ART�CULOS DE OPINI�N

Rebelión

Historia veloc�sima de la Iglesia Cat�lica en siete p�rrafos

Treinta monedas

Plaza de San Pedro y logotipo con las llaves de la prosperidad


Manuel Talens
 

�Mi reino no es de este mundo�, dijo Jes�s a Pilatos. Pocas horas despu�s lo crucificaron. La suya fue una vida malgastada, pues muri� sin haber aprendido c�mo funcionan los negocios. En cambio Judas, un antiguo pescador y el �nico de los ap�stoles con rudimentos financieros, vendi� al Mes�as por treinta monedas de oro y amortiz� en unas horas los a�os perdidos predicando amor y sin pescar una sola sardina. Fue un lucrativo golpe de mano, ya que en Jerusal�n treinta monedas eran una peque�a fortuna, hoy equivalente a mil acciones de Halliburton o Microsoft. Judas habr�a podido prosperar invirti�ndolas bien, pero ten�a conciencia y se ahorc�. No estaba hecho para ser empresario, le faltaban agallas.

Los dem�s ap�stoles, menos individualistas y m�s corporativos, recuperaron las treinta monedas de la bolsa del suicida y, tras el entierro de Jes�s, fundaron con ellas una compa��a de compraventa al por mayor con sede central en Roma. Aquella operaci�n fue el primer blanqueo de dinero negro que refieren las cr�nicas.

Pedro, el primer presidente-director general, patent� la compa��a con el nombre de Iglesia Cat�lica. El consejo ejecutivo original adopt� los Evangelios como estatutos oficiales de la empresa, pero puso en pr�ctica una pol�tica econ�mica de car�cter terrenal, con sobornos, asesinatos, cuartelazos y especulaciones inmobiliarias. Los resultados hablan por s� mismos: veinte siglos despu�s, su capital social asciende a una cifra incalculable de lingotes y divisas fuertes y la compa��a compite en el feroz mercado global.

A lo largo de la historia, la Iglesia Cat�lica ha llevado a cabo algunas de las transacciones comerciales m�s brillantes de que se tiene noticia: la absorci�n de los activos del imperio de Constantino, el desarrollo urban�stico del Vaticano en los terrenos con mayor plusval�a de la pen�nsula it�lica o la reciente desarticulaci�n de la empresa rival Imperio Sovi�tico, tras una exitosa OPA hostil. Adem�s, el Banco Vaticano, que en contrapartida de un dep�sito de dinero pecador a plazo fijo por encima de diez millones de euros ofrece una garant�a de absoluci�n perpetua m�s una hect�rea del para�so si el depositante jura por su honor que en el futuro utilizar� los intereses para obras virtuosas, est� considerado como una de las diez principales entidades crediticias del planeta.

Pese a la declaraci�n inicial del personaje b�blico que le sirve de referencia, ejemplo y logotipo, el reino de la Iglesia Cat�lica s� es de este mundo e incluye lujosos palacios, joyas, obras de arte, think tanks, agencias publicitarias, medios de comunicaci�n de todo tipo (peri�dicos, emisoras de radio y televisi�n, sitios web), clergymen a la moda m�s in, delicadas sotanas purpuradas pr�t-�-porter y una exquisita tendencia al esplendor antiguo en cada una de sus ceremonias. Como cualquier multinacional, su organigrama tiene forma de pir�mide y desde el v�rtice va descendiendo hasta la base mediante filiales de inferior categor�a, si bien todas ellas funcionan con precisi�n corporativa y cumplen �rdenes estrictas del presidente-director general, a quien los accionistas llaman cari�osamente Papa. Un ejemplo t�pico de oficina regional es la de Espa�a, que est� inscrita en el registro mercantil con la denominaci�n social de Conferencia Episcopal Espa�ola y explota el territorio de la naci�n. Los sucesivos directores-titulares que la administran (en la jerga interna se los denomina obispos) suelen ser el paradigma del ejecutivo modelo. Se trata de hombres de acendrada rectitud y fervor intelectual, cuyas declaraciones p�blicas ejercen una enorme influencia sobre la clientela de la compa��a.

Econ�micamente sensata, la c�pula de la Iglesia Cat�lica mantiene amistades y contactos entre las personas de bien y ejerce una implacable oposici�n a cualquier activismo subversivo que amenace con alterar la paz ciudadana y el statu quo. Tampoco pierde el tiempo -pues el tiempo es oro- apoyando presupuestos de alto riesgo, como son los inmigrantes pobres en los pa�ses ricos, la educaci�n subvencionada con fondos p�blicos o la medicina de car�cter gratuito y universal, y s�lo invierte donde hay beneficios seguros.

Cuando una corporaci�n est� bien gestionada y sabe escoger el personal que le conviene, treinta monedas dan para mucho.


 

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Rebelión

 

27 de octubre de 2005

 
 

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