Nomadismo, mestizaje y globalizaci�n: una traducci�n al castellano de
La Odisea de Derek Walcott
Manuel Talens
El cr�tico Edward Hirsh, al comentar la
obra del poeta antillano Derek Walcott, se�al� que todos los personajes
de su obra �sus diversos viajeros de fortuna, sus aguafiestas
recurrentes y sus marineros mulatos� son tipos odiseicos. Por ejemplo,
los viajes del personaje Shabine en el largo poema The Schooner
Flight son una aut�ntica odisea y Walcott ha convertido a Homero en
su esp�ritu po�tico tutelar.
Yo quisiera ahora, para situar el eje
discursivo de esta conferencia [1],
leerles a ustedes unos cuantos versos de dicho poema, que me he
permitido traducir al no haber encontrado, por falta de tiempo, la
traducci�n castellana ya existente. Quien narra es la voz de Shabine:
Yo no ten�a pa�s, s�lo mi imaginaci�n
Los blancos no me quer�an, tampoco los
negros
cuando tomaron el poder.
Los primeros encadenaron mis manos y
pidieron disculpas: la �Historia�;
Los segundos dijeron que yo no era lo
bastante negro para su orgullo.
...
Una vez vi a la Historia, pero no me reconoci�,
era un criollo apergaminado, con verrugas
como una vieja botella de mar, se arrastraba como un
cangrejo
por entre los agujeros de las sombras de la red
de un balc�n enrejado; traje crema, sombrero crema.
Me acerqu� y le dije,
�Se�or, soy Shabine,
dicen que soy su nieto. �Se acuerda de mi abuela,
su cocinera negra?� El cabr�n gru�� y escupi�.
Aquel salivazo val�a por todas las
palabras.
Eso es todo lo que los hijoputas nos
dejaron: palabras.
Veamos ahora por qu� este fragmento
contiene en esencia los diversos temas que quiero hoy desarrollar: en el
primer verso, Yo no ten�a pa�s, s�lo mi imaginaci�n, aparece la
idea del n�mada, ese ser errante y sin ra�ces que lo retengan para
prestarle la identidad de lo que hemos venido a llamar naci�n o pa�s. Su
�nico punto de anclaje es la imaginaci�n.
En los cuatro versos siguientes, Los
blancos no me quer�an, tampoco los negros / cuando tomaron el poder /
Los primeros encadenaron mis manos y pidieron disculpas: la �Historia�;
/ Los segundos dijeron que yo no era lo bastante negro para su orgullo,
encontramos la coartada colonialista de la civilizaci�n judeocristiana,
que a causa de su tecnolog�a m�s avanzada conquist� y pobl� nuevos
mundos, a los que desde el primer d�a consider� supuestamente vac�os
�territorio virgen�, pues las poblaciones nativas no entraban en el
recuento de �su� Historia. Dado que desde la perspectiva judeocristiana
el Otro �no exist�a�, el Occidente colonial no sinti� reconcomio alguno
a la hora de utilizar a tales poblaciones nativas como objeto de
desahogo sexual. Pero de acuerdo con las leyes de la naturaleza, dicho
desahogo tuvo como consecuencia la creaci�n de una nueva raza, el
mestizo, que sigui� sin existir para el colonizador, pero que no
obstante hoy es una realidad ineludible.
Contamos ya con dos conceptos: el
n�mada y el mestizo. A ellos podemos a�adirles un tercero, la
historia. No es una casualidad si Derek Walcott utiliza una hache
may�scula para esta palabra en el contexto de Shabine, pues para Shabine
la Historia es equivalente a hombre blanco europeo, que la escribi� a su
imagen y semejanza, se situ� a s� mismo en ella como centro del universo
y dej� fuera a todos los dem�s.
