Iglesia cat�lica,
homosexualidad, homofobia, m�rtires y psicoan�lisis
La er�tica del martirio
Manuel Talens
Los casi dos mil a�os que ha cumplido la Iglesia cat�lica convierten a
esta organizaci�n humana en la m�s arcaica de la historia. Ninguna otra
ha mantenido durante siglos una par�lisis mental tan rigurosa, pues los
sermones de Juan Pablo II conservan la l�gica doctrinaria de los que sin
duda pronunciaban los primeros papas en el siglo I de la era cristiana.
Por ello, conced�mosle a Roma, al menos, el m�rito de la coherencia.
Otra cosa es que las pompas y las obras vaticanas no chirr�en en el
tercer milenio, toda vez que sus signos y s�mbolos adquirieron hace
tiempo el aroma rancio de las antiguallas. Los ropajes cardenalicios han
dejado de remitir a Dios para convertirse en una ambigua imagen de
travestismo kitsch que provoca la sonrisa, pero lo que peor ha
envejecido es el discurso narrativo que glorifica el rito voluptuoso de
la sangre como paso org�smico al para�so: la er�tica del martirio.
La ilustre y rigurosa te�loga cat�lica
Uta Ranke-Heinemann,
autora entre otros libros del extraordinario Eunucos por el reino de
los cielos y convenientemente excomulgada despu�s, sostiene que
la Iglesia cat�lica es una sociedad homosexual desexualizada. Lo curioso
es el contraste existente entre la homofobia de sus jerarcas, que siguen
considerando la homosexualidad como un pecado y una aberraci�n, y su
apego enfermizo al martirologio cristiano, cuyo paradigma es la figura
iconogr�fica homosexual pasiva de San Sebasti�n, con el cuerpo hermoso y
semidesnudo penetrado por flechas f�licas que le producen un dulce
sufrimiento. Por supuesto, la huella manflorita no se detiene en este
santo, ya que la est�tica masoquista de m�rtires atormentados abunda por
doquier en capillas y museos. Ojo, no digo que aquellos infelices fuesen
gays, sino que s� lo es su
representaci�n.
Uno de tantos, San Vicente M�rtir, pertenece a la di�cesis espa�ola de
Valencia, en cuya catedral �en el �bside, dentro de una urna y a la
vista de todos� se conserva su brazo incorrupto correspondientemente erotizado y feminizado con anillos y perendengues. Siempre me ha
parecido curioso que nadie haya escrito todav�a un ensayo psicoanal�tico
sobre las caracter�sticas semi�ticas homosexuales, que son
evidentes, de ese brazo martirial. Hace ya tiempo que el psicoan�lisis
describi� la connotaci�n sical�ptica del brazo masculino. Luis Bu�uel,
que era un perverso, un transgresor y m�s listo que el hambre, explot�
el aspecto heterosexual de dicha connotaci�n en su pel�cula
Viridiana
(plagada asimismo de otros s�mbolos sexuales que ahora no vienen al
cuento),
en esa escena
donde la protagonista Silvia Pinal procede a la limpieza curativa del
brazo del mendigo
�leproso�.
Bu�uel
sab�a lo que filmaba.
Un arzobispo espa�ol muy conocido por sus posiciones ultraconservadoras
y que en sus arengas de los �ltimos tiempos no pierde ocasi�n para
demonizar el proyecto de ley de los socialistas, que regular� pronto el
matrimonio homosexual, se refiri� hace unas semanas en una homil�a al
martirio de San Vicente M�rtir en tiempos del emperador Diocleciano para
compararlo con la insufrible �persecuci�n� de que supuestamente es
v�ctima la Iglesia cat�lica por parte del PSOE (dicho sea de paso, la
persecuci�n es otro de los significantes hist�ricos que la
homosexualidad comparte con el cristianismo primitivo).
Las t�midas huestes de Zapatero, atrapadas en el torbellino de la �raz�n
de Estado�, son cualquier cosa salvo un peligro �real� para la Iglesia.
Por ello, si
le aplicamos la ret�rica de Uta
Ranke-Heinemann a este
absurdo s�mil arzobispal
�lo cual es l�cito desde un punto de vista anal�tico�,
en vez de la
comparaci�n l�gica que ser�a de esperar en boca de un eclesi�stico culto
y equilibrado, se escucha m�s bien el eco freudiano de la culpa encubierta,
que brota como un delirio desde un estrato mental muy profundo,
reprimido e inconsciente, y se proyecta con violencia contra el
adversario, ya que �ste �el PSOE�
pretende hoy legalizar lo que
uno es,
pero no desea ser.
Por otra parte, y siguiendo en el an�lisis, dada la rigidez doctrinaria
que caracteriza al organigrama de Roma, la voz de los arzobispos
�fieles� a los dictados recibidos desde la c�pula no ser�a una voz
propia, sino la de la instituci�n a la que pertenecen, que resuena en
sus labios como si de un ventr�locuo se tratara. Esa voz, ay, estar�a
muy necesitada de un div�n, pues m�s vale pedir consejo al psicoanalista
antes de utilizar armas arrojadizas capaces de convertirse en un
boomerang.
Los conflictos dolorosos del Yo suelen desencadenar reacciones
parad�jicas. El inquisidor Torquemada, de origen semita, se encarniz�
con los jud�os. Hace unos veinte a�os el telepredicador evang�lico
Jimmy
Swaggart,
cr�tico feroz de la prostituci�n, fue sorprendido fornicando en un
burdel. Jos� Mar�a Aznar, con un fenotipo muy parecido al de Sadam
Husein, escogi� ser martillo de iraqu�es.
�Con�cete a ti mismo�, dijo el or�culo de Delfos.
SI DESEA LEER ESTA RESE�A EN EL SITIO WEB DE
REBELI�N, PULSE SOBRE LA IMAGEN
|