ART�CULOS DE OPINI�N

Rebelión

Texto presentado en el IV Congreso Internacional Cultura y Desarrollo. La Habana, 8 de junio de 2005

La industria de la cultura en la era de la banalizaci�n

Manuel Talens


Manuel Talens

 

En su texto Sobre ciencia moderna y posmoderna, el fil�sofo y profesor espa�ol Quint�n Racionero cuenta c�mo el pintor Marcel Duchamp, que durante su etapa dada�sta produjo objetos de uso com�n desligados de su contexto inicial �el ejemplo m�s c�lebre de estos es el orinal de porcelana�, se quej� cuatro d�cadas despu�s, ya en los 60, de que los neodada�stas del pop art elogiasen la belleza est�tica de tales objetos. �Les arroj� un orinal a la cara, como un desaf�o�, dijo amargamente Duchamp, �y ahora lo admiran e imitan�.

Con independencia de que la supuesta intenci�n revolucionaria con la que hab�a concebido el orinal suene a falso en estas palabras de Duchamp, puesto que no lo arroj� a la cara de nadie, sino que lo colg� en un museo, que es el lugar sacrosanto de la correcci�n pol�tica en el arte, esta an�cdota enlaza a la perfecci�n con el razonamiento de Umberto Eco en sus Apostillas a �El nombre de la rosa�, a saber, que las vanguardias, al pretender la ruptura con todos los c�digos art�sticos de legitimaci�n y plantearse a s� mismas como alternativas al arte heredado del ayer, pero sin someterse a otro criterio que al de la propia producci�n art�stica, fracasaron de forma estrepitosa. El error que cometieron, sigue Racionero, citando para ello a Nietzsche, es que toda pretensi�n de autarqu�a implica un ejercicio de nihilismo y el nihilismo es, por encima de todo, un hueco que se deja libre para que en �l se inserten fuerzas incontrolables. En este ejemplo, una vez desaparecido el valor de uso est�tico que el orinal solo habr�a podido tener en el caso de que Duchamp se lo hubiese planteado como un arma pol�tica, no como un objeto despolitizado, el hueco creado por el nihilismo dada�sta fue sustituido de inmediato por la l�gica del valor de cambio que el capitalismo asigna a los productos art�sticos. Y, as�, el orinal se convirti� en sublime obra de arte del siglo XX y su valor de salida en las subastas alcanz� el mill�n de d�lares. El c�rculo estaba cerrado: el arte, desprovisto de motivaci�n, es solo un objeto de consumo.

Con lo cual entramos de lleno en los argumentos que quiero desarrollar durante los pr�ximos minutos, es decir, que el destino del arte apol�tico �el denominado arte por el arte, la belleza pura �en terreno de nadie�� consiste en dejarse domesticar por esa gran m�quina trituradora, homogeneizadora y de producci�n teledirigida de sentido que es el Capital.

No es ninguna casualidad si el arte en el mundo globalizado actual se caracteriza mayoritariamente por su banalizaci�n, puesto que est� en manos, tambi�n mayoritariamente, de la denominada industria de la cultura �y recalco aqu� la palabra industria�, que ejerce un �control absoluto de todo el proceso de producci�n art�stica�, desde el �material de soporte� de cualquier obra hasta los medios de comunicaci�n en que �sta ser� valorada, pasando por la elecci�n del artista, que se ver� otorgar el �privilegio� de pertenecer a tal o cual sello, y por la censura previa de todo discurso que ponga en entredicho el car�cter de mercanc�a del producto final, que es, como acabo de se�alar, un objeto de consumo, comercializable y vendible al mismo t�tulo que una silla, un perfume o una lavadora. En tales condiciones de castraci�n pol�tica o revolucionaria de la obra art�stica, el arte pasa a ser puro entretenimiento, objeto pasivo, transmisor de ideolog�a capitalista destinada a perpetuar un estado de cosas en el que lo fundamental es la plusval�a que se obtiene de su intercambio, sin otro objetivo que la propia plusval�a.

