser� mirado esta vez desde unos ojos 
femeninos los cuales, como el Manuel barojiano de La busca, reflexionar�n 
sobre la cl�sica conexi�n entre pobreza y criminalidad.  
La segunda arteria de la 
novela es el tan barroco recurso al desvelamiento de la verdad, encarnado 
fundamentalmente en las conversaciones en las que Rosilda va crucificando poco a 
poco la ingenua percepci�n que Fausta tiene sobre el convento y sobre el mundo.  
Desde el comienzo los nombres de las dos protagonistas apuntan a la dial�ctica 
ser-parecer, siendo inversamente Fausta la c�ndida e inocente, y Rosilda la 
descre�da y luchadora.  Esta tem�tica del desenga�o se estructura mediante el 
recurso al di�logo como forma de ense�ar la una lo que no sabe la otra, en la 
actualizaci�n de �El coloquio de los perros� de Cervantes o de El Critic�n 
de Graci�n.  Como cab�a suponer, lo que la p�a Fausta no sospecha sobre el mundo 
es la estructura y el abuso del poder, que en la l�nea anticlerical de Talens se 
encarnan en sor Patrocinio, superiora del Asilo de Santa Isabel donde profesan 
ambas primas como postulantas.  La denuncia conventual contin�a as� la estirpe 
de Extramuros, de Jes�s Fern�ndez Santos.  La divisi�n tripartita de 
Hijas de Eva ��El pecado original�, �Destinos de mujer�, �El incierto camino 
del �rbol de la vida��  pauta una estructura de camino a recorrer, en el que se 
pasar� del �rbol del bien y del mal al �rbol de la ciencia, de la exclusi�n 
social forzada por los poderosos, a la conquista mediante el conocimiento del 
peque�o espacio de poder que es leg�timo porque es propio.  La observaci�n de la 
tramoya de la vida nos conecta con el tambi�n barroco motivo del mundo como 
teatro, el cual en Hijas de Eva es tambi�n el mundo como cine, como 
representaci�n, como creaci�n de simulacros y miradas, en la mezcla de esplendor 
y asombro que provocaran los primeros cinemat�grafos en los pueblos 
valencianos.  La alabanza de un arte a otro no es nueva, encontr�ndose 
tempranamente en Cinemat�grafo, de Andr�s Carranque de R�os, de 1936, y 
�ltimamente en la recopilaci�n de Jos� Luis Borau Cuentos de cine. 
 