Pero sigamos en nuestra exploraci�n de
estos versos: cuando Shabine, el mestizo inexistente de la Historia, se
le acerca al orgulloso criollo y le dice que es su hijo, utiliza para
interpelarlo la misma herramienta comunicativa que, de manera
involuntaria, el hombre blanco le hab�a legado: el ingl�s. El propio
hecho de la colonizaci�n tuvo el efecto inesperado de que las lenguas
europeas dejasen de ser propiedad exclusiva del colonizador, quien en
estos versos de Walcott demuestra su sorpresa mediante un gru�ido y
expresa su rabia al tener que compartir el lenguaje mediante el insulto
supremo: un salivazo. Y es que por mucho que le pese al hombre blanco,
el lenguaje nos otorga a todos pasaporte de existencia, con lo cual el
mestizo Shabine adquiere cartas credenciales de sujeto y se introduce a
la fuerza en esa Historia con hache may�scula de la que hab�a sido
excluido, y ello de manera muy similar a la que puede observarse en la
Visi�n de los vencidos, del mexicano Miguel Le�n Portilla, quien
al devolverles a los aztecas la voz manuscrita en el lienzo de Tlaxcala,
reescribi� la muy parcial versi�n de la conquista de M�xico de Bernal
D�az del Castillo y del propio Hern�n Cort�s.
En su texto de aceptaci�n del premio
Nobel en 1992, Derek Walcott mencion� el maravilloso recuerdo que le
quedaba de una representaci�n teatral que hab�a tenido ocasi�n de
presenciar a�os atr�s en la isla antillana de Trinidad. Se trataba del
Ramayana hind�, a cargo de los lugare�os de una alde�ta llamada
Felicity. Los actores no lo eran en realidad, pues se trataba de
descendientes directos de los hind�es cortadores de ca�a que hab�an sido
trasplantados siglos atr�s al Caribe. Coment� entonces Walcott que, a
causa de su deformaci�n mental del sentido de la Historia, aprendida
directamente del hombre blanco, confundi� aquel d�a lo que en realidad
era un acto de deleite terrenal de los lugare�os �no olvidemos que la
aldea se llamaba Felicity, es decir, felicidad� con un acto elegiaco y
doloroso por la tragedia del colonialismo, de la patria perdida, as�
como una rememoraci�n de un pasado lejano que ya nunca volver�a. Sin
embargo, a�adi� a continuaci�n, aquellos improvisados actores
trinitenses en realidad desbordaban gozo, pues aunque cre�an en la
sacralidad del texto como se cree en una religi�n o en un dios, no se
estaban refiriendo de ninguna manera a la nostalgia de lo perdido, sino
que utilizaban el lenguaje de la tradici�n hind� perfectamente adaptado
a la realidad del Caribe, la �nica que pose�an. No hab�a ning�n pasado
al que referirse, pues el nuevo mundo mestizo nacido del colonialismo
carece de pasado, por eso es nuevo.
Sin embargo, a�ado yo, el lenguaje que
utilizaban aquellos antiguos colonizados era el mismo que el del
colonizador ingl�s. Llegados a este momento, vale la pena que mencione
aqu� el maravilloso cuento de Jorge Luis Borges Pierre Menard, autor
del Quijote, en el que un supuesto escritor franc�s escribe en el
siglo XX fragmentos de la obra cervantina con las mismas palabras que el
novelista espa�ol, pero con un significado diferente, pues el lenguaje,
incluso si fon�ticamente es igual, cambia con el tiempo y con la
localizaci�n geogr�fica.
Y, siguiendo con su discurso, el l�cido
Walcott a�adi� que aquel error suyo al malinterpretar felicidad por
eleg�a era equivalente a la incomprensi�n, llena de absurda
superioridad, con la que los gram�ticos contemplan los dialectos, la
ciudad a la aldea o el imperio a sus colonias, pues quien est� en
posici�n de poder �ya sea gram�tico, ciudad o imperio� analiza a quien
est� en posici�n de subordinado �ya sea dialecto, aldea o colonia� desde
el pedestal de sus propias coordenadas, sin preocuparse de pensar que
quiz� el Otro no est� de acuerdo con dicho an�lisis. Adem�s, en su
soberbia ignora la nueva realidad que naci� en el camino: el mestizaje.
Walcott, que es al mismo tiempo n�mada
(pues no vive en Santa Luc�a, sino en Estados Unidos), mestizo y
alter ego de Shabine, pero que al mismo tiempo convive desde su
c�tedra de literatura en Harvard con la mentalidad m�s pura del
colonizador, demostr� a pesar de todo que es capaz de reconocer sus
or�genes y reclamar la igualdad de trato para ellos.