El corolario de esta banalizaci�n del arte es una ausencia de cualquier deseo de trascender. Al haber perdido su car�cter revulsivo para convertirse en objeto de consumo, su valor se agota en el propio acto de la consumici�n, lo cual entra dentro de la l�gica inacabable del capitalismo, cuya constante necesidad de plusval�a lo obliga a una permanente renovaci�n de sus productos, destinados desde su concepci�n a ser tan ef�meros los unos como los otros. Como ejemplo di�fano de esto que digo, la industria de la cultura produce en Espa�a m�s de cincuenta mil t�tulos de libros por a�o. Si consideramos que mi pa�s no se caracteriza por grandes �ndices de lectura y que el mercado natural de exportaci�n de tales libros es Latinoam�rica, un subcontinente que no puede comprarlos en grandes cantidades debido a la crisis econ�mica en que est� sumido, la producci�n de cincuenta mil t�tulos �que seg�n Greenpeace en el a�o 2002 alcanz� los 275,6 millones de ejemplares y consumi� 25 505 toneladas de papel, para el que fue necesario cortar 357 081 �rboles� son un aut�ntico despilfarro de un engranaje que gira sin fin: buena parte de ellos terminan como papel picado.

Pero la cosa no se detiene en el despilfarro, pues la industria de la cultura ha aprendido la lecci�n de la sociedad basada en el consumo y sabe que, en nuestra �poca posmoderna, para vender algo hace falta darle una imagen. Razones hist�ricas diversas hacen que el arte siga teniendo entre nosotros un aura de rebeld�a y, por ello, la industria de la cultura no solo ha adoptado esa aura de rebeld�a para sus productos, sino que, al darse cuenta de que ayuda a vender, la provoca, la inventa como valor a�adido, como valor de marca. As�, el orinal de Duchamp ya nunca m�s ser� un orinal, sino un duchamp. Un lienzo torpemente ensuciado por T�pies no ser� un trapo sucio, sino un t�pies, y as� sucesivamente.

El aura se consigue a trav�s de campa�as publicitarias encubiertas bajo forma de los propios medios de comunicaci�n, es decir, a trav�s del simulacro. Si en la Modernidad surgida del Renacimiento lo que el arte buscaba era la representaci�n del mundo tal como supuestamente era, en la actual Posmodernidad lo que busca la industria de la cultura �que hoy se ha arrogado la voz por la que habla el arte� es la simulaci�n del mundo tal como el capitalismo desea que los dem�s lo perciban, y ello con el fin de crear una ilusi�n de verdad acorde con los objetivos de la plusval�a, que son el com�n denominador de la industria de la cultura. El simulacro, pues, consiste en la falsa e intencionada representaci�n del mundo desde la autoconciencia de su falsedad. La Modernidad representaba lo que supon�a verdadero (incluso si no lo era); la Posmodernidad simula que representa lo que supone verdadero, algo que, evidentemente, no supone. Se trata por lo tanto, de una doble mentira. En el primer caso, la sensibilidad creadora patente en la obra moderna estimulaba su posesi�n: el objetivo era el goce est�tico; en el segundo, la posesi�n de la obra posmoderna no tiene nada que ver con la obra en s� misma, sino con la firma; el objetivo es el goce econ�mico.

Naturalmente, para que todo esto suceda es necesaria la complicidad del artista. Sin complicidad no existe el simulacro. Pero la capacidad de corrupci�n del capital es inmensa y nunca faltan artistas dispuestos a poner su praxis al servicio del orden dominante. �Ejemplos? Hay muchos. En el terreno de la literatura, Mario Vargas Llosa se encarga desde hace a�os con su magn�fica prosa de justificar ideol�gicamente en el mundo hispano el pensamiento �nico. Claro est�, Vargas es un gran escritor y no todos los posibles lectores est�n al alcance de su discurso, pero eso la industria de la cultura lo suple con diferentes gradaciones de calidad: en la escala del m�s al menos, arriba estar�a Vargas y, abajo, para los semianalfabetos, artistas del pelaje de Zo� Vald�s. Ambos cumplen la misma funci�n y reciben el mismo apoyo medi�tico, pues una de las caracter�sticas que vinculan a estos practicantes del simulacro capitalista es la insistente machaconer�a con que los medios convencionales les sirven de escaparate.