La dial�ctica ser/parecer 
heredada del barroco no se queda en el juego intertextual formal, sino que se 
expande al �mbito del contenido al implicar una problematizaci�n del 
conocimiento hist�rico, el cual, como hemos visto, es contemplado en toda la 
producci�n de Talens con escepticismo: recu�rdense solamente las contradictorias 
versiones que del crimen cometido por los padres de Rosilda dar�n los payos, los 
gitanos, la Guardia Civil, y el romance de ciego.  Por otra parte, la 
intertextualidad adquiere su mayor desarrollo con la picaresca, y especialmente 
con La lozana andaluza de Francisco Delicado, obra apreciada por Talens 
por ser una exaltaci�n de la vida, un canto al placer sexual y una invitaci�n al
carpe diem.  Como en La lozana andaluza, en Hijas de Eva 
ser� la mujer quien tenga que sobrevivir en un ambiente rufianesco anteponiendo 
el realismo de su cruda percepci�n del mundo a cualquier otra consideraci�n: 
��Luego vos no sab�is que se dice que �la esperanza es fruta de necios� como 
vos, y majaderos como vuestro amo?� (83) que, a lo Rosilda, dijera la Lozana a 
Ramp�n.  El valor folkl�rico de La lozana, rica en personajes 
tradicionales[xv] 
y expresiones populares, la convierte en perfecta antecedente de Hijas de Eva.  
Los cuadros sobre la corrupci�n romana se hermanan con la degeneraci�n pintada 
por Talens, de la misma manera que el anticlericalismo, el recurso a los sue�os, 
el ejercicio de la medicina como medro, el gui�o alegre a la prostituci�n, y la 
b�squeda de independencia mediante el trabajo: �de mi oficio me quiero vivir� 
(138).   
Al m�s puro estilo 
picaresco, Hijas de Eva comienza con la narraci�n biogr�fica del origen, 
linaje y condici�n de sus dos protagonistas, las cuales arrastran como Lazarillo 
y el busc�n Pablos el provenir de carne de presidio.  Al abandonar el convento, 
Fausta y Rosilda se lanzan a caminar por los senderos, en una estructura 
novelesca guiada por la sucesi�n de episodios que jalona la picaresca y sus 
cambios de escenarios, que en Hijas de Eva son: Poli�� de J�car, el Asilo 
de Santa Isabel, las calles de Valencia, el camino de Burjasot, la ferreter�a y 
casa del ordinario de Requena, la Pensi�n And�jar y la Venta del Canario.  Esta 
panoplia de escenarios y escenas se completa con la tambi�n necesaria de 
rufianes, gandules y estafadores: los mendigos que acompa�ar�n a Rosilda y 
Fausta hasta que intenten violarlas, el buscavidas ordinario de Requena, la 
Giganta y el Canijo del circo, el ciego trotamundos, el ventero, los guardias 
civiles, el preso, los campesinos del pueblo de Casinos, Miguel el m�sico, las 
putas del prost�bulo, etc.  Y en la hiriente comparaci�n que siempre la 
picaresca establece entre los desheredados y los que s� heredaron, el retrato de 
las clases pudientes satiriza a las damas que practican por aburrimiento la 
caridad en el Asilo, a la corrupta sor Patrocinio y al poderoso patrono, el 
marqu�s de Bri�as. 
 Por �ltimo, la reflexi�n 
sobre el anarquismo va a reaparecer en Hijas de Eva de la mano de 
Pantale�n Torrevieja, preso anarquista que logra escapar de la custodia de la 
guardia civil para poder as� seguir escribiendo su picaresca vida.  Con 
Pantale�n Torrevieja tenemos la iron�a par�dica de ser este personaje quien est� 
escribiendo la historia de su vida, de una vida que sabemos picaresca y de un 
acto escritural que en s� mismo es picaresco desde el momento en que se ha 
otorgado a este g�nero tan diverso el casi �nico rasgo en com�n de ser la 
escritura de una vida[xvi].  
La iron�a par�dica proviene de quedar desperdigados por el camino los folios en 
los que Pantale�n Torrevieja cuidadosamente escrib�a sus avatares, perdi�ndose 
as� su vida, como suponemos que la perder�a de caer de nuevo en manos de los 
civiles, y como la perdieron tantos anarquistas bajo el yugo franquista.  El 
anarcoindividualismo permite la creaci�n de una figura pol�tica como Pantale�n 
Torrevieja, personaje rom�ntico que se enfrenta solo a la sociedad, y hombre 
solitario que no se debe a nada m�s que a su ideolog�a.  De nuevo se propone la 
m�stica anarquista de la libertad como una �tica liberadora frente a la 
dominaci�n y al imaginario jer�rquico, en un proyecto gemelo al que en el �mbito 
de la filosof�a ha llevado a cabo Christian Ferrer en El lenguaje libertario: 
Antolog�a del pensamiento anarquista contempor�neo.  Para Ferrer, el futuro 
del anarquismo se hallar�a en la transmisi�n de un saber impensable en otras 
tradiciones te�ricas emancipatorias, en un saber ant�poda que es capaz de 
diseccionar las impotencias y defectos de la Modernidad �el marxismo no pudo, 
obsesionado con la toma del poder�, y de denunciar el tab� pol�tico de la 
Modernidad: la posibilidad de abolir el orden jer�rquico mediante unas pr�cticas 
comunitarias ajenas a la institucionalizaci�n moderna del poder.  Es este 
contexto te�rico de reivindicaci�n de una actitud, punto de partida, y 
auto-exigencia librepensadora el que, a mi entender, encuadra la propuesta 
ficcional de Manuel Talens.  
El final de Hijas de 
Eva es esperanzador gracias a la fuerza regeneradora de un amor �el amor 
como fuerza salv�fica en la obra de Talens� que va a dar ilusi�n a una Rosilda 
enamorada de Miguel, la visi�n del mar a una sor Gracia que ya puede dejar de 
ser esperp�ntica, una muerte dulce al tenor Gumersindo Postigo gracias a los 
dulces cuidados m�dicos de Fausta, y dinero a todos por la generosidad 
agradecida del tenor.  En la actualidad, Manuel Talens est� escribiendo una 
segunda parte de Hijas de Eva, de la cual ha sido publicado un fragmento 
bajo el t�tulo de Virtudes Pesta�a se encuentra sola, el cual, en su 
densidad, hilaridad y calidad, promete una nueva excelente novela.  Su lectura 
confirmar�, matizar�, cercenar� o a�adir� nuevas constantes ling��sticas, 
narratol�gicas y hermen�uticas a las que se han apuntado aqu�, de entre las 
cuales sobresalen sin duda la riqueza torrencial del lenguaje y de los recursos 
formales, la intertextualidad como forma de hacer y concebir la literatura, el 
compromiso con una escritura que mediante lo l�dico humille la prepotencia del 
poderoso y d� alas al vencido, la propuesta de validez de un amor no predicado 
por el clero sino reinventado cada d�a por quien lo vive, la reivindicaci�n de 
los marginados hist�ricos �gitanos, mujeres, anarquistas, republicanos�, un 
profundo escepticismo hacia todo conocimiento que presuma de absoluticidad y 
verdad, y unas herramientas para combatir a este �ltimo que, uniendo la parodia 
con el sarcasmo, la iron�a, el esperpento y la escatolog�a, subrayan las ra�ces 
en nuestra literatura nacional de una excelente producci�n literaria. Pero 
adem�s, si la enriquecedora diversidad de todo este universo narrativo puede, 
como he intentado mostrar en este trabajo, condensarse en una metaficci�n sobre 
los mecanismos falsificadores que convierten el poder en un instrumento de 
explotaci�n y la Historia en un gran relato, Manuel Talens debe entrar por la 
puerta principal dentro de las narrativas actuales que m�s novedosamente 
intentan explorar la contemporaneidad de nuestro mundo.    
 
