ART�CULOS DE OPINI�N

Rebelión

Cuba en el coraz�n

Cap�tulo 5. Entre el arte y la cultura


Manuel Talens

Entre el arte y la cultura

El d�a que triunf� nuestra Revoluci�n dej� de ser el escritor solitario, de vivir en funci�n de soledad, para vivir en funci�n de solidaridad.

Alejo Carpentier

Este quinto cap�tulo de la serie �Cuba: caminos de revoluci�n� abandona el terreno de la historia estrictamente pol�tica del acontecer cubano para centrarse en el rico �mbito del arte y de la cultura que emanan de la isla. El documental con que arranca el DVD se titula Andante cantabile (arte y revoluci�n) y est� firmado por la polifac�tica Rebeca Ch�vez, quien en este caso se ha enfrentado a una empresa nada f�cil, ya que mostrar la intensidad, la eficacia y la apoteosis de las pol�ticas gubernamentales en el �mbito de la cultura cubana, y pretender hacerlo en s�lo cincuenta y siete minutos, es poco menos que un sue�o imposible. El resultado, por momentos irregular �como tratar� de explicar en las l�neas que siguen�, deja sin embargo un excelent�simo sabor de boca, pues permite que el espectador no cubano se haga una idea muy cabal del extraordinario florecimiento cultural propiciado por el gobierno revolucionario desde los primeros d�as de la toma del poder.

Con buen criterio, las im�genes se inician mediante un recordatorio de la campa�a nacional de alfabetizaci�n que tuvo lugar en Cuba durante el a�o 1961 y que, en palabras del Comandante, convirti� a la isla en �territorio libre de analfabetismo�. Aquella campa�a, ins�lita en un pa�s empobrecido por la guerra y, para colmo, asediado por la potencia imperial del norte, sent� las bases del milagro cultural que vendr�a a continuaci�n.

Rebeca Ch�vez procede entonces a un salto temporal hacia adelante y nos muestra los testimonios actuales de diversos personajes de la cultura cubana. La compositora Marta Vald�s rememora el nombre y los apellidos de uno de sus alfabetizados, cuyo paradero hoy desconoce, y deja claro hasta qu� punto aquella lejana experiencia fue enriquecedora, no s�lo para quienes recib�an el saber, sino tambi�n para los afortunados adolescentes que lo transmitieron. Por su parte, la escritora Nancy Morej�n abunda en lo mismo: fue un ejercicio enaltecedor. Vienen luego los testimonios del cineasta Alfredo Guevara y del escritor Ant�n Arrufat y aqu� es donde surge el primer contratiempo de gui�n. Me explico: la primera pregunta que todo comentarista de estas im�genes debe hacerse al abordar cr�ticamente su contenido es: �A qui�n van dirigidas? Creo que ser�a ingenuo concluir que su �primer� destinatario es la sociedad cubana, pues por mucho que en el �mbito nacional de la isla estos DVD sirvan ahora de consolidaci�n definitiva de unos hechos hist�ricos que estaban pidiendo a gritos ser recopilados, ensamblados y narrados de manera did�ctica para las generaciones actuales y futuras, lo cierto es que los cubanos son hoy en d�a uno de los grupos sociales m�s cultos y politizados del mundo �si no el que m�s� y, como tal, conocen a la perfecci�n su propia historia. Pienso, pues, que el destinatario �natural� no es (o no deber�a ser) el espectador cubano, sino el extranjero, que desde hace m�s de cuarenta a�os vive asediado por una continua campa�a de desinformaci�n sobre Cuba y es quien realmente necesita saber lo que de verdad sucede all�. Por eso, en mi papel de rese�ador he tratado de ponerme en la piel de los millones de ciudadanos no cubanos que consideran con simpat�a la Revoluci�n, pero que hasta ahora s�lo han tenido acceso a las noticias tergiversadas que les vienen de los medios convencionales de Occidente. En dicho papel, me ha parecido extra�o que el montaje de este documental muestre a Alfredo Guevara y a Ant�n Arrufat refiri�ndose in media res, en ausencia de cualquier pre�mbulo explicatorio, a las consecuencias de una reuni�n que Fidel Castro mantuvo con artistas e intelectuales en los inicios de la andadura revolucionaria, sin que la voz narradora se haya dignado explicarle previamente al espectador los pormenores de dicha reuni�n, el qu�, el c�mo, el cu�ndo y el porqu�. Digo esto porque el recurso narrativo de hurtarle informaci�n inicial al �lector� del texto f�lmico para que �ste pueda recomponer a posteriori las piezas del puzzle me parece m�s bien propio del cine de ficci�n, no del cine documental. Menos mal que ese voluntarioso espectador no cubano y poco informado a quien me estoy refiriendo �pongamos de Buenos Aires, Lima o Madrid� ser� capaz de hacer un esfuerzo mental �que hubiera debido ser innecesario� y extraer sentido de las im�genes posteriores para, as�, deducir que Fidel Castro se reuni� el a�o 1961 con los creadores cubanos en la Biblioteca Nacional, con el fin de exponerles sus ideas sobre la libertad art�stica y los l�mites de �sta.