En el terreno de la m�sica popular pasa igual: tanto el jazz, como el rock o el rap que hoy difunde la industria de la cultura son productos de consumo sin mordiente revolucionaria. Wynton Marsalis o Norah Jones est�n tan lejos de Charlie Parker o Miles Davis como Mario Vargas Llosa puede estarlo de Gabriel Garc�a M�rquez. Y lo curioso es que estos �artistas� suelen presentarse a s� mismos como paladines del Bien. En el �ltimo art�culo de Vargas Llosa, aparecido hace unos d�as en la prensa y titulado �Voluntad de morir�, las palabras progreso, justicia, libertad y democracia aparecen ya de entrada en el primer p�rrafo como objetivo �tico del autor. Otro ejemplo: no s� si ustedes conocen a un cantante espa�ol llamado Alejandro Sanz, que vive en Miami y que ahora presume de implicaci�n pol�tica porque en su �ltimo disco ataca a Cuba. Lo curioso es que tambi�n ha atacado a Venezuela: cuando los empresarios venezolanos organizaron �y despu�s perdieron� el refer�ndum contra Ch�vez, Sanz afirm� que si a �l le pidiesen que dejase de cantar por el mismo m�todo, lo har�a, porque en la vida hay que ser honrado. Dicho y hecho, de inmediato se mont� una campa�a internacional de firmas por internet para pedirle que se fuera al carajo, pero no lo hizo.

Frente a un estado de cosas como esta, con una industria de la cultura que controla todo el proceso de producci�n, el artista que desea crear un arte revolucionario lo tiene dif�cil, pero eso no quiere decir que no deba intentarlo. Dado que este foro de hoy se plantea como una denuncia de los instrumentos neoliberales de dominaci�n y nos pone a los participantes ante el reto de ofrecer alternativas, quiero destacar aqu� el ejemplo de dos amigos m�os, el uno pintor y realizador de cine y el otro m�sico de jazz.

El primero de ellos es Abb� Nozal, un pintor espa�ol que se ha mantenido siempre al margen del mercadeo puro y duro de los galeristas. Estos conocen el medio �faltar�a m�s� y dicen que trabajan con los artistas, que arriesgan con las tendencias y que venden arte, pero no es cierto. Trabajan con sumisos lacayos, no arriesgan nunca y lo que venden son �productos-firmados�. Los galeristas son comisionistas, viven de un porcentaje. En tales condiciones, suenan a hueco palabras como sensibilidad, emoci�n, ternura, etc. Nozal, como digo, no quiere saber nada de ellos ni de los politicastros del poder y, por supuesto, ha pagado el precio de una ausencia absoluta de los ambientes oficiales del arte en Espa�a. Siendo, como es, uno de los pintores m�s importantes de mi pa�s, sencillamente no existe ni en museos ni en exposiciones itinerantes del gobierno ni en los medios de comunicaci�n. Porque una de las facetas m�s perversas de la industria de la cultura es su capacidad de ninguneo. Quien molesta, desaparece.

Pero no es de su faceta como pintor marginal de lo que quiero hablar hoy aqu�, sino de otra, porque Abb� Nozal es asimismo director de cine. Acaba de firmar un corto, La canci�n de Marta, ya seleccionado y presentado en varios festivales, que es un ataque frontal a uno de los iconos de la pintura abstracta espa�ola, Antoni Tapi�s, �pintor oficial� del gobierno de Catalu�a y embaucador de primera l�nea, seg�n Abb� Nozal.

Una de las caracter�sticas imprescindibles del arte como combate es la necesidad absoluta de personalizar los disparos simb�licos, ya que las generalizaciones son p�lvora mojada, pues s�lo sirven para que nadie se d� por aludido. La canci�n de Marta apunta de manera inequ�voca la c�mara contra Antoni Tapi�s y le lanza un misil ideol�gico. Por ello, es pura lucha, guerrilla del celuloide, denuncia desgarradora del trasfondo del mundo oficial del arte como comercio y como simulacro, realizada con la mejor fotograf�a posible, con la mejor interpretaci�n posible, con los mejores medios t�cnicos posibles y con la mejor m�sica posible para envolver bien el mensaje con el fin de que �ste llegue como una p�ldora bien engrasada hasta el fondo del est�mago del espectador... y, una vez all�, reviente.

