ART�CULOS DE OPINI�N

Rebelión

Entrevista con Celia Hart

La Hart, de profesi�n trotskera

Manuel Talens


Manuel Talens

 

�Cu�les son los derechos de los escritores
y de los artistas revolucionarios o no revolucionarios?
Dentro de la Revoluci�n, todo.
Contra la Revoluci�n, ning�n derecho.
Fidel Castro

Estaba consumiendo mis �ltimas horas en La Habana. Me sent�a trist�n, aburrido, por primera vez solo tras diez d�as intensos de discursos, m�sica y reuniones inolvidables, pues los amigos se hab�an ido yendo de regreso a sus pa�ses respectivos tras el IV Congreso Internacional Cultura y Desarrollo. Con los codos sobre la barra del bar que hay en el lobby del Hotel Palco, junto al Palacio de las Convenciones, miraba sin ver el programa de Cubavisi�n que transcurr�a en el televisor sin que nadie le hiciese demasiado caso. De repente, escuch� a mi lado una voz femenina:

�Vengo de leerles una ponencia a los viejitos del Moncada y les gust� mucho. Ponme una cerveza, que me la he ganado. Era indudable que la mujer se dirig�a a la mesera, no a m�, pero su timbre sonaba c�lido y atrayente como un bolero, as� que me volv� hacia ella con curiosidad. Y all�, a menos de un metro de distancia, me encontr� de improviso ante una suerte de Laureen Bacall caribe�a, con hermosa cabellera ondulada y ojos de color miel que parec�an centellas. No pude contenerme:

��Est�s participando en un congreso?

�S�, en el Taller Cient�fico Aniversario 50 del Movimiento 26 de Julio. He presentado una ponencia desde las posiciones de Trotsky. Es que yo soy trotskera.

Mis lecturas cotidianas en el sitio web de Rebeli�n me ayudaron a mantener el di�logo:

��Trotskera como la Hart?

Me lanz� una mirada entre la sorpresa y el halago.

�Pero� �yo soy Celia Hart!

Era mi turno de quedarme boquiabierto. El azar de la vida crea situaciones as�. Me sent� obligado a presentarme, con una calma que ten�a m�s de fingido que de real.

�Pues entonces somos compa�eros en Rebeli�n. Soy Manuel Talens.

Mir� mi reloj. Quedaba exactamente una hora para que el taxi me llevase al aeropuerto. Sesenta minutos dan para mucho cuando hay cosas que contar. Los pasamos hablando sin parar. Celia es tan apasionada en persona como en sus art�culos, inquisitiva, rebelde, digna hija de aquella mujer admirable que luch� junto a Fidel Castro en la guerra revolucionaria. Exhala vitalidad y sus ojos recuerdan los de Picasso, pues parecen llamas que chamuscan todo lo que miran. Hicimos planes de escritura, de eventuales colaboraciones, incluso de una posible novela a partir de esa idea genial que ella tiene en mente y que no voy a desvelar aqu�. Y cuando por fin nos dijimos adi�s, hab�amos puesto la primera piedra de una entrevista ins�lita, llena de intimidades y afirmaciones fascinantes, que continu� luego por correo electr�nico y que ahora le llega al lector.

Pregunta: Pres�ntate, Celia.

Respuesta: Te dir� primero de donde sal�, pues hasta hace dos a�os era tan s�lo dos apellidos ilustres, a los que en ciertas ocasiones quer�a asesinar, porque el Hart y el Santamar�a se com�an sin piedad a la pobrecita Celia que tambi�n y con esfuerzo llevaba adentro.

Nac� con los primeros ruidos de la revoluci�n cubana. Biol�gicamente, hija absoluta de ella. La pasi�n y rebeld�a indomable de Hayd�e Santamar�a y el talento para la actuaci�n pol�tica de Armando Hart, normalmente en pugna, s�lo pudieron unirse al calor volc�nico de una revoluci�n aut�ntica y, sobre todo, impulsada por seres como Fidel y el Che. Sin esta revoluci�n los caracteres dis�miles de mis padres jam�s hubiesen permitido que se juntaran por intermedio del amor. Sin embargo, te digo lo siguiente: para asombro m�o, mi padre confiesa en Aldabonazo, uno de sus �ltimos libros, que en lo relativo a la pol�tica ��l y mam� actuaban como una sola persona�. Conozco bien a los dos. Tan s�lo una obra enamorada y encantadora como la revoluci�n puede �disciplinar� (por utilizar cualquier verbo) a personitas como Yey� y hacer fr�gil y adicto a los sentimientos a un intelectual con esmerada educaci�n jur�dica como Armando.

A mi madre se la recuerda en lo fundamental por haber participado en el Moncada con Fidel y eso me parece injusto. Pero, paciencia, tambi�n al Che se le coloca un ep�teto de Quijote y de la batalla de Santa Clara lo trasladan sin escalas a Bolivia y es entonces un cartel de santo, no m�s. Todos se olvidan de los aportes del Che a la pr�ctica marxista y de su labor revolucionaria y creativa en Cuba. Mas eso es otro asunto. Con mi madre sucede lo mismo. Ella fue una internacionalista natural y en Casa de las Am�ricas se reun�a toda la contestaci�n del arte latinoamericano. El premio literario Casa fue en su �poca uno de los m�s lujosos.

En su regazo aprend� yo el camino velado de la felicidad. Que era mucho m�s que tener muchas mu�ecas. Mi educaci�n fue tan her�tica que creo saber por qu� destil� a esta peque�a loca que llevo adentro. Los valores morales me los inculcaron como un reflejo condicionado, no por razonamiento. Te pongo un ejemplo: me regalaron a los cinco a�os una mu�eca que hablaba estir�ndole un hilito por detr�s. Era un sue�o llamado Pablita. Un buen d�a, busco a Pablita y no la encuentro. Las muchachas que trabajaban en casa y que me cuidaban cuando trabajaba mi mama estaban llorosas y yo no entend�a nada. Le pregunto a mam� y ella me dice, como si estuviera explic�ndome de d�nde le viene la luz al sol, �una ni�a muda pas� por ac� y consider� que t� le hubieses querido dar la mu�eca�. No me lo pod�a creer, comenc� a gritar, pues lo consider� una injusticia y mis escasos a�os no me alcanzaban para expresar coherentemente mi angustia. Ella me mir� con aquella expresi�n que m�s tarde aprend� a apreciar y, sin levantar la voz ni alarmarse por mi desesperaci�n, me dijo, ��Ves? T� puedes gritar, protestar. Ella, no. Pablita est� en las mejores manos. T� le hablas a tus mu�ecas y ella no puede hacerlo. Es menester entonces que la mu�eca le hable.�

Estos razonamientos, que me repiti� m�s tarde, los acepto como justos ahora, al cabo de veinte a�os de su muerte. A veces me parece que mi madre me dio una educaci�n a largo plazo, para que me durase toda la vida o algo as�. Como esta an�cdota te pudiera contar miles, pero no tiene caso.