Entre dichos intelectuales hab�a de todo, fervientes revolucionarios y derechistas a la espera de asestar una pu�alada por la espalda al proceso que entonces se iniciaba y, dado que muchos de ellos eran muy suspicaces de lo ya acontecido en el llamado socialismo real sovi�tico con respecto al arte, algunos no llegaron a entender del todo las palabras que les dirigi� Fidel, las cuales, escuchadas hoy con la perspectiva del tiempo, eran de una claridad meridiana. Helas aqu�: �La gran preocupaci�n que todos nosotros debemos tener es la Revoluci�n en s� misma� La Revoluci�n debe tratar de ganar para sus ideas a la mayor parte del pueblo. Nunca debe renunciar a contar con la mayor�a del pueblo. Creo que esto es bien claro. �Cu�les son los derechos de los escritores y de los artistas revolucionarios o no revolucionarios? Dentro de la Revoluci�n, todo. Contra la Revoluci�n, ning�n derecho. Les pedimos que pongan su granito de arena en esta obra que, al fin y al cabo, ser� una obra de esta generaci�n.�

Acto seguido, las im�genes rememoran el esfuerzo editorial inaudito que supuso la edici�n de 100.000 ejemplares del Quijote a precios m�dicos, evento con el cual la Revoluci�n rend�a p�blico homenaje a la lengua que nos une a todos los hispanohablantes y que significaba un claro rev�s a la progresiva anglificaci�n anterior de la isla. Por otra parte, se intervinieron las empresas estadounidenses distribuidoras de pel�culas �transmisoras de la ideolog�a imperial�, se rebajaron los precios de entrada a los cines, se fund� el ICAIC y se puso la primera piedra de una industria cinematogr�fica propiamente cubana, en la que los j�venes realizadores empezaron a contar la historia del pa�s desde puntos de vista no colonizados, a veces con duros ataques a la realidad de d�a a d�a, pero sorprendentemente libres de trabas pol�ticas, tal como hab�a prometido Fidel. Deseo mencionar aqu� un ejemplo entre muchos de esta afirmaci�n �no citado en el documental� que desmiente la maligna propaganda de los medios hegem�nicos contra Cuba: se trata de la magn�fica pel�cula Muerte de un bur�crata [1966] de Tom�s Guti�rrez Alea, �cida y sarc�stica hasta la m�dula y equiparable al mejor cine de Luis Garc�a Berlanga (dicho sea de paso, Guti�rrez Alea era uno de los muchos creadores que asistieron a la reuni�n con Fidel y que entendieron su mensaje: dentro de la Revoluci�n, todo; fuera, nada. Muerte de un bur�crata es una prueba palmaria de que en Cuba se puede ser muy cr�tico sin por ello dejar de ser revolucionario).

