ART�CULOS DE OPINI�N

Rebelión

Iglesia cat�lica, homosexualidad, homofobia, m�rtires y psicoan�lisis

La er�tica del martirio
Manuel Talens


San Sebastián, de Pietro Perugino (1448-1523)

 

Los casi dos mil a�os que ha cumplido la Iglesia cat�lica convierten a esta organizaci�n humana en la m�s arcaica de la historia. Ninguna otra ha mantenido durante siglos una par�lisis mental tan rigurosa, pues los sermones de Juan Pablo II conservan la l�gica doctrinaria de los que sin duda pronunciaban los primeros papas en el siglo I de la era cristiana. Por ello, conced�mosle a Roma, al menos, el m�rito de la coherencia. Otra cosa es que las pompas y las obras vaticanas no chirr�en en el tercer milenio, toda vez que sus signos y s�mbolos adquirieron hace tiempo el aroma rancio de las antiguallas. Los ropajes cardenalicios han dejado de remitir a Dios para convertirse en una ambigua imagen de travestismo kitsch que provoca la sonrisa, pero lo que peor ha envejecido es el discurso narrativo que glorifica el rito voluptuoso de la sangre como paso org�smico al para�so: la er�tica del martirio.

La ilustre y rigurosa te�loga cat�lica Uta Ranke-Heinemann, autora entre otros libros del extraordinario Eunucos por el reino de los cielos y convenientemente excomulgada despu�s, sostiene que la Iglesia cat�lica es una sociedad homosexual desexualizada. Lo curioso es el contraste existente entre la homofobia de sus jerarcas, que siguen considerando la homosexualidad como un pecado y una aberraci�n, y su apego enfermizo al martirologio cristiano, cuyo paradigma es la figura iconogr�fica homosexual pasiva de San Sebasti�n, con el cuerpo hermoso y semidesnudo penetrado por flechas f�licas que le producen un dulce sufrimiento. Por supuesto, la huella manflorita no se detiene en este santo, ya que la est�tica masoquista de m�rtires atormentados abunda por doquier en capillas y museos. Ojo, no digo que aquellos infelices fuesen gays, sino que s� lo es su representaci�n. Uno de tantos, San Vicente M�rtir, pertenece a la di�cesis espa�ola de Valencia, en cuya catedral �en el �bside, dentro de una urna y a la vista de todos� se conserva su brazo incorrupto correspondientemente erotizado y feminizado con anillos y perendengues. Siempre me ha parecido curioso que nadie haya escrito todav�a un ensayo psicoanal�tico sobre las caracter�sticas semi�ticas homosexuales, que son evidentes, de ese brazo martirial. Hace ya tiempo que el psicoan�lisis describi� la connotaci�n sical�ptica del brazo masculino. Luis Bu�uel, que era un perverso, un transgresor y m�s listo que el hambre, explot� el aspecto heterosexual de dicha connotaci�n en su pel�cula Viridiana (plagada asimismo de otros s�mbolos sexuales que ahora no vienen al cuento), en esa escena donde la protagonista Silvia Pinal procede a la limpieza curativa del brazo del mendigo �leproso�. Bu�uel sab�a lo que filmaba.

Brazo incorrupto de San Vicente Mártir, catedral de Valencia (España)

Un arzobispo espa�ol muy conocido por sus posiciones ultraconservadoras y que en sus arengas de los �ltimos tiempos no pierde ocasi�n para demonizar el proyecto de ley de los socialistas, que regular� pronto el matrimonio homosexual, se refiri� hace unas semanas en una homil�a al martirio de San Vicente M�rtir en tiempos del emperador Diocleciano para compararlo con la insufrible �persecuci�n� de que supuestamente es v�ctima la Iglesia cat�lica por parte del PSOE (dicho sea de paso, la persecuci�n es otro de los significantes hist�ricos que la homosexualidad comparte con el cristianismo primitivo).

Las t�midas huestes de Zapatero, atrapadas en el torbellino de la �raz�n de Estado�, son cualquier cosa salvo un peligro �real� para la Iglesia. Por ello, si le aplicamos la ret�rica de Uta Ranke-Heinemann a este absurdo s�mil arzobispal �lo cual es l�cito desde un punto de vista anal�tico�, en vez de la comparaci�n l�gica que ser�a de esperar en boca de un eclesi�stico culto y equilibrado, se escucha m�s bien el eco freudiano de la culpa encubierta, que brota como un delirio desde un estrato mental muy profundo, reprimido e inconsciente, y se proyecta con violencia contra el adversario, ya que �ste �el PSOE� pretende hoy legalizar lo que uno es, pero no desea ser. Por otra parte, y siguiendo en el an�lisis, dada la rigidez doctrinaria que caracteriza al organigrama de Roma, la voz de los arzobispos �fieles� a los dictados recibidos desde la c�pula no ser�a una voz propia, sino la de la instituci�n a la que pertenecen, que resuena en sus labios como si de un ventr�locuo se tratara. Esa voz, ay, estar�a muy necesitada de un div�n, pues m�s vale pedir consejo al psicoanalista antes de utilizar armas arrojadizas capaces de convertirse en un boomerang.

Los conflictos dolorosos del Yo suelen desencadenar reacciones parad�jicas. El inquisidor Torquemada, de origen semita, se encarniz� con los jud�os. Hace unos veinte a�os el telepredicador evang�lico Jimmy Swaggart, cr�tico feroz de la prostituci�n, fue sorprendido fornicando en un burdel. Jos� Mar�a Aznar, con un fenotipo muy parecido al de Sadam Husein, escogi� ser martillo de iraqu�es.

�Con�cete a ti mismo�, dijo el or�culo de Delfos.

 


 

Rebelión

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31 de enero de 2005

 
 

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