De aquella formaci�n lo que logr� sacar fue un desprecio casi enfermizo hacia los objetos materiales. Llego a los mismos extremos. No me interesan viejos recuerdos ni fotograf�as ni nada. Es como si la direcci�n de mi vida no tuviese flecha hacia atr�s. Pero no me disperso m�s.

As� creci� aquella ni�ita, que se enamor� de Jos� Mart� al punto de la enfermedad, y la revoluci�n constituy� el gran misterio en el que present� que se iba a desarrollar mi vida.

Por su parte, mi padre me ense�aba textos de marxismo y yo discut�a de pol�tica s�lo con �l. A mi madre le encantaba escucharnos, pero generalmente conmigo no participaba. Es m�s, la historia del Moncada y dem�s la le� en los libros, a ella no le gustaba hablarme de su pasado.

Fui siempre buena estudiante y, al llegar a elegir carrera, por algo bien extra�o, decid� estudiar F�sica. La filosof�a siempre ha sido una de mis pasiones, pero la f�sica estudia los fen�menos m�s generales de la naturaleza y me cautivaba entenderlos. Todos protestaron, excepto mi madre, que me dijo, precisamente un mes antes de su suicidio, �hazlo, hija, es quiz� de las pocas cosas que no lograr�s hacer t� sola�. La gente se sorprendi�. Todos hab�an cre�do que yo me dedicar�a a la pol�tica o a la literatura.

Aquella fue una de las decisiones m�s acertadas de mi vida. Estudi� F�sica con la misma pasi�n que le�a a Mart�, es m�s, me escogieron para terminar mis estudios en Alemania y all�, bien lejos de mis apellidos, empec� a reconocerme como Celia y empec� a apasionarme por el Universo, el cual, por cierto, es m�s f�cil de entender de lo que imaginamos, basta con traducir el lenguaje matem�tico al del amor y todos los seres humanos entender�an y quedar�an at�nitos de asombro frente a la verdad revolucionaria y emprendedora de la creaci�n, dise�ada tan s�lo por hermosas leyes, bien lejos de alg�n pretendido creador.

Un mes despu�s de aquella decisi�n, en 1980, durante un verano aterrador, que se conoce como �lo del Mariel�, cientos de miles de compatriotas abandonaron Cuba.

El cuarto de mi madre, donde yo dorm�a entonces despu�s de su ruptura con mi padre dos a�os antes, ten�a un cristal enorme que daba al mar. A trav�s de �l mir�bamos ambas las peque�as embarcaciones que abandonaban la revoluci�n cubana. Mi madre casi no pronunciaba palabra. Sus enormes ojos verdes se inyectaban de rojo, pero sin derramar una l�grima. Yo present�a su tristeza, que le llegaba hasta el cabello. No hubo comentarios, ni an�lisis.

Se puso a coser un vestido m�o, por ah� debe andar, se qued� inconcluso.

Una tarde de aquel mes de julio me andaba ba�ando y la vi entrar. Me mir� como nunca, andaba muy encorvada y muy delgada tambi�n. Aquella mirada es de las pocas cosas que hoy podr�a pintar si yo fuese pintora: era verde olivo, como su traje de campa�a, y de una intensidad que causaba terror. Por un espacio de segundos prolongados no la apart� de m�, logr� arrebatarme el habla. Pens� que algo le pasaba. Unos instantes despu�s, lleg� mi hermano Abel y me dijo, �mama se peg� un tiro�. Por alguna raz�n no me extra�� demasiado. Me sent� en la cama tratando de entender, porqu� no fui a su lado mojada y todo. Hoy creo que hice lo correcto. Ella quer�a irse y es una decisi�n a respetar, como cualquier otra. Un rato despu�s, fui al cuarto del cristal enorme. La sangre llegaba al suelo y hab�a un sin fin de papeles, a los que nunca tuve acceso, regados por doquier. A ella se la hab�an llevado a�n viva al hospital, yo sab�a que era el fin. As� fue. Luego, mi casa se llen� de cientos de personas que me aturdieron con sus cuidados y me dec�an �mi vida�, sin que yo ni mi hermano Abel logr�semos un segundo estar solos ni poder sacar cuenta de la verdadera tragedia de haber quedado como planetas sin �rbita al colapsar el sol.

Nos mudaron inmediatamente y nunca m�s he vuelto a ver la casa de mi infancia, los cocoteros de mi madre y, sobre todo, aquel cristal enorme donde los primeros balseros hundieron en el mar lo que le quedaba de vida a aquella mujer in�dita que sigue siendo el ser humano m�s hermoso que yo haya podido conocer.

En Alemania comenz�, como te dec�a, una nueva etapa. Me incorpor� a cuanta organizaci�n pol�tica internacional existiera. En la embajada inicialmente no lo permit�an, pero formamos un rollo gigantesco hasta que nos dieron permiso. A la juventud alemana no le interesaba la pol�tica y se pasaban el maldito d�a a�orando los chocolates de Alemania Occidental.

Los funcionarios alemanes que nos enviaron a la RDA nos dijeron que as� ser�a Cuba treinta a�os despu�s. �Pero a aquellos no les corr�a sangre por las venas! Del f�tbol saltaban a la m�sica de Bach, cortocircuitando cualquier alusi�n a la pol�tica o al pasado.

Conoc� el racismo. Yo tengo la piel espantosamente blanca y con el fr�o todav�a m�s. En los restoranes baratos adonde iba me se�alaban que no deb�a andar con mis compa�eros m�s oscuros. Lo dec�an viejitos que parec�an personas de bien. La burocracia era la due�a de la universidad, de los dormitorios, de todo. Hablar de pol�tica era de mal gusto, �pues hab�amos ido a estudiar f�sica�. Poco a poco, fui desentendi�ndome de aquello. El tumulto de los acontecimientos de mi partida fue tan convulso que no pod�a precisar si en Cuba era lo mismo, pero al decirme que Cuba ser�a eso cuando pasaran varias d�cadas, me espant�. No pod�a aceptar que aquel socialismo de la Alemania Oriental fuera una alternativa humana para construir la felicidad.

