El escritorio de Manuel Talens

ART�CULOS DE OPINI�N EN  El País

Verde esperanza
MANUEL TALENS



El lector que me sigue en esta p�gina conoce de sobra el poco apego que tengo por los partidos pol�ticos en general, esas corporaciones de advenedizos que funcionan con el �nico objetivo de perpetuarse bajo la falsa apariencia de progreso com�n, pues una lectura sagaz de la historia demuestra que siempre mueven ficha por impulsos endog�micos.

La izquierda oficial, que se hizo siglas con el ideal de cambiar el mundo, s�lo busca ya en la pr�ctica instalarse en �l. E instalada est�, con domicilio fijo, n�mina de profesionales vitalicios, santos patronos, sondeos de opini�n para dar bandazos a medida, departamento de asesores de imagen y deudas ocultas con el adversario.

Una vez establecido en Occidente el tedio democr�tico de dos grandes partidos que se reparten el sill�n cada ocho o doce a�os, quedan s�lo un par de opciones disponibles para aquellos ciudadanos que se resisten a entrar en el juego: 1) el pasotismo pol�tico de una buena parte de la juventud y 2) el voto in�til, si es que se desea cumplir y no ser c�mplice de un sistema a todas luces exhausto. Yo quisiera reivindicarlo como venganza contra el voto �til exigido por los partidos mayoritarios, pues no es cierto que elegir a los movimientos marginales sea un despilfarro.

Los Verdes -ecologistas de una izquierda indefinida- surgieron con el �nico objetivo de oponerse a la ruina f�sica del planeta. Nadie los tomaba en serio, eran motivo de chiste, pero gracias a su persistencia en denunciar un desastre planetario (que la izquierda al uso y la derecha, por muchas g�rgaras que hagan, consideran inamovible), son en la actualidad la tercera fuerza pol�tica en Alemania y Schr�der los necesita para gobernar. �Es, entonces, tan in�til el voto in�til?

En Espa�a a�n son pocos, pero ruidosos, y hasta aparecen en los noticieros. El desastre de Do�ana nos ha mostrado lo bien fundado de su existir. Pero el maltrecho parque nacional de Huelva es s�lo la punta del iceberg. El Pa�s Valenci�, si el lector desea centrarse en nuestro patio interior, tambi�n tiene do�anas en gestaci�n: el Saler, la Albufera, el pandem�nium urban�stico de las playas... �Alguien se acuerda de aquel para�so que fueron un d�a Cullera o Benidorm?

Queda por ver si Los Verdes alemanes resistir�n la prueba del poder ejecutivo, con sus peajes, sus posibilismos y sus concesiones, que suelen diluir el ideario hasta convertirlo en triste simulacro. Si, como es de temer, cumplen a rajatabla con el papel tradicional de todos los pol�ticos que en el mundo han sido, al cabo de una legislatura tendremos de ellos igual opini�n que del socialismo espa�ol, ese que pag� con su virtud el haber accedido, tras cien a�os de honradez, al control de las riendas del Estado. Quiz�s Los Verdes alemanes deber�an tomarle el pulso a los inquilinos de Ferraz para aprender en cabeza ajena y no desprenderse de la intransigencia que todav�a los hace libres: percibir�an, al palpar, un latido casi ag�nico, camuflado tras encuestas, propaganda, realidad virtual y ese vergonzoso espect�culo bic�falo y ego�sta que acaban de dar en las �ltimas semanas. Y es que, en este tiempo finisecular de fugacidades obscenas, el peor enemigo que tiene el PSOE son esos maltrechos cien a�os de honradez, y no porque durante la �ltima d�cada unos cuantos facinerosos hayan deslucido el patrimonio de Pablo Iglesias, sino porque el tango miente al decir que veinte a�os no es nada y, en consecuencia, cien es m�s que demasiado. Las eternidades ya no existen, los mitos nacen y mueren cada ma�ana y hacen falta ideas nuevas para ilusionar.

A la derecha del PSOE, en ese erial que ahora se dice de centro reformista, ni siquiera vale la pena ahondar mucho en el an�lisis: su organizaci�n en partidos -UCD, CDS, PP- no respondi� nunca a un deseo de mejorar nada. Fue s�lo una adaptaci�n camale�nica al cambio de escenario: terminada la etapa de los cuartelazos, lleg� la de los votos y, ma�ana, Dios dir�.

Creo que los ecologistas son hoy la izquierda a votar en el �mbito global, puesto que la otra ya no desea cambiar el mundo, s�lo gestionarlo, aunque huela mal. Por eso, �habr� llegado acaso el momento supremo en que el socialismo manso cierre el quiosco, despida al personal y deje el sitio a los que vienen empujando con utop�as que enamoran? Supongo que una pregunta as� har� sonre�r a m�s de uno. Es tan improbable que el PSOE lleve a cabo su disoluci�n por agotamiento ideol�gico como lo ser�a que la industria armamentista dejara ma�ana de fabricar bombas, pues en ambos casos hay demasiados intereses en liza. Pero estoy convencido de que es necesario gritarlo a voz en cuello (�para qu� sirve, si no, el periodismo?), pues ya va siendo hora de introducir un poco de salsa en esta ins�pida bufonada del parlamento. Y, qui�n sabe, a lo mejor alg�n d�a el verde sustituye al rojo como color de la esperanza.

 

EL PA�S-Comunidad Valenciana, viernes 27 de noviembre de 1998.

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