El segundo ejemplo de artista comprometido con su tiempo y no con el capital es el saxofonista israel� Gilad Atzmon, quien, adem�s, es escritor �acaba de publicar su segunda novela� y articulista en internet: yo he traducido muchos de sus textos para el sitio web www.rebelion.org. Atzmon es un marxista radical, autoexiliado en Londres, cr�tico furibundo del sionismo y de los aparatos institucionales del Estado de Israel y rabioso defensor del pueblo palestino, que ha puesto su instrumento y su pluma al servicio de la causa. Su grupo, The Orient House Ensemble, es una amalgama de jud�os y palestinos. En un disco anterior, titulado Exile, cometi� el sacrilegio de interpretar m�sica tradicional jud�a con letra �rabe. El �ltimo, que acaba de aparecer, se titula Musik, con K. Seg�n ha confesado Atzmon en una reciente entrevista a una revista madrile�a de jazz, para �l Music, con c final, representa el mantenimiento de la hegemon�a, del poder; en cambio MusiK, con K may�scula, es la b�squeda de la belleza. �Diferencio entre la �K�, la b�squeda est�tica, y la �c�, que es la transformaci�n de la est�tica en un efecto material, en algo comercial, la misma diferencia entre Kultur y culture.� Ni qu� decir tiene que Gilad Atzmon considera que �el jazz ya no lucha por la libertad como un movimiento pol�tico [de liberaci�n de los negros oprimidos por una sociedad blanca]� y tampoco apunta a la libertad como actividad musical.� �Por qu�?, se pregunta Atzmon, y se responde: �Porque vivimos en una era muy orquestada desde el punto de vista comercial. Producimos m�sica cuya apreciaci�n se refleja en su m�rito comercial.� Atzmon, con una lectura materialista de su oficio, pone el dedo en la llaga de la enfermedad que aqueja al arte hoy en d�a: la subordinaci�n al capital.

Estos dos ejemplos �y podr�a poner un tercero en el terreno de la literatura, el de mi �ltima novela, a�n in�dita, pero no deseo incurrir en promociones personales� constituyen sendas v�as de posible expresi�n art�stica ajena a consideraciones comerciales como objetivo �ltimo y me parecen una alternativa correcta a la de la industria de la cultura. Ojo, no estoy diciendo que el artista no deba vivir de su arte, sino que idealmente no deber�a subordinarlo a la plusval�a.

Existen, por supuesto, alternativas, no hay que pensar que la batalla est� perdida de antemano. Son dif�ciles, m�s complicadas de llevar a cabo y est�n siempre sometidas al riesgo de ataque por parte del capital, que no tolera el �xito fuera de la l�gica de la plusval�a. Los cubanos aqu� presentes saben muy bien que el hecho de salirse del camino trazado e intentar uno nuevo �como hicieron hace cuarenta y cinco a�os� no solo est� mal visto, sino que adem�s es peligroso. Eso, aplicado al arte, tambi�n sucede: el artista que decide salirse del camino trazado por la industria de la cultura ser� asimismo un artista mal visto por los medios de comunicaci�n que esta controla y, probablemente, su carrera se ver� plagada de obst�culos, pero hoy existen medios de salt�rselos, que discutiremos en unos momentos, cuando pasemos al di�logo, con preguntas y respuestas. Muchas gracias a todos.

 


 

Rebelión

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15 de junio de 2005

Texte present� au IV Congreso Internacional Cultura y Desarrollo. La Havane, le 8 juin 2005

La industrie de la culture dans l'�re de la banalisation

Manuel Talens


Manuel Talens

Traduit de l'espagnol par Alain de Cullant

 
Dans son texte Sobre ciencia moderna y posmoderna (Sur la science moderne et postmoderne), le philosophe et professeur espagnol Quint�n Racionero conte comment le peintre Marcel Duchamp, qui durant son �tape dada�ste a produit des objets d'utilisation commune d�li�s de leur contexte initial - l'exemple le plus c�l�bre est un pot de chambre de porcelaine - , il s'est plaint quatre d�cennies ensuite, dans les ann�es 60, quand les n�o-dada�stes du pop-art faisaient l'�loge de la beaut� esth�tique de tels objets. "Je vais leur jeter le pot de chambre � la figure, je l'ai fait comme un d�fi", dit am�rement Duchamp, "et maintenant ils l'admirent et l'imitent".