A la saz�n, los libros de marxismo que estudi�bamos eran manuales retorcidos y empalagosos. Nada de aquello ten�a que ver con las lecturas con mi padre, con las cosas que siendo ni�a me le�a. Recuerdo que si yo trataba de utilizar la Cr�tica al Programa de Gotha de Marx me dec�an tranquilamente que yo ser�a f�sico, que no exagerara. Algo as� como la Biblia que s�lo deber�a estar en lat�n. En cierta forma era correcto. El rigor de mi carrera absorb�a todas mis neuronas. Aun as�, me declar� p�blicamente en contra de aquellos estados socialistas. No representaban para m� ninguna alternativa digna de ser vivida y, con incre�ble tranquilidad, me hice fan�tica a los pensadores de la Ilustraci�n y una devota de la Revoluci�n Francesa y la Comuna.

Llegu� a preguntarme si Lenin hab�a calculado bien el Octubre del 17. Por alguna raz�n, la imagen de los barcos partiendo desde el cristal de mi madre unas horas antes de su muerte se mezclaba llenos de l�grimas con estas reflexiones.

La f�sica me ayud� a sacar cuentas y a una desenfadada l�gica aristot�lica. No reconoc�a al Che en la sociedad alemana oriental, no ve�a la pasi�n de mi madre en ellas. Aquel a�o viaj� a Cuba y, a pesar de mi admiraci�n por Fidel y del pasado de mi familia, en una crisis absoluta de fe le comuniqu� a mi padre que mis dudas estaban en el equilibrio entre justicia social y libertad individual, que sin libertad no quer�a justicia y viceversa, que tomar el poder era el medio para dejarlo, tal como hizo el Che, pero que lo que ve�a en la RDA y, en alguna medida, en Cuba, era un estado cada vez m�s poderoso. Que no entend�a las cosas que de la noche a la ma�ana Gorbachov se tra�a entre manos. Que aquello era una confusi�n total y que se me hab�a extraviado el concepto de revoluci�n, que cu�ndo empezaba y cu�ndo terminaba.

Llov�a. Yo acababa de ver una pel�cula ucraniana que se llamaba Arrepentimiento, que versaba sobre Stalin. Andaba esperando a mi padre ba�ada en l�grimas y vodka. En mi mente se suced�an una tras otra las l�neas de Mart� que me sab�a al dedillo, el Che y Hayd�e. Present�a un gran enga�o y mi padre, al verme as� de revuelta y desesperada, sac� de un viejo armario tres libros y, todav�a con dudas, me los puso delante. Aquellos libros y mi padre salvaron en aquella tarde lluviosa mi alma destrozada para ponerla al servicio de la revoluci�n.

P: Pues no me dejes con la miel en los labios, dime inmediatamente qu� libros eran aquellos.

R: Eran los libros de Isaac Deutscher. El profeta desarmado, Stalin y La revoluci�n inconclusa. Son libros bien comerciales, pero los devor� como si estuviera leyendo el desenlace de un misterio: el socialismo ten�a otra cara, otra forma de hacerse. Hab�amos sido sometidos a un enga�o sistem�tico. Esos libros fueron para m� como los llamados libritos rosa. Lloraba de felicidad y pasi�n. Y, al igual que sucede en los folletines, los malos eran los aburridos: Stalin hab�a pactado con Hitler, era un asesino, no fue para nada el vencedor de la guerra. Todo se acomod� y me pregunt� entonces por qu� no hab�a le�do que el Che o Fidel o en mi Partido se mencionaran aquellos episodios. �Ah! Todav�a siento el olor a papel guardado de aquella edici�n mexicana de Era de 1968. Sus hojas rugosas y las frases apasionadas del viejo Leon. Todo era verdad. Y volv� a sentirme leninista, pues sin Leon Trotsky no hay Lenin que valga la pena mencionar. Volvi� a m� el buen Lenin con su mano alzada, aquella fotos despintadas donde nos quitaron a Trotsky.

Vaticin� que la RDA se derrumbar�a como un castillo de naipes. Lo dije muchas veces, lo repet�a hasta la saciedad �Pero no! Creo que padec� algo de la maldici�n de Casandra: �Para nada Celia�, me dec�an, �el poder�o econ�mico de la RDA impedir� que caiga�. ��No!�, gritaba yo, �el socialismo es de cierta forma una sociedad que asume la voluntad y la conciencia como premisa. Si 2+2 son 4, si aquellos individuos piensan tan s�lo en f�tbol y chocolates occidentales, si no se vuelven c�mplices enamorados de la sociedad que construyen, no creo que pueda durar�. Recuerdo que hablaba mucho de eso con un buen amigo, muy cercano a mi t�o Aldo Santamar�a, un ser que hoy me hace mucha falta. Luego de la ca�da del muro, a aquel amigo le gustaba decir que yo era adivina. No lo era, por supuesto, tan s�lo aplicaba las leyes de la F�sica: si la presi�n central de una depresi�n tropical disminuye y las aguas del mar son muy c�lidas, espere usted un hurac�n, Aun as�, y aunque a muchos les molesta lo que digo, Trotsky me devolvi� la pertinencia del socialismo, asoci�ndolo a la libertad, a la cultura y a la pol�mica.

P: �Y c�mo se siente una mujer trotskera en una sociedad socialista como la cubana, donde la figura de Leon Trotsky no forma parte de los iconos oficiales? Pero resp�ndeme no s�lo como trotskera, sino tambi�n como mujer, pues no se me escapa que el machismo, a pesar de los esfuerzos que se hayan hecho durante los �ltimos cuarenta y cinco a�os, a�n no ha desaparecido de la isla y un discurso como el tuyo no s�lo corre el riesgo de ser minoritario por mucho que defienda la Revoluci�n, sino tambi�n de sufrir el habitual ninguneo del sexo femenino en las decisiones importantes.