Con lo cual entramos de lleno en el tema
de esta conferencia, la traducci�n castellana de La Odisea
[2]. Todo empez�
un d�a del pasado febrero, cuando Jorge M�rquez, director del Festival
de Teatro Cl�sico de M�rida, se puso en contacto con mi hermano Jenaro y
conmigo para pedirnos que traduj�semos la obra de Walcott con suma
urgencia, ya que los actores iban a empezar los ensayos y necesitaban el
texto.
Quiz� sea cosa del destino, pero tanto
mi hermano como yo somos mestizos culturales, pues hemos crecido
influenciados por dos lenguas, el catal�n y el castellano. Al mismo
tiempo, somos n�madas tras habernos pasado la vida de un lado para otro.
Con tales antecedentes, no es de extra�ar que una parte de nuestra labor
profesional, junto a la poes�a y a la novel�stica, sea la traducci�n. Y
digo que no es de extra�ar porque si el mestizaje, como tal, va unido a
una pr�ctica cultural espec�fica, dicha pr�ctica no es otra que la
traducci�n. Al parecer, seg�n un amigo m�o, Pushkin dijo en cierta
ocasi�n que los traductores son como caballos de postas, que transportan
una idea desde una lengua a otra. Lo que, desde mi �ptica, no dijo el
autor ruso es que en dicho trasvase hay algo m�s que un puro movimiento
impoluto, pues el traductor �que es ya un mestizo mental de la lengua de
partida y de la lengua de llegada�, al apropiarse de un discurso ajeno
le imprime su propio car�cter, y ello por muy fiel que pretenda ser al
original.
El caso que nos ocupa, La Odisea
de Walcott, ha sido una experiencia apasionante, pues no tiene uno todos
los d�as la ocasi�n de ocuparse de una obra con caracter�sticas tan
singulares como �sta. Por una parte, Walcott est� considerado, junto con
Seamus Heaney, como la cumbre de la poes�a en lengua inglesa actual,
pero no es eso lo que quiero resaltar aqu�, sino que el ingl�s que
utiliza Walcott, al igual que el castellano del Pierre Menard borgiano,
pero por otras circunstancias, no es el mismo que el del colonizador
brit�nico. En efecto, Borges tuvo la genialidad en su relato de poner en
evidencia que �Componer el Quijote a principios del siglo XVII
era una empresa razonable, necesaria, acaso fatal; a principios del XX,
es casi imposible. No en vano han transcurrido trescientos a�os,
cargados de complej�simos hechos. [...] El texto de Cervantes y el de
Menard son verbalmente id�nticos, pero el segundo es casi infinitamente
m�s rico.� Sin embargo, la constataci�n de que el paso del tiempo a�ade
una infinita riqueza al lenguaje se queda en Borges solamente a las
puertas de la semi�tica, sin a�adir un componente pol�tico al cambio de
significaci�n, lo cual, por otra parte, no es de extra�ar en un autor
como el argentino, que practic� toda su vida el as�ptico arte por el
arte, algo a mi entender pol�ticamente reaccionario, por muy perfecto
que sea, y digo esto desde mi m�s profunda admiraci�n por el autor de
Ficciones. En cambio, en La Odisea de Walcott el componente
pol�tico es una parte esencial de la estructura de la obra.
Los cl�sicos han sido siempre objeto de
m�ltiples adaptaciones, pero hay reescrituras y reescrituras. En la
suya, Derek Walcott tiene el m�rito de introducir el mundo posmoderno,
incluso si el espacio f�sico y la temporalidad son los mismos que en la
obra de Homero. La prueba m�s palmaria de que su Odisea
transcurre metaf�ricamente en la �poca actual es que el personaje que
sirve de caja de resonancia no es otro que el bluesero Billy Blue, un
cantante ciego antillano que inicia la representaci�n y que, ya de
entrada, pone al lector/espectador ante la incuestionabilidad de nuestro
mundo globalizado, mestizo por definici�n. Al mismo tiempo, Billy Blue
interact�a con los griegos antiguos y utiliza para ello su ingl�s
colonial, con inflexiones caribe�as, sin que por ello se resienta la
credibilidad del discurso.