Ind�pendamment du fait que la suppos�e intention r�volutionnaire avec laquelle il avait con�u le pot de chambre sonne faux dans les paroles de Duchamp, puisqu'il ne le jeta pas � la figure de personne, mais qu'il est accroch� dans un mus�e, le lieu sacro-saint de la correction politique dans l'art. Cette anecdote relie � la perfection le raisonnement d'Umberto Eco dans ses Apostilles du "Au nom de la rose", � savoir, que les avant-gardistes fracass�rent de fa�on retentissante, ceux-ci pr�tendant � la rupture avec tous les codes artistiques de l�gitimation et se plantant eux-m�mes comme alternatives de l'art h�rit� d'hier, mais sans se soumettre � un autre crit�re que celui de la propre production artistique. L'erreur qu'ils ont commis, continue Racionero, citant pour cela Nietzsche, est que toute pr�tention d'autarcie implique un exercice de nihilisme et le nihilisme est, avant tout, une cavit� qui reste libre pour qu'en elle s'ins�rent des forces incontr�lables. Dans cet exemple, une fois disparue la valeur d'utilisation esth�tique que le pot de chambre peut seulement avoir dans le cas o� Duchamp s'en serai servi comme une arme politique, non comme un objet d�politis�, la cavit� cr��e par le nihilisme dada�ste a �t� remplac�e imm�diatement par la logique de la valeur de changement que le capitalisme assigne aux produits artistiques. Ainsi, le pot de chambre s'est transform� en une sublime �uvre d'art du XX �me si�cle et sa valeur, qui � la sortie des ench�res, a atteint le million de dollars. Le cercle �tait ferm� : l'art, d�pourvu de motivation, est seulement un objet de consommation.

Et par cons�quent nous entrons dans les arguments que je veux d�velopper durant les prochaines minutes, c'est-�-dire, que le destin de l'art apolitique - l'art appel� art, la beaut� pure "sur le terrain de personne" - consiste � se laiss� domestiquer par cette grande machine broyeuse, homog�n�isatrice et de production t�l�command�e de sens qu'est le Capital.

Ce n'est pas un pur hasard si l'art dans le monde globalis� actuel se caract�rise majoritairement par sa banalisation, puisqu'il est majoritairement entre les mains de l'appel�e industrie de la culture - je souligne ici le mot industrie - . Celle-ci exerce "un contr�le absolu de tout le processus de production artistique", depuis le "mat�riel de support" de toute �uvre jusqu'aux moyens de communication dans lesquels celle-ci sera �valu�e, en passant par l'�lection de l'artiste, qui se verra accorder le "privil�ge" d'appartenir � tel ou tel sceau, et par la censure pr�alable de tout discours qui met en interdiction le caract�re de marchandise du produit commercialisable et vendable au m�me titre qu'une chaise, un parfum ou une machine � laver. Dans de telles conditions de castration politique ou r�volutionnaire d'une �uvre artistique, l'art devient pur divertissement, objet passif, transmetteur d'id�ologie capitaliste destin� � perp�tuer un �tat de choses dans lequel l'essentiel est la plus-value qui est obtenue de son �change, sans autre objectif que la plus-value elle-m�me.

Le corollaire de cette banalisation de l'art est une absence de tout d�sir de transcender. En ayant perdu son caract�re r�vulsif pour se transformer en un objet de consommation, sa valeur s'�puise est �puis� dans le propre acte de la consommation, lequel entre dans la logique interminable du capitalisme, dont la constante n�cessit� de plus-value l'oblige � une r�novation permanente de ses produits, destin�s depuis leur conception � �tre aussi �ph�m�res les uns comme les autres. Comme exemple diaphane de ceci, l'industrie de la culture produit, en Espagne, plus de cinquante mille titres de livres par an. Si nous consid�rons que mon pays ne se caract�rise pas par de grands indices de lecture et que le march� naturel d'exportation de tels livres est Am�rique Latine, un sous-continent qui ne peut pas les acheter en grandes quantit�s �tant donn� la crise �conomique dans lequel il est plong�. La production de cinquante mille titres - qui selon Greenpeace durant l'ann�e 2002 a atteint les 275.6 millions d'exemplaires et a consomm� 25.505 tonnes de papier, pour laquelle il a �t� n�cessaire l'abattage de 357.081 arbres, ceci est l'authentique gaspillage d'un engrenage qui tourne sans fin : une bonne partie de ces livres terminent comme papier tritur�.