  
OBRAS CITADAS 
  
AA.VV. Cuentos de cine. 
Buenos Aires: Alfaguara, 1996. 
Alonso, Salvador. 
�Novelar para la historia�. Rese�a de La par�bola de Carmen la Reina, de 
Manuel Talens. Campus (enero 1993): 39. 
---.  �Los poderes de la 
f�bula y la palabra�. Rese�a de Hijas de Eva, de Manuel Talens. Ideal 
(26 julio 1997): 7. 
An�nimo. Lazarillo de 
Tormes. 
Ed. Camilo Jos� 
Cela. Madrid: 
Revista de Occidente, 1948.  
Baroja, P�o. La busca. 
Obras Completas de P�o Baroja. Madrid: Biblioteca nueva, 1946. 
Bea, Arantxa. �Soy un 
contador de historias�. Rese�a de Hijas de Eva, de Manuel Talens. 
Levante-El mercantil valenciano (16 mayo 1997): 1  
Borau, Jos� 
Luis, ed. 
Cuentos de cine. 
Madrid: Alfaguara, 1996. 
Carranque de R�os, 
Andr�s. Cinemat�grafo. Madrid: Viamonte, 1997. Publicado originalmente en 
1936 por Espasa-Calpe.  
Cela, Camilo 
Jos�. La 
familia de Pascual Duarte. 
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  [i]
  Quiero especialmente destacar la 
  conferencia pronunciada por Jos� Mar�a Pozuelo Yvancos, �La narrativa de 
  Manuel Talens�, el 8 de marzo de 2000 en el Palacio de la Madraza, Universidad 
  de Granada, en un acto presentado por el profesor Antonio S�nchez Trigueros, 
  en el cual Manuel Talens habl� sobre �El oficio de escribir�.  En su ponencia 
  �La narrativa de Manuel Talens�, y sobre La par�bola de Carmen la Reina, 
  Pozuelo Yvancos declar�: �Yo mismo la califiqu� como una de las mejores 
  novelas publicadas en Espa�a en muchos a�os, lo que estoy en condiciones de 
  seguir proclamando p�blicamente�. 
  