Hay un momento extraordinario en la
escena IV del segundo acto, en el que Odiseo le dice a Billy Blue: �Qu�
extra�o dialecto. �De qu� isla eres?�. Y el bluesero le responde: �De un
archipi�lago lejano. Mares azules como los tuyos. El mar habla la misma
lengua en todas las orillas del mundo.� Recordemos que ambos utilizan la
misma lengua, pero con un significado diferente, extra�o a los o�dos de
Odiseo, pues mientras que la lengua de �ste es la del europeo
colonizador, la de Billy Blue es la del mestizo colonizado del Nuevo
Mundo y est� pre�ada con la terrible historia del colonialismo, lo cual
permite que esta Odisea pueda leerse como algo perfectamente
actual, como un remedo del mundo globalizado en que vivimos, con sus
intrigas de palacio, sus luchas por el poder, sus codicias y sus dos
discursos paralelos que nunca llegan a entenderse: en primer lugar, el
del hombre blanco occidental simbolizado por Odiseo, paradigma del
capitalismo depredador, quien considera que la tierra ��taca es aqu� la
met�fora de nuestro planeta� es de su intransferible propiedad y, por lo
tanto, puede disponer de ella a voluntad. En segundo lugar, en paralelo
al discurso del h�roe hom�rico, est� el del bluesero Billy Blue, que no
es ciego por casualidad, sino porque eso le permite ver con los ojos de
la imaginaci�n, capacidad que Odiseo/Occidente, en su infinita codicia,
ha perdido para siempre. A falta de poder, el �nico capital que posee el
Tercer Mundo es la imaginaci�n.
En diversas ocasiones se menciona que
Odiseo tiene el apodo de �saqueador de ciudades�. Si analizamos el texto
desde esta perspectiva y le aplicamos la met�fora, �qu� fueron las
reci�n nacidas naciones europeas del siglo XVI, sino tambi�n saqueadoras
del Nuevo Mundo? Las monarqu�as europeas asumieron el papel de Odiseo.
Otro aspecto que le presta actualidad a
esta Odisea es la escena VIII del primer acto, cuando Odiseo
llega a la Isla del C�clope. Dicha escena puede perfectamente leerse
como un trasunto de la sociedad represiva en que vivimos, sobre todo
tras los dram�ticos sucesos del 11 de septiembre. La Isla del C�clope es
aqu� igual que los Estados Unidos de George W. Bush, un estado policial
donde todo el mundo es sospechoso, quienes son diferentes van a la
c�rcel o son asesinados y lo decible est� rigurosamente censurado.
Al mismo tiempo, Billy Blue es el n�mada
sin hogar. En la escena XIV del primer acto aparece vestido de vagabundo
con su guitarra y su hatillo, y va pidiendo limosna. �No se trata,
acaso, de una copia fidedigna del colonizado tercermundista de nuestros
d�as: hombre de color, pobre como las ratas a causa de la avaricia
occidental, a quien convertimos en n�mada a la fuerza y a quien le
negamos la entrada en nuestro para�so occidental?
Dado que el autor, Walcott, utiliza en
su obra el ingl�s mestizo y colonizado del Caribe, mi hermano y yo hemos
tenido que adaptar nuestro lenguaje peninsular �mal que nos pese,
nuestro castellano es el del colonizador� a diversas inflexiones
caribe�as �tambi�n colonizadas� de la lengua de Cervantes. Un ejemplo
que quiero citar aqu� es la coletilla man, tan frecuente entre
los negros angloparlantes de esa parte del mundo, que aqu� aparece como
muchacho, con un claro acento cubano.