R: Por supuesto. Y no s�lo ahora, y no s�lo por ser mujer. Desde jovencita yo fui, �c�mo decirte?, demasiado femenina. Me fascina mi g�nero, pues me fascinan los hombres, su ingenuidad, su manera de enamorarse de cualquier falda bien puesta y, a veces (si no te ofendes), su dulce simpleza. Fui siempre una muchacha que gustaba de los famosos detalles �machistas� como las flores o la m�sica bien cursi y rom�ntica. De hecho, cuando quise estudiar F�sica, nadie me tom� en serio. Todos asum�an que estudiar�a letras o arte o algo similar porque me gustaba escribir y por mi car�cter infantil. Mi repuesta fue definitiva: �Me he enamorado del profesor de F�sica del bachillerato y lo que nos cuenta de la naturaleza son poemas de amor�. M�s loca parec�, sobre todo porque en aquel mismo mes se suicid� mi madre. La causa �ltima, adem�s del amor por mi profesor que, dicho sea de paso, nunca se enter�, ni le interesar�a aquella ni�ita tan fea de ojos virados, fue entender c�mo, y por qu� raz�n, se mueve el mundo. Nadie pens� que yo vencer�a una carrera m�s bien �masculina�. No s�lo la venc�, sino que todos se quedaron sin aliento cuando decid� irme con 9 chicos m�s para Alemania a continuar los estudios. Todav�a nadie me tomaba en serio. Fui la primera muchacha no alemana que se gradu� en aquella universidad en la disciplina de F�sica en 300 a�os. Pero segu�an sin tomarme en serio. Segu�a siendo la ni�ita de pap�, medio loca por la muerte de la madre. Creo que me acostumbr� a eso. Y, ahora que un buen d�a decid� dedicarme a escribir y a impulsar las ideas del socialismo, que para m� son las que pueden cautivar, porque a m� me cautivan igual que las clases de F�sica de aquel perdido profesor, siguen sin tomarme en serio. Y es porque se supone que el feminismo est� hecho para mujeres que asumen los roles de los hombres, y yo te confieso que es tanto lo que amo a los hombres �tanto que me da pena su situaci�n de inferioridad por no poder acercarse a la naturaleza como nosotras en el instante de parir�, que creo que soy medio machista. Para defender las ideas de Trotsky no renuncio, ni un instante, a mi feminidad. Pero soy precisamente el tipo de mujer que no es �feminista�. He aprendido a sentir piedad por los hombres, porque son como ni�os peque�os, y les permito que sigan... sin tomarme en serio. Mi discurso es m�s que minoritario, pero no importa, a muchos jovencitos y estudiantes les resulta atractivo y curioso. Me preguntan y eso me basta. En Cuba ahora no saben bien en qu� estoy. Muchos amigos �incluido mi padre� me piden que abandone a Trotsky, que hay otras figuras mejores que rese�ar.

Es curioso, es como si se tratase de un caj�n de l�pices de colores y el azul fuese mejor que el verde, etc. He viajado como el salm�n, a contracorriente, renuncio a ser sardina, y como me dice otro buen amigo, morir enlatada. Por lo tanto, no renuncio ni a la F�sica ni a las ideas comunistas, que creo verdaderas, ni mucho menos a los hombres. Morir�, como dices, sin que nadie me tome en serio... salvo la felicidad, que s� lo hace. Ella y yo somos las mejores aliadas.

P: Pues una vez hecha esta declaraci�n de principios, dime en qu�, seg�n t�, podr�a el trotskismo mejorar los logros de la Revoluci�n cubana o en qu� podr�a ayudar a la incipiente Revoluci�n bolivariana de Venezuela. Porque de lo que se trata es de que las revoluciones sean lo m�s perfectas posibles, no de aplicarles apellidos, por muy honorables que sean. Y no te olvides de perorar un poco sobre por qu�, en tu opini�n, los trotskeros sois una suerte de rara avis entre la progres�a global, tan minoritarios en Cuba como en cualquier democracia burguesa de las que soportamos en Occidente.

R: El trotskismo estuvo presente en la revoluci�n. Algo de eso he dicho en dos de mis art�culos. Pero lo hizo de manera clandestina, silenciosa, as� como la luz difusa del atardecer, como ese brillo que es tan s�lo un instante, que penetra sin permiso en nuestras pupilas. Es un hecho demostrable: mi caso particular, por ejemplo, es el de una persona que no lo conoc�a hace unos a�os. Si yo era devota de Mart� y el Che y seguidora de Fidel, �porqu� soy trotskera? Tan s�lo porque aspiro a ser revolucionaria. Quien me ense�� a ser revolucionaria fue mi madre, que no conoc�a de Trotsky ni la fotograf�a. Pero no hizo falta, nadie le ense�a a una rosa a ser hermosa, ni a las olas del mar a ser permanentes. Esa es la causa. Hay una historia de trasfondo en esta luminosa revoluci�n, que la convierte en esperanza. El estalinismo s�lo hizo que tuvi�semos m�s petr�leo, pero mucho menos coraz�n. Ahora estamos libres de eso. �Aleluya!, mas no estamos libres de peligro. En Cuba Lenin no ha muerto a�n. Ahora que la verdad del socialismo est� clara; que Trotsky tuvo tanta raz�n como Einstein en 1919 cuando nadie cre�a en la teor�a de la relatividad y hubo que esperar un eclipse para medir el perihelio de Mercurio, la URSS y todo el campo �socialista� tuvo que venirse abajo para darle la raz�n al Viejo, quien por dem�s se equivoc� en otras muchas cosas, pero en �sa no. El canal misterioso Mart�-Mella-26 de Julio-Che est� protegido por un socialismo no estalinista.

Ahora el asunto est� en que no tenemos derecho a seguir apelando a que tan s�lo los h�roes sigan salvando nuestra historia. La revoluci�n cubana puede asumir la herencia trotskista sin que la tilden de oportunista. Y debemos hacerlo ya, conscientemente. Se lo debemos a nuestros j�venes como muchas otras herencias m�s. Y, f�jate bien, defiendo a Trotsky porque es el gran olvidado, no porque crea que es el �nico que sirve, sino porque debido a razones que no alcanzo a entender no se lo menciona como a Gramsci o a Mari�tegui o incluso a pensadores anteriores. Debe haber alg�n fen�meno freudiano, pues no existe una sola raz�n l�gica para que no se haga. Quiz� sea porque su asesinato, a diferencia de tantos otros, lo cometi� un �estado socialista�, aunque no estemos seguros de ello. Por ah� andan las versiones del asesinato de Julio Antonio Mella. Vidali, o Contreras, o como se llame, si no lo asesin�, bien pudo hacerlo. �Y el tal Codovilla? El estalinismo tambi�n tuvo su culpa en la muerte de mi Che. Eso, Manuel, habr� que investigarlo, pues si el capitalismo ha tenido un buen aliado, �se es el estalinismo. Adem�s, aterra pensar en los cientos de millones de seres humanos que lograron enga�ar. Por eso lo odio tanto. Enga�� a m�s gentes que Hitler, y no en nombre del nazifascismo, sino en el de la bandera roja del proletariado.