Mais la chose ne s'arr�te pas dans le gaspillage, car l'industrie de la culture a appris la le�on de la soci�t� bas�e sur la consommation et sait qu'� notre �poque postmoderne, pour vendre quelque chose, il faut lui donner une image. Diverses raisons historiques font que l'art continue � avoir, entre nous, une aura de r�bellion et, pour cette raison, l'industrie de la culture non seulement a adopt� cette aura de r�bellion pour ses produits, mais, en se rendant compte que cela aide � vendre, la provoque, elle l'invente comme valeur ajout�e, comme valeur de marque. Ainsi, le pot de chambre de Duchamp ne sera jamais plus un pot de chambre, mais un duchamp. Une toile maladroitement salie par T�pies ne sera pas un chiffon sale, mais un t�pies, et ainsi de suite.

L'aura est obtenue au travers des campagnes publicitaires dissimul�es sous la forme des moyens de communication eux- m�mes, c'est-�-dire, � travers le simulacre. Si dans la Modernit�, apparue de la Renaissance, ce que l'art cherchait �tait la repr�sentation du monde comme il �tait hypoth�tiquement, dans l'actuelle Postmodernisme ce que cherche l'industrie de la culture � qui s'est fait aujourd'hui la voix par laquelle parle l'art - est la simulation du monde comme le capitalisme souhaite que les autres le per�oivent. Cela afin de cr�er une illusion de v�rit� en accord avec les objectifs de la plus-value, qui sont le d�nominateur commun de l'industrie de la culture. Le simulacre, donc, consiste en la repr�sentation fausse et intentionn�e du monde depuis l'auto conscience de sa fausset�. La Modernit� repr�sentait ce qui supposait �tre vrai (m�me si elle ne l'�tait pas) ; le Postmodernisme simule qu'elle repr�sente ce qui est suppose vrai, par quelque chose qui, �videmment, il ne suppose pas. Il s'agit par cons�quent, d'un double mensonge. Dans le premier cas, la sensibilit� cr�ative, patente dans l'�uvre moderne, stimulait sa possession : l'objectif �tait la jouissance esth�tique ; dans deuxi�mement, la possession de l'�uvre postmoderne n'a rien � voir avec l'�uvre elle-m�me, mais avec la signature ; l'objectif est la jouissance �conomique.

Naturellement, pour que tout ceci arrive, la complicit� de l'artiste est n�cessaire. Sans complicit� il n'existe pas de simulacre. Mais la capacit� de corruption du capital est immense et il ne manque jamais d'artistes dispos�s � mettre sa praxis au service de l'ordre dominant. Des exemples ? Il y a beaucoup. Dans le terrain de la litt�rature, Mario Vargas Llosa se charge depuis des ann�es avec sa magnifique prose de justifier id�ologiquement, dans le monde hispanique, la pens�e unique. Ceci est clair, Vargas est un grand �crivain et non tous les possibles lecteurs sont � la port�e de son discours, mais cela l'industrie de la culture le suppl�e avec diff�rentes gradations de qualit� : dans l'�chelle de plus au moins, en haut serait Vargas et, vers le bas, pour les demi-analphab�tes, des artistes du poil de Zoe Vald�s. Tous les deux accomplissent la m�me fonction et re�oivent le m�me appui m�diatique, parce qu'une des caract�ristiques qui lient ces pratiquants du capitaliste simulacre est le rab�chage insistant avec laquelle les moyens conventionnels leur servent de vitrine.