Ayer mismo tuve ocasi�n de presenciar en
el Teatro Romano el �ltimo ensayo general que precede al estreno de esta
noche. La puesta en escena de La Odisea que ver�n ustedes va
todav�a m�s en el sentido posmoderno, globalizador y mestizo que les he
referido m�s arriba, ya que Walcott se ha tra�do de Trinidad una
steel band extraordinaria que permanece todo el tiempo junto a los
actores y los envuelve con su calipso afrocaribe�o. M�s a�n, a pesar de
que el texto ingl�s que hemos traducido podr� leerse en su totalidad en
nuestra lengua una vez publicado, la representaci�n esc�nica ser�
multiling�e: espa�ol, ingl�s e italiano, pues cada uno de los actores se
expresa en su propia lengua, mientras que un sofisticado sistema de
subtitulaci�n orienta al espectador en el sentido de los di�logos. Nada
me extra�ar�a que alg�n cr�tico poco atento a lo que est� pasando en el
mundo actual se queje de la Babel que propone Walcott, pero ya se sabe
que mientras unos se miran el ombligo otros siguen avanzando y los dejan
atr�s.
El teatro, aunque pueda leerse como
cualquier texto, es ante todo un texto escrito para ser escuchado. Otra
particularidad de esta traducci�n ha sido la necesidad de adaptar el
ritmo del lenguaje para que ese trasvase desde el ingl�s al castellano
se hiciera con la mayor fidelidad a la cadencia de la obra original y
que, al mismo tiempo, tanto Homero como Walcott sonasen bien. El ingl�s
y el castellano son lenguas fon�ticamente muy distintas. La primera
posee un marcado car�cter monosil�bico, mientras que la segunda �el
castellano� es bisil�bica. Esto, que en la prosa implica menos
dificultades a la hora de traducir, en el lenguaje po�tico de La
Odisea walcottiana era el escollo principal. Hemos encontrado la
soluci�n utilizando �tal como mi hermano Jenaro ya hizo con sus
versiones shakesperianas� la familia del endecasil�bico como forma de
castellanizar el ritmo del pent�metro y�mbico anglosaj�n.
Es bien sabido que la rima asonante y
los versos octos�labos son los elementos de la l�rica castellana en la
baja Edad Media, que en el siglo XV fueron sustituidos por el
dodecas�labo y �ste, a su vez, por el endecas�labo renacentista en el
XVI, principalmente a trav�s de Garcilaso. Alguien dijo que la m�sica es
siempre cosa de n�madas. La musicalidad del endecas�labo procede �como
no� de los italianos y ello por una raz�n fundamental: en la baja y alta
Edad Media los n�madas de Occidente no eran otros que los viajeros
venecianos �el ejemplo de Marco Polo es paradigm�tico� y, por lo tanto,
fueron ellos quienes estaban expuestos a las diversas m�sicas y a las
culturas de otras latitudes. La pr�ctica cultural de la m�sica se ha
enriquecido siempre con el mestizaje y, de nuevo, tampoco es casualidad
ninguna si los italianos son maestros en la m�sica, su lengua es una de
las m�s fon�ticamente musicales entre las europeas y sus versos cultos
�el endecas�labo� es el que posee un ritmo m�s hermoso.
Trabajar al ritmo que impone un montaje teatral, incluso para quienes
como mi hermano y yo estamos acostumbrados a asumir como una de las
caracter�sticas de nuestro mundo la noci�n misma de velocidad, no es
siempre f�cil. Cuando recibimos el encargo de poner en nuestra lengua la
compleja obra de Walcott faltaba menos de un mes para empezar los
ensayos. Yo estaba en Francia; mi hermano en Ginebra, ambos inmersos en
nuestros propios proyectos. Sin embargo, la fuerza y la pasi�n que
transmiten los versos de este texto son tan contagiosas que no nos
import� lanzarnos de cabeza y sin flotador al proceloso mar de la
traducci�n. Internet facilit� el intercambio. Qu� mejor met�fora para
transponer las palabras del viejo Homero al mundo globalizado en que se
mueve Walcott que el de esa otra forma de navegaci�n que llamamos la
Red. Por suerte, lo incorp�reo de ese universo se ha corporeizado aqu�,
en M�rida. Que ustedes disfruten del milagro. Muchas gracias.
[1] Conferencia
pronunciada en el Museo Romano de M�rida el 28 de julio de 2005.
[2] Derek
Walcott, La Odisea, traducci�n y edici�n biling�e a cargo de
Jenaro Talens y Manuel Talens, Visor Libros (Madrid 2005, de pr�xima
aparici�n).
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