Para mi pa�s, para mi revoluci�n, retomar, estudiar la obra de Le�n Trotsky ser�a una buena cosa. Insisto en que la pasi�n es la v�a perfecta para ser revolucionarios, no hay otra manera m�s eficaz, ni siquiera las horas-nalgas leyendo libros. Si se lee mientras se lucha, como hac�a el Che, se lee mucho mejor. Tambi�n he dicho que ser revolucionario es la manera m�s econ�mica de ser feliz y ser siempre joven. Pero a nuestros j�venes no se los conquista �nicamente con salud, educaci�n, seguridad, eso es s�lo una parte. �Tenemos que enamorarlos con la revoluci�n y convencerlos de que el mundo depende de ellos! Por eso me siento feliz de que ellos visiten a la jovencita revoluci�n venezolana.

Hay un d�o cubano muy joven y popular, que canta precioso. Se llama Buena Fe y una de sus canciones, muy escuchada por los j�venes, Todos nacimos �ngeles, tiene un par de versos que te repito porque es precisamente lo que los j�venes deben sentir: �Si el cielo te da limones, rep�rteme las semillas, pues a vender limonada... y a llorar... a la Capilla�. Debemos darles semillas y Trotsky tiene eso, el esp�ritu contestario, de oposici�n, desde la propia revoluci�n. La teor�a de la revoluci�n permanente es fundacional y sus teor�as sobre el desarrollo desigual y combinado, un primor. Mas no fue eso lo que me hizo enamorarme de ese hombre (como ves, me enamoro f�cil). Te repito un grito del Viejo que me cautiv� m�s que otra cosa y que me abri� de nuevo el coraz�n: en su pol�mica con la llamada �vieja guardia� bolchevique, ya burocratizada, Trotsky lanz� este grito de guerra que me gustar�a que llegara a todos los j�venes:

��Fuera la obediencia pasiva, la nivelaci�n mec�nica por parte de las autoridades, la supresi�n de la personalidad, el servilismo y el arbitrarismo! Un bolchevique no es tan s�lo un hombre disciplinado: Es un hombre que en cada momento y en cada situaci�n se forja una firme opini�n propia y la defiende con valor e inteligencia, no s�lo contra sus enemigos, sino dentro de su propio Partido. Hoy tal vez se hallar� en la minor�a... se someter�... pero esto no siempre significa que est� equivocado. Es posible que haya visto o comprendido una nueva tarea o la necesidad de un viraje antes que los dem�s. Plantear� insistentemente la cuesti�n una segunda, una tercera, y una d�cima vez, si fuere necesario. Al hacerlo le har� a su partido un servicio que lo ayudar� a enfrentarse perfectamente armado a la nueva tarea o le permitir� efectuar un viraje sin trastornos org�nicos y sin convulsiones faccionales.�

Y es �sa y solamente �sa la manera que concibo una sociedad mejor. Soy una adicta a la verdad. No es virtud, es un verdadero defecto. Mi padre incluso me dice que nunca servir�a para �hacer pol�tica� y creo que tiene raz�n. Mart� tiene una frase muy parecida al p�rrafo que acabo de citar del Viejo; dijo en La Edad de Oro: �Quiero que los ni�os digan lo que piensan y lo digan bien, que sean hombres elocuentes y sinceros�.

Con este mismo sentido te digo que a nuestros j�venes les encanta la revoluci�n. He dicho m�s de una vez que todos los j�venes son revolucionarios de por s�. Les tenemos que decir que no basta con la disciplina ni la discreci�n. Que deben volcar hacia la revoluci�n todo ese poder hormonal. Los j�venes que no se hacen revolucionarios as�; se convierten en oportunistas para escalar posiciones o, en el peor de los casos... se largan de la revoluci�n, como hicieron aquellos balseros que mi madre contemplaba a trav�s de su ventanal.

Trotsky nos anda por dentro, es hermano gemelo del Che, no hay sitio en el mundo donde el viejo Le�n pueda tener mejor asilo. Y, como �l, Rosa y todos los dem�s. Pero es que de Trotsky no quiere hablarse ac�, en Cuba, donde tiene mucho que hacer. La revoluci�n cubana es una de las m�s veteranas de la historia, y tenemos madurez para asumir muchas cosas. Ac� se habla de pensadores anteriores, hasta se trae a colaci�n al Obispo Espada. �Por qu� no Trotsky? Nunca, Manuel, nunca me han querido responder y te juro que he preguntado en todas partes.

