ART�CULOS DE OPINI�N

Rebelión

El dios americano de las palabras

Manuel Talens


Manuel Talens

 

El peri�dico electr�nico Axis of Logic public� ayer este ensayo junto con el siguiente comentario editorial:
 

El pasado octubre tuve el privilegio de dirigirme a los ciudadanos de la hermosa ciudad venezolana de La Victoria (que tiene una poblaci�n de 130 000 habitantes, a una hora de distancia al oeste de Caracas). El t�tulo de mi conferencia en dos partes fue El imperio corporativo global y el sue�o americano. Durante la charla, correg� a quienes se refirieron a Estados Unidos como �Am�rica� y a quienes me llamaron �americano� . �Les record� que Estados Unidos no es en absoluto un pa�s �americano�! Al contrario, expliqu�, Estados Unidos no es m�s o menos que una gran y poderosa colonia europea localizada en �las Am�ricas�. Luego, se�al� con el dedo la tierra bajo la tarima sobre la que hablaba y declar�, ��Esto es Am�rica! �Ahora mismo estamos en Am�rica!� En este ensayo, Manuel Talens explica y aclara el uso y el mal uso que les damos a los nombres y su importancia. Es digno de una lectura cuidadosa. Su ensayo me recuerda un verso en la estrofa inicial de l Tao te ' Ching : �El nombre que puede pronunciarse no es el nombre constante�.
Les Blough, Editor
 
 
�En el principio exist�a aquel que es la Palabra y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios�. As�, de una manera tan semi�tica, arranca el evangelio de San Juan. Los otros tres, de Mateo, Marcos y Lucas, son menos imaginativos y, por eso, la ex�gesis suele atribuirles un valor literario inferior cuando los compara con la obra maestra del autor del Apocalipsis. Juan, que era un hombre culto y un magn�fico novelista avant la lettre, no dud� en afirmar que el ser comienza con la palabra. Dicho de otra manera, sin palabra nada existe, pues cualquier ente real o de ficci�n, cualquier objeto o cualquier idea, necesitan ser nombrados para poder atravesar ese espacio que llamamos vida.
 
Pero los nombres no se deben al azar y pertenecen a la categor�a de los c�digos inconscientes, como bien han se�alado los psicoanalistas de estirpe lacaniana, tan devotos del significado oculto del lenguaje. Uno de ellos, Aldo Naouri, cuenta en su libro de divulgaci�n Madres e hijas el caso de un joven parisino que se fue dando un portazo de la f�brica que iba a heredar, porque no soportaba la manera en que su padre -un racista convencido- trataba al personal magreb�. M�s tarde, el joven tuvo una hija, cuyo nombre, Houria, plasmaba a la perfecci�n dicha ruptura con el pasado: Houria, en lengua �rabe, significa �independencia�. Otro caso, mucho m�s simp�tico, era el de una mujer que padeci� toda su vida de resfriados. Como por casualidad, llam� a su hijo Geffroy, que en franc�s significa fon�ticamente �tengo fr�o�.
Y ahora, sentadas las premisas de mi exposici�n, me centrar� en el nombre de un pa�s que recientemente fue objeto de enconados debates en los intercambios intern�ticos del foro plurinacional de traducci�n al que pertenezco. El nombre no es otro que The United States of America, alias America. S�, los ciudadanos de Estados Unidos llaman Am�rica a su propio pa�s y, en consecuencia, se autodenominan �americanos�. Sin embargo, Am�rica es todo un continente, con m�s de treinta pa�ses, grandes y peque�os, que podr�an reclamar con el mismo derecho llamarse as�. Nos encontramos, por lo tanto, ante un caso flagrante de apropiaci�n indebida y unilateral de un nombre com�n, algo que en clave ret�rica podr�amos calificar de sin�cdoque o metonimia, es decir, el trasvase de significado desde un t�rmino que designa un todo hasta una sola de sus partes.

 

Consciente del disparate, un argentino llamado Emilio Stevanovich -el int�rprete m�s joven que ha tenido la ONU-, acu�� durante la guerra fr�a la denominaci�n de Estados Unidos de Norteam�rica, pero tuvo poco �xito, pues conduce a una nueva metonimia igual de il�cita: la del gentilicio �norteamericano�. Basta con echar un vistazo a cualquier atlas para ver que en Am�rica del Norte, adem�s de Estados Unidos, tambi�n �existen� Canad� y M�xico, asimismo norteamericanos.