  
  [ii]
  Se trata del cuento �Ucron�a�, 
  reeditado en la antolog�a de Anagrama Los cuentos que cuentan, de la 
  cual son editores J.A. Masoliver R�denas y Fernando Valls. 
   
  
  
  [iv] 
  Esta cita puede encontrarse en una rese�a aparecida en Quimera a ra�z 
  de la reedici�n de La par�bola. La reedici�n nos ha proporcionado dos 
  rese�as m�s: �Del valor de la risa� de Emilio Peral, y �Destellos de 
  luci�rnaga� de Vicente March. 
  
  
  [v] 
  Por �metaficci�n historiogr�fica� entiendo aquellos relatos que combinan dos 
  rasgos: la auto-reflexividad y el cuestionamiento del conocimiento hist�rico. 
  Para la selecci�n de 
  estos elementos me baso en la definici�n de Linda Hutcheon en �The Pastime of 
  Past Time�: �historiographic metafiction �novels that are intensely 
  self-reflexive but that also both re-introduce historical context into 
  metafiction and problematize the entire question of historical knowledge� 
  (285-6). 
 
  
  
  [vi] 
  V�ase Metaficci�n historiogr�fica: La novela hist�rica en la narrativa 
  hisp�nica posmodernista, de Amalia Pulgar�n.  La identificaci�n de La 
  par�bola como una metaficci�n historiogr�fica asocia este relato con La 
  ciudad de los prodigios de Eduardo Mendoza, Urraca de Lourdes 
  Ortiz, El general en su laberinto de Gabriel Garc�a M�rquez, y Los 
  perros del para�so, de Abel Posse, ejemplos estudiados por Amalia Pulgar�n 
  como ejemplos paradigm�ticos de metaficciones historiogr�ficas. 
  
  
  [vii] 
  De nuevo, en febrero del 2001, el PP ha rechazado en el Congreso la condena al 
  golpe militar que en el 36 fue causa desencadenante de nuestra guerra civil.  
  Esta ausencia de reconocimiento pol�tico de la culpabilidad de las fuerzas 
  anti-democr�ticas sigue alimentando el sentimiento de que la reconciliaci�n 
  s�lo ha sido posible mediante el nunca resarcido sacrificio de los vencidos en 
  sus m�ltiples facetas, lo que nutre todav�a cierto sector de la producci�n 
  narrativa contempor�nea.  Este, entre otros factores, puede explicar el hecho 
  de que el subg�nero de los relatos sobre la guerra civil y la inmediata 
  posguerra no se haya agotado, a pesar de todas las predicciones hechas en este 
  sentido.   
 
  
  
  [viii] 
  No debe confundirse esta revalorizaci�n cultural con la b�squeda de una 
  identidad nacionalista ligada a alguna de las construcciones socio-pol�ticas 
  que han intentado definir la identidad de la comunidad andaluza desde que �sta 
  consiguiera su estatuto de comunidad aut�noma en los primeros a�os 
  democr�ticos.   
 
  
  
  [ix] 
  V�ase El anarquismo espa�ol: Sus tradiciones culturales. Hofmann, Joan 
  i Tous y Tietz (eds.); y Musa libertaria: Arte, literatura y vida cultural 
  del anarquismo espa�ol (1880-1913), de Lily Litvak. 
  