Con la joven revoluci�n bolivariana el asunto es todav�a m�s trascendental. Esa revoluci�n ha sido �nuestro beb� de la vejez�. Cuando el neoliberalismo en pleno nos acus� de impotencia sexual... nos naci� una revoluci�n-beb� frondosa, popular y arraigada en su pueblo. Ch�vez no es un l�der al estilo de Fidel o Lenin o Mao o tantos otros grandes hombres. Es un buen tipo que decidi� seguir a Bol�var desde jovencito y se tom� en serio los Evangelios. Eso, no m�s. Canta, bromea, disfruta de manera in�dita dirigir una revoluci�n. Nuestra responsabilidad de que �sa nos vaya bien desde el principio es crucial para el movimiento revolucionario. No sabe lo que es el sistema estalinista de Mosc� y no tiene que re�rle gracias a nadie. Por primera vez en la historia siento que una revoluci�n se empieza a dar sin esfuerzos, como un parto no asistido por m�dicos. La personalidad de Ch�vez es subyugante, porque en primer lugar cualquiera lo reconoce como un hombre de carne y hueso, se lo imagina aboton�ndose sus camisas; se equivoca, pide disculpas, se mofa de quien quiere y, por primera vez, un hijo de pueblo es el presidente m�s querido de cualquier lugar. Mira, soy fan de Ch�vez y he escrito mil cosas de sus peripecias en todos lados. Pero algo me sucedi� cuando fui a Venezuela al II Encuentro de Solidaridad por el 14 de abril �Venezuela es Ch�vez! Toda es igual. Bueno, no te hablo de Altamira, etc., pero el pueblo de Venezuela habla de la revoluci�n como si hablara del plato de frijoles que se comer� en la cena. Ch�vez es tan s�lo el portador. Es una revoluci�n que crece junto a su l�der. �l ha llegado a hablar de socialismo por default. Tiene la aspiraci�n de cumplir con los mandatos bolivarianos en este siglo y en ser cristiano. Esta vez sin la revoluci�n socialista no podr� hacerlo y lo va intuyendo. Adem�s, tiene lo que nosotros nunca tuvimos, recursos econ�micos, y puede hacer para empezar los �milagros� de sus misiones, devolver la vista a los ciegos y hacer caminar a los paral�ticos. Eso, por un lado. Por el otro est� su latinoamericanismo como gran Patria. Se siente colombiano, ecuatoriano, boliviano y creo que por primera vez en la historia tendr� que formarse un verdadero partido que lo apoye, porque ni el de V Rep�blica ni los partidos de izquierda tradicionales de ese pa�s pueden seguir el impulso de un pueblo que est� llamado a hacerse (si es que no se raja, como decimos los cubanos), a ser la vanguardia mundial de la revoluci�n. El pueblo venezolano no le pregunt� a ning�n cl�sico qu� hacer para rescatar a su presidente en abril de 2002, ni cuando el paro petrolero. Hablan de control obrero de la producci�n, de cogesti�n, de socialismo como si todo fuera m�s natural que esa suciedad de las calles de Caracas (que, dicho sea de paso, es espantosa) El partido que necesita Ch�vez y su magnifico equipo es por primera vez un partido revolucionario continental.

Todo esto, amigo m�o, no puede ser m�s cercano a Trotsky. Y es importante que en el camino del socialismo no vuelvan a perderse en la burocracia... porque �la hay! Ese virus se contrae al hacer la revoluci�n, debemos estar vacun�ndonos constantemente.

Esa bebita-revoluci�n nos ha abierto a todos las esperanzas y habr� que ayudarla a crecer, pero dejando que gatee, que se rompa de vez en cuando la cabeza, que le salgan los primeros dientes.

No creo que haya premio mayor, para quienes so�amos con la revoluci�n, que Venezuela. Claro, no es mandato divino que se mantenga, pero tenemos ah� un nuevo comienzo. Lo que te dije, empujar para que llegue Octubre y salga de su eterno Febrero que va siendo un poco largo, y adem�s abrirle las puertas de Am�rica a Bol�var. No podr� haber otra Gran Colombia si esta vez no es socialista. El viejo Le�n est� all� de nuevo, junto a todos los dem�s en un inmenso tribunal de buenos muertos, que se apresuran a salir de los viejos libros.

Son rara avis los trotskistas... los trotskeros somos cada vez m�s. Seg�n mi criterio (muy escaso y desinformado) lo que he podido conocer de las pocas organizaciones trotskistas con las que he podido compartir, es lo siguiente: 1) Que deber�an tener un reconocimiento por parte de toda la izquierda, porque fueron los que sostuvieron el paraguas contra el estalinismo por muchos a�os, sufriendo las consecuencias; 2) Que la rivalidad (a mi juicio, escasa) entre mandelistas, posadistas, morenistas, espartaquistas, mis camaradas del Militante y todos esos diferentes grupos tiene varias caras. Primero, que todos, de buena fe, quisieron mantener la pureza del Viejo y, segundo, que creen ser los �nicos que la mantienen. Las diferencias ideol�gicas (���las que me exponen a m�!!!) son nada. Incluso a veces algunos me dicen: ��Mira, ese grupo habl� mal de la Revoluci�n cubana, o del Che, o se equivoc� en este acontecimiento hist�rico o en aquel otro�. Vuelvo a apelar a los m�todos de la F�sica. Amo visceralmente mi revoluci�n y admiro a Fidel, con todo y lo que en ocasiones no coincido con �l. Pero no son insalvables las diferencias. Porque todos ellos aspiran, de forma m�s te�rica o m�s militante, a derribar el sistema capitalista y no pueden argumentar muchas diferencias, aunque se afanen. Claro, no conozco muchas organizaciones, pero es un factor com�n. Y Cuba, querido compa�ero, ya no le es indiferente a nadie, porque es junto a Venezuela el �nico pa�s que �guapea� contra el enemigo; 3) Debido al ostracismo a que estuvieron sometidos son muy cerrados entre ellos y ven enemigos por doquier. Yo he discutido con varios grupos y hemos llegado a puertos comunes. No me ofende que me critiquen al Che (que es uno de mis recurrentes fantasmas), porque es como criticar las manchas del sol. �Es tan f�cil defender su consecuencia revolucionaria, incluso sus posiciones troskas (sin �l saberlo)!, que despu�s de largas discusiones terminamos llenos de sonrisas y proyectos comunes; 4) Por �ltimo, lo que s� es conclusivo es que no conozco un solo militante trotskista que no sea un revolucionario cabal, con intenciones serias y con una gran integridad personal. Eso me ha llamado la atenci�n. Pueden estar equivocados o no, pues mi incultura en eso es todav�a grande, pero todos son personas de gran val�a que optan por un proyecto redentor incluso en contra de sus propias necesidades personales. Eso me entusiasma y, mientras m�s los conozco, m�s los admiro. S� que hay quienes nos llaman bonapartistas o no s� cu�ntas cosas m�s, pero si hablas con ellos, polemizas, llegas a concluir que son mejores que muchos compa�eros que he tenido en mi propio partido en Cuba. No entran a organizarse por otra cosa que por motivaciones pol�ticas y por eso que yo llamo �vivir m�s all� de nuestras camisas�.

Por todo eso soy trotskera y no trotskista. Primero, por respeto a ellos, que mientras yo andaba por ah� pensando en cualquier tonter�a, ellos se enfrentaban a cosas serias contra los dos enemigos fundam�nteles, el imperialismo y el estalinismo y, adem�s, porque no alcanzo ni el 10% de su cultura pol�tica. Y segundo porque todav�a temo militar en esas organizaciones, por no tener su integridad, mas he colaborado con todas y me comprometo con todas hasta los tu�tanos.