Sur le terrain de la musique populaire, il se passe la m�me chose : tant le jazz, comme le rock ou le rap, que diffuse aujourd'hui l'industrie de la culture, sont des produits de consommation sans mordant r�volutionnaire. Wynton Marsalis ou Norah Jones sont aussi loin de Charlie Parker ou Mille Davis comme Mario Vargas Llosa peut l'�tre de Gabriel Garc�a M�rquez. Et ce qui est curieux, c'est que ces "artistes" se pr�sentent g�n�ralement eux-m�mes comme les paladins du Bien. Dans le dernier article de Vargas Llosa, apparu il y a quelques jours dans la presse et intitul� " Voluntad de morir " (La volont� de mourir), les mots progr�s, justice, libert� et d�mocratie apparaissent d�j� d'entr�e dans le premier paragraphe comme l'objectif moral de l'auteur. Autre exemple : je ne sais pas si vous connaissez � un chanteur espagnol appel� Alejandro Sanz, vivant � Miami, celui-ci est maintenant un pr�sum� chanteur d'implication politique car dans son dernier disque il attaque Cuba. Ce qui est curieux est qu'il a aussi attaqu� le Venezuela : quand les chefs d'entreprise v�n�zu�liens organis�rent - et ensuite perdirent - le r�f�rendum contre Ch�vez, Sanz a affirm� que si on lui demandaient de cesser de chanter par la m�me m�thode, il le ferait, car dans la vie il faut �tre honn�te. Aussit�t dit, aussit�t fait, une campagne internationale de signatures se monta imm�diatement sur Internet pour lui demander " que se fuera al carajo " (qu'il aille au diable), mais il ne le fit pas Face � cet �tat de chose, avec une industrie de la culture contr�lant tout le processus de production, ce n'est pas facile pour un artiste qui souhaite cr�er un art r�volutionnaire, mais cela ne veut pas dire qu'il ne doive pas l'essayer. Puisque le forum d'aujourd'hui se plante comme une d�nonciation des instruments n�o- lib�raux de domination et qu'il met les participants devant le d�fi d'offrir des alternatives, je veux souligner ici l'exemple de deux de mes amis, l'un est peintre et r�alisateur de cin�ma et l'autre musicien de jazz.

Le premier d'entre eux est Abb� Nozal, un peintre espagnol qui s'est toujours maintenu en marge de la commercialisation pure et dure des galeristes. Ceux-ci connaissent le milieu, ils disent qu'ils travaillent avec les artistes, qu'ils se risquent avec les tendances et qu'ils vendent de l'art, mais cela est faux. Ils travaillent avec des laquais soumis, ils ne se risquent jamais et ce qu'ils vendent sont des "produit sign�". Les galeristes sont des commissionnaires, ils vivent d'un pourcentage. Dans de telles conditions, des mots comme sensibilit�, �motion, tendresse, etc. sonnent creux. Nozal, comme je le disais, ne veut rien savoir d'eux ni des politicards au pouvoir et, �videmment, il a pay� le prix d'une absence absolue dans les sph�res officielles de l'art en Espagne. Etant l'un des peintres les plus importants de mon pays, simplement il n'existe ni dans les mus�es ni dans les expositions itin�rantes du gouvernement ni dans les moyens de communication. Parce qu'une des facettes les plus perverses de l'industrie de la culture est sa capacit� de taire, de dissimuler. Celui qui moleste, il dispara�t.

Mais je ne voudrai pas parler de sa facette comme peintre marginal aujourd'hui, mais de l'autre, car Abb� Nozal est aussi directeur de cin�ma. Il vient de signer un court-m�trage, La canci�n de Marta (La chanson de Marta), d�j� choisi et pr�sent� dans plusieurs festivals. Ce court-m�trage est une attaque frontale � l'un des ic�nes de la peinture abstraite espagnole, Antoni Tapi�s, "peintre officiel" du gouvernement de Catalogne et enj�leur de premi�re ligne, selon Abb� Nozal.