Aquel proceso en marcha constituy� a todas luces el nacimiento de una utop�a cultural en un universo socialista y, a pesar de algunas deserciones notables y dolorosas, como la del novelista Guillermo Cabrera Infante, la mayor parte de la intelectualidad cubana cumpli� con su deber revolucionario y educativo. A este respecto, me parece digna de destacar la afirmaci�n de Wilfredo Lam, que es quiz� el pintor m�s grande que ha dado Cuba, representante de las razas que forman el color plural de esa naci�n, quien resumi� en pocas palabras el aut�ntico sentido del arte como arma pol�tica: �Un verdadero cuadro es aquel que posee el poder de hacer trabajar la imaginaci�n�.

Andante cantabile pasa luego a resumir brevemente el car�cter sincr�tico de la cultura cubana, una mezcla del imaginario aportado por los esclavos negros y los colonizadores espa�oles, en donde los dioses (orishas) Osh�n o Yemay� conviven en total felicidad junto a la iconograf�a cristiana de Santa B�rbara o de la Virgen del Cobre, todo ello comentado con suma simpat�a por un dignatario cat�lico cubano, monse�or Carlos Manuel de C�spedes (secretario de la Conferencia Episcopal, Vicario General, p�rroco de la iglesia del Santo �ngel, profesor del Seminario San Carlos y consultor del Consejo Pontificio). Asimismo, el espectador espa�ol asiste alborozado a las palabras de un jovenc�simo Antonio Gades (quien, entre par�ntesis, defendi� la Revoluci�n hasta su muerte), que comenta el sincretismo de Cuba junto a la gran Alicia Alonso. Pero la guinda sobre el pastel de esta parte del documental es la presencia imponente de Nicol�s Guillen leyendo sus versos de honda ra�z afrocubana en una f�brica de tabaco, mientras las cigarreras que lo escuchan trabajan en su menester.

Despu�s, aparecen de nuevo Ant�n Arrufat y Alfredo Guevara y esta vez el desajuste del gui�n y del montaje del documental con respecto a sus destinatarios fuera de Cuba es a�n m�s evidente que el comentado unas l�neas m�s arriba, pues ambos artistas se refieren a uno de los errores m�s lamentables cometidos durante la Revoluci�n cubana, que sirvi� y todav�a sirve de carnaza para los ataques de la contrarrevoluci�n, pero que en Andante cantabile ni siquiera queda explicado, lo cual sin duda alguna dejar� en las tinieblas a m�s de un joven espectador benevolente que no haya tenido la ocasi�n de informarse bien sobre aquellos hechos ver�dicos, m�s a�n si se piensa en la inusitada rapidez con que el com�n de los mortales olvida hoy las noticias que lo abruman por todas partes. Me refiero, claro est�, al �caso Padilla�, que voy a permitirme resumir para los lectores antes de continuar con mi comentario. En 1968, el poeta cubano Herberto Padilla se present� al premio literario anual de la Uni�n Nacional de Escritores y Artistas (UNEAC) con el poemario Fuera de juego, una violenta cr�tica contra la interferencia de algunos funcionarios gubernamentales en la vida intelectual. Un jurado internacional le concedi� el primer premio, pero la UNEAC, que public� el libro, declar� que la poes�a de Padilla era contraria a los principios revolucionarios. En 1971, tres a�os despu�s, Padilla fue arrestado. Al mes siguiente, cuando volvi� a aparecer, hizo una autocr�tica de tipo estalinista y acus� en ella a otros escritores e incluso a su propia mujer, tras lo cual no volvi� a publicar en Cuba y se le prohibi� salir de la isla. Pronto, la noticia de aquel acto represor dio la vuelta al mundo y muchos intelectuales del exterior que hasta entonces hab�an apoyado la causa cubana abandonaron el barco, entre otros Jean-Paul Sartre. Por fin, en 1980, Padilla opt� por la emigraci�n y vivi� hasta su muerte en los Estados Unidos.