P: Siguiendo con lo del machismo y antes de que se me olvide, en uno de los siete DVD sobre la revoluci�n cubana que el pasado a�o edit� el ICAIC �el titulado Una isla en la corriente�, una de las antiguas ni�as de la operaci�n Peter Pan, que ahora vive en Estados Unidos, tilda a Fidel de �macho, contramacho y padre de todos�. �Qu� responder�as t� a un ataque verbal tan directo? Aprovecha la ocasi�n y h�blame francamente de Fidel, ya que por tu filiaci�n has tenido acceso a �l m�s que cualquiera de tu entorno. Pero no me hables del mito, que �se me lo s� de memoria, sino de c�mo lo percibes desde tu condici�n de mujer-a-la-que-no-hacen-ni-caso en su propio pa�s.

R: S�, aquel fue un ataque muy directo en la pel�cula y, de seguro, mal intencionado, pero no est� mal. Fidel es un macho. Y espero que eso no sea una ofensa. Recuerda que en este mundo todo parece dar vueltas alrededor de las definiciones. Yo, por ejemplo, me siento hembra. Han sido tantos los embotellamientos de nuestra especie, que nos asustamos frente a esas palabras. Macho, hembra. Incluso a los gays, entre los que cuento con verdaderos amigos, les platico que no se asusten frente a las palabras macho o hembra. Lezama Lima es para m� un macho de alma... Y, cr�eme, yo soy hembra de las que saben olfatear. Lo que nos separa de los animales es eso: saber olfatear. Existen los que no son nada... La corrupci�n de esta civilizaci�n, la anorgasmia espiritual en que vivimos y de la cual todos somos culpables, nos convierte en NADA, ni machos ni hembras, ni gays, ni rinocerontes ni abejas.

S�, Fidel es un macho. No s�lo por dentro... lo es tambi�n por fuera. Despu�s de ser hembra adulta lo he visto de cerca pocas veces, pero ya te he dicho que s� olfatear:

Es de un verde intenso. Yo creo que el verde se le ha pegado a la piel. Y el verde me revuelve el alma proyect�ndose inevitablemente en todos mis sentidos. Su gorra, Manuel, su gorra es penetrante, la visera se le adentra cuando dice algo que �l cree fundamental �Claro que es un macho! Quienes somos hembras, de culo o de coraz�n, los hombres y mujeres de ley... si son sinceros, deber�n reconocer en Fidel un �cabeza de la manada�. Es el semental de buenos potros y potrancas.

No soy sexista. Existen los jefes de la manada, ya sean machos o hembras (la abeja reina es jefe de manada del panal). Las manos de Fidel me subyugan. Las mueve como si fuera un bailar�n de flamenco. Guayasam�n las pint� muy bien, danzan, oscilan, contienen ideas y no hay forma, humana al menos, de resistir ante ese movimiento.

No creas que estoy de acuerdo con todo o que �l dice, pero� es como un enamorado. Esa imagen m�vil y verde enamora y no me cabe duda de que es un macho (tal como concibo ese t�rmino). Pero no es eso lo que me preguntas. S�, muchas veces lo vi de ni�a. Mi madre me dijo que fue �l quien se dio cuenta de que yo era bizca, al decir que ten�a el mismo rollo en los ojos que mi t�o Abel.

Ya de adulta volv� a verlo por accidente. And�bamos en un Premio Casa, y a m� esa bendita instituci�n (sin yo merecer nada) me invita siempre a la entrega de los premios. A la saz�n trabajaba yo en el Laboratorio de Superconductividad de la Universidad de la Habana. Y ahora perm�teme que d� un rodeo para contarte un inciso que luego enlaza con lo que te estoy contando. Ser� breve: la superconductividad es uno de los fen�menos m�s sorprendentes de la naturaleza. Existen materiales que si se enfr�an adecuadamente transmiten la corriente el�ctrica sin ninguna p�rdida. Un alambre de cobre, de los tendidos el�ctricos por ejemplo, no puede transmitir toda la corriente que uno quiera. Por eso, para equipos que consumen mucho se usan los superconductores. Nosotros fuimos de los primeros en el mundo en lograr esos materiales que se conocen como High TC Superconductors. Fidel, entusiasmado, insisti� para que mi laboratorio obtuviese una financiaci�n. En principio, deb�amos recibir el dinero del Consejo de Estado.

Y vuelvo a mi relato: fui al premio. Aquella vez Fidel ofreci� una cena a los intelectuales y yo, por supuesto, me met� en el rollo. Sorprendentemente, me reconoci�, porque no me ve�a desde muchos a�os antes. Y entonces quiso Dios (porque a veces a Dios le gusta divertirse un poco) que a �l se le ocurriese hablar a los invitados de aquel trabajo de investigaci�n, como si fuese la gran cosa que funcionaba a las mil maravillas. Hasta aquel momento yo hab�a estado como boba escuch�ndolo hablar y, sobre todo, vi�ndolo mover las hermosas manos que tiene, mas cuando toc� el tema que yo sufr�a, no pude contenerme y exclam�: ��No, comandante, el equipo se quebr� por falta de refrigerante!�. No s� si es cierto, como dicen, que al comandante no le gusta perder. Pero en aquel tema yo no pod�a transigir. ��No!�, gritaba, �se muri� el equipo, comandante�. Y �l que no, que funcionaba muy bien, que no discutiera, y yo me puse bien molesta y me largu� del c�rculo que escuchaba la pl�tica. Si hubiese dicho que el cielo era verde lim�n hubiera seguido escuchando como tonta, pero con aquel equipo, �no! En aquel preciso instante dej� de ser la belleza verde y genial y pas� a ser (injustamente, por mi parte), el responsable de que no nos llegase el dinero que hubi�ramos necesitado. Parece ser que no le hab�an dicho nada y �l no puede estar al tanto de todo. M�s que yo misma o cualquiera de nosotros, �l adoraba aquel trabajo de investigaci�n y me protestaba. Y yo le repet�a: �Venga conmigo y ver� que est� quenchado�. Unas horas despu�s, averigu� y le dijeron que, efectivamente, el equipo se hab�a roto unos d�as antes, por falta de financiaci�n. Fidel, que es todo un caballero, me llam� entonces para admitirlo, pero yo segu�a molesta porque aquella vez ni siquiera �l quiso hacerme caso. Te digo que yo deb� ser Casandra en otra encarnaci�n.