  
  [x] 
  V�ase Los anarquistas de Cesare Lombroso y Ricardo Mella para este 
  debate cl�sico sobre el anarquismo, protagonizado por uno de los l�deres del 
  movimiento libertario espa�ol y por el m�ximo defensor de la existencia de un 
  sustrato biol�gico que convertir�a en intr�nsecamente criminales a los 
  anarquistas. 
 
  
  
  [xi] 
  V�ase a Pozuelo Yvancos, �Venganzas�; S�nchez Sorondo, �Venganza�; Cella, 
  �Doce maneras de vengarse�; y tambi�n la rese�a an�nima �Doce maneras de 
  enfrentarse al mundo�. 
  
  
  [xii]
  Para un an�lisis m�s extenso del 
  relato �Ucron�a� a la luz de las teor�as del humor de Henri Bergson, Sigmund 
  Freud y Mijail Bajtin, y de c�mo la venganza del sentir popular utiliza la 
  escatolog�a como uno de sus estiletes m�s afilados, ver el cap�tulo ��Ucron�a� 
  de Manuel Talens: Un final de fiestas que torna la tragedia en comedia�, de la 
  tesis doctoral �Las huellas del trauma: El tropos de la guerra espa�ola en la 
  ficci�n de fin de siglo� (Carmen Moreno-Nu�o). 
  
  
  [xiii] 
  Aunque una reciente novela de Rosa Montero, La hija del Can�bal, tiene 
  al anarquista F�lix Roble como uno de sus personajes protagonistas, �ste ha 
  sido reducido a ser un octogenario simp�tico, interesante por no 
  convencional,  pero apartado del amor que vivir�n Luc�a y Adri�n.  El recurso 
  a este personaje permite a Rosa Montero  una fusi�n entre la novela hist�rica 
  y el g�nero negro; sin embargo el juego con los g�neros no ha llevado en este 
  caso a una propuesta de re-evaluaci�n hist�rica del movimiento anarquista, al 
  hablar la novela m�s del presente que del pasado: dentro del paradigma del 
  desencanto, La hija del Can�bal propone una serie de paralelismos entre 
  el decaimiento corporal, el desenga�o afectivo-amoroso, el enga�o pol�tico de 
  la Espa�a corrupta del final del mandato socialista, y el final de las utop�as 
  sociales simbolizado por este anarquismo metamorfoseado en an�cdota de un 
  pasado sin incidencia en el presente.  En esta misma l�nea del desencanto se 
  encontrar�a tambi�n El embrujo de Shangai de Juan Mars�, dentro del 
  discurso de este autor sobre el maquis, como movimiento tr�gico en el que la 
  �nica ganadora fue la traici�n de los ideales, siendo los anarquistas dentro 
  de esta estructura comunista doblemente vencidos.  En esta trabada historia de 
  infinitos enga�os y desenga�os, la ni�a t�sica Susana ser� la que m�s pierda, 
  en la met�fora de una Espa�a de posguerra podrida por la enfermedad y el 
  aislamiento. 
 
  
  
  [xiv] 
  Sobre la relaci�n entre Hijas de Eva y Valencia, Talens ha declarado en 
  �Soy un contador de historias�: �Situar esta novela en la Comunidad Valenciana 
  ha supuesto una manera de echar ra�ces en Valencia, donde resido desde hace 5 
  a�os, porque para m�, echar ra�ces significa conocer el lugar, comprenderlo 
  bien y escribir sobre �l�. 
  
  
  [xv] 
  Entre otros, Juan de Espera en Dios, personaje tambi�n en La par�bola. 
  
  
  [xvi] 
  �All picaresque novels display at least some of a complex of autobiographical 
  conventions that are related to the telling of one�s own life� (Howard Mansing, 
  �The Protean Picaresque� 283).   
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