 

Recientemente he visto la �ltima pel�cula de Jean-Luc Godard, �loge de l�amour, un l�cido y despiadado ejercicio sobre la memoria, y en ella el director deja bien claro que Estados Unidos ha robado el nombre que utiliza. En la escena que a m� m�s me impresion� vemos a un abogado hollywoodense adquiriendo los derechos cinematogr�ficos de los avatares durante la Resistencia francesa de un viejo matrimonio de jud�os. Lee el contrato en ingl�s y un int�rprete traduce para la familia. En un momento dado, cuando dice que los compradores son americanos, la nieta del matrimonio -militante contra la globalizaci�n neoliberal- lo interrumpe: ��Qu� americanos?�, pregunta. �De Estados Unidos�, responde sorprendido el otro. �Pero los brasile�os son tambi�n Estados Unidos�, replica la joven. �De los Estados Unidos del Norte�, contin�a el abogado. �Los mexicanos tambi�n est�n en el norte y son Estados Unidos. Lo que pasa es que ustedes no tienen nombre, ni memoria.� Poco despu�s, en un contrapunto extraordinario, aprendemos que el matrimonio, cuyo apellido original era Samuel, ha conservado hasta la fecha el que utilizaban en tiempos de la Resistencia, Baillard, porque ellos s� tienen nombre, y no lo quieren olvidar.

 

Por supuesto, los causantes de la metonimia America ni siquiera se plantean el trastorno que causa su impostura, pero en los aleda�os del imperio se ha intentado remediar este escollo sem�ntico. Los t�rminos �yanqui� o �gringo� hubieran servido, pero son despectivos, como tambi�n lo es el mal�volo �usano� -de USA, pero peligrosamente lim�trofe con gusano- sugerido por el periodista espa�ol Julio Camba.
 
Por fin, apareci� la designaci�n �estadounidense� (los mexicanos lo escriben �estadunidense� y los franceses han comenzado t�midamente a utilizar �tasunien), que parece m�s neutral, pero el arreglo dista de ser perfecto, ya que el nombre oficial de la antigua Nueva Espa�a es Estados Unidos Mexicanos y, al menos en teor�a, los nietos de Cuauhtemoc son tambi�n -y con toda la raz�n- estadounidenses.
 
Las complicaciones no terminan aqu�, pues no solamente los ciudadanos de Estados Unidos carecen de nombre -lo cual ya es grave-, sino que el binomio �Estados Unidos� tampoco es un nombre en sentido estricto. En general, los pa�ses suelen tener un apelativo claramente identificable -Australia, Gab�n o Venezuela, por citar tres al azar- y nadie utiliza circunlocuciones extra�as a la hora de nombrarlos, pues una cosa es que existan la Rep�blica Francesa o el Reino de Marruecos y otra muy distinta que nos refiramos a ellos as�, salvo en documentos legales. En cambio, un nombre tan absurdo como Estados Unidos de Am�rica ha necesitado la creaci�n de abreviaturas. En ingl�s la sigla es USA. �Y en nuestra lengua? La discusi�n en el foro al que me refer�a antes empez� cuando se intent� unificar la graf�a castellana de la abreviatura de marras, con vistas a establecer los criterios editoriales de una revista electr�nica que hemos empezado a publicar. Fue entonces cuando nos dimos cuenta del galimat�as en que se ha enredado la cuesti�n, pues, en Espa�a, el libro de estilo de El Pa�s recomienda EE UU -separado y sin puntos-, El Mundo opta por EEUU -junto y sin puntos-, el Abc y La Vanguardia se ci�en al acad�mico EE.UU. -junto y con puntos- y el Diccionario de dudas y dificultades de la lengua espa�ola de Manuel Seco escribe EE. UU. -separado y con puntos-, mientras que el Manual de espa�ol urgente de la Agencia EFE prefiere EUA (Estados Unidos de Am�rica) y una r�pida visita a la Red permite ver que, por ejemplo, el peri�dico mexicano La Reforma utiliza EU y El Mercurio chileno indistintamente EEUU o EE.UU. Elegir, en tales condiciones, equivale a una loter�a.