Al cabo del tiempo me he dado cuenta de que en aquella ocasi�n Fidel hab�a perdido mucho m�s que un equipo sofisticado y nunca voy a olvidar la sonrisa triste, nuevamente verde, con que me abraz� la �ltima vez que lo vi y convers� con �l.

Como toda revolucionaria, lo escucho, lo veo, estudio su voz, su tono. Es un privilegio ser contempor�nea de un hombre as�, por m�s que a veces me encabronen algunas de sus cosas, pero de lo que no hay duda es de su pericia pol�tica, de su sentido de la lucha y de su entrega.

El famoso culto a la personalidad de que hablan es una tonter�a. �Claro que deber� existir mientras haya hombres y mujeres que se salgan del promedio! Yo le tengo culto a Silvio Rodr�guez, por ejemplo, y no me averg�enzo de ello. Pero �cuidado!, no me cabe la menor duda de que por m�s que yo admire a Fidel como uno de los l�deres m�s relevantes (quiz� el que el m�s) del siglo XX... la revoluci�n mundial est� por encima de �l y de todos. Eso �l lo sabe y estoy segura de que lo acepta de buen grado.

Tambi�n te digo que entre mis cuatro fantasmas que me protegen, ayudan y componen mi vida no est� Fidel Castro. �l es mi mejor contempor�neo, mi mejor compa�ero de ideolog�a.

P: Para terminar, Celia, miremos hacia el futuro. Entre el rojer�o de Europa, y me estoy refiriendo al que nunca renunci� a los ideales revolucionarios, no a esos que el comandante llam� una vez socialpendejos, cunde el convencimiento de que si de verdad existen posibilidades de un mundo mejor �stas se encuentran en Am�rica Latina. �Est�s de acuerdo con ese an�lisis?

R: El �nico mundo mejor que creo posible es el socialismo. Y no es tan s�lo una forma de hablar. Ese mundo mejor que se ha convertido en la pat�tica consigna de �Un mundo mejor es posible� estuvo declarado por Federico y Rosa hace mucho antes de que los celulares y las computadoras nos inundaran los vicios de la comunicaci�n fatua. Pero el aut�ntico socialismo, amigo m�o, no su imagen patriotera, retorcida y enga�osa.

Dios quiso el comunismo. Y le ponemos parches, �anticapitalismo, antineoliberalismo, antiglobalizaci�n�. Alg�n d�a me gustar�a hablar de lo que Dios quiso hacer con Jes�s. Y c�mo quiso repartir los panes y los peces, o sino marcharnos al infierno... Claro, a la Iglesia le conviene confundirlo todo, por eso odio tanto al poder eclesi�stico, as� como admiro a los compa�eros de la teolog�a de la liberaci�n. Me asquearon los funerales del Papa polaco, que no se comprometi� con los pobres. Y tuve que soportar sus fotos en el Memorial de mi Mart�, que tanto critic� a la Iglesia y que dijo: �El cristianismo muri� en manos del catolicismo�.

Los pobres llevan dentro de s� la salvaci�n del mundo. Algo parecido podr�amos parafrasear: �El socialismo muri� a manos del estalinismo�.

Am�rica Latina est� en posici�n de hacer cumplir esto. La izquierda deber� ponerse pantalones y faldas, unirse y dejarse de tantas payasadas (yo me incluyo). Por primera vez creo que andamos cerca de aquel 1917, con la frescura de nuestro idioma y nuestro temperamento sensual. Estamos �a punto de caramelo�. Am�rica Latina es la Europa de principios del XX, lo que no tengo tan claro es qui�nes son los Lenin, los Trotsky, los Mella y Gramsci, los Mari�tegui, las Rosa Luxemburgo.

Te lo dije ya, padecemos una epidemia de anorgasmia espiritual. Pero los mejores analistas son los pueblos �Y ah� est�n! Bolivia, Ecuador, Venezuela, mi Cuba� casi todos.

Le toca a Am�rica Latina ponerse el traje de novia de la revoluci�n... y lo vamos a hacer. De seguro que la bella y culta Europa nos pondr� los azahares en el cabello, nos dar� los consejos de la noche de bodas y, adem�s, deber� explicarnos bien despacito por qu� tuvo que divorciarse (por el momento) de la revoluci�n.

Por otro lado �qu� co�o es un mundo mejor? �M�s TV o celulares o autos? �O m�s eventos majestuosos de izquierda o derecha o de arriba o de abajo, donde nadie se pone de acuerdo y s�lo se intercambian correos electr�nicos? Ni siquiera un mundo mejor lo imagino como un mundo con m�s justicia social. Es un mundo donde todos participemos, donde cada pedacito de cielo nos pertenezca, donde la justicia y la libertad sean tan naturales como el vuelo de las aves migratorias.

Un mundo mejor ser� donde nos devuelvan el olor, el tacto y el cari�o.

Para lograrlo tan s�lo existe la revoluci�n, ni eventos, ni convenciones, ni Naciones Unidas, ni tratados de Kyoto, ni Foros Mundiales. S�lo la revoluci�n.

Dar�a parte de mis primaveras por haber estado en Versalles en 1789 cuando las mujeres francesas se jalaron de un tir�n los delantales, rodearon el palacio e hicieron regresar a Par�s a Mar�a Antonieta, o haber estado en la Comuna amando a V�ctor Hugo, o al lado de Rosa, o gritando con Mella en M�xico, o en Bolivia con el Che.

En un reciente discurso en Naciones Unidas, Ricardo Alarc�n termin� diciendo: �O alcanzamos un mundo mejor o mereceremos la maldici�n de nuestros nietos�. Es optimista nuestro Alarc�n. A estas alturas y salvando excepciones, como siempre, yo no s� si alcanzar� a ver en mis nietos hombres y mujeres bien plantados, no meros artefactos... si es que llegamos all�.

El capitalismo es un drag�n que no tiene manera de dejar de serlo. Naci� chorreando sangre a decir de Marx, pero ya chorrea pus y no hacemos nada... tan s�lo dar grititos de doncellas espantadas. Se traga el petr�leo, ahora quiere el agua, luego ser� el aire, pero lo peor, querido amigo, es que nos est� tragando el alma y ah� s� que perderemos el derecho a ser esta especie que a decir de Gabriel Garc�a M�rquez aprendi� a cantar mejor que los p�jaros y a morir por amor.
 

 


 

Rebelión

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13 de marzo de 2005

 
 

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Manuel Talens 2006