El caso Padilla oscureci� otro caso paralelo de id�nticas caracter�sticas, el de Ant�n Arrufat, dramaturgo que el mismo a�o de 1968 gan� el premio de la UNEAC en la categor�a de obras de teatro con Siete contra Tebas, desaprobada de inmediato por la uni�n de escritores, que, sin embargo, tambi�n la public� en forma de libro. Arrufat fue condenado al ostracismo, pero se neg� tozudamente a abandonar el pa�s y a�os m�s tarde la Revoluci�n lo rehabilit� con todos los honores, hasta tal punto que hoy es Premio Nacional de Literatura y una de las voces que aparecen como protagonistas en este documental, prueba m�s que suficiente de que el gobierno cubano ha sabido reconocer sus yerros anteriores, cuando los hubo, y corregir el tiro. Rectificar es de sabios.

Tras este inciso, que har� comprensible lo que sigue en el documental, he aqu� completo el testimonio del cineasta y ensayista Alfredo Guevara al respecto (las cursivas son m�as): �Las tendencias de los grupos y las personas no renuncian jam�s a, de alg�n modo, insertar en las reglas del juego sus posiciones. Yo creo que lo que ha pasado despu�s tiene mucho que ver con esto. Desgraciadamente, los dirigentes de la Revoluci�n, en su conjunto la Revoluci�n, pero los responsables son los dirigentes, optaron por no lanzarse a la discusi�n que, por amarga que fuera, es una forma de dialogar. Optaron por el silencio. Y el terreno de la informaci�n, en t�rminos internacionales, sobre muchas cosas y la significaci�n de momentos espec�ficos del proceso revolucionario �en este campo estoy hablando siempre en el marco de la cultura art�stica� ha quedado condicionado por la expresi�n de los no revolucionarios, de los contrarrevolucionarios, de los enemigos de la revoluci�n, sea por resentimiento o por ignorancia o sea por militancia neocolonial imperial. Cuando se puede uno detener de un modo preciso en las cosas, sabe muy bien que muchos aconteceres que tuvieron como marco el Consejo Nacional de Cultura y que lastimaron a no pocos compa�eros valiosos, que han resistido, adem�s, que tuvieron el coraje de ser ellos a pesar de todo, no sucedieron en la Casa de las Am�ricas ni en el Instituto Cubano del Arte e Industrias Cinematogr�ficos ni en el Ballet Nacional de Cuba, porque all� tuvieron sus dirigentes y sus componentes el coraje de decir �NO! Padilla fue una v�ctima y fue un victimado, y los que lo hicieron v�ctima eran unos oportunistas con poder. Entonces, habr�a que preguntarse: �No valen la pena las revoluciones? Pues yo creo que s�. Lo que pasa es que como condicionan nuestro lenguaje, y cuando a alguien como mi persona �insisto, en mi escala� resulto entrevistado, las preguntas van en una sola direcci�n, queda en la oscuridad el arco maravilloso de una Revoluci�n que ha sido capaz no s�lo de afirmar la dignidad de nuestro pueblo, no s�lo que ha sido capaz de abrir a cada uno de nosotros la posibilidad de vivir en dignidad��.

A mi parecer, la primera ense�anza de Andante cantabile es que los cubanos han sabido hacer virtud de la experiencia, mientras que sus enemigos persisten en la obcecaci�n. La segunda radica en los testimonios de Guevara y Arrufat, pues son la prueba viviente de que ambos artistas, a pesar de su posici�n cr�tica, no dudaron en renunciar a ese egocentrismo tan t�pico de los creadores �que a menudo los hace creerse el ombligo del mundo, como si fueran imprescindibles� para as� pasar por alto los dislates individuales cometidos en nombre de la Revoluci�n por determinados funcionarios contra sus personas o contra las de otros compa�eros, pues entienden y aceptan que esa misma Revoluci�n es un proceso que distribuye beneficios culturales y sociales entre las masas, no entre una clase selecta de individuos, y puesto que quienes la administran son humanos y los humanos suelen cometer errores, en el camino corren el riesgo de equivocarse a veces, de dar dos pasos atr�s y uno adelante o de ser injustos con varios para poder ser justos con millones. Por eso, las revoluciones aut�nticas �y la cubana lo es� est�n por encima de los funcionarios, trascienden los episodios, rebasan las circunstancias, perduran hasta el punto de lograr la eternidad y algunos de sus l�deres las encarnan y simbolizan. Tal es el caso de Fidel Castro, quien al igual que en tantas otras ocasiones, ten�a raz�n desde el principio: el arte, si no sirve para mejorar la condici�n humana y espiritual de todo un pa�s, no sirve para nada, es pura complacencia.