 

Una �ltima posibilidad, que recientemente me ha sugerido un compa�ero, ser�a renunciar por completo a traducir la sigla inglesa del pa�s y derivar de �sta el nombre de sus habitantes, que pasar�an a ser �usamericanos�, es decir, americanos de USA. Eso acabar�a de una vez por todas con la metonimia original y con las discordancias citadas m�s arriba.

 

Est� claro que a estas alturas de la historia, y dado el peso pol�tico planetario de Estados Unidos, nos enfrentamos a un problema insoluble, susceptible de an�lisis pero carente de remedio. Es irrebatible que tantas discrepancias sugieren, como poco, una relaci�n conflictiva de todos nosotros, los perif�ricos, con esa naci�n que desde principios del siglo XX se arrog� el papel de gendarme del universo.

 

Pero volvamos a Lacan, para quien nada en las palabras es casual: si fuese cierto que somos lo que nos dicta el nombre o el apellido que llevamos, algunos patron�micos muy cargados de sentido imprimir�an car�cter a su portador. Veamos un ejemplo: Fidel Castro permanece �fiel� a unos postulados que le bloquean en gran medida la posibilidad de desviacionismo; su apellido, del lat�n castrum (�campamento�, origen del t�rmino castellano �castrense�), me recuerda los tiempos del bachillerato, cuando traduc�amos en clase largos fragmentos de La guerra de las Galias, de Julio C�sar. Supongo que alguien habr� se�alado ya estos detalles del l�der cubano, que me parecen de una evidencia cristalina: tengo para m� que estaba predestinado a ser un inflexible soldado y que sus estudios iniciales de abogac�a fueron solamente un desv�o fugaz.

 

Veamos un segundo ejemplo, �ste gracios�simo: Jacques Chirac, el actual Presidente franc�s, instal� un circuito de retretes para alivio de paseantes en las calles de Par�s cuando fue alcalde de dicha ciudad. Eran bastante lujosos y se acced�a a ellos a cambio de unas monedas. Qui�n sabe si, muy a su pesar, cumpli� inconscientemente con el destino de su apellido -o al menos los franceses lo entendieron as�-, pues en lenguaje vulgar las dos s�labas de Chirac complementan lo escatol�gico (del verbo chier, cagar) y lo econ�mico (del verbo raquer, pagar), de tal manera que a los pocos d�as de inaugurar los retretes corr�a por toda Francia el siguiente eslogan humor�stico, nacido en la calle: avec Chirac, tu chies et tu raques, es decir, �con Chirac, cagas y pagas�.

 

No es nada extra�o tropezarse con ingenieros de caminos que se llaman Puente, con polic�as Alguacil o con dermat�logos Pellejero, y as� hasta el infinito. Todos ellos -siempre seg�n Lacan- eligieron la profesi�n que les dict� el apellido. De la misma manera, el pa�s America (es decir, su maquinaria pol�tica, no sus habitantes, a pesar de que la contaminaci�n existe) incluye en el ADN de sus cromosomas estatales la esencia del depredador que luego ha sido, pues ya en 1787 inici� su andadura expoliando un nombre colectivo y, despu�s, ha impuesto el lenguaje mercantilista de su industria del espect�culo y de sus multinacionales, tanto por las buenas como por las malas.

 

Qui�n le iba a decir a San Juan que el dios de ficci�n de su evangelio, aquel cuya met�fora era la Palabra, cobrar�a vida muchos siglos despu�s, adoptar�a el nombre del continente en que est� situado y, desde el despacho �oval� de una casa pintada de blanco -s�mil embrionario del huevo fundador-, crear�a un nuevo orden mundial -imitando as� el primer vers�culo del G�nesis: �En el principio Dios cre� los cielos y la tierra�- y lo pondr�a a su servicio a trav�s del control de las telecomunicaciones y la propaganda, es decir, de las palabras.

 
Este art�culo apareci� en traducci�n inglesa del autor, revisada por Nancy Almendras, en la edici�n del 12 de enero de 2006 del peri�dico electr�nico Axis of Logic (www.axisoflogic.com/artman/publish/article_20613.shtml). Nancy Almendras y Manuel Talens son miembros de Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad ling��stica ([email protected]).


Axis of Logic

 


 

Rebelión

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13 de enero de 2006

 
 

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Manuel Talens 2006