L'une des caract�ristiques indispensables de l'art comme combat est la n�cessit� absolue de personnaliser les salves symboliques, puisque les g�n�ralisations sont poudre mouill�e, parce qu'elles servent seulement pour que personne ne soit consid�r� comme allusion. La chanson de Marta pointe de mani�re �vidente la camera contre Antoni Tapi�s et lui lance un missile id�ologique. Pour cette raison, c'est une lutte pure, une gu�rilla du cellulo�d, une d�nonciation d�chirante du monde officiel de l'art comme commerce et comme simulacre, r�alis�e avec la meilleure photographie possible, avec la meilleure interpr�tation possible, avec les meilleurs moyens techniques possibles et avec la meilleure musique possible pour bien envelopper le message afin que celui-ci arrive comme une pilule bien lubrifi�e jusqu'au fonds de l'estomac du spectateur... et, une fois l�, �clate.

Le second exemple d'artiste compromis avec son temps et non avec le capital est le saxophoniste isra�lien Gilad Atzmon, qui, en outre, est �crivain - il vient de publier son second roman - et chroniqueur sur Internet : j'ai traduit beaucoup de ses textes pour le site web www.rebelion.org . Atzmon est une marxiste radicale, auto exil� � Londres, un furieux critique du sionisme et des instruments institutionnels de l'�tat d'Isra�l et un furieux d�fenseur du peuple palestinien, il a mis son instrument et sa plume au service de la cause. Son groupe, The Orient House Ensemble, est un amalgame de juifs et de palestiniens. Dans un disque pr�c�dent, intitul� Exile, il a commis le sacril�ge d'interpr�ter de la musique traditionnelle juive avec des paroles arabe. Le dernier disque qui vient d'appara�tre, s'intitule MusiK, avec un K. Comme l'a confesser Atzmon dans une entrevue r�cente � une revue madril�ne de jazz, pour lui Music, avec c final, repr�sente le maintien de l'h�g�monie, du pouvoir ; par contre MusiK, avec K majuscule, est la recherche de la beaut�. "Je diff�rencie entre le �K', la recherche esth�tique, et le �c', qui est la transformation de l'esth�tique dans un effet mat�riel, quelque chose commercial, la m�me diff�rence entre Kultur et culture". Sans dire que Gilad Atzmon consid�re que "le jazz ne lutte d�j� plus pour la libert� comme un mouvement politique [de lib�ration des noirs opprim�s par une soci�t� blanche]... et il ne tend pas non plus � la libert� comme activit� musicale." Pourquoi ?, se demande Atzmon, et il r�pond : "Parce que nous vivons dans une �re tr�s orchestr�e du point de vue commerciale. Nous produisons de la musique dont l'appr�ciation se refl�te dans son m�rite commercial." Atzmon, avec une lecture mat�rialiste, met le doigt sur la blessure qui afflige l'art de nos jours : la subordination au capital.

Ces deux exemples - et je pourrais en citer un troisi�me sur le terrain de la litt�rature, celui de mon dernier roman, pas encore �dit�, mais je ne d�sir pas encourir � des promotions personnelles - constituent des chemins de possible expression artistique �trang�re � des consid�rations commerciales comme dernier objectif et ils me paraissent une alternative correcte � celle de l'industrie de la culture. Je ne dis pas que l'artiste ne doive pas vivre de son art, mais qu'id�alement, il ne devrait pas le subordonner � la plus-value.

Il existe, �videmment, des alternatives, il ne faut pas penser que la bataille est perdue � l'avance. Celles-ci sont difficiles, plus compliqu�es de mener � bien et elles sont toujours soumises au risque d'attaque par le capital, qui ne tol�re pas le succ�s hors de la logique de la plus-value. Les cubains ici pr�sents savent tr�s bien que le fait de sortir du chemin trac� et essayer un nouveau - comme ils le font depuis quarante-cinq ans - non seulement est mal vu, mais en outre dangereux. Cela, appliqu� � l'art, arrive aussi : l'artiste qui d�cide de sortir du chemin trac� par l'industrie de la culture sera un artiste mal vu par les moyens de communication que celle-ci contr�le et, probablement, sa carri�re sera infest�e d'obstacles, mais aujourd'hui existent moyens de passer outre, que nous discuterons dans quelques instants, quand nous passerons au dialogue, avec les questions et les r�ponses.

Merci beaucoup � tous.

 


 

Lettres de Cuba

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Num�ro 7, Ann�e 2005

 
 

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Manuel Talens 2005