El documental, a partir de aqu�, corre a su fin con un somero repaso de los grandes int�rpretes cubanos de la m�sica popular actual, Silvio Rodr�guez, Pablo Milan�s, Chucho Vald�s, Los Van Van, Ibrahim Ferrer, Kelvis Ochoa, Yusa, etc.; se ve despu�s una r�pida muestra de la fenomenal producci�n pict�rica, escult�rica y de arte callejero de la Cuba revolucionaria, en un caleidoscopio m�ltiple que termina por convencer al espectador de que un sistema pol�tico capaz de alentar una explosi�n art�stica de tales proporciones, de reconocer sus desfallecimientos y corregirlos, no puede ser malo. Y, en los �ltimos planos, la sabia voz de Fidel, ya modificada por los a�os, pone un digno colof�n a esta historia: �Es una suerte grande poder ver al final de una larga etapa revolucionaria c�mo se multiplica todo. Todo quiere decir que nada est� excluido�.

El DVD de este quinto cap�tulo incluye cuatro extras, todos ellos dedicados a grandes artistas de la m�sica cubana. Con la misma pasi�n, de Constante Diego, Julio Vald�s, Pablo Mart�nez e Iv�n Rocha, est� dedicado a Benny Mor�, que es quiz� el cantante m�s grande que haya producido la isla en toda su historia (sin el cual no ser�a posible entender la m�sica de Compay Segundo, Eliades Ochoa o del Buena Vista Social Club), que combin� la m�sica guajira con el son afrocubano y que tuvo la valent�a de permanecer en su pa�s despu�s de la Revoluci�n, donde falleci� en 1963 v�ctima de una cirrosis alcoh�lica. El documental constituye un c�ndido homenaje al artista, con apariciones de sus hermanos, primos, madre, amigos y compa�eros en su pueblo natal, Santa Isabel de las Lajas.

Buscando a Chano Pozo, de Rebeca Ch�vez, nos muestra en su ambiente a aquel artista natural, rumbero y tocador de tambores que fue Pozo, quien se convirti� a s� mismo en el cronista sonoro del medio popular cubano de antes de la Revoluci�n y que muri� asesinado en el Harlem neoyorquino en circunstancias nunca aclaradas tras haber insertado para siempre la m�sica afrocubana en el jazz de los negros estadounidenses, como reconoce aqu� ante las c�maras el legendario Dizzy Gillespie.

Omara, de Fernando P�rez Vald�s, recrea bajo forma de fotonovela una semblanza en color de Omara Portuondo, la exquisita dama de la canci�n cubana, que adem�s de seguir siendo a sus a�os una bell�sima mujer ha sido siempre fiel a la Revoluci�n y hasta ahora mismo sigue llevando el mensaje de su patria a los diversos pa�ses del mundo.

Por �ltimo, Yo soy la canci�n que canto, de Mayra Vilas�s, bosqueja escenas de la vida de Ignacio Villa Fern�ndez, mucho m�s conocido como Bola de Nieve, un pianista y cantante negro de Guanabacoa, con el ritmo en las venas y una simpat�a desbordante, que pase� por los escenarios de toda Latinoam�rica su mensaje criollo, mestizo y mulato hasta el d�a de su muerte, en 1971.

 

Rese�as anteriores:

 

Cap�tulo 1.- Che Guevara, donde nunca jam�s se lo imaginan

 

Cap�tulo 2.- Antes del 59

 

Cap�tulo 3.- Los 4 a�os que estremecieron al mundo

 

Cap�tulo 4.- Una isla en la corriente

 

Siguientes rese�as:

 

Cap�tulo 6.- La solidaridad internacional

 

Cap�tulo 7.- Momentos con Fidel

 


 

Rebelión

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17 de enero de 2005

 
 

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